lunes, 11 de enero de 2010

LATINOAMERICA 2010: Mundo viejo - Mundo nuevo

ÓSCAR LÓPEZ R. - Psicólogo - Filósofo



Tanto por influjo de los astros, como por convenciones humanas, cada trescientos sesenta y cinco días, estamos abocados a celebrar los rituales de cambio de año. Las empresas hacen balances y liquidan cuentas, y al calor de las fiestas, se brinda, se dan besos y abrazos. Las almas sensibles viven este ritual como acto purificador para agradecer lo bueno y llorar los parientes y amigos perdidos. En suma, el Año Nuevo, inaugura un nuevo ciclo, que es como un recomienzo de la creación.

Al iniciar nuestro blog hace unos meses, lo hicimos tomando a nuestra América como referente privilegiado de nuestros sueños e ilusiones, pues a pesar de seguir viviendo en la exclusión, la violencia y el marginamiento, el pueblo americano aún sueña con un día en que sea soberano, libre y autodeterminado.



Durante más de quinientos años, hemos vivido los dolores de un parto que aún no ha dado su fruto maduro. Los sueños de tantos patriotas porque esta sea la “patria de la justicia”, (Pedro Henríquez Ureña), parecen no tener cumplimiento, debido a que aún nos domina ese “viejo mundo”, el de la exclusión y el marginamiento para la gran mayoría, el de los privilegios para las minorías, el de la justicia para los privilegiados, fórmulas importadas para solucionar nuestros problemas y desconfiado de nuestras propias soluciones.


Los individuos y pueblos, están vivos, si poseen sueños y proyectos y no sólo por su condición material; sin aquellos, se vive a la deriva; la historia nos enseña que los grandes constructores de pueblos han impregnado sus sueños en sus congéneres. Roma fue grande, gracias a los sueños de César. Bolívar, Morelos, San Martin, O`Higgins, impulsaron entre nosotros la idea de una América libre de esclavitudes. Con la Independencia, se fue gestando nuestra realidad política y cultural, y comenzamos a ser a medias, sujetos de nuestra historia, y nuestra frágil Soberanía ha sido sucesivamente entregada por nuestros gobiernos a Estados Unidos y las multinacionales.


Los proyectos, planes y políticas impuestas por los grandes grupos como el Banco Mundial, trazan el desarrollo de nuestras naciones. El dominio casi omnímodo de las grandes multinacionales, que saquean el planeta, tiene como sujeto nuestras naciones. Además, las juntas directivas de empresas, bancos y juntas reguladoras de servicios, que devengan jugosos sueldos por “servir” al país, fijan a precios onerosos y sin piedad de los millones de ciudadanos, los precios de los servicios básicos de salud, educación, el agua y la luz con la complacencia de los gobiernos.


Además, “las riquezas incalculables de petróleo, gas, minerales, agua, productos agrícolas y pecuarios, y recursos biológicos, hacen de éste continente una de las mas importantes despensas genéticas, energéticas, alimentarias y culturales del planeta, de gran atractivo para los inversionistas privados” (Le Diplo, Junio 2002). A esto se agrega el “novedoso y sofisticado mercado del control, exploración y explotación de territorios” que ha llevado a extranjeros como los Rockefeller, o el caso del multimillonario Cecilio do Rego, quien compró cuatro 4.640.000 hectáreas del Amazonas, a precios muy favorables para ellos, pero no para nuestros países.


En lo político, no tenemos aún una verdadera democracia, pues los gobernantes al subir al poder, en sus afanes de perpetuarse con los suyos, lo primero que les interesa es reformar las constituciones, socavando a sí la frágil democracia, una democracia formal, más que real, manipulada por presidentes autoritarios, dictadorzuelos y políticos corruptos, que han suplantado el anhelo de una verdadera democracia. Es este, un mundo en el que impera la exclusión del indio, el negro, la mujer, el diverso, y la impunidad y los privilegios para los poderosos.



Según el filósofo mexicano Leopoldo Zea “se nos ha dicho que la carencia de una real democracia se debe a la inexistencia de clases sociales, o a las estructuras económicas. Pero, más bien, “la democracia es ante toda una creación política, una invención colectiva como la que proponía el ideario bolivariano para la República americana…y su fracaso, más en nuestro continente, mas que a la carencia de las condiciones económicas, se debe a la falta de corriente intelectual crítica y moderna”. “Las leyes deben ser propias de los pueblos que las hacen. He aquí el código que debemos consultar y no el de Washington”.



A través de nuestra historia, hemos vivido en crisis recurrente; nos encontramos desarraigados de la cultura precolombina, y hemos heredado una concepción europea del mundo, que no forjamos nosotros; no se trata de rechazarla, sino adaptarla a nuestra historicidad. Hoy, sufrimos la dominación de una parte del continente sobre el resto. Se nos ha dicho que somos incapaces, y con ellos nuestras clases dirigentes han permitido que el deseo de imitación, de España, Francia, y hoy de Estados Unidos, nos impida asumir nuestros destinos.



La cultura occidental ha entrado en la más profunda crisis: pese a su gran desarrollo material, crisis que puede ser la oportunidad para que construyamos una organización política, un nuevo sistema económico y un pensamiento propio, que nos permita reclamar un justo lugar en la cultura mundial. El humanismo occidental, el del “hombre blanco europeo”, negando a los hombres de otros pueblos y razas su valor, a los que ha tratado de sub-humanos. Para nosotros el ser humano toma formas concretas: el indio, el negro, el mulato, el mestizo, pueblos con un alto sentido de ancestralidad, en especial entre negros e indígenas, que evocan la fuerza y sabiduría de sus antepasados; somos además, el continente, con una alta proporción de niños y jóvenes, cuyos sueños y anhelos nunca parecen cumplirse.

Por eso, como plantea Zea, la tarea más urgente, es nuestra emancipación mental y desarrollar un pensar nacional, o sea, la recreación auténtica de valores culturales que podemos sentir como propios y que favorezcan una digna realización del hombre americano.

Así, “América Latina no sólo reclama el derecho a participar de un propósito reconstructor de la cultura universal, sino también a aportar su rica experiencia de encuentro de culturas. Y esto significa que no podemos renunciar a nuestra Occidentalidad; nos corresponde darle vigor a lo americano”.(id)


Como señala Octavio Paz, luego del derrumbe de las ideologías, el hombre actual, vive una inmensa soledad, pero “allí en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos por primera vez, en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”.

La historia de Occidente ha sido la de las sucesivas colonizaciones del planeta entero. Zea propone como bandera de América, la descolonización que oponga una relación de solidaridad entre iguales, a tradicionales diferencias entre dominador y dominado; americanizar es unir en la igualdad, no dividir; es Bolívar de nuevo en botas de campaña y volviendo a recordar: “Unidad, Unidad, Unidad debe ser nuestra divisa”. Igualdad y libertad forman el marco de la realización de la humanidad, reunidas en la solidaridad y unidad entre hombres y pueblos.


Vivimos la mayor crisis de la historia; para nosotros puede abrirse un camino fecundo: la posibilidad de hablar y de justificar un pensamiento propio frente a las dos corrientes que movieron el siglo XX: aquella que pone el acento en las relaciones del hombre con los otros, con la comunidad, y la que pone en los valores del individuo, la personalidad y la libertad. De ellas tendrá que surgir una nueva síntesis, en la que tiene un papel prevalente “Nuestra América”




¿Cómo anda el mundo?, pregunta el monje enclaustrado a Guillermo de Baskerville en “El nombre de la rosa”, y éste le responde: “mundus senescit”, o sea, “el mundo envejece, decae”. Sí, hay un mundo que envejece, pero el nuestro se renueva, y ese es nuestro mundo nuevo americano, mestizo, diverso, plural.


Cuadro de El Bosco