viernes, 18 de noviembre de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS XX

RES PUBLICA vs. RES PRIVATA
Asuntos Públicos vs. Negocios Privados
OSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO-PSICÓLOGO


Dentro de la gran confusión de nuestra época, no creo que haya una más nociva que la que se ha dado entre lo público y lo privado. Si bien desde el capitalismo, esto no es nuevo, la nuestra es una situación inédita, pues ya lo púbico es “tierra de nadie”, en donde el que quiera, especialmente las grandes multinacionales, con la ayuda de gobiernos de toda clase, han usurpado lo construido con el esfuerzo de millones y se lo han apropiado impune y vergonzosamente. El caso más aberrante es el de los servicios públicos, entregados por los gobiernos y legisladores a empresas que convirtieron lo común en feudo propio, y lo que antes era relativamente eficiente, y a costos razonables, se ha vuelto cada vez más costoso e ineficiente.


El mito que sirvió de base a este descarado asalto es la idea según la cual “el Estado es mal administrador”, cuando la verdad es que durante muchos años, fueron manejados con relativa pulcritud. Una ideología mentirosa a la medida de gobernantes corruptos, con la ayuda de legisladores venales, entregaron inicialmente los servicios de agua, luz, teléfono, a particulares, los cuales en su ambición sin límites, quieren quedarse con toda la torta de lo público. Ahora las antes llamadas “empresas públicas” son manejadas por juntas anónimas, en las cuales tienen asiento grupos privados y políticos, quienes se fijan sueldos exorbitantes, y todo ello a espaldas de la comunidad. Uno entre cientos, es el conocido caso de SaludCoop, cuyo gerente, Palacino, quien además de devengar noventa millones de pesos mensuales, recibía ingresos adicionales.

Un aspecto decisivo en esta situación, es por lo común, que quienes luego de ejercer cargos públicos, al renunciar, son elegidos en empresas privadas, relacionadas con el campo al cual sirvieron, abonando así el terreno para sus negocios y especulaciones, que si bien en algunos casos no son ilegales, pasan los límites de lo ético. Esto con perjuicio para el interés público; tras de ello, están cada vez más las multinacionales, que con su poder corruptor, se han infiltrado en todos los asuntos sin ningún escrúpulo.

Un lúcido analista de esta situación ha sido el filósofo greco-francés Cornelius Castoriades, al señalar que “la corrupción de los responsables políticos en las sociedades contemporáneas, se ha convertido en un asunto sistemático, estructural. Está incorporado en el funcionamiento del sistema, que no puede cambiarse fácilmente”.

La perversa lógica que subyace tras esto es la llamada “privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas”, tal como ha ocurrido -entre otros- y cada vez más común con los bancos, que cada vez que se ven en apuros por malos manejos de banqueros; entre nosotros fueron conocidos los del Banco de Colombia, y hace poco el rescate que hizo Barak Obama a bancos norteamericanos.

La situación es incierta y sin aparente solución, porque como anota Castoriades, se ha desarrollado hoy un tipo de ser humano que él llama privatizado, encerrado en su medio personal que se ha vuelto cínico en relación a la política. Así, “cuando las gentes votan, votan cínicamente”, pues no creen en el programa que se les presenta, sino que buscan el menor mal en relación al anterior.

El hombre medio de nuestras sociedades, identifica la libertad con el poder que tenemos cada cuatro años de elegir a quienes nos representarán en los cargos públicos, pero lo que plantea Castoriades es, como decía Rousseau, que las gentes eran libres un día, el día en que elegían, pero esto no es correcto, se vota por candidatos presentados por partidos, no s e puede votar poder no importa quién. El meollo del asunto es que la representación significa la alienación se la soberanía de los representados hacia los representantes. La política se ha convertido en una máquina en que se busca ser elegido para aprovecharse de los bienes del estado en beneficio de los grupos que han puesto su capital en el candidato que quieren los represente. Y las grandes empresas que están interesadas en las leyes que los favorecerán en el congreso.

Es imposible demostrar que en donde hay poder representativo, se produce una representación de la población mucho más elevada que en otras formas de gobierno; ayudan a cierto grupo de personas pero a expensas del nivel de representación de otras. Así, cuando se habla de “Il Duce”, o el “Fuhrer”, se trata de una forma contraria de representación, directa y controlada, en las cuales el pueblo ha sido manipulado y engañado con medios violentos o seductores, de los cuales Hitler y Mussolini fueron maestros.



Hoy las técnicas son más sofisticadas, pues los políticos, utilizan los medios de comunicación para crear la falsa ilusión de una democracia participativa. Como anota Castoriades, “la representación es más amplia que los dispositivos institucionales que la regulan”.

Existe así una crisis de representación, que señala la incapacidad de la clase dirigente para mantener la solidaridad y guiar el resto de la población. La exaltación de la representación no es otra cosa que populismo, al estilo de Chávez que llega hasta el mesianismo. El pluralismo va en contradicción con esta representación monolítica emocional a través del lider, así se llegó a decir: “¿quién sino Uribe?” Este es el asunto de la representación. La representación e s inevitablemente tanto en el concepto como en los hechos, alienación,( o sea, juridicamente transferencia de propiedad)de la soberanía de los “representados hacia los representantes.


En síntesis, el sistema electoral para que sea efectivo, debe implicar en lo mas mínimo que los elegidos representen a los electores, siempre y cuando halla un deber y un programa coherente. Una representación responsable obliga al elegido, rendir cuentas ante los electores, para que actúen en forma competente y eficaz, con el apoyo y fortalecimiento de una opinión pública educada, que es una de las fallas de nuestro sistema electoral colombiano.

Un último punto es el problema de la libertad del ser humano actual, y la pregunta es, ¿en qué sentido somos libres hoy? Hoy contamos con un número de libertades que son el producto de luchas revolucionarias del pasado. Y no son sólo formales como lo dijo Marx: poder reunirnos, decir lo que se nos antoja, no es solo algo formal, pero sí parcial, es defensivo, pero no es una libertad completa.

LOS TRES DOMINIOS DE LA SOCIEDAD
Para Castoriades, se pueden describir para todas las sociedades, tres esferas donde se juegan las relaciones de los individuos y la colectividad entre ellos, y con su institución política: la esfera privada oikos; la esfera pública/privada ágora;la esfera pública/pública que en el caso de una sociedad democrática denomina ecclesia. El totalitarismo se caracteriza por la tentativa de unificar a la fuerza estas tres esferas y porque la esfera pública/pública se convierte en asunto privado.

Fue en Grecia donde por vez primera tuvo lugar el despliegue de las tres esferas, estableciéndose una independencia entre ellas, y en donde la esfera pública/pública devino verdaderamente pública. Y es este devenir el núcleo de la verdadera democracia. De ahí que Aristóteles alabara a los lacedomonios porque en ella el estado, la polis, se preocupó por la educación de los ciudadanos y no como en otras partes donde “cada cual vive como quiere, legislando a la manera de los cíclopes sobre sus niños y su mujer” (Etica a Nicómaco.1180 a-24-29)

Con la aparición del Estado lo público/público se convierte en privado, y se vuelve independiente de las otras dos. Las supuestas democracias de hoy, o sea las oligarquías liberales, pretenden limitar al máximo o reducir al mínimo la esfera pública/pública, pero esto es engañoso, pues los países mas liberales, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, son profundamente estatistas y la estructura burocrática de la gran empresa con su interminable y absurda reglamentación, permanece firme.

En estos países, los asuntos públicos, son siempre asunto privado de los grupos o clanes que están en el poder”, las decisiones son tomadas detrás de la cortina, lo poco que es llevado ala escena pública es maquillado, reducido y tardío, hasta la irrelevancia”.

La primera condición de la existencia de una sociedad autónoma-o sea democrática-, es que la esfera pública/pública, sea efectivamente pública, es decir, que sea ecclesia y no un objeto de apropiación privada por grupos particulares, y esto significa que los tres poderes pertenezcan efectivamente al pueblo y sean ejercidos por este. Una sociedad autónoma no sólo debe garantizar, sino promover activamente la más grande autonomía posible de la esfera pública/privada: de la esfera donde los individuos se reagrupan sin relación explícita a las cuestiones políticas, para entregarse a todas las actividades y a todos los intercambios que les plazca. La autonomía es ipso facto, auto-limitación y entre estas, la separación de poderes es esencial, pero debe ir mas allá, articularlas y unirlas. Los totalitarismos buscan borrar esta diferencia.

El mundo neoliberal ha borrado todos los esfuerzos autónomos, engendrando las seudolibertades, que llevan a la falsa ilusión de vivir en un mundo en el que se ha llegado a la gran libertad, cuando en el fondo, hoy más que nunca estamos dominados por el Gran Hermano de Orwell, representado en el sinfín de aparatos que nos vigilan por todas partes, desde los satélites, y llegar hasta nuestro hogar, y hasta nuestro baño privado. Contra todo esto se están dando tímidas luchas, encarnadas en los Indignados, pero que son el comienzo de una gran transformación si tiene claridad en sus objetivos y sabe utilizar los medios adecuados que comprometan a toda la sociedad mundial, porque el problema que afrontamos hoy es por primera vez global; ya no hay pasajeros, todos somos pilotos de nuestros sistema social y ecológico.

viernes, 7 de octubre de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS - XIX

PALABRAS LATINAS:RELIGARE, RELIGIO,RELIGION-


OSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO - PSICÓLOGO


De acuerdo con el positivismo, el universo, es decir, todo lo que existe, incluso el hombre, son hechos, y no habría radical diferencia entre la existencia de cualquier objeto y el de un ser humano. Para el idealismo, estamos separados de las cosas y no necesitamos de ellas, el realismo ingenuo a su vez dice que el universo es exterior al ser humano, pero como lo señala Zubiri, “la exterioridad del mundo no es un simple factum, sino la “estructura ontológica formal del sujeto humano”; o sea que el universo es un constitutivo necesario de nuestra existencia. Nuestro ser no es estar encerrado a las cosas. El ser del humano es estar “abierto” a las cosas, y por esa apertura es posible que existan cosas externas al hombre y “entren” en él. Como anota el mismo autor, “esta posición es el ser mismo del hombre”, y sin las cosas no sería nada, ellas son un necessarium del ser humano.


Pero no sólo eso, no sólo tratamos con cosas, sino muy especialmente consigo mismo, y con los otros humanos que lo rodean, es pues un “ser con”, lo cual no es un simple añadido a su ser, sino como se dice en la escolástica, una carácter ontológico formal de la persona humana y por ello, la vida de todo ser humano es constitutivamente “personal”.


El carácter propio del ser humano es que no sólo es, sino que existe, osea que trasciende su vida. Pero el hombre no sólo vive, “existe”, y sólo re realiza en el momento de la muerte. Su ser está allende su existencia. Las cosas y los animales están conformados de tal manera que su ser es su “naturaleza” mientras que el hombre va más allá. De ahí ladefinición de Boecio, “el hombre es una persona con un supuesto racional”. O sea que la personalidad es el ser mismo del hombre y no la naturaleza. El hombre es un ser cuya entidad consiste en tener que realizarse como persona; el carácter mismo de la vida humana tiene una misión y un destino. La vida es pues, misión. El ser humano tiene que hcer su vida, pues no nos la dan hecha. Esa esnuestra tragedia y nuestra grandeza. Además, el humano “no sólo no es nada sin cosas, sino que por sí mismo no es” (Zubiri). Por eso, “estamos obligados a existir porque previamente estamos religados a lo que nos hace existir”.


Este vínculo es el que llama Zubiri, “religación”. No es una simple obligación: no estamos sometidos, a algo impuesto, extrínsecamente, “en la religación estamos más que sometidos, porque nos hallamos vinculados a algo que previamente nos hace ser”, por eso en ella “no vamos a”, sino que previamente “venimos de”. No sólo el hombre, sino que también las cosas, están religadas, pero en el hombre la religación se actualiza formalmente. No somos seres arrojados como decía Heidegger, sino religados. Ese es el sentido primario de la religación, y por ende de la religión, y es un carácter constitutivo de la existencia, el hombre no tiene religión, sino que es constitutivamente religión. De ahí que existan en todo tiempo, religiones naturales, sociales o las reveladas. Las religiones –correctamente entendidas- no son sólo una ayuda para vivir, sino un fundamento para existir. Y una de sus expresiones mayores es el culto, que es el reconocimiento de una deidad, sea cualquiera su nombre y su carácter. A aquello a que estamos religados, estamos fundados, y la deidad es lo fundante. Para muchos es el poder, el dinero, el sexo, el alcohol, el deporte. Al estar religado, el hombre no está con aquello que es su dios, sino que está en lo que considera su dios. El problema de Dios es el problema de la religación. Y no es un problema que queramos o no plantearnos como algo científico o teórico, que podríamos o no tomar o aceptar, sino que es el problema radical de nuestra existencia.


“Dios no es lo que hay, sino lo que hace que haya algo”. La época moderna fue una época de desligación y des-fundamentación. Las catástrofes y revoluciones políticas desde el siglo XVIII, que desembocaron en las múltiples guerras, han dejado una sensación de desamparo y una necesidad de una nueva religación.



EL FENÓMENO RELIGIOSO-



Como anota Cassirer, “desde un principio, la religión ha cumplido una función teórica y una práctica, contiene una cosmología y una antropología, contesta a la cuestión del origen del mundo y de la sociedad humana, de este origen derivan los deberes y las obligaciones del hombre. Los dos aspectos no se distinguen rigurosamente; se hallan combinados y fundidos en ese sentimiento fundamental de solidaridad de la vida, fuente común de la magia y la religión (CASSIRER, Ernst. Antropoligia filosófica. Pág. 144).



Los procesos religiosos han sufrido a través de la historia humana múltiples cambios, y aunque el sentimiento religioso es el mismo en todas las épocas, ha cambiado según las circunstancias y lugares, desde las explicaciones míticas que buscan aplacar las fuerzas ocultas que lo amenazan, hasta las nuevas religiones “light”, en que las personas buscan acomodo a su antojo: recurriendo a cuarzos, pirámides, bolas de cristal, etc. Lo que vivimos hoy es un sincretismo religioso, que va en contravía de las religiones dogmáticas tradicionales. El mito y la religión como anota Eliade no desaparecen, sino que transmutan, se deforman y se degradan.

El fondo radical de la situación actual es el de una profunda crisis espiritual, pues los principios que nutrieron otras épocas ya no infunden valor y significado, y nuestros jóvenes hallan cada día menos esperanza y sentido para sus vidas. La única salida es la de aportar nuevos significados, que permitan superar la violencia, el cinismo y la desesperación que son el fruto de un capitalismo depredador y consumista, que deteriora el planeta, y no le brinda sentido al futuro de la humanidad. Se vive hoy un mayor vacío y sequedad interior, lo cual prueba que la posesión de bienes materiales “per se”, no llena el vacío que cada cual siente en su soledad, y más bien, las eternas preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué debo hacer?, ¿Qué debo esperar?, son más insistentes, pero sin que hallemos una respuesta adecuada.


La situación de gran parte de los humanos es hoy la de un desamparo nunca visto, ante un mundo regido por las leyes frías e impersonales de las corporaciones y de los gobiernos a su servicio, que disponen de las vidas de los humanos a su antojo. Hoy, un decreto gubernamental, una quiebra, una fusión de empresas, deja a multitud de personas sin empleo y sin la posibilidad de futuro para los jóvenes que cada vez sienten la precariedad del empleo y la desprotección frente al desmantelamiento del Estado que no quiere saber de responsabilidades sino con los grandes empresarios. Las estadísticas señalan el creciente número de jóvenes que no ven un futuro claro, y de ancianos que se hallan abandonados por los suyos en sitios de encierro que parecen cárceles más que sitios de encuentro, y que la bendición de la muerte les es negada.


Vuelven de nuevo las preguntas antiguas: ¿quién responde por el huérfano, la viuda, el despedido injustamente del trabajo, el desplazado?



Nuestra época vive la confrontación entre tres paradigmas:


1- El del pensamiento y las tendencias tradicionales, apoyado por los sistemas religiosos.


2- El tecno-económico del progreso, que es el dominante a partir de la modernidad.


3- El que está aún en ciernes, la visión ecológica y espiritual del mundo (KEEN, Sam. El Dios desconocido).



La humanidad se debate entre estos tres elementos, y de su acertada decisión, dependerá su futuro: el de replantear los valores de las religiones tradicionales, que no están de acuerdo con los cambios de la época; el de seguir nutriendo el mito progresista, que como bien se sabe llevará a la catástrofe, o el de ser solidario con la naturaleza y con los humanos como lo plantea el nuevo paradigma.


Según los testimonios más antiguos, el culto a los muertos es uno de los orígenes de la religión; la piedad se convirtió así en un elemento decisivo en la vida humana. La apatía, la indiferencia, y la crueldad con los desfavorecidos, es uno de los síntomas del mundo industrial; los nuevos modelos del universo lo conciben no como una máquina, sino más bien como un organismo al cual debemos cuidar, porque con ello nos estamos cuidando a nosotros mismos. Esa es la raíz de la nueva religión.
















miércoles, 21 de septiembre de 2011

PALABRAS VIVAS Y “LENGUAS MUERTAS” – XVIII-




PALABRAS LATINAS - HOMO HOMINIS HOMO
-El hombre es hombre para el hombre
-

OSCAR LÓPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO



Breve ha sido la estancia humana en nuestro planeta: dos millones de años llevamos aquí nos dice la ciencia, y en ese lapso de tiempo, hemos modificado el paisaje azul y verde, en especial en el último tramo -50 años-, transformando radicalmente la naturaleza, desecando océanos, mares y ríos, poblando regiones inhóspitas, talando árboles, aprovechando desde los minerales más simples hasta los más complejos, para realizar no sólo prodigios con ellos, desde minicomponentes hasta mega-estructuras, sino depredando la naturaleza produciendo miles de objetos convertidos en desecho. Así, hemos creado obras magistrales como El Tal Mahal, La Capilla Sixtina, también producimos engendros como Auschwitz y los múltiples Gulags, que son el infierno en la tierra. Tanto es nuestro poder, que podríamos eliminar toda forma viva. Así, éste ser tan aparentemente frágil, ha podido liberar el átomo, viajar por el Espacio, recorrer el mundo, y dominar el indómito paisaje. Pero aún se pregunta por sí mismo, pues no sabe quién es.

“Muchos son los misterios; pero nada más misterioso que el hombre. El cruza la extensión del espumoso Ponto, en alas del noto proceloso y lo surca oculto entre las que braman en su derredor, y a la más venerada de las diosas la Tierra, a la incorruptible, a la infatigable, la va fatigando con el ir y el venir de los arados, año tras año, trabajando, con la raza caballar . ¡Inexhausto en recursos !. Sin recursos no le sorprende azar alguno” (Sófocles-Antígona).

¿Quiénes somos? Son múltiples las respuestas, desde los mitos, la religión, la filosofía y la ciencia; somos multitud de promesas y posibilidades incumplidas. Como seres biológicos, somos una especie limitada, y sólo a partir de la cultura, logramos realizarnos; así, somos multitud de promesas y posibilidades: cada niño al nacer realiza algunas pocas y frustra una ingente variedad de ellas. Somos híbridos que para lograr realizarnos, debemos responder a las imperiosas exigencias materiales, sin descuidar el débil y susurrante murmullo del espíritu.

El ser humano es un ser contradictorio, complejo y ambivalente. Es multiforme, de ahí la diversidad de culturas con lenguajes, costumbres, creencias y hábitos diferentes. Somos seres sociales, y por ello, “toda sociedad para poder sobrevivir, crea imágenes o representaciones globales” a través de las cuales “se da una identidad, percibe sus divisiones, legitima su poder o elabora modelos formadores” (Castoriades). En suma, “la vida toda del hombre, no es otra cosa que el proceso de darse nacimiento a sí mismo” (Fromm), proceso nada fácil, y por lo cual, debemos vencer muchas resistencias, tanto las de nuestro elemento biológico como social y cultural.

Además, no podemos tomarnos sólo en nuestro elemento empírico, sino que existe en nosotros una parte ideal, que nos impele siempre hacia adelante. Por eso, somos aún seres incompletos.

La ciencia de nuestros días nos ha enseñado que no nos conocemos en la simple introspección, sino en nuestro obrar, y nuestras realizaciones dicen más de nosotros que los miles de discursos que lanzamos. Hay una abismal distancia entre lo que decimos ser y lo que somos realmente. En suma, todas las respuestas confluyen en una sola: somos desconocidos para nosotros mismos.

Por eso, ser humano es existir “con” los demás; estamos entrelazados unos a otros más fuertemente de lo que pensamos, estamos atados a éste hermoso universo y a todo el proceso evolutivo que en nosotros ha tomado conciencia. Hemos ido construyendo paso a paso un proceso, primero de hominización, es el homo faber, que forjó herramientas para superar sus limitaciones naturales, sacando provecho de ellas, y poder sobrevivir. Más lento y tortuoso ha sido el proceso de humanización, con avances y retrocesos, regresiones y fracasos.

La pensadora alemana Annah Harendt, resume en tres las actividades fundamentales de nuestra humanización: Labor, Trabajo y Acción. Por la primera, el hombre satisface sus necesidades básicas como comer, beber, vestirse y dormir. El Trabajo, nos permite producir objetos duraderos, las obras de la técnica, que hacen nuestra vida más placentera. La Acción, nos hace específicamente humanos, y crea nuestra pluralidad humana y nuestras relaciones. Desafortunadamente, la gran mayoría de los humanos no han logrado cumplir las tres condiciones, sino que han estado atados a las dos primeras; sólo el recto equilibrio de las tres nos hace humanos.

HOMO HOMINIS HOMO. A primera vista, este apotegma de la tradición clásica, parece tautológica, pues ¿no es acaso una verdad simple que somos humanos no sólo para nosotros mismos, sino para los demás? Sin embargo, los humanos en la vida corriente y cada vez más, nos tratamos unos a otros como cosas, es decir, como medios y no, como lo pide el imperativo categórico y la regla de oro: trata a los demás como fines y no como medios.

Con Aristóteles sabemos que el fin de la ética, que regula lo que debemos ser, es el “buen vivir”, pero implica que contemos con los demás, pues no se vive bien aisladamente, sino que requiere de la vida en comunidad, pues como dice el mismo filósofo, el que vive aislado es “un ángel o una bestia”. A partir de la sociedad burguesa que surgió en Europa desde los siglos XVII y XVIII, y se ha extendido hoy a todo el mundo, se nos ha hecho creer que el hombre se hace a sí mismo en solitario, ocultando lo que nos debemos unos a otros. De ahí que haya sido considerado el filósofo inglés del siglo XVII, Hobbes, el expositor de su ideología: “Homo hominis lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre”, creando la jaula competitiva que es el mundo actual y en la cual está atrapada hoy gran parte de la humanidad.

Ella se ha aprovechado de los logros técnicos y sociales, y los ha confiscado en beneficio de su clase o grupo, sometiendo a los demás grupos, clases y naciones. Con ello logró una expansión que ha llevado no sólo a someter la “Naturaleza”, sino a convertir a los humanos en esclavos y los ha reducido a la condición de “cosas”, borrando toda huella de humanidad y espiritualidad. Las diversas colonizaciones han sido la puesta en práctica de ese sofisma, llevando a tres partes de la humanidad a su dominio, llevando al planeta entero al riesgo de su aniquilación en aras de sus fines egoístas y depredadores.

Los humanos del siglo XXI, estamos dominados por una ideología que se impuso en Europa y luego en el planeta entero de que somos seres aislados, se nos ha separado de la naturaleza y de nuestros congéneres, lo que ha llevado a la soledad más pavorosa, con su secuela de violencia y enfermedades de toda especie. Además se ha creado la aberrante idea de creer que cada cual puede bastarse a sí mismo, lo mismo que la paradójica situación del llamado “gregarismo individual” (Annah Harendt).

Esa ideología creó el “hombre masa” de nuestros días, manipulado por poderes anónimos, llámese burocracia, empresa, grupos de poder, sometido dócilmente a todo tipo de vejaciones, es el Totalitarismo en el que el ser humano no sólo es una “cosa”, sino que es un ser “ superfluo”, es decir, que ya no cuenta como humano. De ahí el culto al Fuhrer, al “Gran Hermano”, del que cree depender para vivir, despojándose de su bien más preciado: la libertad de pensar y de actuar. El Totalitarismo como anota Arendt, es la incapacidad para pensar por sí mismo y poseer convicciones propias, que es a lo único que le teme el Totalitarismo, y por eso persigue a quienes tienen convicciones propias. Es decir, sólo “el hombre es hombre para el hombre”. La condición humana, es la libre comunicación de proyectos por parte de individuos en un espacio público donde el poder se divide entre iguales. Pero es la natalidad, lo propio del hombre, la capacidad para empezar algo nuevo, para añadir algo propio al mundo y aquí ningún totalitarismo puede soportar esto.

Los Medios Masivos de Comunicación, dominados por las grandes corporaciones económicas, cumplen un papel en esto, encerrando, en especial a los jóvenes, en esta maraña, en que paradójicamente, aunque se sientan más “interconectados”, están cada vez más incomunicados, o sea que es más fácil contactarse, con los que están más lejos, que con los que están a nuestro lado. Con esto se están generando diversas enfermedades de tipo psicológico y espiritual. Además, s ha creado la sensación de vivir sometidos a un poderoso engranaje que se presenta como omnipotente, cuando en verdad sin nuestro asentimiento, podrían hacer muy poco. No vivimos el fin de la historia, sino más bien, buscamos afanosamente salir ir de la prehistoria, es la llamada Edad del Hierro planetario: nuestras potencialidades no han sido aún expresadas totalmente. Existen en nosotros “conexiones, comunicaciones, resonancias, empatías, telepatías, visiones que se han diversificado bajo el nombre de fenómenos paranormales, de los que no sabemos aún su veracidad” (Morin). No sólo esto, aún hay mucho de oscuro en la comprensión del ser humano, sino que el misterio se crece a medida que avanzamos en su conocimiento. Así, el conocimiento de nuestro cerebro en su organización de millones de neuronas, nos indica que es aún poco lo que sabemos de nuestras cualidades, propiedades y virtualidades.

El diagrama de nuestra vida se forma de “tres “líneas sinuosas perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser, y lo que fue” (M.Yourcenar). Ellas nos defines, y por eso además de todos el ser humano es para sí mismo un “homo absconditus”, no sabe aún lo que le espera, pero se nos ha dado la dura tarea de definir qué queremos ser. En nosotros coexisten libertad y necesidad, bien y mal, y según impere una u otra, así será nuestra vida individual y social, infierno o paraíso. Como anota el filósofo argentino, Francisco Romero, “el hombre es padre de sus obras, pero también hijo de ellas”. Todo es posible: una nueva barbarie, o también un nuevo renacer.

viernes, 2 de septiembre de 2011

PALABRAS VIVAS Y “LENGUAS MUERTAS” - XVII

PALABRAS LATINAS -
LUZ Y TINIEBLAS: Lux ac tenebrae



OSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO-PSICÓLOGO


Los dos fenómenos más contrastantes que hallamos en nuestro mundo, son sin duda los de la luz y la oscuridad, y desde tiempos inmemoriales, los humanos se han sentido fascinados ante el fenómeno de la luz; por eso, en las largas noches con su séquito de fantasmas, se esperaba con ansia como un milagro, la llegada del sol, de ahí su culto aún hoy día entre muchos pueblos. El habla diaria también se expresa, para señalar a dos personas muy diferentes se dice que “chocan como la noche y el día”.


Las diversas culturas han elaborado tanto imágenes de la luz como de la oscuridad, así, la negrura ha sido casi siempre de carácter negativo, y se han elaborado fórmulas para exorcizar el poder tenebroso de la oscuridad. En las diversas religiones, la imagen de la luz ha sido considerada como un símbolo de lo divino, los santos y la Virgen y se convirtió en el eje del arte Gótico de las catedrales. Caravaggio y Rembrandt, han expresado en sus pinturas ese juego entre la luz y las sombras, siendo el claroscuro equilibrante entre ambos.




La luz ha sido tratada en forma mítica, teológica, metafísica, científica y poética, por eso, no se puede hablar de la luz solo en forma conceptual, sino también metafórica. Y se habla de la iluminación divina, que poseen los místicos. En la poesía será una constante y en la Aida de Verdi cantan Radamés y Aida: “Nuestras almas errantes vuelan hacia la luz del día eterno”.



En el estudio de los símbolos, es decir, los principios constitutivos de la imaginación, el primer principio a señalar es que no hay luz sin tinieblas, pero la noche tiene una existencia autónoma; según Durand, en la imaginación existen dos regímenes: uno diurno y otro nocturno; aquel se caracteriza por una polaridad constitutiva y por eso es el régimen de la antítesis, de ahí el dualismo en las metáforas de la noche y el día entre los trovadores medievales, el cual es según Rougemont, un dualismo de inspiración cátara que ha estructurado la literatura de Occidente bajo el influjo platónico.



Para los griegos la luz era Phos, que los latinos tradujeron por lux y lumen. Como anota Ferrater Mora, lux significa una fuente luminosa, y lumen los rayos emanados de esa luz. En el Budismo la “iluminación” es la esencia de la religión, un Buda es alguien que ha llegado a la imaginación. Para los egipcios, había dioses del sol, en el zoroastrismo hay una lucha entre la luz y la oscuridad. La luz figuró en el gnosticismo, en el neoplatonismo, y en la filosofía del mundo grecorromano.



En La Biblia el principio de la Creación fue a partir de la luz: “Hágase la luz”, fueron las palabras de Dios para crear el mundo. En los judíos, la celebración de la Pascua hace referencia concreta al período anual en el que el curso del sol se hace más largo después del equinoccio de primavera y se estableció la fiesta de la Pascua el Domingo siguiente al 14 de Nisan. En el Nuevo Testamento la Resurrección de Cristo es la nueva Pascua definitva, refiriéndola a la evolución anual del sol. Cristo se presenta como la Luz del mundo; San Juan señala como cualidad de Dios la luz: “Dios es luz y en El no hay oscuridad alguna”. Melitón de Sardes llama a Cristo El sol de Oriente que pasó al Hades y se elevó hasta lo más alto de los cielos como el único auténtico sol. La Pascua cristiana no depende de ningún mito solar, sino que el sol es símbolo e imagen para expresar que todo lo que la antigua piedad había vislumbrado únicamente, se había hecho suprema realidad con Cristo.

También en la literatura hallamos esta relación. El paseo del Fausto de Goethe a celebrarse en la Pascua, celebra la reanimación de la naturaleza, mientras que la fiesta cristiana es eco de la Resurrección de Jesús.


Los filósofos también han reflexionado sobre la luz, y sobre la visión. Por eso, Platón le hace decir a Sócrates, “¿no te has percatado de cuánta magnificencia hizo gala el artífice de nuestros sentidos al crear la facultad de ver y de ser visto?” (República 507 a.c.). Para él la vista es el órgano de nuestros sentidos que más se parece al sol. Pero él va más allá para señalar cómo el Bien desempeña en el mundo inteligible, lo que el sol en el sensible, una analogía preferida por Platón. El alma cuando está iluminada por la verdad, sólo el bueno conoce la verdad. Platón en el Político 548, señala el influjo del sol en la realidad sensible. San Agustín señala cómo la luz fue creada antes de la distinción de las cosas y de la creación de los cuerpos celestes y que Dios sólo habla por primera vez al crear la luz.



La nueva Hermenéutica con Gadamer indica también cómo “la multiplicidad de lo pensado surge sólo desde la unidad de la palabra. Es lo que él llama una “metafísica de la luz”. Para él, “la belleza tiene el modo de ser de la luz” y sin la luz nada puede ser bello. Así pues, la metáfora de la luz es una de las más utilizadas, pues sin ella no puede aparecer belleza alguna, la luz no es sólo la claridad de lo iluminado, sino que en cuanto hace visible otras cosas, es visible ella misma, es decir, es reflectiva de sí misma y la misma oscuridad lo es en relación a la luz. En la filosofía se habla de la reflexión, como aquella función que permite aparecer la luz de la verdad. La luz reúne el ver y lo visible y sin ella no existe ni lo uno ni lo otro, la luz es la que articula las cosas visibles como formas que son al mismo tiempo “bellas” y “buenas”. La luz articula no sólo lo visual físico, sino lo inteligible, el espíritu que los griegos llaman el Nus. Pero el cristianismo ha ido mas allá al señalar cómo “la luz que hace que las cosas aparezcan de manera que sean en sí mismas luminosas y comprensibles, es la luz de la palabra”. Así pues, la luz aparece como metáfora de la verdad (GADAMER, H.G., Verdad y Método)


Pero si ha habido una metafísica diurna, también ha habido una nocturnal; de modo que si ha habido una preeminencia de lo diáfano, transparente, a partir del romanticismo, se abrió camino una filosofía de lo oscuro, nocturnal, sea con Poe, Baudelaire y todos los “poetas malditos”. Entre nosotros ha sido León de Greiff, quien más ha reivindicado esa fuerza de lo nocturno:


Yo de la noche vengo a y a la noche me doy


La noche dulce Ofelia despetalando flores,...”.



En otro poema nos dice:


¿“Cuando vendrá la noche que nunca termina”?


Y aunque en la literatura se ha identificado lo negro como negativo, y el celoso Otelo es negro, Atahualpa Yupanki le canta al niño negro en su canción de cuna:


Duerme negrito, que te lleva el diablo blanco, negrito”.


Despectivamente en el siglo XVIII se habló de una “edad de las tinieblas”, luego del colapso del Imperio Romano, y el Medioevo, queriendo indicar que era una época en que se vivió entre guerras, migraciones y cataclismos, pero como hoy sabemos, esta afirmación era más fruto de una edad que se consideraba a sí misma ilustrada, la época del Iluminismo, o el “Siglo de las Luces”.


También los románticos alemanes -Schlegel y Schelling usaron el concepto de luz al tratar las relaciones entre el Espíritu y la Naturaleza. Para Schelling la luz era una especie de “medio” como un éter en el cual se movía el “alma universal”.


Los científicos ven en la luz una forma de energía. Clark Maxwell formuló la teoría electromagnética de la luz, según la cual, la luz era una forma de radiación -electro-magnética en forma de ondas. Einstein a su vez, al buscar explicar el “efecto foto-eléctrico” que despiden ciertos metales como el berilio y el selenio al incidir en ellos un rayo de luz, propuso la teoría corpuscular de la luz. Y se llamó entonces “Quantos” de luz, o “fotones”, que poseen energía y un carácter ondulatorio. Hoy se acepta que existe una complementariedad corpuscular-ondulatoria propia de la naturaleza de la luz.


Tal como lo relatan los mitos, el drama fundamental es el del día y la noche, por eso todos los héroes son solares y los dioses son dioses de la luz. Como anota Bachelard, “concluyen como la noche: con el éxito del día, del héroe bueno que devuelve la vida a los hombres perdidos en las tinieblas”. Para San Pablo, el cristiano no es hijo de las tinieblas, sino de la luz, con lo cual reafirma la expresión de Jesús: “las tinieblas no pueden vencer la luz”.


¿Es nuestro tiempo de luz o de tinieblas? Esto depende de la óptica con que lo miremos; si consideramos los siglos del XIX al XXI, a partir de sus logros materiales, es una época fabulosa, pero ¿en qué tiempos han ocurrido las matanzas y crímenes colectivos como en el nuestro? Sin embargo, cada vez se siente más la necesidad de una nueva época en la que un renacer del espíritu supere la oscura y larga Edad del Hierro planetario, en que los derechos de los pobres y humildes son pisoteados, y que Goya reflejó en su pintura Tres de Mayo, pero este cambio implica una renovación que sólo puede venir desde lo más hondo del ser humano y de su espíritu.



viernes, 12 de agosto de 2011

EL “CARPE DIEM” EN LA ALDEA GLOBAL

OCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO-PSICÓLOGO



Todos los sucesos, y mucho más a nivel humano, se nos presentan desde dos o más vertientes, pues no existe una causalidad simple, sino compleja. Así, el fenómeno de la Globalización tecno-económica, cuyo triunfo estamos viviendo, está formado por varios elementos superpuestos. La globalización actual, al tomar el mundo como horizonte e imponer la economía y las ideas del gran capital, las cuales no se han impuesto sin oposición. En principio se creyó que era un proceso de una sola vía, hoy sabemos que es el paso obligado de un sistema tecno-económico que comenzó con las invasiones europeas, una de ellas, la llegada de Colón a América, e impuso la mentalidad occidental y cristiana, y dio como respuesta en los nuevos países un proceso de oposición, que luego de más de quinientos años aún continúa.

El proceso colonizador permitió a Europa, gracias a la llegada del oro americano, potenciar el desarrollo del capitalismo, con su espíritu burgués, que se ha impuesto hoy en todo el mundo. Por eso, los centros simbólicos no son hoy ni las catedrales ni las universidades, sino los supermercados y los bancos. Hoy es burgués, no sólo el rico poseedor de dinero y bienes, sino la mentalidad general; los pobres aún con su pobreza a cuestas, son burgueses, pues ¿quién quiere ser pobre hoy? Ser burgués es ahora una filosofía y un estilo de vida planetarios, que anteponen el deseo de riqueza y la posesión de bienes a cualquier otra cosa. Es el triunfo del Tener sobre el Ser, del que hablara E. Fromm.

Esta mentalidad se originó a partir del siglo XV, primero en Italia con los primeros banqueros, luego la asumieron Inglaterra y Norteamérica; ahora es la forma dominante del pensar mundial. Es parte de una lógica expansiva que se impuso aún sin ser querida. Como lo plantearon Sombart y Marx, el burgués tiene que expandirse, y no quiere limitarse, porque esa es su lógica, y hace parte de la “hybris”, el deseo de dominio humano.

A ello se sumó la técnica que apoyada por el capital, han sido los elementos dinamizadores, al favorecer los logros materiales y técnicos que han creado un enorme complejo tecno-industrial, en especial el militar, con los cuales Europa en un principio y luego Estados Unidos, han logrado imponerse en todo el planeta; aún la China y la India, han desarrollado la técnica y la mentalidad occidentales, quebrando en parte su saber y cultura milenarios.

Pero el precio pagado por dichas conquistas, es cada vez más costoso: en un principio la explotación de los trabajadores; hoy es el consumismo y la miseria su compañera inseparable, el deterioro del planeta, con las secuelas: tsunamis, huracanes como el Katrina, etc. En el mundo individual y social, la exclusión, el marginamiento, la migración de millones de seres humanos hacia los países ricos en busca de oportunidades, el empleo precario y el desempleo generalizados, en especial de profesionales capacitados. A esto se agrega, que la aceleración compulsiva de los cambios, el desarraigo, enfermedades mentales y crisis sociales. En suma, vivimos un “individualismo asocial absoluto, tanto en la ideología oficial como en la privada” (Chiaramonte), los individuos buscan sólo su propia gratificación, cumpliéndose lo predicho por Marx sobre la erosión de las sociedades y religiones tradicionales, pues “ya no queda otro nexo de unión entre los hombres que el mero interés personal”.

Las políticas de los países poderosos, han sido diseñadas, no de acuerdo a principios justos, sino
conforme a sus conveniencias e intereses, al hipotecado futuro planetario. Las necesidades básicas de las ¾ partes de los habitantes del planeta están sin resolver, la salud, la vivienda y el empleo son bienes cada vez más escasos o convertidos en negocios rentables, lo que ha dado lugar a la corrupción generalizada, y a una impunidad rampante que se burla de todo anhelo de justicia, Estados confiscados por las transnacionales o por mafias nacionales e internacionales.

Los que tienen el escaso privilegio del empleo son sobre-explotados y una inmensa multitud como reserva, medra por empleos aunque sean parciales, precarios o se reducen al subempleo y el rebusque, en especial de personal calificado, con diplomas que a la postre de nada les sirven.

En una situación tal, los sueños, esperanzas e ideales de la juventud actual, van en consonancia con el mundo que les ha tocado vivir, con la conciencia de su desintegración, semejante a un “espejo trizado” (Bruner), en el que las oportunidades son cada vez más esquivas. Vivimos en un “supermercado global”, en donde unos pocos individuos y naciones poseen gran parte de los recursos, y las diferencias en términos económicos a nivel individual, social e internacional se han ampliado, pero los gustos e ideas se han uniformizado; es por ello un mundo opaco, borroso, una verdadera “torre de Babel” en que se confunden razas, idiomas, un totum revoltum, reflejo del actual desorden mundial.

Es este mundo en donde los jóvenes sienten que su “carpe diem” es aprovechar el presente como su única realidad, y buscan disfrutarlo al máximo, con la oscura conciencia de un “no futuro”, y por eso viven con intensidad sus vidas, son en su gran mayoría “nativos digitales”, que dominan aparatos de toda especie, se mueven entre redes informativas, sexuales, políticas con nuevas solidaridades, en que lo lejano es privilegiado frente al entorno inmediato, de ahí esa sensación de distancia que emanan, de apatía, cinismo y desinterés por el mundo que los rodea, que los conecta con personas de todo mundo con diversidad de idiomas, pero distantes de una realidad inmediata que les es hostil, y con la amarga sensación de desorientación, en un mundo sin rumbo y que como anota Hosbawm, “no sólo no sabe adónde se dirige, sino adónde debe dirigirse”.

Además, la situación que vivimos es inédita, y las ideologías políticas son más cínicas, pues no se mueven por ideas sino por intereses; las religiones, o se han quedado atrás de los anhelos humanos o son manipuladas; lo dominante es la mentira generalizada a partir del “pensamiento único” impuesto por los dueños de los grandes mercados que se han apoderado de los medios masivos, la prensa, la televisión, y así la anti-utopía del mercado ha querido borrar las otras utopías, convirtiendo a los humanos en mansos y aburridos consumidores de unos bienes que ha agotado los recursos, en especial de los países del llamado “Tercer mundo”. No se trata de añorar el pasado, pero sí de recordar que los logros alcanzados a nivel material no compensan las pérdidas. Como anota Geertz, “Cuánta sabiduría se ha perdido con el conocimiento y cuanto conocimiento con la información”, pero como anota él mismo, “no preguntemos qué es éste desorden, sino qué se está fermentando en él”.

La política que era la confrontación al menos aparente de ideas, se convirtió en un Show mediático, está cada vez más privatizada, hoy se mueve por enormes sumas de dinero, y el Estado es saqueado por sus ocupantes dejando en la ruina a sus países; los organismos internacionales y transnacionales obligan a los países pobres a aplicar recetas que van contra el interés de sus naciones y sus pueblos.

La relación público-privado se ha desfigurado, se vive una aparente libertad, pero en el fondo emplean formas, unas veces sutiles y otras brutales de represión, con asesinatos, desapariciones y crímenes de estado. Al cinismo en política, muchos responden con la apatía generalizada, pero eso conviene a los intereses de los grandes monopolios. Lo más problemático, es que con la ayuda de los medios se ha creado, en especial en los jóvenes, la sensación de que no hay alternativas posibles y que el mercado y el consumismo manipulados son los que pueden existir.

Sin embargo, gracias a sus contactos mediáticos, los jóvenes, están despertando, y exigen a sus gobiernos que se desliguen de los organismos internacionales que esquilman a sus países. Además, frente a la carencia de discursos orientadores, han creado microutopías, en especial solidaridades de tipo social, de género, ambiental, religiosa, para dar una salida a los problemas que los adultos les hemos dejado, principalmente el del planeta con niveles de contaminación que está en un “camino sin retorno”, pero a éste se agrega el de sus propias vidas, que a diferencia de las anteriores generaciones sienten mayor desconfianza frente a los adultos, quienes igualmente perplejos no parecen tener respuestas a sus preguntas.

Los movimientos de los Indignados, en Oriente y Europa con fuerza y tímidamente entre nosotros, son una brizna de esperanza frente a los aparentemente invencibles aparatos, que dejan la falsa sensación de poder, con las armas sofisticadas y aparatos de dominio, pero que son frágiles ante la voluntad de la opinión pública. Desde Egipto, Túnez, España y otras latitudes, surge de nuevo una juventud que se resiste a vivir indignamente, y desenmascaran los intereses de los grandes mercados. Lo único que no podemos perder, es la esperanza, no sólo como un principio, sino como un deber, pues paradójicamente, y con una frase un poco manida pero real, y citando a Walter Benjamin, “gracias a los sin esperanza (de hoy) tenemos la esperanza”.

miércoles, 6 de julio de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS -XV-

Palabras latinas
CARPE DIEM
-Aprovecha el día, aprovecha el momento-Horacio -(Venusia, hoy Venosa, 65 a. C. – Roma, 8 a. C.)-


1-Hans Castorp, huésped de “La Montaña mágica”.
2. El “carpe diem” en un mundo globalizado .

“Con veinte años, y a mi edad, Alejandro Magno dominaba el mundo”. Frases de este talante o semejantes, han sido comunes en muchos jóvenes. Stendahl se proponía eclipsar a Moliere y quizás también a Shakespeare. Y se decía: “¿Qué me propongo? Ser el mejor poeta posible”. Precisamente Julian Sorel, el personaje de su novela “Rojo y negro”, queriendo imitar a Napoleón, se lanzó a las mayores temeridades. Igualmente, Bolívar, cruzó ríos caudalosos y agrestes montañas para libertar a cinco naciones. Junto a “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust y el “Ulysses” de James Joyce, una novela de época, una reflexión sobre el tiempo.

Es en la edad juvenil cuando más se lucha por hacerse un lugar en el mundo, y desde muy pronto el joven siente que debe ser alguien distinto a lo que le propone su entorno; para alcanzar su propósito requiere mucha audacia, no importa que se equivoque en su objetivo. La juventud, según Ernst Bloch, “cree tener alas y que todo lo justo y cierto, espera su llegada tempestuosa, va a ser conformado por ella o al menos ser liberado por ella… La época en flor está repleta de amaneceres hacia delante, consiste en más de la mitad en situaciones no conscientes” (El Principio esperanza).

¿Qué sentimientos inquietaban al joven Hans Castorp, el héroe de “La Montaña mágica” de Thomas Mann, cuando al terminar su bachillerato, y no saber qué hacer con su vida, decidieron sus tíos -pues quedó tempranamente huérfano-, enviarlo de su ciudad, Hamburgo, a visitar a su primo Joaquín al sanatorio “Berghof”de Davon Platz, donde éste llevaba varios meses curándose de problemas pulmonares, y adonde se dirigía buena parte de la burguesía internacional enferma de la primera mitad del siglo XX?

La obra de Mann es rica en simbolismos, y en el fondo trata de la civilización occidental. Así, Hans irá como dice Estanislao Zuleta, de la “llanura prosaica” a la “montaña mágica”, es decir, del mundo de “abajo”, de la claridad e interés práctico y las duras obligaciones, al mundo de “arriba”, el del aprendizaje “del incierto significado de las cosas” ( Erich Heller).

Igualmente, objetos aparentemente simples, como el termómetro, el cigarro de Hans, la silla
reclinable, la puerta que abre Claudia y su estrépito al entrar al comedor, son portadores de gran significado. Hans, el “joven sencillo”, el “niño mimado por la vida”, el candidato a ingeniero naval, encontrará allí, sin pensarlo, su vocación humanística. Sus compañeros de “sufrimiento”, lo conforman una equívoca galería de personajes, que representan a las clases altas de Europa y mundial, que están enfermos, no sólo físicamente, sino que al no saber qué hacer con la vida, buscan allí refugio, ocupados obsesivamente en “tomarse la temperatura”, y su gran interés era pasarla bien hasta que son arrojados abruptamente por esa terrible explosión que fue la primer gran guerra europea, que caracterizará a las clases altas de Europa y luego a las del mundo entero.

Al principio Hans buscaba pasarla bien, tomando cerveza, fumando sus cigarros María Mancini y extendiéndose para tomarse la temperatura en su “chaisse longue” (silla reclinable). Pero luego buscará aprender de los dos maestros que lo asedian, Settembrini y Naphta: su deseo lo expresa gráficamente Settembrini, “placet experiri” el placer de experimentar”.

En el desarrollo de la obra van apareciendo, además de su primo, otros personajes como los dos directores del sanatorio, el melancólico Dr Behrens y el oscuro Dr. Krakovski, quien cada semana dicta conferencias sobre “disección psíquica” y los pensionados, Ludovico Settembrini, quien representa el humanismo liberal en declive, un italiano seguidor de los poetas Leopardi y Carducci, quien dice estar escribiendo una “Enciclopedia del sufrimiento” y pertenecer a una organización internacional para el fin del sufrimiento; está también Leo Naphta, quien se dice candidato a jesuíta, pero que representa la ideología fascista y terrorista, para quien la fuerza es el mejor camino para lograr el poder; ambos compulsan sus fuerzas para apoderarse del alma del joven Hans. Poco a poco se irán sucediendo otros extraños personajes, desde Madema Stoher y sus hijos y el equívoco Peeperkhoprn con sus monosílabos y su suicidio, reflejos de la descomposición final del sanatorio.

Resultado de su estadía, que proyectada por tres semanas se extendió a siete años, es su educación que va desde la geología, la botánica y las “humanidades”, hasta la teología, y la música, pero, conducido por su amor a la rusa Claudia Chauchat, pensionista también, hará el aprendizaje del amor y de la muerte. Desde su llegada Hans se enfrasca como dice Mann, en “especulaciones temerarias”, no muy propias del candidato a ingeniero como querían sus tíos, pues allí se entregará a hondas meditaciones. Y aunque era un joven inteligente “sabía que no podía esperar contestación alguna a sus preguntas. Precisamente se interesó porque no encontraba ninguna contestación”.

Allí encontrará una naturaleza majestuosa, pero muda a sus preguntas y unos compañeros de dolencias, a los que les interesaba muy poco preguntarse qué hacer con sus vidas, oportunidad que el sanatorio le brindaba, y se tomaban grandes libertades con su tiempo, ya en el comedor donde se servían los más exquisitos manjares, jugando cartas o en charlas insustanciales, situación que contrastaba con el lastimero estado físico y moral en que se hallaban.

Como anota Mann, “allí se estaba en la mesa como si nunca se hubiesen levantado”, todo el tiempo “es el mismo día el que se repite sin cesar, en la identidad de un presente inmóvil”. “El tiempo pasaba de prisa y despacio”, además, “no hay tiempo para nada”, sin embargo, “estaban todos terriblemente cansados”, “se sienten instalados para toda la eternidad”, la suya es la situación que Heidegger caracterizó como “existencia inauténtica”, y como señala Settembrini, “se siente uno como en una ciénaga, como dentro de un agujero podrido”, donde “habitan muertos irreales y privados de sentido”. Sin embargo, las directivas del sanatorio se las ingeniaban para que no hablar de la muerte y ocultárselas a los pensionistas. Por eso dice Hans: “Algunas veces pienso que estar enfermo y moribundo no es en ninguna manera nada serio, apenas “una manera de holgazanear y derrochar el tiempo”.

Como bien se sabe, Mann utiliza genialmente en sus obras, el método irónico, única forma para expresar la gravedad de los que viven allí, que van entrando en un proceso de descomposición, pues en el fondo sus vidas están vacías, al no hallarle un sentido. Sus sentimientos hacia Claudia también son expresados en forma irónica, pues expresa que todo en su sensualidad es algo “excesivamente evasivo y tenue”.

Un “leitmotiv” central de la obra, presente aún en el arte actual es la yuxtaposición de forma y descomposición; los enfermos caen en un creciente irracionalismo que los lleva a vivir en forma cada vez más extravagante, desarrollando manías como coleccionar fotografías, sellos postales, sesiones espiritistas. Igual es la extraña relación entre la enfermedad y la estupidez, que se observa en algunos enfermos. Aunque Hans va cediendo al espíritu del Bergohf, y cada vez es más difícil volver a Hamburgo, el amor, la pasión por la ciencia y la música, le impiden ceder a la “gran tentación”, la actitud irresponsable en que viven los otros; los siete años allí, son de aprendizaje y de aprovechar lo que la ocasión le permite.

Varios capítulos se leen con gran emoción, tales como “Humaniora”, que trata de la relación entre lo poético y lo científico, sueño romántico al que fue muy afín Mann, al querer reunir lo prosaico y lo lírico, es un canto al cuerpo como dice Zuleta. En “Investigaciones”, trata de lo biológico y lo fisiológico en forma muy humana, en el capítulo titulado “Carnaval”, Hans le declara su amor a Claudia; “Nieve” es un capítulo epifánico, en el que rompiendo toda prohibición, se adentra en la blanca nieve, y se libera del mundo del deber y la culpa; el capítulo “Ondas de armonía” es el aprendizaje de su vocación musical y la aplicación a su vida, para concluir con los últimos capítulos, “El gran embrutecimiento” y “La gran irritación”, en que se enfrascan en disputas por bagatelas, y “se zurraban como muchachos, pero con una desesperación de adultos”; “en sus rostros se veía la estupidez de la cólera”, y se relata la discusión y el duelo a muerte entre Settembrini y Naphta y el suicidio de éste.

La obra culmina con “El trueno”, “que hace saltar la montaña mágica”, y la llanura cobra sus derechos, los hace salir del ensueño y los lanza al espectáculo macabro de la guerra europea del catorce con la cual comenzaron “tantas cosas graves” que como anota Mann, “aún no han dejado de ocurrir”. En suma, La Montaña mágica “relata la vida de Europa al filo de su desintegración”, y el sanatorio es su más amplio reflejo.

La obra concluye cuando Hans se alista para una guerra que no entiende, pero en la que debe participar. Es el país llano que llama de nuevo y ahora no puede eludir su llamado, el de la guerra, que como anota Mann es “el producto de una ciencia que se ha convertido en bárbara”.

Hans es el símbolo de un joven bueno, sacrificado por una civilización que no le ofrece a el, ni hoy a nuestros jóvenes, un mundo en el que puedan obrar, vivir, realizarse. Este es el mensaje de “La Montaña mágica” y su enorme poder revolucionario en el mejor sentido de la palabra.

jueves, 16 de junio de 2011

PALABRAS VIVAS Y “LENGUAS MUERTAS”-XIV-

Palabras latinas
“MENS SANA IN CORPORE SANO”
“Mente sana en Cuerpo sano”

ÓSCAR LÓPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO



Este apotegma de la tradición clásica, expresa uno de los ideales de todas las épocas de la historia: la armonía de nuestro cuerpo y nuestra alma. Es mucho lo que se ha escrito sobre las relaciones alma-cuerpo y sus afines: mente, conciencia, espíritu. Antaño los filósofos, y hoy los científicos, han buscado desentrañar esa compleja relación que en otras palabras, es la unión de lo objetivo y lo subjetivo, ese milagro que permite que lo real sea abrazado por nuestro pensamiento.



El ser humano se presenta ante sí y los demás como un ser corporal. Nuestro cuerpo es lo más próximo a nosotros, por eso no decimos “tengo” un cuerpo, sino que “soy” un cuerpo; así, las ideas, sensaciones, emociones, comparten la misma naturaleza de mis huesos, órganos y músculos y tan espiritual es mi sangre, como física mi tristeza.

Pero a pesar de esa aparente cercanía, nuestro cuerpo ha sido un gran desconocido, pues hemos cargado durante más de dos mil años con la pesada herencia del dualismo de lo físico y lo psíquico. Así, se dice de Plotino, que sintió vergüenza de su cuerpo; con el pretexto de “salvar” nuestra alma, se nos obligó a someterlo a la más feroz ascesis; hoy, en compensación, se le rinden los más extremos cuidados, al precio de negar la integralidad que debe existir en nosotros.

En los humanos, el cuerpo se presenta como cuerpo masculino y cuerpo femenino, con
caracteres, sensaciones, sentimientos, sinestesias propias. Así, la mujer al estar más cercana a su cuerpo, ha sido más receptiva y sensible, por eso lo adorna, lo cuida y embellece; el hombre al contrario, tradicionalmente ha estado más ausente de él y lo ha sentido como un extraño, aunque vivimos cambios tan extremos que los papeles parecen cambiarse.

Tres son los vínculos de integración del cuerpo: espacial, temporal y social, ésta es la más importante por las vicisitudes que genera. Así, la mayoría de los humanos -las dos terceras partes, en su gran mayoría del llamado “Tercer Mundo”- no han resuelto sus necesidades básicas, y para ellos lo único real es el hambre, la enfermedad, las penurias de todo tipo. La otra parte de la humanidad, los pocos privilegiados que pueden comer hasta el hartazgo y la obesidad, sufren de otras enfermedades, sea bulimia, apetito feroz, o anorexia, el hambre inducido para guardar la línea y la figura.

Ha sido ésta una actitud ambivalente de amor y odio, se cultiva el cuerpo, pero a su vez se le somete a las más crueles disciplinas, buscando calmar los sentimientos de culpa de una sociedad que espolea sus apetitos, pero los refrena con el trabajo y consumo insensatos. Sólo se logrará el equilibrio en una sociedad y una cultura, en las que cuerpo y alma, logren una armonía, algo difícil, pero no imposible.

Para Bateson y Von Foester la mente va más allá de la piel, es decir, está socialmente distribuida, existe una mente social, que está configurada por un conjunto de redes lingüísticas que unen las ideas de los seres humanos.

LOS GRIEGOS Y SU CULTIVO DEL CUERPO

Cuando hablamos del cuidado del cuerpo, siempre volvemos nuestra mirada a los griegos, aunque con sus fallas (excluían a los llamados bárbaros y las mujeres), fueron los primeros que con el cultivo de la gimnasia y la música buscaron una educación completa del ser humano. El ejemplo más conocido es el de Hipócrates, para quien la medicina era el cuidado integral del ser humano; por eso fue la personificación de la medicina por antonomasia como Fidias lo es del arte plástico.

En su mejores días, y bajo la luz diáfana del cielo griego, se reunían diariamente jóvenes y viejos para dedicarse al cultivo de su cuerpo, y entre ellos andaba Sócrates, el gran conocedor de hombres, cuyas certeras preguntas servían de piedra de toque para pulsar todas los talentos y las fuerzas latentes y cuyo consejo buscaban los mas notables para la educación de sus hijos.

Sócrates es un verdadero médico hasta tal punto que según Jenofonte, no se preocupaba menos de la salud física de sus amigos, que de su bienestar espiritual. La búsqueda socrática de la esencia de lo bueno, nace en Sócrates de un planteamiento suyo totalmente peculiar, alejado de la filosofía profesional de la naturaleza, es un problema de lo diletante que el escepticismo del investigador físico no puede contestar (Werner Jaegger, Paideia).

EL CUIDADO DEL CUERPO Y EL ALMA
En una sociedad dura con los débiles como la actual, y considera que éstos deben ser dejados a su suerte, como se ve en las políticas sobre la salud, hablar del “cuidado” del cuerpo y el alma, parece utópico, pues la misma palabra “cuidado” ha sido demeritada, desde la educación, hasta el cuidado del planeta. La actual cultura ecológica, aún con sus excesos, es una llamado a cuidar lo que nos rodea desde el entorno inmediato, nuestras ciudades, hasta los ríos, los montes y el planeta entero, pues no sólo debemos tenemos deberes con nosotros mismos, sino con la naturaleza.

Los mitos griegos ya hablaban de la necesidad de dicho cuidado y lo atribuían a una obra de los dioses. Por eso, “el mito del cuidado nos permite resistir al cinismo y la apatía, dolencias psicológicas de nuestro tiempo. La ética del cuidado define la moral desde las relaciones interpersonales, no desde principios abstractos, y no sólo del hombre, sino también de la naturaleza.

En Grecia, surgió una gimnasia del pensamiento que tuvo pronto tantos admiradores como la del cuerpo y que pronto fue reconocida y se convirtió en una nueva forma de la Paideia, el ideal educativo griego, y como dice Werner Jaegger, “las virtudes físicas y la espiritual no son por esencia cósmica, sino la “simetría de las partes” en cuya cooperación descansan el cuerpo y el alma”.

Sócrates fue el primero en afirmar el “cuidado del alma” como su tarea primordial, ante la pasmosa falta de cuidado en todos los órdenes, desde la naturaleza hasta su propio ser, reflejo que vivimos hoy de la actitud de desprecio respecto hacia nosotros mismos, el cuidado vuelve a ser la categoría central del nuevo paradigma de civilización. Cuidado preventivo y regenerativo. Todo lo que se haga con cuidado está bien hecho. El ethos que cuida y ama es terapéutico y creador.

Los grandes maestros como Cristo, Buda, Sócrates y Platón, pusieron en la palabra alma un acento de valor ético y religioso desde sus orígenes. Por eso, ellos predican y convierten, pues sabían que venían a “salvar la vida”, no sólo el alma.

En la tradición clásica de Oriente y Occidente, desde la India a Europa, y hasta el Renacimiento
, se habló mucho sobre el “cuidado del alma”, y se le tenía en gran consideración, pues se sabía que “perder el alma” era lo peor que podría ocurrirle a un ser humano. Marcilio Ficino, Pico de la Mirandola, y los grandes renacentistas, buscaban en la alquimia ese equilibrio entre ambas.

El mayor problema del hombre actual, es que espoleado por una cultura obsesionada por los logros materiales y la adicción al trabajo, vive alejado de su alma, y no sabe que “el cuidado del alma, trae alivio a nuestros sufrimientos y nos ayuda a descubrir una satisfacción y un placer profundos” (MOORE, Thomas. El cuidado del alma. Ediciones Urano. Barcelona, 1998).

Por eso, no hay tarea más importante que ésta, y sería el remedio a la mayoría de males que aquejan a gran parte de la humanidad. Hoy sabemos, como anota T. Moore, que “cuando el alma se ha descuidado, se manifiesta en forma de obsesiones, adicciones, violencia y pérdida de sentido; hemos perdido nuestra sabiduría sobre el alma. El mal del siglo XX, es la pérdida del alma”.

Una inteligencia o un cuerpo en función de sí mismos, es una insensatez, por eso, hoy se habla de un “altruismo cognitivo”, que ayuda a superar la soledad, el tedio y las enfermedades que aquejan al hombre actual, enriquecido con tantos logros materiales, pero empobrecido en su vida interior.

El altruismo, consiste en poner a disposición del otro nuestra virtud y debilidad intelectiva frente otros problemas más exigentes del ser humano, una nueva cooperatividad, que significa vivir no sólo en función de mi mismo (“El cuidado del hombre”, autores varios. Editorial Universidad Javeriana).

Como dice Werner Jaegger, “las virtudes físicas y la espiritual no son por esencia cósmicas, sino la “simetría de las partes” en cuya cooperación descansan el cuerpo y el alma”.

Concluyamos con Taylor, afirmando que la buena vida consiste en la perfecta fusión de lo sensual y lo espiritual allí donde se experimentan las satisfacciones sensuales como algo de significación superior.

lunes, 30 de mayo de 2011

PALABRAS VIVAS Y “LENGUAS MUERTAS” - XIII

NOVA ET VETERA - LO VIEJO Y LO NUEVO
ÓSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO-PSICÓLOGO


INTRODUCCIÓN
El griego y el latín han sido las dos lenguas que formaron a toda la cultura grecolatina occidental, entre ellos el castellano. A ellas les debemos la estructura de pensar, sentir y vivir que han nutrido a los millones de humanos, entre ellos los pueblos latinoamericanos, fuimos formados por ellas, aunque seamos su región periférica e incorporamos los elementos indios y africanos que conforman nuestro ser hibrido.

En la primera parte de los artículos que conforman “Palabras vivas y lenguas muertas”, hicimos acopio de algunas de las principales palabras griegas utilizadas en nuestro idioma. Ahora nos volvemos hacia el mundo latino.

La etimología del término latín, deriva del antiguo nombre – Latium – que le daban los latinos, ancestros de los antiguos romanos, que a su vez fueron llamadas así porque se habían establecido en un territorio amplio (latus en latín) pudiendo significar también “territorio llano”, pues sus primitivos habitantes habían descendido de los Apeninos. Por otra parte también se puede derivar de Laurentino (Latino) rey de Laurentia, antigua ciudad ubicada en la llanura de Laureto (Lauretum).En la antigüedad el territorio del Lacio comprendía desde el curso bajo del río Tíber y los montes Ausonios, en cercanías a Terracina, hasta los Apeninos como límite oriental.

El latín, más que el griego, fue la lengua internacional que se habló no sólo en Europa, sino también en nuestra América. Así se cuenta que Gonzalo Jiménez de Quesada hablaba en latín, Hernán Cortés, como dice Bernal Díaz del Castillo, “hablaba con letrados, y respondía a lo que decían en latín”. El cronista de la Colonia, Don Juan de Castellanos, quien llegó a América siendo joven, y perfeccionó aquí el latín, no sólo usó la lengua de su oficio curial, sino que manejaba los clásicos; además, fue el centro de una pléyade de poetas en latín y español, pero no fue el único, así, en Santafé, Tunja y Popayán, se formaron grupos que hablaron el idioma clásico.

Como anota Rivas Sacconi, “el latín entra en la fábrica intelectual resultante del abigarrado conjunto de Universidades, Seminarios, Colegios, Conventos y Escuelas, y de disposiciones legales y prácticas escolares, como espíritu vivificador que ha de animar todo el organismo y ponerlo en movimiento” (RIVAS SACCONI, J. M. El Latín en Colombia. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, 1977).

Anota además, que durante mucho tiempo en nuestro país, el latín fue omnipresente: lengua oficial de la escuela, lengua literaria y científica por excelencia. Conservó igualmente su nítida imagen de lengua de cultura: la de los clásicos de Roma, los renacentistas, y de los hombres de ciencia como Mutis y Linneo. La educación en la Colonia y gran parte de la república, tuvo como soporte el latín. En suma, es la manifestación de la cultura y civilización latinas, y fue un instrumento de intercambio científico que se adaptaba a todas las ideas. Fue la lingua franca (lengua común) de los hombres cultos de la Europa Medieval, y aún gran parte de la moderna.

Hasta hace pocos años, cuando estudiábamos en el Instituto Universitario de Caldas, el Profesor Bernardo Trejos, enseñó con gran sabiduría, raíces griegas y latinas; y en las universidades eclesiásticas como la Javeriana, los diplomas se inscribían en latín; en los cementerios se colocaban epitafios en término latín. Muchos términos latinos se usan aún en la Academia: Doctor Honoris Causa, como un título dado a personas prestantes y cultas que han servido a la institución o a la región, o el término usado para calificar una tesis de grado, como es el Summa Cum Laude, es decir, la máxima calificación. Aún la Metro, una de las empresas cinematográficas más importantes, bordea el león con que se presenta, el término Arts Gratia Artis (La gracia del arte es el mismo arte).Muchos abogados imbuidos de un legalismo estrecho aún nos recitan el término romano “Dura lex,sed legis” (Dura es la ley pero es la ley).Otro término que bien se puede aplicar a nuestra época es también de los antiguos “Corruptio optimi, pessima” (La corrupción de los mejores, es lo peor).

La Iglesia Católica, durante casi dos mil años, empleó el latín como su idioma oficial, hasta que el Concilio Vaticano II, eliminó su uso en la liturgia, autorizando el empleo de las lenguas vernáculas en los oficios religiosos. Con ello, como anota J. M. Rivas, “deja de ser lengua de sacristía y recobra su nítida imagen de lengua de cultura”.

No hay duda que uno de los elementos de decadencia de los centros educativos a nivel mundial ha sido el desplazamiento del estudio de las lenguas, no sólo clásicas sino nativas por los estudios tecnológicos, pero nos queda aún la música religiosa, que gracias a los nuevos formatos en CD, en especial la Gregoriana, conserva lo más puro del latín clásico, y se escucha con gusto aunque muchas veces no se la entienda.

NOVA ET VETERA (LO NUEVO Y LO VIEJO)
“NOVA” es en latín el plural de Novum, que significa nuevo, osea, “las cosas nuevas”. VETERA por su parte, viene de VETUS, VETERIS, antiguo o viejo, es decir, “lo antiguo, lo viejo”.


Cuando contemplamos el mundo que nos rodea, vemos cómo las cosas se suceden unas a otras, en su suceder buscan algo; nada se sustrae a la ley del cambio. Por esta ley del cambio incesante, existe una dialéctica entre lo viejo y nuevo, ni uno ni otro valen por sí mismos, sino que necesitan retroalimentarse. La historia es así, el proceso constante en que lo nuevo sucede a lo viejo.

Fueron los griegos los primeros en advertir y expresar en forma conceptual cómo todo lo existente brota, surge; así el brotar de la rosa, de la vida, de todo; a ese proceso lo llamaron Phyeri, siendo Physis aquello que brota desde sí mismo, y que se ha traducido impropiamente por “Naturaleza”. Physis es la fuerza imperiosa que empuja las cosas y que permanece en su obrar, es no sólo la planta, también el río, los animales, igualmente el hombre y su psiquismo, y a ella sólo se opone lo histórico, que como dice Aristóteles, está dirigido por Ethos, las leyes de la ciudad, siendo por ello una segunda naturaleza.

El tema de las relaciones entre lo nuevo y lo viejo ha suscitado siempre un especial interés, no sólo por la constatación de cambio, en especial la sociedad moderna se ha erigido como abogada de lo nuevo, frente al mundo medieval que dejaba atrás y a la que veía vieja y anticuada. Nuestro tiempo, no quiere saber nada de lo viejo, hasta los ancianos quieren parecer jóvenes. Pero ni lo nuevo es tan nuevo, ni lo viejo es tan antiguo, uno y otro se entrelazan como lo intuyera Heráclito.

El hombre primigenio no vivía ésta tensión; los objetos no tenían para él valor per se, sino que valían en cuanto eran fruto de una hierofanía, una manifestación sagrada o especial. Para él la realidad es la “realidad sagrada”; de ahí la importancia de lo religioso para él, que se opone radicalmente a la realidad profana, hechura humana. Así, vivió durante milenios dominado por las fuerzas naturales que se le imponían en forma aterradora ; la salida del sol por ejemplo, para él era un fenómeno extraordinario, después de una larga noche asediado por animales salvajes y toda clase de peligros, saludar al dios Sol era un espectáculo extraordinario, y cada acontecimiento cotidiano era algo único e inconmensurable.

Al luchar contra la historia, se negaba a aceptarla o valorarla como tal y no podía conjurarla, pues le era difícil comprender las catástrofes que se cernían sobre su vida. Para soportar esas calamidades individuales y colectivas, forjó mitos y religiones, pero las causas le eran desconocidas; sólo con los griegos se comenzó a asociarlos a leyes. La vida para ellos se basaba en seguir modelos extrahumanos, los arquetipos, fruto del inconsciente colectivo de los pueblos y de las experiencias que más lo habían impactado. Cuando el hombre se percató de que la historia no era algo externo a él, sino que era partícipe de ella, la comprendió y pudo comenzar a transformarla.

Los antiguos eran en parte víctimas de su pasado y no se atrevían a modificarlo; el peso de la tradición era enorme, y por eso veían el futuro como algo negativo. La conciencia arcaica no concede importancia alguna a los recuerdos personales, pues la memoria colectiva retiene los acontecimientos históricos sólo en la medida que los transforma en arquetipos.

El hombre moderno quiso transformar radicalmente todo esto, y ha funcionalizado su vida de tal manera que sólo da importancia a lo que él hace. El mundo posmoderno vive un “reencantamiento del mundo”, con lo cual ciertos valores tradicionales recuperan su valor o su fuerza.

LO VIEJO Y LO NUEVO EN LA LITERATURA
En el Eclesiastés, escrito por Salomón, hallamos ésta afirmación: “nada hay nuevo bajo el sol”, y es la cantinela de todos los desengañados, para concluir luego de una vida agitada y de hallarla vacía y sin sentido, que “todo es al fin de cuentas, vanidad”. Nuestro León de Greiff, también decía, “Cada día es nuevo, nuevo cada año… y todo del mismo jaez”. Otros hombres y épocas cuando el temple vital estuvo en alza, dirán lo contrario y presas de un singular optimismo, se lanzarán a la conquista del universo.

El Fausto de Goethe al ser la mejor expresión de éste anhelo por lo nuevo y el rechazo de lo antiguo, encarna el nuevo espíritu europeo que en el Renacimiento se opuso al mundo medieval, es la encarnación del hombre activo que día a día se fatiga por transformar el mundo. Por eso, rechazó los viejos libros, la pesada enseñanza escolástica con sus silogismos, el dogma, el simbolismo de las palabras, anhelando nuevas formas de conocimiento:

“Ahora ya, ¡ay!, he estudiado a fondo filosofía, leyes, medicina y, por desgracia, también teología, con ardoroso esfuerzo. Y ahora me encuentro, ¡pobre de mí!, sabio y loco como antes. Me llaman maestro y hasta doctor, y diez años llevo ya zamarreando a mis discípulos, cogidos de la nariz, arriba, abajo, a este lado y al otro…, y veo que no podemos saber nada… he perdido toda la alegría, no creo saber nada con sentido, tampoco tengo bienes ni dinero ni supongo mejorar a nadie, nada me he consagrado a la magia, a ver si por la fuerza y el verbo del espíritu se me puede revelar más de un misterio. ¿Seguiré encerrado en ésta cárcel? ¿Por qué un inexplicable pesar te cohíbe todo impulso de vida? En vez de esa viva Naturaleza viva que Dios creó para los
hombres, sólo te rodean a ti por todas partes humo, y polilla, y costillas de animales, y fémures de muertos”.

Continúa: “Y aquel libro cargado de misterios de Nostradamus no te podrá enseñar. Con él se sabrá cómo andan las estrellas. En vano es que aquí la seca reflexión te explica los sagrados signos. Ah! Qué delicia irrumpe de repente al mirarlo por todos los sentidos joven, sagrada dicha de vivir corre ardiente en mis nervios y en mis venas. ¿Cómo haremos que todo sea nuevo? No está cerrado el mundo es tu alma la que está muerta discípulo levántate y baña en la aurora tu pecho terrenal” (GOETHE. Fausto, Acto I, escena I).

De Fausto se derivará lo que se ha llamado el “espíritu fáustico”, encarnación del activismo contemporáneo en todas sus formas, y que concluirá en el Aprendiz de Brujo, o sea, aquél que al no poder controlar sus propios logros, se le saldrán de las manos, como ha ocurrido con la ciencia y la técnica actuales.

LO NUEVO Y EL AFAN DE NOVEDADES
Pero no siempre todo lo nuevo es auténtico; existe en la vida cotidiana, lo que llama Heidegger “la avidez de novedades”, como nos muestran los medios masivos de comunicación, las revistas especializadas de farándula dedicadas a las estrellas del cine, el fútbol, la farándula que se imponen a los jóvenes como arquetipos de vida interesante, ocultando sus frustraciones y tragedias.

Anota así, que el hombre de hoy, “sólo busca lo nuevo para saltar de ello nuevamente a algo nuevo”, es decir, no le interesa la verdad, sino que es un deseo de abandonarse a lo que pasa, presenta un gran temor a vivir experiencias que lo enriquezcan. Su actitud es entonces la de no demorarse en lo que ve y siente, y en el caso del amor, ocurre lo que se ha llamado “el amor líquido”, que no compromete ni obliga. Esto lleva a la disipación en nuevas posibilidades y a un desarraigo, característica del hombre actual. Además, vive de las “habladurías” en las que sólo interesa lo que se ha visto y leído. Entonces, la avidez de novedades y las habladurías van de la mano, y forman lo que llama Heidegger una “existencia inauténtica”.


El mundo del hombre cotidiano es pseudoconcreto, enajenado, y pese a su familiaridad le es desconocido. Esta paradoja se debe a que la experiencia cotidiana es ingenua y acrítica, y sólo puede ser superada por la reflexión, o por el arte, que buscan destruir dicha pseudo-concreción. Un ejemplo de esa destrucción ha sido analizada en la teoría y la práctica del “teatro épico” fundado por Bertold Brecht y Kafka, que en sus obras representó un mundo extraño, y los hombres aparecían en forma de chinches (la metamorfosis) y otros animales, para que las personas vieran su propio rostro y conocieran su mundo.

LA CATEGORÍA NOVUM Y EL PRINCIPIO ESPERANZA
Pero ¿qué es lo verdadero y radicalmente nuevo? ¿Cuál es el límite que separa lo “viejo” de lo “nuevo” respecto a un determinado ámbito social? ¿Qué tan nuevo debe ser lo “nuevo” para ser radicalmente nuevo y romper así con la tradición misma? Según Massimo La Torre, las respuestas a estos interrogantes no pueden ser otra cosa que bastante vagas. Sin embargo, como anota Ernst Bloch, “Toda energía buena lleva en sí necesariamente este algo nuevo, se mueve en dirección a él. Sus mejores localizaciones se encuentran en la juventud, las épocas de trance, de cambio, y la producción creadora”. (BLOCH, Ersnt. El principio esperanza, Madrid. Ed Aguilar, 1969, Vol I, pág. 108).

Corresponde al filósofo alemán Ernst Bloch (1885-1977) el mérito de haber propuesto la categoría de lo nuevo a partir de su estudio de los sueños diurnos, elaborando lo que se ha llamado una “Enciclopedia de los deseos utópicos”, tanto en la vida cotidiana como en la literatura, la religión y el arte, cuya característica es la mejora del mundo, o lo que él llama el “crepúsculo hacia adelante”. Según él los sueños diurnos no son meras fantasías vacías, sino que hacen parte del presentimiento productivo, que implica una auténtica conciencia de sí mismo, a diferencia de los sueños nocturnos que en gran parte son inconscientes y regresivos. Es en especial en toda persona insatisfecha, pero deseosas de cambio, late profundamente éste anhelo, en especial los jóvenes y todos aquellos que no han claudicado ante lo imperante, es en quienes se desarrollan más éstos sueños. Igualmente se da en épocas necesitadas de cambio, cuando la realidad se hace asfixiante. Por eso, “la utopía concreta tiene una correspondencia en la realidad como proceso: la del Novum en mediación. Sólo ella juzga sobre los sueños” (BLOCH, Ernst. El principio esperanza. Aguilar S.A. ediciones. Madrid, 1977. Tomo III).

Esta nueva actitud, implica que estamos ante lo que él llama “giro de los tiempos”, “son ellos mismos las épocas juveniles de la historia, es decir, se hallan objetivamente ante las puertas de una nueva sociedad que asciende de la misma manera que la juventud se siente en el umbral de un día todavía intacto” El ejemplo más claro es el Renacimiento, que fue desde el punto de vista ideológico y cultural, el primer tránsito de la sociedad feudal a la moderna burguesa. Como anota Bloch, “Las palabras “Incipit Vita Nova” (comienza una vida nueva), designaban entonces también psíquicamente, la calidad de la aurora de la época; surgía el empresario, todavía progresivo, y con él, el sentimiento de la individualidad; la conciencia de la nación se dibujaba en el horizonte; la individuación y la perspectiva se vierten en el sentimiento de la naturaleza y en la visión del paisaje; las tierras lejanas se abren ellas mismas y ofrecen nuevos continentes; el firmamento mismo salta en pedazos y deja que laminada se dirija al infinito. Son todos los testimonios del tránsito de los siglos XV y XVI”.

Cuando la juventud coincide sobre todo, con una época revolucionaria, con el giro de los tiempos,
se sabe lo que significa el sueño hacia adelante como ocurrió en la Alemania del siglo XVIII, Sturm und Drang. Por eso,“Juventud y movimiento hacia delante son sinónimos: el ambiente de las épocas de cambio es sofocante, como si encerraran una nube de tormenta”.

En ellas se vive lo que él llama “primaveras históricas” poseedoras de proyectos que buscan su realización, con pensamientos que se incuban, llena de acciones prospectivas y anticipaciones. Este “último cuarto de hora antes de hacerse de día”, se refleja muy bien en diversas obras desde los profetas de Israel, Joaquín de Fiore, Thomas Munzer, y el Novum Organum de Bacon. Por eso, “todas las épocas en tránsito están llenas, incluso, repletas de todavía no consciente y una clase ascendente es siempre su soporte”.

Si Freud descubrió lo inconsciente, nos falta conocer ese gigantesco mundo psíquico de lo todavía no consciente, o bien sus descubrimientos no han sido percibidos, y las categorías reales implícitas en él, como la de Novum, posibilidad objetiva, todas ellas inaccesibles a la anamnesis platónica, han estado hasta Marx sin teoría categorial.

La decadencia de la sociedad actual ha rechazado lo realmente nuevo, aunque posee las presuposiciones económico-sociales para una teoría de lo todavía no consciente y en estrecha relación con ella, de lo que todavía no ha llegado a ser, sino a la tendencia de lo que va a venir haciendo así accesible por primera vez teórica y prácticamente el futuro. Este conocimiento de la tendencia es incluso necesario para recordar, interpretar, esclarecer en su posible significación y trascendencia lo ya no consciente y lo llegado a ser.

El sueño diurno puede aportar ocurrencias que no mandan una interpretación, sino una elaboración, edifica también como proyectista, castillos en el aire, y no siempre castillos ficticios.

LA ESPERANZA
Uno de los principales afectos del ser humano es la esperanza, que al contrario de la angustia, es
activo, práctico y militante. La esperanza como función utópica, proyecta lo que existe hacia un futuro, y un deseo de ser distinto, de ser mejor, y su razón de ser es “la ratio indebilitada de un optimismo militante”. La esperanza es el impulso que lanza al individuo y a la humanidad hacia el futuro. Bloch la ha convertido en “principio”, y así, sin dejar de ser una virtud como en el cristianismo, hunde sus raíces en la realidad material y en la vida humana. A partir del Renacimiento, la esperanza toma un nombre propio: Utopía, de donde deriva el nombre del famoso libro de Tomás Moro. Toda utopía al cumplirse es la expresión ocasional, parcial y mitificadora de la radical aspiración humana hacia su plenitud. Así, Prometeo, de quien se dice en la mitología griega, robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, por lo cual fue castigado, se convirtió en la figura mítica en que tiene su origen todas las utopías de la humanidad.


En los humanos hay un deseo de plena identidad consigo mismo y con la naturaleza. Con la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, el ser humano se ha hecho consciente de su verdadera realidad; la utopía es el proyecto de transformación del mundo en que vive, piensa, imagina y trabaja. Esta es la conexión según Bloch entre la esperanza, la utopía y la historia.


“El concepto más propio de la ciencia histórica es y seguirá siendo, el novum. La conquista de la novedad, el salto creador hacia una meta no calculable mediante las previsiones de la razón científica y sólo accesible a la razón utópica; tal es la quinta esencia del curso de la historia”. La conciencia progresiva labora por eso en el recuerdo y el olvido, no como un mundo histórico cerrado y hundido, sino abierto, en el modo de proceso y su frontera, pleno de aurora, incluso en sus ejemplos de un pasado todavía válido".

Según lo anterior, el mundo no es un cosmos de hechos y leyes que se le imponen al ser humano, sino un proceso en el cual él tiene su parte; no es una sala de espera, sino algo en constante movimiento al que todos debemos contribuir. Pero esto significa superar la resignación y el recuerdo que se convierten muchas veces en obstáculo, para desarrollar nuestra existencia.

“El contenido del acto de la esperanza es, en tanto que clarificado conscientemente, que explicitado escientemente, la función utópica positiva; el contenido histórico de la esperanza, representado primeramente en imágenes, indagado enciclopédicamente en juicios reales, es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto” (BLOCH, Ernst. El Principio esperanza. Tomo I, págs. 135-136).

BOTTICELLI- Nacimiento de Venus