sábado, 27 de noviembre de 2010

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS VIII

EROS Y AGAPE
ÓSCAR LÓPEZ R. - Filósofo - Psicólogo
¿Qué es lo que nos aqueja más a los humanos, después del pan, que el amor? Nada en la vida, nos conturba y causa tantas contradicciones como él. Esta es una confirmación cotidiana: todos necesitamos ser amados; para el recién nacido, el ser amado por su madre es una condición indispensable de su crecimiento, y los objetos materiales con los que los padres inundan a sus hijos, por importantes que sean no colman su carencia, y en lugar de llenar el vacío afectivo, lo aumentan.

Como la vida en su pujanza está ordenada en vista a la reproducción, todos los vivientes estamos encadenados a la sexualidad: reproducirnos o no dejar descendencia. Pero, en los humanos el sexo se enlaza con el erotismo y el amor, que son como dice Octavio Paz, “la llama doble de la vida” y así, el sexo “levanta la llama roja del erotismo, el cual a su vez sostiene la llama azul del amor”.

Sexo, erotismo y amor son las tres fuerzas que debemos integrar como camino a la felicidad. El sexo es la fuerza primordial . El erotismo a su vez, es sexualidad socializada, suspende la finalidad de la función sexual, y esto gracias a la imaginación y la voluntad, y puede ser sublimada, de donde vienen el arte, la ciencia y el saber, la religión misma. Por eso, no es mera sexualidad animal, sino ceremonia, representación, invención y variación incesante. Cuando domina el deseo de posesión,estamos bajo el imperio del Eros, y cuando es entrega, donación, tenemos Agape, y así lo entendieron muy bien los antiguos. Por eso San Juán en su evangelio la mejor expresión que halla para definir a Dios, lo denomina "Agapós”, es decir, Amor. Ágape es un amor desinteresado y desprendido casi en su sentido absoluto, es un amor que se da y no se impone, no busca ganar la vida sino arriesgarla (Nygren).

Ágape constituye así, una especie de cualidad de la persona que determina una relación existencial. Los latinos y los griegos no hablaban tanto de sexo, lo que les interesaba era el amor, y la expresión eros no designaba el sexo, y para ello empleaban la palabra phylon que era un término zoológico.

Si la historia es como dicen los mitos, la caída en el tiempo , o como dice Joyce “es esa pesadilla de la que queremos despertar”; el amor es una apuesta contra el tiempo, es esa percepción instantánea del infinito, que sume todos los tiempos en uno sólo. Por él vislumbramos esa otra vida que todos anhelamos frente a la que nos ha tocado vivir y sufrir, y supera la separación y soledad. En todo amor hay tiempo para la dicha, como para el sufrimiento. Por eso lo define San Juán de la Cruz, como una “llaga regalada”, un “cautiverio suave”, una “herida deleitosa”.

Dutrante siglos se extendió una ruda persecución sobre el Eros, herencia de un platonismo y cristianismo desdencarnados; el mundo actual si bien, predica la libertad sexual, con sus exigencias consumistas, lo ha banalizado al punto de quitarle su fuerza liberadora. Siglos de dominio del "logos", privilegiados aún más desde el Renacimiento, en desmedro de Eros, llevaron a que Eros como fuerza volcánica reprimida se vengara, dejando tristes secuelas, como son las neurosis y las perveresiones, de las que Freud logró desentrañar su misterioso poder.

En nuestros días, Eros, ha sufrido una profunda transformación, y con los diversos destapes y liberaciones, y una familiaridad casi absorbente a través de los medios masivos, han desvirtuado su sentido y ha banalizado la relación amorosa "ad nauseam", aún para las mentes más amplias. Hemos pasado de las relaciones de amor duraderas a las simples encuentros furtivos, y así se confunde cualquier trato erótico con el amor. Una tarea actual urgente, es darle de nuevo su verdadero sentido y dimensión, integrándolo en nuestra vida diaria.

El mundo antiguo era muy rico para expresar el amor: como anota Joseph Pieper, el latín, que es
el idioma que formó gran parte del lenguaje occidental, tiene por lo menos doce palabras para designar el amor: caridad, piedad, afección, dilección, etc. Así, “Philía”, acentúa el sentimiento de solidaridad, philein, no sólo entre amigos, esposos, compatriotas. Así cuando Antígona dice que “No he sido hecha para odiar, sino para amar, no emplea la palabra eros ni ágape, sino philein.
Para Platón Eros implica una pluralidad de dimensiones, desde la inclinación ante lo corporalmente bello, hasta la “manía” o locura divina (theia mania) que es el ímpetu de la ascensión hasta la contemplación de lo divinamente hermoso”.

La palabra latina “affectio”, muestra un nuevo elemento del amor, y es el elemento de la “passio”, la pasión que se nos impone fatalmente cuando amamos. Así, al amar no somos sólo activos, sino que más bien el amor es algo que nos llega.

Según el mito griego Eros se enamoró de Psiké, un ser mortal y su hijo es Voluptas (el placer). En la Biblia también está expresado en muchas formas, y su forma más inspirada es el Cantar de los cantares. Platón en boca de Pausanias tipifica a Eros: “oscuridad por un lado, luz por el otro”. Para el mismo enamorado nada hay más contradictorio y maravilloso, y a pesar de la destructividad del Eros, los antiguos reconocen también su lado dulce y saludable. Para Platón, Eros cumple un papel pedagógico y filosófico y con Sócrates es esencial en el deseo de saber. Por eso le gustaba llamarse “erastés”, enamorado como su profesión filosófica. Para todos ellos, el mayor impulso filosófico es erótico, aunque nuestros profesores de filosofía se encargan de negar esta verdad.
Como seres históricos, no existe en nosotros una naturaleza fija y preestablecida. Primero se dio el instinto sexual, es decir, la atracción erótica de un individuo por otro, sin el cual no hubiera sobrevivido nuestra especie. Pero nuestros instntos no actúan aislados, y así nuestro instinto de conservación, el más primario de todos, está vinculado a otras formas como el honor, la fidelidad a una creencia religiosa, es decir hay una “coalescencia” de lo natural con lo cultural”. Y por eso el instinto sufre múltiples transformaciones. Por eso Freud mejor habló de impulso sexual que de instinto sexual. Como anota Ortega, no hay un amor natural frente a los amores innaturales, sino formas perversas de relación.

El arte, el teatro, y la literatura nos han abierto el camino para su comprensión, desde el teatro griego, los trovadores medievales, y filósofos del Renacimiento, buscaran darnos la clave de su enorme fuerza. Con Shakespeare tenemos a Romeo y Julieta, que encarnan el amor romántico en su form más pura, o Antonio y Cleopatra, encarnan los conflictos del amor maduro, y Troilo y Crésida, el amor desengañado. También en sus sonetos, Shakespaeare canta el amor sublime y reprocha al amor desairado.
Balzac también buscó desentrañar su compleja red en “El lirio del Valle”, Goethe con sus “Afinidades electivas”, o Flaubert con su Madame Bovary, nos mostró la trágica situación de la mujer provinciana del siglo XIX.

La ciencia actual, sea la antropología, con Malinowski y Margaret Mead, la sociología con Kinsey y Luhman, han abordado su naturaleza. Octavio Paz, Bataille, Buñuel y Hitchcock hallaron profundas analogías con el psicoanálisis. Artistas del siglo XX desafiaron las restricciones que la censura política, religiosa y económica impedían su desvelamiento. Ejemplos de ello fueron Joyce, Lawrence, Henry Miller, Thomas Mann Nabokob con su “Lolita” Warhiol, Passolini.

Al amor no le importan las diferencias sexuales; así, en los griegos, la relación normal era la de amor de hombre a hombre, pues la mujer no era suficientemente valorada ni digna de amar; pero ya a fines del siglo XI y comienzo del XII se inicia en Francia un nuevo modo de sentir del hombre frente a la mujer y consiste en que el hombre “se complace en considerar a la mujer como algo superior a él”, se establece así una relación de “señorío”, y la mujer es “señora” y el hombre es vasallo. Esta es una relación que implica distancia, la amada aparece en la lejanía y el trovador se queja de esa lejanía, el amor es visto “como delicioso dolor, como venturosa herida”. Y como anota Ortega, el amor cortés, no es un sentimiento que implica renuncia, sino más bien lo desea todo desde lejos.

Platón, en El Banquete señala cómo Eros requiere de muchas voces y una pluralidad de formas de expresión. Su teoría situará el eros biológicamente, definiendo el amor como la pena de la ansiedad y la bienaventuranza del deseo, es la demanda por el todo. O sea que amamos lo que no poseemos totalmente.


En Agustín, Eros como concupiscencia puede ser superado, y lo transforma en la divina “cáritas”, pero no pudo superar su maniqueísmo, marcando así con Pablo una idea del amor pecaminoso.

El tema erótico es perenne y Sakespeare lo compara con el sol “porque como el sol es diariamente nuevo y viejo, también el amor lo es”. La pasión erótica y su fracaso ha llevado a muchos a transmutarla por la pasión de conocer. ¿Qué relación hay entre ambas? Freud lo estudia en su ensayo sobre Leonardo da Vinci, cuya curiosidad sexual infantil fue enfocada en buscar e un objeto imaginario que compensara la ausencia de la madre, y es el modelo para la energía investigativa y creativa.

Una contribución a la investigación de la ética de las emociones, debe confrontar la ambivalencia y el exceso del amor erótico. Por eso como lo señaló Proust, el amor erótico yace en la raíz de todas las emociones y no puede ser removida sin removerlas a ellas. Proust en su “En busca del tiempo perdido”, nos muestra cómo la pérdida del amor puede ser redimido, pues la suya es la historia de una experiencia dirigida a una vocación. A pesar de la preocupación por si mismo, es decir, el narcisismo del narrador, la obra es una expresión del trabajo del poeta. La “Recherche” es un libro de pathos, de “este perpetuo error que se llama la vida”. El libro sería como el Paraíso de Dante, donde el narrador nos conduce paso a paso a través del Infierno y el Purgatorio. La creación de creaturas como Swann, Gilberta Saint Loup, Charlus, Madame Verdurin, muestran su riqueza. El amor en Proust es la penosa conciencia de un vacío o carencia en el yo, acompañada por una demanda de restauración de la totalidad, sensación que tiene sus raíces en la infancia del niño que ansiosamente anhelaba estar con su madre.

Proust, siguiendo a Platón, ve en eros su aspecto contemplativo, al igual que Plotino, los neoplatónicos y Spinoza. Spinoza sabe de la necesaria ambivalencia del amor, y señala que la cura a la vulnerabilidad de la pasión amorosa, es la pasión por comprender, es decir, que tiene un propósito intelectual y creativo que queda vinculado a ella. Según esto, podemos tratar a los seres sin ambivalencias ni deseos de revancha, sin una autocentrada parcialidad que hace del amor una amenaza en la vida social. La idea segun la cual la pasión erótica estimula el conocimiento es semejante a la descripción de Freud del impulso de conocer.

“Las ideas son sucedáneos de los lamentos”, dice Marcel al descubrir su vocación. Cuando los dolores y las quejas son transformadas en ideas, pierden su efecto dañino y pueden traer gozo y tranquilidad. La cura por la vulnerabilidad de la pasión, es la pasión por el conocimiento. Una relación madura implica la compasión, la reciprocidad y la individualidad, que permiten crecer al amante. La reciprocidad requiere una voluntad de vivir con otros que son iguales, aceptando ser limitado y controlado.

Foucault centró su atención en el carácter histórico contingente del fenómeno erótico y así específicamente en los poderes sociales y políticos que juegan en la constitución y comprensión de la experiencia sexual.

El cine, el mayor heredero de la narración de historias ha empleado el retrato de ambas imágenes de eros, la totalizante y la dividida agonísticamente. Unas imágenes proyectadas en una pantalla rodeadas de oscuridad, evocarían lo erótico, y para muchos esta oscuridad es una especie de zona erótica. Según Roland Barthes, la oscuridad del teatro crea un erotismo difuso, y define el moderno erotismo urbano.

Amar significa pues, interesarnos por alguien que mueve todas nuestras fibras, y hasta puede transformar nuestros comportamientos, desarrollando formas de conducta que pueden extrañarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Su característica principal es cierta atracción que alguien ejerce sobre nuestro yo y que es, como dice Ortega y Gasset, “como la llamada que el instinto hace al centro profundo de nuestra personalidad”. Además, no cualquier persona afecta nuestro yo, sino que el impulso erótico es selectivo, y depende de múltiples factores biológicos y culturales. Sin embargo, hay que diferenciar entre el impulso erótico, que tiene un número de objetos más amplio que el amor, el cual tiende al exclusivismo hacia un solo ser, en casos normales. Por eso el amor es ante todo una elección, como anota Ortega, y brota de nuestro centro personal, pues lo que lo decide son “las preferencias más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual”. De ahí su exclusivismo, y hasta su monotonía e insistencia.

Sin embargo, aunque se puede amar a varias personas en la vida, hay cierta constancia en las características de la persona amada. Esto confirma que en nuestra existencia podemos experimentar varias transformaciones, sin perder nuestra propia identidad, y que significa que entramos en una nueva etapa de nuestro carácter.

El Amor y caridad se relacionan en que las obras de caridad cristiana se llamaban en tiempos de Agustín, obras de la “pietas”, que dice relación a un matiz del amor que hoy no es considerado como natural. La palabra caridad, tan deformada hoy día, no fue en principio cristiana sino acuñada por Cicerón cuando habla por ejemplo de la “cáritas generuis huani”, y tiene que ver con algo que nos es querido, caro, o sea aquello por lo cual estamos dispuestos a pagar un alto precio, incluso el amor a Dios y tenía la más alta valoración.
Roland Barthes en “Fragmentos de un discurso amoroso”, nos aporta algunos elementos importante sobre el amor. Así nos dice que, “Lo que clausura el lenguaje amoroso, es aquello mismo que lo ha instituido: su fascinación. No es si no con el otro, con quien me siento yo mismo”.
Luego reafirma: al decir, “Te amo”, no hay otro referente que su proferición, es un performativo, es decir, no tiene sentido si no en el momento en que lo pronuncio, es por ello irreprimible e imprevisible.

Además, en la proferición de “te amo”, el deseo es gozado. El goce no se dice, pero habla y dice “te amo”. Esta palabra basta para poner en marcha todo un discurso jubilar. “Te amo” es activo, se afirma como fuerza contra otras fuerzas, que tratan de bloquearlo, de anularlo. Con Platón afirma que “se ama a la otra persona, no según sus cualidades, sino según su existencia en un movimiento místico; amo no lo que ella es, sino porque es”.

“Miro a la otra persona con una doble mirada, unas veces como objeto y otras como sujeto, y vacilo entre la tiranía y la oblación”.

En la relación “se construye en torno nuestro la mayor resonancia, y por ello es un espacio de sonoridad total. Todo lo que viene del exterior es una amenaza, lo que quiero es un pequeño cosmos habitado sólo por “nosotros dos””.

Señala también la gran paradoja:
“Encuentro en mi vida millones de cuerpos, de ellos puedo desear centenares, pero de esos centenares no amo sino uno. El otro o la otra de quien estoy enamorado(a) designa la especificidad de mi deseo. En efecto, han sido necesarias muchas cualidades, coincidencias sorprendentes y tal vez muchas búsquedas para encontrar la Imagen que entre mil conviene a mi deseo. He allí un gran enigma del que jamás sabré la clave: ¿por qué deseo a tal persona? ¿Por qué persiste en mí ese deseo? ¿Qué es lo que de él o ella deseo? (una silueta, una forma, un aire, o no es más que una sola parte de su cuerpo?)”.
En el amor lo que ocurre es un encantamiento, encanto sufrido ante el ser amado, o sea que uno es sacado de sí mismo con fuerza y violencia, es decir, enajenado y fuera de sí. Todo esto es expresado con el término latino affectio: “quedar afectado”.

En todos los casos de amor, su sentido es una aprobación, es decir, llamar “bueno” a ese alguien que amamos, y es la expresión de una voluntad, de un acuerdo, de una alabanaza. Por eso esta afirmación es un acto de voluntad, es una forma de expresar “yo quiero que existas”. Pero a la vez es también una tendencia, es decir, un deseo de futuro, con un sentido apetitivo, es según Santo Tomás: “amar lo que ya posee y alegrarse en ello”. Esto significa que el núcleo de todos los seres es el querer y la voluntad, que según San Agustín es la más poderosa y dominante fuerza del ser humano. Por eso para él el amor es el punto de arranque y el centro de la existencia. Allí decide cada uno lo que es.

Según Gabriel Marcel, “amar a una persona es decirle: tú no morirás”; y según Soloviev, la muerte es “incompatible con el verdadero amor”. ¿Qué ocurre con la persona amada?
Según Sartre, refutando su conocida teoría según la cual “el infierno son los otros”, “éste es el núcleo de la alegría del amor que en él sentimos justificado nuestro ser. Según esto, no basta con existir simplemente, nos interesa ser confirmados en nuestro ser, es decir, ser amados por otra persona”.

Un elemento paradójico en el amor es que nuestra necesidad es la de un amor no merecido, y que sin embargo es la clase de amor que no deseamos, no queremos ser amados por lo que poseemos: belleza, bienes, simpatía, sino por quienes somos, sin motivo alguno. Por eso Platón considera que los amantes se avergüenzan cuando hacen algo deshonroso.

El amor se relaciona también con un querer el bien para la persona amada, pero paradójicamente
muchas personas rechazan ser amadas; en esto influye la aprobación de sí mismo que no todos tenemos, en especial, en situaciones trágicas y buscamos rechazar ese amor.

Todo esto hace parte de la moderna desconfianza frente a lo humano, pues “amar a alguien” es también creer en él, y son ambos expresión de una libertad, y de un respeto muy cercano al misterio.

Otra faceta del amor es el de los celos, que es un deseo apasionado de poseer a alguien para sí solo, en cuyo caso más dramático lo encarnó Otelo, quien asesinó a su amada Desdémona, imbuído por falsos celos inculcados por el cruel Yago. Como anota Pieper, estos son celos de alguien que amenaza nuestro amor. Se diferencia del que él llama celos por alguien, que es el sentimiento iracundo contra todo aquello que afecte a la persona amada, tal como se expresa el celo de Dios por su pueblo en los Salmos.

Otra dificultad en el amor es la que plantea Freud según la cual, “no todos los humanos son dignos de amar”, sin embargo esto es ir en contra de la incondicionalidad del amor legítimo, que no se interesa por las cualidades físicas o espirituales, sino ¿amaríamos a los indigentes o a nuestros enemigos?

La relación entre Eros y Ágape se ha visto como oposición, pero Eros no significa necesariamente el amor sexual, sino en su sentido más amplio, todo amor que exige o necesita la posesión de su objeto.

“En la tradición occidental existen dos imágenes aparentemente antitéticas de la relación amorosa, complementándose una a la otra o contradiciéndose ambas; una es la visión del amor, como una desbordante abundancia que viene de la fuente divina, de la existencia y la creación. Quien expresa mejor esto, es el místico alemán del siglo XIX Franza Von Baader, para quien la creación resulta del amor de Dios, el cual describe como “su absoluta abundancia en la abundancia””.

La mejor expresión del amor como ágape lo encontramos en Julieta, cuando expresa: "mi liberalidad es tan ilimitada como el mar, y profundo como éste mi amor. Cuanto más te entrego, más me queda, pues uno y otro son infinitos".

viernes, 12 de noviembre de 2010

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS VII

LA PAIDEIA Y EL OCASO DE LA EDUCACIÓN
ÓSCAR LÓPEZ R. - Filósofo, Psicólogo


El Estado que se propuso como objetivo político la educación de sus conciudadanos, fue el griego, y lo hizo tomando como meta la idea de "paideia", cuyo equivalente aproximado pero inferior es nuestra Educación o Cultura. La “Paideia” de nuestro tiempo, interesa ya no a los pocos pobladores de la “polis” griega”, sino a ésta nueva polis planetaria que es el mundo actual. La tarea por ello, es educar no sólo a unos cuántos individuos, sino a la juventud del planeta entero, cuyo número de insatisfechos es creciente, y que sienten que un sistema político, económico y educativo obsoleto, el capitalismo, les impide ya no sólo forjarse su futuro, sino que está destruyendo el ecosistema planetario. Por eso, un nuevo paradigma, el “ecológico”, es parte obligada de todos nuestros proyectos, tanto globales como individuales, sin el cual ningún futuro es viable. Su gran ventaja es que es un paradigma no sólo teórico o académico, sino que nos involucra a todos los habitantes del planeta, que somos no sólo pasajeros, sino pilotos de la nave planetaria.

La situación mundial actual de globalización económica y tecnológica, ha obligado a que los gobiernos de los países emergentes como el nuestro, sometidos a los intereses del gran capital, centren sus políticas en el desarrollo tecno-industrial, y por eso el sistema educativo está basado en los modelos industriales y no en lo humano, en la competencia y no en la solidaridad. Todas las discusiones se reducen al problema de las técnicas, las estadísticas, los programas, pero sobre los fines nadie quiere hablar, pues se desprecia la discusión y la reflexión, y sólo se habla de números y porcentajes, pero nada de sueños ni de poesía.

El sistema capitalista está formando individuos, no sólo con determinados conocimientos sino con una determinada actitud, que es básicamente la renuncia a toda iniciativa. Técnicos con conocimientos parciales, especializados, a la medida de lo que necesitan las empresas, y las universidades se han ido acomodando a ese postulado egoísta e irresponsable. “El capital ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad, y la voluntad de los individuos” (Estanislao Zuleta).
Con esto se oculta la dramática realidad de un mundo sin rumbo, en la que los jóvenes, con cada vez menos posibilidades de empleo se ven abocados a la desesperación o al crímen. De ahí que no sólo ven con pesimismo su propio futuro, sino el de nuestro planeta.

El mayor reto, en especial para los gobiernos es forjar proyectos no sólo para nuestro futuro inmediato, sino de largo aliento. Luego de décadas enteras pensadas en torno al “desarrollismo”, lema de los países poderosos, se trata hoy de forjar un nuevo modelo que a la vez que brinde un futuro a las nuevas generaciones, respete nuestra tierra, la cual muestra señales de enfermedad y requiere un mejor trato.

El ser humano, y en especial los jóvenes, necesitan como dice Marc Augé, dos cosas: una posibilidad real de pensar su relación con los otros y una posibilidad real de inscribir esta relación en una perspectiva temporal, es el “sentido social”, el cual debe ser concebido como posible y real, es decir, requiere un sentido político que piense el provenir, y no solo “gestione el presente” que es lo que hacen hoy los políticos. Se requiere una sociedad y un mundo en el que se pueda vivir y valga la pena estudiar.

Las instituciones educativas en nuestro país y en general, se dividen en dos, las de élite, para una minoría, que ofrecen altas posibilidades de formación educación, pero con costos elevados, e instituciones de tercera y cuarta categoría que sueñan con la educación cómo obtener empleo, ofrece las migajas de la educación descontextualizada, con profesores mal pagados y cuyo único interés es el lucro. Como anota Armando Montenegro, nos vanagloriamos mentirosamente de que nuestra educación es mejor que la de los países más avanzados. Las estadísticas internacionales nos colocan en un vergonzoso 61 lugar, y señala que, en los exámenes nacionales e internacionales nuestros estudiantes salen muy mal librados, pues “no entienden lo que leen, no pueden realizar las operaciones matemáticas más elementales, que los rudimentos de la ciencia están por fuera de su alcance. Pierden miserablemente su tiempo”.

Con los griegos se empezó a crear uel sentido de lo universal humano a partir del “logos”. La educación como formación humana integral dejó de ser prioridad pública, y lo que impera hoy, es la “lógica financiera”; bajo el criterio de altas cifras estadísticas, se está vendiendo una educación mediocre; más que educación es “instrucción”, “ adiestramiento”, una formación iletrada.

Han transcurrido más de 25 siglos desde que el experimento educativo griego se inició y se extendió por todo el orbe occidental, han sido siglos de avances y retrocesos, y que la palabra “paideia” tenga aún sentido, es alentador. Lo que se inició en una remota isla griega es hoy patrimonio de la humanidad. Ha logrado superar barreras físicas y culturales, al igual que momentos oscuros de la disolución del mundo griego, el ocaso del imperio romano, invasiones de pueblos incultos y sanguinarios, los terrores de la Revolución Francesa y el más feroz, el Holocausto Nazi, y erigirse siempre como idea luminaria en un mundo oscuro, es indicio de que lo que se propuso en un principio no es baladí.

Por eso no es anacrónico hablar de utopía, es decir, hablar del sueño del hombre universal; sin embargo, lo que hoy se hace en las instituciones educativas es formar robots programados para una carrera u oficio más que para ser seres humanos. Hoy vivimos en la tiranía del presente y no se quiere saber nada de futuro, y sin una idea de futuro no es posible vivir.

Quizás la mayor paradoja que vive el hombre actual, es la de que no sólo no sabemos para dónde vamos, sino que lo más grave es que tampoco sabemos hacia dónde deberíamos dirigirnos. Esta situación de perplejidad es notoria no sólo en los gobernantes, sino en los mismos intelectuales que perciben una realidad cada vez más inmanejable, vertiginosa, “una realidad líquida, fluyente” (Bauman) creada por un capitalismo que nos hace sentir insatisfechos con todo y con nosotros mismos. La única verdad es que a mayor industrialización, hay una mayor crisis de la educación, pues ésta no responde a filosofías humanistas, sino a criterios lucrativos e instrumentales, dirigidos por el gran mercado que señala qué se debe enseñar y aprender. La ilusión de los educadores es creer que se trata de ofrecer un sinfin de programas, todo ello cobijado bajo el principio de lucro que ha imperado en la gran mayoría de nuestras instituciones educativas y de ellas son rehenes nuestros jóvenes, pues sin educacion no se puede acceder al futuro, pero ésta es cada vez más inaccesible a la gran mayoría.

El sistema educativo actual es perverso porque ha abdicado de sus ideales basados en la formación autónoma, la crítica y el libre desarrollo de la personalidad. Los mismos docentes, ya no son seleccionados por su vocación pedagógica, sino por su capacidad de someterse a las políticas de adiestramiento que le fijan las instituciones. Todos ellos quedaron supeditados a la “ratonera competitiva” que obliga a todos a comprarse y a venderse. De ahí la sensación de rebeldía en unos casos, los más críticos y apatía en los desesperanzados de los inmensos sectores populares.

La educación de hoy en la fase industrial requiere un personal, cada vez más calificado, pero con el agravante de que hay una amplia oferta, pero con una mínima demanda. Pero la verdad es que siendo que el número de desempleados jóvenes y calificados es creciente, ni al Estado ni a la industria les interesa el problema del empleo juvenil, sólo se habla de él, en tanto sirva a los intereses del mercado. El nuestro es un “mundo sin rumbo”, sin embargo, numerosos grupos ciudadnos, ONGs, son conscientes que a pesar del panorama desolador, “otro mundo es posible”.
Las tres finalidades de un sistema educativo según Marc Augé, son: la conciencia de sí mismo, la relación con los otros y el conocimienrto del universo del cual formamos parte. Hacia ellos debemos volver nuestra mirada para lograr un futuro más justo y viable, y una vida humana más digna de seres que poseen un “logos” y que por la “paideia” logran ser más humanos y amorosos con nuestra madre tierra, que desde hace tres mil quinientos millones de años nos cobija y nos da vida.

Hoy parece anacrónico hablar de utopía, pero sin el sueño de volver a educar al hombre en lo universal, heredado de los griegos, no llegaremos muy lejos. Sin embargo, la mentalidad actual quiere desentenderse de ese ideal, porque hoy se vive la tiranía del presente y no se quiere saber nada de futuro, y sin una idea de futuro no es posible vivir. Además, todas las discusiones se reducen al problema de las técnicas, las estadísticas, los programas, pero sobre los fines nadie quiere hablar, pues se desprecia la discusión y la reflexión, y los gobiernos dominados por los tecnócratas sólo hablan de números y porcentajes, con lo cual ocultan la dramática realidad de un mundo sin rumbo, en la que los jóvenes desorientados, con cada vez menos posibilidades de empleo se ven abocados a la desesperación o al crímen.

Nadie quiere hoy hablar de utopías, pero sin el sueño de volver a educar al hombre en lo universal, heredado de los griegos, no llegaremos muy lejos. Sin embargo, la mentalidad actual quiere desentenderse de ese ideal, porque hoy se vive la tiranía del presente y no se quiere saber nada de futuro, y sin una idea de futuro no es posible vivir. Además, todas las discusiones se reducen al problema de las técnicas, las estadísticas, los programas, pero sobre los fines nadie quiere hablar, pues se desprecia la discusión y la reflexión, y los gobiernos dominados por los tecnócratas sólo hablan de números y porcentajes, con lo cual ocultan la dramátiva realidad de un mundo sin rumbo, en la que los jóvenes desorientados, con cada vez menos posibilidades de empleo, se ven abocados a la desesperación o al crímen.