sábado, 25 de julio de 2009

EL DERECHO A IMAGINAR

En nuestra vida humana y social,la relación entre deberes y derechos, ha sido siempre asimétrica: o se exageran los deberes en desmedro de aquellos. Pero nuestro derecho a imaginar, es nuestro recurso mas preciado y por el que en verdad somos libres

La la imaginación ha sido sin embargo, desde Platón, la función mental más despreciada, y los dueños del poder han sido celosos, buscando acallarla ionfructuosamente. Luego de ser rechazada y calumniada como "la loca de la cas", vuelve a ser reivindicada. GASTÓN BACHELARD, ese gran científico y lector que fue, ha centrado su reflexión en la necesidad de la , y fue consciente de su necesidad para los humanos, tan importante como comer y respirar. Por eso, señala, que si hay una función de lo real, también existe la función de lo irreal, sin la cual el ser humano es incompleto. Aún más drástico es cuando afirma que sin ella, “en su vulgaridad, la vida no nos daría sino lo humano, lo demasiado humano”.

El mundo maquinal y utilitario de nuestra época, nos hace creer que no necesitamos de la imaginación, o la mutila a través de los medios de comunicación, que con su violencia, y la propaganda machacona, han ido atrofiando el sentido creativo de sus cautivos receptores.
Al contrario, todo en ello es ganancia. Y esto nos lo recalca Bachelard .

El ser humano si quiere ser completo, y no caer en la neurosis y la locura, debe unir razón e imaginación; los conceptos y las imágenes desarrollan dos líneas divergentes de la vida espiritual, pues son “los polos masculino y femenino de la psiquis”. Para el psicólogo esto es importante, pues “una psicología completa, debe unir a lo humano, lo que separa de lo humano, uniendo la poética de la ensoñación con el prosaísmo”.


Desde la familia, al niño se le dice como anota Bachelard, que para alcanzar la edad de la razón, se le inculca la necesidad de ser “objetivo”, lo cual es simplemente lo que pretenden los adultos:

“La pasta que es la infancia, es puesta en el molde para que el niño siga adecuadamente la confirmación de la vida de los demás y olvide la suya propia”. Así se le convierte en un “hombre prematuro” que vive en un estado de infancia reprimida.

Como el ser humano está siempre lanzado al futuro, necesita la imaginación, para anticiparlo, siendo ella ,nuestra principal diferencia con los animales, tanto que “sin la experiencia imaginaria, la vida no puede desarrollarse”. En efecto, siendo la vida movimiento, empuje, la imaginación le presta alas a ese dinamismo, y es el primer paso hacia la nueva realidad que busca reemplazar a la pesada realidad. En efecto, sin los sueños la vida humana sería estéril, por ello, “reconocer cuanto se sueña, expresa cuánta juventud hay en el hombre”. Aún más: “la imaginación es el principio de la eterna juventud”.

Bachelard busca una filiación entre lo real y lo imaginario, lo que se logra a través de las materias fundamentales: el agua, el aire, el fuego, la tierra. Para cada una, desarrolla su propia poética, en distintas obras: "El agua y los sueños", "El aire y los sueños", "Psicoanálisis del fuego"y "La tierra y los ensueños de la voluntad", en las cuales quiere "sacar a luz la toma de conciencia de un individuo maravillado por las imágenes poéticas" (LA POÉTICA DE LA ENSOÑACIÓN).

Al existir en los humanos una necesidad irreprimible de novedad, le corresponde a la imaginación lanzarnos a esa vida nueva por la que suspiramos, pues sin cambio de imágenes no hay acción imaginante. Para la Psicología, la imaginación "es el tipo de movilidad espiritual más grande, más vivaz, y toma el aire de un psiquismo precursor que proyecta su ser, y es una de las fuerzas de la audacia humana".



La imaginación rejuvenece al hombre, devolviéndole las imágenes de su infancia. Ellas son así, las realidades psíquicas primeras, al adherirse a las materias elementales: agua, aire, tierra, y a los movimientos fundamentales: subir, bajar. Y en su apoyo viene la poesía.


La imaginación es nuestra potencia psíquica más auténtica y más antigua, la verdadera matriz del psiquismo humano. Como anota Bachelard, “la imaginación es la facultad más natural que existe... Es lo que más especifica el psiquismo humano”. Más aún, “es la propia existencia humana” (Blake). Para Bachelard, “es el tipo de movilidad espiritual más grande, más vivaz, más viva” (“La poética del espacio”).

En sus años iniciales, Bachelard, fue científico como tal escribió textos que son un ejemplo de rigor y claridad a la francesa. Así, tenemos “El espíritu científico”, “La filosofía del No”. Pero sintió elllamado de esa "otra " parte , y la segunda parte de su vida, la dedicó al estudio de la imaginación, luego de haber desarrollado sus estudios sobre la ciencia, como una necesidad de abrirse a esa parte nocturna de su vida, y que desembocó en sus estudios sobre “las imaginaciones materiales”, queriendo indicar con esto que las imágenes describen un elemento fundamental, una materia prima, los cuatro elementos primordiales ponen en acción grupos de imágenes, pues “un elemento material es el principio de un don conductor que presta continuidad a un psiquismo imaginante”.

Si bien ha sido necesario reivindicar la imaginación, hay que oponer una “imaginación verdadera” a una “imaginación evasiva” que es el ensueño, a una “imaginación sin ley”, otra, “que invita al viaje”. Esta aclaración es necesaria, y Bachelard nos indica que las verdaderas imágenes son “las imágenes literarias, las que nos vitalizan, nos movilizan”, que “viven la vida del lenguaje vivo y se le reconocen porque renuevan el corazón y el alma”.

Osea que, el verdadero estudio de la imaginación no está en la pintura, sino, en “la obra literaria, la palabra, la frase”, y por eso, retoma una frase de Balzac según la cual, “hay misterios encerrados en toda palabra humana”.

Con esto asumió la necesidad de la poesía, y el poema es esencialmente una aspiración a imágenes nuevas. Para él, “la poesía pone al lenguaje en estado de emergencia”. “El poeta habla en el umbral del ser”. “La imaginación proyecta el ser entero”.El poema es esencialmente una aspiración a imágenes nuevas. Por eso, “dentro del psiquismo, la imaginación es la experiencia misma de la apertura, de la novedad”. “El objeto poético es buen conductor de lo real”. La ley misma de la experiencia poética consiste rebasar el pensamiento.

“La imaginación temporalizada por el verbo, nos parece la facultad humanizante por excelencia”.

Ella es “la experiencia misma de la apertura, la experiencia de una novedad”. Sin ella, ¿qué sería de los científicos, de los filósofos, ligados a los secos conceptos y funciones, y ¿el hombre común, atado a la rutina de su trabajo y de la fatalidad de su propio vivir sin remedio ? Por eso, “la imaginación es una facultad de sobre humanidad.... Inventa algo más que cosas y dramas, inventa la vida nueva, inventa el espíritu nuevo, abre ojos que tienen nuevos tipos de visión” (“El agua y los sueños”, pág. 31).


Para Bachelard, la asimilación subjetiva juega un papel importante en el encadenamiento de los símbolos y de sus motivaciones. Supone que es nuestra sensibilidad la que sirve de médium entre el mundo de los objetos y el de los sueños, y se atiene a las divisiones de una física cualitativa y Las imágenes valen no por las raíces libidinosas que ocultan sino por las flores poéticas que revelan. Lo imaginario no es nada mas que ese trayecto en el que la representación del objeto se deja asimilar y modelar por los imperativos pulsionales del sujeto y en que las representaciones subjetivas se explican por las “acomodaciones anteriores del sujeto” al medio objetivo. El pensamiento simbólico no es anárquica asimilación, sino siempre asimilación que en cierta forma se acuerda de las actividades acomodadoras. Es preciso reanimar las palabras con las imágenes. Las imágenes no envejecen, los conceptos si.

Hemos querido resaltar algunas de las ideas mas fecundas de este científico que unió la seriedad del saber con la alegría de la imaginación:


"El hombre no pudiendo soñar más, pensó. Las cosmogonías antiguas no organizan pensamientos, son ensoñaciones audaces y para volver a darles vida, hay que volver a aprender a soñar”. Por virtud de la vida imaginada, el poeta pone en nosotros una nueva luz, y así creamos cuadros impresionistas de nuestro pasado; los poetas nos convencen de que todas nuestras ensoñaciones infantiles merecen ser reanudadas.

lunes, 6 de julio de 2009

COLOMBIA
SECUESTRO: “silencio e impunidad”

OSCAR LOPEZ R-PSICOLOGO



A pesar de que nuestro pais ha sido catalogado como un país medio, o sea normal, sin embargo, la realidad es muy distinta .Vivimos una esquizofrenia nacional que tiene un nombre: la división en un país “formal” y un “país real”; la nuestra es una nación desgarrada por un sinfin de contradicciones que parecen no tener salida. Además, según dicen las encuestas que "somos una nación feliz " , pero una cosa es el país de las apreciaciones subjetivas, y otro, el país real, el de las luchas cotidianas por el pan, la salud y la educación de lagran mayoría , y que señala las diferencias la realidad objetiva y la percepción subjetiva.
Pero lo mas golpeante es el proceso de acostumbramiento a la crisis nacional , y que ha impedido que reaccionemos con fuerza y constancia ante nuestros propios males. Aparentemente somos un país alegre, con cientos de fiestas en toda la geografía nacional , pero la realidad nos indica que somos un país aquejado de males seculares, como el fanatismo, la intolerancia, y atavismos fruto de una cultura “tanática” (de la muerte), que nos ha impedido acceder normalmente a la modernidad. El nuestro es un país con altos índices de criminalidad, corrupción y violencia, pero que milagrosamente no se ha desmoronado por la gran vitalidad, resistencia y una constante fe de nuestra gente.
De acuerdo con lo dicho,una realidad a la que nos acostumbramos los colombianos, es la del secuestro, realizándose marchas y protestas realizadas en el último año. Quienes no hemos sufrido este flagelo, no alcanzamos a dimensionar el sufrimiento y lo que significan, diez, ocho, seis, cuatro, dos interminables años para los militares, civiles, en suma, los más de 3000 compatriotas secuestrados y el de sus familias. En lugar de la indignación colectiva que esto debería suscitar, nos hemos encerrado en la indiferencia, y hemos abandonado a los secuestrados y sus familias a su suerte, o a la voluntad de individuos o países mediadores para su liberación.

¿A qué se debe este estado de parálisis colectiva, que impide movilizarnos como un solo cuerpo para rechazar el más oprobioso de los crímenes? Es difícil entender el comportamiento de los colombianos, tan sensibles y creativos frente a los dos fenómenos más cotidianos que nos agobian desde hace ya varias décadas: la violencia y el secuestro. Muchos miedos cruzados deben existir en nuestro imaginario nacional para permitir esta situación anómala. Y no es para menos.


La violencia, nos ha marcado desde hace ya varios lustros de un modo tal, que erróneamente muchos la creen inscrita en nuestros genes. Otros, más atinados, buscan sus causas en factores culturales y psicosociales de honda raíz, y han preferido hablar de “las violencias”, para señalar las diferentes fases de su evolución, ya sea la violencia liberal-conservadora con sus 300.000 muertos, o la última que hemos padecido al aparecer nuevos actores, que la han llevado a niveles impensables en un país llamado “civilizado” y “cristiano”. El fenómeno del secuestro, sin bien lo compartimos con otros países, se ha extendido entre nosotros de un modo tan acelerado, que de ser un fenómeno aislado, se ha convertido en un lucrativo negocio que cuenta con la impunidad y el silencio de las víctimas y sus familias.

Por eso, es estimulante que surjan investigaciones como la de Humberto Vélez Ramírez, plasmada en su libro SECUESTRO, y en el que a partir de la experiencia del plagio de su suegro, el cafetero quindiano Don Bernardo Pachón en 1991, busca integrar este macabro acto con la mentalidad emergente en Colombia desde los años 80, para remontarse a nuestra actual realidad nacional.

En la obra del escritor caldense, Director de ECOPAIS, profesor e investigador de la Universidad del Valle, se combinan el texto narrativo y la interpretación psico-social y antropológica de una de las mas brutales experiencias que ser humano pueda vivir. El libro me ha dejado una desazón, más aún vergüenza, luego de sentir cómo de manera inexplicable, nos las hemos agenciado la mayoría de los colombianos , cómo hemos permitido que creciera, como si nada estuviera pasando cuando casi ante nuestras propias narices, más de tres mil colombianos, vecinos, amigos, conocidos, han sido y sigue siendo secuestrados.

El mérito de la obra de Humberto, es como anota en el prólogo, Fabio Martínez, que “logra rescatar la memoria de una de las víctimas del secuestro, y recomponer las claves ocultas sobre esta ominosa práctica, que se ha convertido en el país, en una industria perversa e inhumana”.

Anota igualmente, cómo “Esta obra integra el aporte teórico con la vivencia trágica del secuestro de su suegro, que se convirtió en experiencia familiar enriquecida por el interés del escritor y el aporte del secuestrado, que a diferencia de otros, accedió a compartir su dolorosa experiencia”. En un esfuerzo de comprensión a partir del trabajo interdisciplinario con los aportes de la psicología social y la antropología, con “un soporte etnográfico se levantó una hipótesis empírica de claro sabor pedagógico”.

Humberto logra hacernos participar de la experiencia de Don Bernardo, el cual, a pesar de la natural renuencia de las víctimas a revivir tan traumática experiencia, se dispuso a relatarla, porque como dijo Don Bernardo, “en una sociedad como la colombiana, estamos todos en la obligación de hablar”.

El autor señala cómo frente a lo que era el país tradicional, con sus problemas y logros, que lo hacían semejantes a otros tantos, dos fenómenos han marcado nuestra historia nacional en los últimos años del siglo XX: la cultura mafiosa y la cultura paramilitar. La primera más antigua, permeó todas las esferas de la sociedad, y dio sus amargos frutos en los años 80, “funcionando como esquema de valoraciones sociales traducido en un estilo y horizonte de vida”. La otra, fue creciendo y se entroncó con la primera, creando un macabro panorama del que apenas parecemos despertar, y que “ha empezado a imponerse como el referente simbólico central de una nueva y perversa apuesta de institucionalización de la sociedad colombiana”, y que se gestó “como una estrategia de reorganización institucional del país, reorganización enhebrada desde la vida municipal, veredal y familiar”.





En el libro se hace una breve relación histórica de los primeros secuestros en Colombia, que se remontan a 1930, en los años 60´s y 70´s, cuando ocurrieron los secuestros de Harold Eder y su posterior asesinato y el del ex ministro Fernando Londoño, pero fueron casos aislados. Al llegar a 1980, ya se registraron 80 secuestros, y en 1992 habían ascendido a 1282, y en el 2000 ya llegamos a más de 3.000 , todos ellos obra de la guerrilla y la delincuencia común, que de común acuerdo establecieron el ominoso sistema de compraventa de los secuestrados. En 1990 las AUC aparecieron como nuevos actores, haciendo más complejo y degradante el cuadro.

Anota el autor, que la violencia, es “como un libro informal social en el que muchos, especialmente jóvenes, hacen a diario la lectura subjetiva del mundo objetivo que los rodea”. A partir de ella levantan y/o redefinen sus proyectos personales de vida, en los que los otros “solo cuentan como simples instrumentos o como próximos candidatos a un ataúd .Igualmente, la cultura paramilitar se ha venido imponiendo con una nueva y perversa apuesta de institucionalización de la sociedad colombiana”.

Buscando una hipótesis explicativa, y yendo más allá de las descripciones moralizantes, el autor arriesga la hipótesis del Genocidio como indicador empírico de una sociedad del crimen. Trae a referencia la matanza de la UP entre 1985 a 2004, y la muerte de las etnias indígenas.

Y todo esto como anota el autor, ha ocurrido con el silencio nacional, fenómeno aparentemente inexplicable, pero que puede entenderse como el referente de ser víctima y cómplice. Todo esto se explica en razón de la frágil escala de valores que nos ha sustentado y que la modernidad dejó al desnudo, echando a pique la tabla de valores cristiana como elemento de amalgama nacional.

A la violencia civil, acuñó otra simbólica a los amigos ideológicamente afectivos de los asesinados, antes se decía: “Porque son rojos /azules, y hoy hipócritamente, “el que nada debe nada teme”, muletillas inventadas para acallar la triste realidad de estos crímenes, una moral de avestruz en que la sociedad ha permanecido callada, igual que sucedió con la matanza de los miles de los jefes y militantes de la Unión Patriótica”.

Pero si bien los colombianos ni somos mafiosos ni paramilitares, al aceptarlos, las hemos asumido como elemento que se ha insertado en la vida cotidiana, en especial mas amplia en algunas regiones que en otras, pero que al fin, es parte de la cultura nacional, debido al carácter estructural del fenómeno que comienza recomponiendo las condiciones objetivas que en lo económico, lo social, lo político , han posibilitado la tremenda desvalorización simbólica de la vida humana como supremo valor.

Nos indica además el autor, que la crisis de los códigos de regulación de la vida social llevó de la sociedad de regulada a la sociedad desdirigida, o a una sociedad ingobernable en la base y la “capacidad de condición hegemónica en la cúspide”.

En suma, nos hallamos frente a una situación que toca todas las fibras de nuestra realidad nacional. Sus causas son múltiples y hondamente arraigadas en nuestra cultura; en especial el fenómeno es estructural, pues se ha combinado un crecimiento con exclusión, asumiendo la clase dirigente con un esquema neoliberal, que las oportunidades llegarán iguales para todos, cuando en verdad, la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado, y es mayor hoy el número de excluidos que hace diez años, como lo demuestran las estadísticas al respecto. Si bien ni la violencia ni el secuestro son justificables, la falta de oportunidades es el caldo de cultivo para el resentimiento, la frustración y el crimen. ¿No es esa la historia de nuestros países, a diferencia de aquellos que han logrado un desarrollo más equitativo?

Desempleo, desaparición, desplazamiento, secuestro, son la otra cara de la cándida e idiota idea que nos han vendido, de un país feliz para no aceptar la esquizofrenia nacional de un país escindido en dos, la Colombia próspera y la “otra”, que al no tener oportunidades, debe emigrar, delinquir o resignarse.

Otro factor que explica nuestra situación es la impunidad, ya que como anota Armando Montenegro, “la callada tolerancia frente a la impunidad es un síntoma de que amplias capas de la sociedad y de la economía mantienen relaciones con quienes cometen crímenes en forma habitual. Además, estimula la convocatoria de cruzadas por el perdón, el olvido, la rebaja de penas y el punto final. Todo, menos la justicia”.

Y esto implica el reconocimiento de nuestros males, a partir de la aceptación de una culpa colectiva, pero que comenzando por el propio Estado en su conjunto, y non solo de los victimarios, aceptación que debe expresarse como ya ha sido anotada en que la reparación de las víctimas corran en mayor proporción de lo previsto por la Ley de Justicia y Paz por cuenta de la Sociedad y el Estado en su conjunto y no solo de los victimarios


Un largo camino debemos recorrer para lograr el país que hemos soñado, si no feliz, al menos con menos injusticias y exclusiones. El primer paso está a la vista, pero no a costas de los más débiles, sino en un país en el que todos aportemos a un proyecto de largo alcance que se convierta en el país diverso cultural, política y socialmente, y no de unos pocos Sólo así, lograremos vencer la cadena de males que nos han agobiado hace ya varios lustros y que conviertan a nuestro hermoso y atormentado país en una patria para todos sin privilegios ni exclusiones.

jueves, 2 de julio de 2009

MUNDO NUEVO


Con la alegría del que avista algo esperado ansiosamente, como el español Pinzón anunció ¡tierra, tierra!, así, desde este mundo latinoamericano y concretamente desde Colombia, abrimos este espacio para todas aquellas expresiones que en América Latina, buscan dar forma a su radical estar en el mundo. Por doquier se siente la fatiga de lo viejo, que durante cinco siglos ha impedido que “nuestra América” se exprese como esa maravillosa síntesis de pueblos y culturas, que buscan hacer presencia en el orbe mundial.

Pero, ¿tiene sentido, después de cinco siglos de haber ensayado en lo político, lo social y cultural, creernos “Nuevo Mundo”? Aparentemente no, y aún hoy para muchos la fórmula del cansado Salomón: “nihil novum sub sole” (nada nuevo bajo el sol) parece ser más real, que las posibilidades de una América distinta a la actual.

Entre nosotros no ha podido surgir lo realmente nuevo, como si se dio en Europa en los albores del Renacimiento, pues nuestras clases gobernantes se han dedicado a obedecer servilmente y a espaldas de sus pueblos, fórmulas impuestas desde las metrópolis y las multinacionales, apretando aún más el cerco colonialista que ha impedido el cumplimiento del sueño de una América propia.

Después de quinientos años desde la Conquista, y doscientos años de vida republicana, los pueblos americanos han sufrido una serie de frustraciones, y lo único real es nuestra dependencia, la carencia de políticas propias, y como secuela, el hambre, la falta de oportunidades, la exclusión, y muchas otras formas de violencia, y la falta de realización como pueblos e individuos.

La motivación al lanzar esta pagina es en primer lugar la necesidad de volver a soñar, la capacidad humana más maravillosa y extraña y el mayor signo de nuestra libertad. “Cuidado con tus sueños que de pronto se cumplen”, le decía Goethe a su amigo Eckerman. Necesitamos soñar, pero no con sueños evasivos que se dirigen hacia atrás, o los que se manipulan a través de los diversos medios de comunicación, sino en los sueños de algo nuevo para nuestros pueblos.

Como anota el filósofo alemán Ernst Bloch, de quien tendremos mucho que hablar, “lo nuevo exige la voluntad ligada a ese algo soñado”, pues “sólo el que aspira vive hacia el futuro”. Los conformistas y nihilistas no sueñan, o si lo hacen es con el sueño evasor lanzado hacia el pasado en el que “todo fue mejor”.

Por eso, nos acogemos a todos aquellos que desde muchas vertientes, le dan aún un campo a la esperanza. Como anota Bloch, “en el mundo y en la historia no están agotadas todas las posibilidades del cambio y del hacerse mejor”. (Principio Esperanza, p. 302)

El nuestro, es un sueño “hacia delante”, que recoge los anhelos no cumplidos de todos los humanos, pues según Bloch, ese sueño paradójicamente, no ha sido objeto de reflexión, no ha encontrado el concepto que le es adecuado”.

Este sueño necesita una lucecita, y esa es la esperanza. El nihilismo nunca ha construido nada nuevo, el miedo la desesperanza es lo insostenible y lo insoportable. Además, se ha vivido de esperanzas fraudulentas y de ahí la desconfianza frente a ella, pero la esperanza auténtica es la única que le quita al miedo su aguijón.

Es propio de los humanos vivir no sólo en el aquí y el ahora; somos impulsados hacia delante, hacia ese posible que libera a lo real agobiante, ese “principio de realidad” según Marcuse, que ha querido cercenar todos nuestros sueños. El contenido del acto de la esperanza es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto, la imagen de un mundo sin alienaciones, sin miserias.

Parece hoy ridículo hablar de esperanza, cuando toda una filosofía del éxito e individualista, ha convertido al planeta en una “ratonera competitiva”, con su secuela de ausencia de futuro en los jóvenes y una vida sin sentido para los mayores. Pero frente a esta filosofías que nos encierran en lo inmediato, postulamos que “otro mundo es posible”, y no el de la alienación en que el hombre es aplastado por su propias creaciones, aunque no por ellas, sino por los humanos que están tras ellas. Como plantea Bloch, el ser del mundo y del hombre, son los de una “materia posible en espera de realización, pues el mundo se da como lo aún no acontecido y el hombre como lo aún no consciente”.

En su obra “El Principio Esperanza”, señala Bloch, que sólo el humano construye utópicamente y esto porque nuestra existencia no es cerrada sino abierta y por eso “hay mucho todavía no concluso en el mundo”. Y esto vale aún más para Latinoamérica y todos los pueblos colonizados Europa y Norteamérica.

¿Qué permite que aún haya esperanza?, responde Bloch, por el surgimiento de lo nuevo, NOVUM. Lo Nuevo, surge cuando se piensa en algo que hasta ahora no había sido pensado.

El sentido de la esperanza radica en que si bien “lo querido realmente por el hombre no se ha logrado en ninguna parte, tampoco ha fracasado en ningún sitio”, y su razón es lo “bueno nuevo” que va mas allá de los sueños de los humanos de las distintas épocas. Con nuestro poder de ensoñación, diseñamos situaciones nuevas y una vida distinta a la que nos agobia

La esperanza nace ante la revelación de lo nuevo. Pues en ese mismo momento comienza el sufrimiento y la insatisfacción de todo lo viejo. Esto lo hemos vivido en América, pero no hemos hallado aún las condiciones para cumplir nuestros sueños.

Desde la antigüedad hasta hoy, se ha soñado en lo nuevo. América fue soñada antes de ser descubierta, dice Alfonso Reyes. En América, Martí, Pedro Henríquez Ureña, Octavio Paz, Borges, García Márquez, igual que poetas, músicos que hacen parte de nuestro pueblo, que en sus manifestaciones anónimas han abierto camino a ese mundo nuevo.

En nuestro continente ha sido el escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien ha dado voz a ese anhelo, ala señalar que si América quiere sobresalir en el mundo tienen que ser “la patria de la justicia universal”. Pero el interés por lo nuevo no es el afán esnobista que estimula el consumismo depredador. Al contrario, lo nuevo exige la voluntad dirigida a ese algo soñado concretamente, una patria de justicia universal. Como lo indicara nuestro gran Henríquez Ureña, América es históricamente Utopía, y su realización es dar nacimiento al hombre universal americano, un hombre abierto a “todos los vientos del espíritu”, pero no situado en el aire sino que “será de su tierra”. Como lo señala él mismo, América fue descubierta como epopeya de un mundo mejor.

En suma, los humanos queremos ser nosotros mismos aquí y ahora, o mejor. Lo que el ser humano “quiere es la plenitud de su vida, sin aplazamiento ni lejanía”. Esto vale aún más para todos los latinoamericanos que sea en nuestra tierra o desperdigados por todo el mundo, sentimos el ansia de una patria propia y un mundo más humano y justo”.

Nuestra tarea es pues, “devolverle a la Utopía sus caracteres plenamente humanos y universales”. Y esto es también reconocer lo que otros han hecho antes. No podemos agotar nuestra vida en aras de querer vivir sólo en el presente, sino que debemos buscar nuestras raíces también en el pasado, pues no conocemos ningún otro pasado, que el que esta todavía vivo, y con el que aun no se han ajustado cuentas.

En suma esta página quiere hacer presencia en este mundo fascinante del universo virtual -esa maravillosa vitrina planetaria- que nos da la voz a millones de humanos, y que rompe las barreras de clase y de cultura. Se trata de traer las palabras, voces, sonidos y colores de esa América profunda, ligarla a este mundo actual, que busca anhelosamente un mundo nuevo para un hombre nuevo.