viernes, 7 de mayo de 2010

PSICOLOGIA DRAMATICA

“LA CONCIENCIA Y SUS FORMAS”
Óscar López R. - Psicólogo - Fiólósofo

1- CONCIENCIA Y ACTIVIDAD
2- EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA
3- EL DRAMA DE LA CONCIENCIA: La Fenomenología del espíritu

1- CONCIENCIA Y ACTIVIDAD
El tema de la conciencia es uno de los más fascinantes, y ha inquietado a los humanos desde remotos tiempos: ¿qué sienten los animales?; ¿piensan los ordenadores?, y muchas más preguntas. Por eso, según Julian Jaynes, “Pocas cuestiones han soportado o atravesado una historia más complicada que ésta, el problema de la conciencia en la naturaleza… algo acerca de ella vuelve una y otra vez, sin obtener una solución”.

Hablar de “conciencia” fue para la psicología conductista, algo arbitrario y exagerado pues su modelo era la conducta animal, pero hoy ya sabemos que si queremos entender al hombre en su integridad, es necesario introducirla no sólo como una “variable”, sino como una constante en nuestro comportamiento.

Autores de diversa formación han abordado su estudio. Para Roger Lewin, “nuestra sed de conocimientos sobre qué es ese “algo” no muestra signos de disminuir”. Según él, es significativo que haya inquietado a filósofos, psicólogos, neurobiólogos, expertos en informática y otras disciplinas, y el número de libros sobre el tema, se puede comparar con la diversidad de conclusiones sobre la naturaleza de la conciencia y su generación en el cerebro humano. “Nos tragamos todas las ofertas, pero nuestra sed sigue insaciada”. (LEWIN, Reger. Complejidad - El caos como generador de órden. Metatemas, Barcelona, 1995).

La actividad psíquica humana, posee un doble aspecto: uno exterior observable, estudiado por la fisiología y por la psicología comportamental, y otro a partir de significados, no verificables empíricamente, pero sí deducibles racionalmente, es decir, son personales; no existen por ello “el dolor”, “la alegría”, etc, sino “mi dolor”, “mi alegría”, los cuales son únicos e intransferibles, distintos de los procesos fisiológicos y cibernéticos.

Nuestras acciones además, no son sólo individuales, ellas encuentran necesariamente implicadas en un sistema de relaciones sociales. Pero ésto es posible porque somos seres históricos, vivimos en un lugar y un tiempo determinados, y si bien no somos superiores a Platón o a Cicerón, Santo Tomás, nuestra conciencia es más rica que la de ellos, pues el mundo de ellos – la oikoumene- se limitaba a la urbe griega, romana o medieval, y hoy se extiende al planeta tierra.

Conciencia y actividad se relacionan estrechamente. Toda acción parte de determinados estímulos, los cuales surgen de unas necesidades, y como seres culturales que somos, nuestras acciones están referidas a unos valores. En suma, la actividad del hombre no se puede determinar al margen de su conciencia, como tampoco ella puede ser separada de las relaciones reales. Nuestras acciones, y en concreto, el trabajo, expresan la relación fundamental del ser humano con su medio ambiente. De ahí la importancia del trabajo, como elemento de transformación del mundo y de humanización. El ser humano, “humaniza la naturaleza, así como ésta naturaliza al hombre” (Bloch), y lo vamos haciendo a nuestra imagen y semejanza.

La conciencia se ramifica en dos: conciencia cognitiva, o sea de sus actividades, y conciencia de sí, que es propiamente el conocimiento reflexivo. Igualmente, la noción de conciencia sólo cubre muy parcialmente la de conocimiento. Por eso, sólo somos conscientes del carácter global de nuestras sensaciones: frío, calor, hambre, sed, malestar, bienestar. Así, la conciencia no está dentro del cerebro, y tampoco está fuera. Rompe con todo eso, y se mueve en la dimensión de la interioridad que no se encuentra ni se mide en términos físicos, sino en términos de significación.

La teoría sobre la conciencia que tuvo más impacto en la modernidad fue la de Descartes, con la cual inauguró toda una serie de teorías dualistas, que llevaron a la separación de la mente y el cuerpo. En los siglos XIX y XX, se impuso el materialismo como alternativa al dualismo, y en la concepción sobre la conciencia, se llegó a afirmar que “la mente no es más que un fenómeno físico. En otras palabras, la mente es el cerebro”.


Pero ¿qué es la conciencia? Esta es quizás la pregunta más difícil de responder. Lo más simple que podemos decir, es que es la unidad o el conjunto de lo subjetivo y lo objetivo, pues siempre estamos enfrentados a un mundo objetivo, (objeto, lo que está frente a mi). El sujeto sólo es sujeto en tanto no es objeto. La conciencia no nos es dada desde un principio, y el niño no deviene conciente de sí mismo de una vez, y por eso en los primeros años se llama a sí mismo con el nombre que le dan los demás. La toma de conciencia de sí mismo como “yo” es resultado de un desarrollo.

Durante milenios despreciamos la actividad conciente animal. Pero al preguntarnos, qué nos diferencia de los animales, la Etología ha descubierto que los animales están dotados de cerebros complejos y de una vida relacional bastante rica, con toda clase de juegos, y que la única diferencia con nosotros está en su carencia de lenguaje y la conciencia de sí mismo.

Como anota un autor, el hecho de que se haya restringido la conciencia al nivel cerebral, hizo que quedara excluido la mayor parte del reino animal, pero al postular la sensación del momento presente como constituyente de la conciencia, permite que abarque a gran número de animales. “Cuanto más miras los animales, más difícil se hace negarles la sensación. Los animales saben en cierto nivel que sienten dolor; sólo que no son conscientes de ello en la forma en que lo somos nosotros. Es el presente lo que es crucial en la conciencia, no reflexionar sobre el pasado o el futuro”.

Con esto, se ha logrado una continuidad entre los humanos y los demás animales, y hace que los humanos parezcamos menos especiales, aunque no se nos niegue que tenemos ciertas cualidades, pero compartimos con ellos ese nivel básico de conciencia. Al restablecer la continuidad se busca superar, no sólo la arrogancia de los especialistas en inteligencia artificial como anota Humphrey, sino esta actitud que ha sido característica del hombre occidental.

La conciencia puede ser tanto cognitiva como moral, y se ha usado indistintamente en ambos aspectos. Así, decir que somos concientes de, quiere decir que nos "damos cuenta" de lo que hacemos y pensamos, y en algunos actos valorativos, toma un carácter moral, y unas veces nos aplaude como decía Sócrates de su "demonio", y otras nos amonestan; pero en los criminales parace borrarse totalmente.

Según Nicholas Humphrey, la conciencia es una sensación, un sentimiento bruto, ni más ni menos: sensaciones de color, de dolor, de hambre, una experiencia pre-proposicional, no categorizada, sin elaborar. Según él, “las sensaciones entran en la conciencia, no como acontecimientos que nos suceden, sino como actividades que nosotros mismos engendramos y en las que participamos: actividades que se repliegan sobre sí mismas para crear el momento denso del presente subjetivo”.

La conciencia es pues un devenir consciente, es la unidad del consciente, lo inconsciente (según Freud), y lo supraconsciente. Nuestra conciencia real no es jamás conciencia presente, también abarca el pasado en las personas mayores, y en los jóvenes predomina más el futuro, y su medida es variable.

La conciencia de sí, surge en el curso de la conciencia de la personalidad, a medida que éste se va convirtiendo en un sujeto independiente. El primer nivel de este desarrollo está relacionado con el dominio del propio cuerpo y del surgimiento de los movimientos voluntarios. Otro nivel, es el inicio de la locomoción autónoma y del andar erguido. La locomoción y el agarre de objetos crean cierta independencia del niño respecto de los demás individuos, destacándose de su ambiente, y al relacionarse con los que lo rodean llega al conocimiento de su propio “yo”. No hay un “yo” fuera de las relaciones respecto al “tù”, y no hay conciencia de sí mismo sin la toma de conciencia de otro individuo como sujeto independiente.

La conciencia sólo tiene existencia puntual, se vive a cada instante, y la sensación de continuidad, es el resultado de una construcción imaginaria, exclusiva del ser humano, y producto de su evolución cultural. Los animales no imaginan el futuro, no lo preveen. Los monos permanecen esclavos de las situaciones, mientras que los humanos poseen los medios representacionales para superar dichas limitaciones.

La conciencia individual es esencialmente dialógica, es decir que como lo descubrió Bajtin, en ella se hacen presentes otras conciencias a través de las "voces" de otros hablantes y así en ella conviven múltiples voces. Estas voces se alternan y se combinan polifónicamente. Incluso los procesos llevados a cabo en aislamiento, implican procesos de naturaleza comunicativa.

“La conciencia individual es esencialmente dialógica, en ella se hallan presentes otras conciencias a través de la voces de otros hablantes, pues tanto en el plano de las experiencias públicas como en el de las privadas, múltiples voces conviven. En ocasiones, estas voces se alternan, y muchas veces se combinan polifónicamente, componiendo una única voz” (WERTSCH, James. Voces de la mente. Ediciones Visor. Madrid. 1993).

De acuerdo con Bruner, las funciones mentales están conformadas o incluso definidas por los instrumentos mediadores que utilizan para desempeñar una tarea. Según Vigotsky, el principal rasgo distintivo de la ontogénesis es la multiplicidad de fuerzas evolutivas que se hallan operando al mismo tiempo, por eso no recapitula la historia socio-cultural.

“Estoy convencido de que la conciencia es un fenómeno inductivo emergente. La conciencia es una serie de sistemas, cada uno de los cuales produce algún tipo de propiedad global, las cuales interaccionan para generar otro nivel de propiedades emergentes. Es pues una jerarquía con muchos niveles ascendentes y con propiedades extremadamente distribuidas” (Idem).

Debido al actual optimismo frente a los ordenadores , atribuyéndoles cualidades sobrehumanas, debemos establecer la diferenciación entre el ser humano y ellos. Los ordenadores no son capaces de tener intenciones, como anota Changeaux, son muy competentes en algunas categorías de operaciones, p ej. calcular. Así, al jugar ajedrez dispone de todos los movimientos posibles, de las reglas del juego y de un gran potencia de cálculo, pero no tiene voluntad de ganar porque no tiene afectividad.

“La razón por la cual los ordenadores no pueden sentir, es que en ellos no hay lugar para sentir algo. Los ordenadores vienen en una caja, que no constituye un límite significativo para ellos. La caja en que nosotros venimos es el límite de nuestra experiencia, y nuestras sensaciones son la experiencia de lo que está sucediendo en ese límite” (Changeaux).


2- EVOLUCION DE LA CONCIENCIA

Materia, Vida y Conciencia, son los datos primarios y fundamentales o “emergencias” en que a través de miles de millones de años se ha plasmado la evolución; son el fruto del proceso cósmico que se dirige hacia algo no conocido aún. Aunque la Materia y la Vida son más universales que el psiquismo, existen muchas formas de psiquismo que aún no conocemos, y así algunos atribuyen a las plantas alguna forma de psiquismo. En los animales inferiores el psiquismo, es aún simple, en los animales más desarrollados éste se expresa en formas más complejas.

Por ello, “Debemos ver la humanidad como naciendo por un esfuerzo de generación total, y al mismo tiempo, a través de un punto crítico de la maduración entera de la Vida, es decir, de la Tierra misma” (Teilhard de Chardin ).

Durante siglos, se equiparó psiquismo y conciencia; además, en la filosofía occidental se estudió la conciencia como una forma aislada de los demás procesos vitales del hombre.

La conciencia emerge de un fondo inconsciente, y según Shopenhauer, es la “eflorescencia suprema de la inconciencia”. Además, cosa paradójica, si bien precede al inconsciente, al mismo tiempo va detrás de él, “intentando recuperar un formidable saber inconsciente que la evolución biológica ha acumulado hasta el homo sapiens incluído”.

La conciencia se apoya en la nuestra sensibilidad orgánica general que forman las sinestesias, vinculadas con las funciones orgánicas. El primer nivel de este desarrollo está relacionado con el dominio del propio cuerpo y del surgimiento de los movimientos voluntarios. Otro nivel, es el inicio de la locomoción autónoma y del andar erguido. La locomoción y el agarre de objetos crean cierta independencia del niño respecto de los demás individuos, destacándose de su ambiente, y al relacionarse con los que lo rodean llega al conocimiento de su propio “yo”, que se forma en las relaciones con un “tú”, la madre como primero “tú” del niño, luego sus hermandos y su padre. Así, no hay conciencia de sí mismo sin la toma de conciencia de otro individuo como sujeto independiente.

Por la conciencia y el conocimiento, penetramos vez más profunda y activamente en lo real. Y si bien, el saber es una propiedad importante de la conciencia, conciencia y saber se diferencian entre sí, ¿somos conscientes de todo lo que sabemos?, vivimos más bien habitualmente en una semiinconcsciencia, y de ahí el llamado a “ser conscientes”.

La conciencia de sí mismo es un resultado o producto relativamente tardío del desarrollo de la conciencia. Durante siglos se creyó que la conciencia apareció súbitamente, pero hoy sabemos que éste proceso es mas complejo. Según la teoría de la complejidad, “la conciencia es emergencia del pensamiento reflexivo del sujeto sobre sí mismo, sobre sus operaciones, sobre sus acciones” (Morin).

A partir de Piaget, se habla de “toma de conciencia”, que es un proceso de “descentramiento”, es decir, que miramos nuestra vida y la realidad desde nuevos puntos de vista, diferentes a los habituales, y esto ocurre por el choque producido por situaciones nuevas, cambios imprevistos, duelos, separaciones, accidentes traumáticos, cambios de empleo, o despidos laborales. Estas situaciones son cada vez más frecuentes hoy día, y así, hoy estamos enfrentados a modificaciones constantes, lo que está afectando nuestra vida y psiquismo. Así, el desarrollo psíquico se realiza a través de sucesivas “tomas de conciencia” durante el transcurso de nuestra vida, unos auspiciosos, otros traumáticos.

Una “toma de conciencia”, es mas que una adquisicón de conocimientos, es un acto reflexivo que compromete al sujeto a una reorganización crítica de sus conocimientos, incluso a una nueva puesta en cuestión de sus puntos de vista fundamentales.

Todos los aspectos de la psique se entrelazan en la acción. Así, a partir del pensamiento realizamos generalizaciones y abstracciones, pero un proceso intelectual no se puede reducir a la intelectualidad pura , ni uno emotivo a la emotividad pura o el volitivo a la voluntad. Cada persona es una en sus acciones sentimientos, acciones y voliciones, y esto es lo que diferencia nuestros actos propiamente personales, de los actos puramente mecánicos.

El niño no deviene conciente de sí mismo de una vez como “yo”, y por eso en los primeros años se llama a sí mismo con el nombre que le dan los demás. La toma de conciencia de sí mismo como “yo” es resultado de un desarrollo.

Continuará...