Con la alegría del que avista algo esperado ansiosamente, como el español Pinzón anunció ¡tierra, tierra!, así, desde este mundo latinoamericano y concretamente desde Colombia, abrimos este espacio para todas aquellas expresiones que en América Latina, buscan dar forma a su radical estar en el mundo. Por doquier se siente la fatiga de lo viejo, que durante cinco siglos ha impedido que “nuestra América” se exprese como esa maravillosa síntesis de pueblos y culturas, que buscan hacer presencia en el orbe mundial.
Pero, ¿tiene sentido, después de cinco siglos de haber ensayado en lo político, lo social y cultural, creernos “Nuevo Mundo”? Aparentemente no, y aún hoy para muchos la fórmula del cansado Salomón: “nihil novum sub sole” (nada nuevo bajo el sol) parece ser más real, que las posibilidades de una América distinta a la actual.
Entre nosotros no ha podido surgir lo realmente nuevo, como si se dio en Europa en los albores del Renacimiento, pues nuestras clases gobernantes se han dedicado a obedecer servilmente y a espaldas de sus pueblos, fórmulas impuestas desde las metrópolis y las multinacionales, apretando aún más el cerco colonialista que ha impedido el cumplimiento del sueño de una América propia.
Después de quinientos años desde la Conquista, y doscientos años de vida republicana, los pueblos americanos han sufrido una serie de frustraciones, y lo único real es nuestra dependencia, la carencia de políticas propias, y como secuela, el hambre, la falta de oportunidades, la exclusión, y muchas otras formas de violencia, y la falta de realización como pueblos e individuos.
La motivación al lanzar esta pagina es en primer lugar la necesidad de volver a soñar, la capacidad humana más maravillosa y extraña y el mayor signo de nuestra libertad. “Cuidado con tus sueños que de pronto se cumplen”, le decía Goethe a su amigo Eckerman. Necesitamos soñar, pero no con sueños evasivos que se dirigen hacia atrás, o los que se manipulan a través de los diversos medios de comunicación, sino en los sueños de algo nuevo para nuestros pueblos.
Como anota el filósofo alemán Ernst Bloch, de quien tendremos mucho que hablar, “lo nuevo exige la voluntad ligada a ese algo soñado”, pues “sólo el que aspira vive hacia el futuro”. Los conformistas y nihilistas no sueñan, o si lo hacen es con el sueño evasor lanzado hacia el pasado en el que “todo fue mejor”.
Por eso, nos acogemos a todos aquellos que desde muchas vertientes, le dan aún un campo a la esperanza. Como anota Bloch, “en el mundo y en la historia no están agotadas todas las posibilidades del cambio y del hacerse mejor”. (Principio Esperanza, p. 302)
El nuestro, es un sueño “hacia delante”, que recoge los anhelos no cumplidos de todos los humanos, pues según Bloch, ese sueño paradójicamente, no ha sido objeto de reflexión, no ha encontrado el concepto que le es adecuado”.
Este sueño necesita una lucecita, y esa es la esperanza. El nihilismo nunca ha construido nada nuevo, el miedo la desesperanza es lo insostenible y lo insoportable. Además, se ha vivido de esperanzas fraudulentas y de ahí la desconfianza frente a ella, pero la esperanza auténtica es la única que le quita al miedo su aguijón.
Es propio de los humanos vivir no sólo en el aquí y el ahora; somos impulsados hacia delante, hacia ese posible que libera a lo real agobiante, ese “principio de realidad” según Marcuse, que ha querido cercenar todos nuestros sueños. El contenido del acto de la esperanza es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto, la imagen de un mundo sin alienaciones, sin miserias.
Parece hoy ridículo hablar de esperanza, cuando toda una filosofía del éxito e individualista, ha convertido al planeta en una “ratonera competitiva”, con su secuela de ausencia de futuro en los jóvenes y una vida sin sentido para los mayores. Pero frente a esta filosofías que nos encierran en lo inmediato, postulamos que “otro mundo es posible”, y no el de la alienación en que el hombre es aplastado por su propias creaciones, aunque no por ellas, sino por los humanos que están tras ellas. Como plantea Bloch, el ser del mundo y del hombre, son los de una “materia posible en espera de realización, pues el mundo se da como lo aún no acontecido y el hombre como lo aún no consciente”.
En su obra “El Principio Esperanza”, señala Bloch, que sólo el humano construye utópicamente y esto porque nuestra existencia no es cerrada sino abierta y por eso “hay mucho todavía no concluso en el mundo”. Y esto vale aún más para Latinoamérica y todos los pueblos colonizados Europa y Norteamérica.
¿Qué permite que aún haya esperanza?, responde Bloch, por el surgimiento de lo nuevo, NOVUM. Lo Nuevo, surge cuando se piensa en algo que hasta ahora no había sido pensado.
El sentido de la esperanza radica en que si bien “lo querido realmente por el hombre no se ha logrado en ninguna parte, tampoco ha fracasado en ningún sitio”, y su razón es lo “bueno nuevo” que va mas allá de los sueños de los humanos de las distintas épocas. Con nuestro poder de ensoñación, diseñamos situaciones nuevas y una vida distinta a la que nos agobia
La esperanza nace ante la revelación de lo nuevo. Pues en ese mismo momento comienza el sufrimiento y la insatisfacción de todo lo viejo. Esto lo hemos vivido en América, pero no hemos hallado aún las condiciones para cumplir nuestros sueños.
Desde la antigüedad hasta hoy, se ha soñado en lo nuevo. América fue soñada antes de ser descubierta, dice Alfonso Reyes. En América, Martí, Pedro Henríquez Ureña, Octavio Paz, Borges, García Márquez, igual que poetas, músicos que hacen parte de nuestro pueblo, que en sus manifestaciones anónimas han abierto camino a ese mundo nuevo.
En nuestro continente ha sido el escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien ha dado voz a ese anhelo, ala señalar que si América quiere sobresalir en el mundo tienen que ser “la patria de la justicia universal”. Pero el interés por lo nuevo no es el afán esnobista que estimula el consumismo depredador. Al contrario, lo nuevo exige la voluntad dirigida a ese algo soñado concretamente, una patria de justicia universal. Como lo indicara nuestro gran Henríquez Ureña, América es históricamente Utopía, y su realización es dar nacimiento al hombre universal americano, un hombre abierto a “todos los vientos del espíritu”, pero no situado en el aire sino que “será de su tierra”. Como lo señala él mismo, América fue descubierta como epopeya de un mundo mejor.
En suma, los humanos queremos ser nosotros mismos aquí y ahora, o mejor. Lo que el ser humano “quiere es la plenitud de su vida, sin aplazamiento ni lejanía”. Esto vale aún más para todos los latinoamericanos que sea en nuestra tierra o desperdigados por todo el mundo, sentimos el ansia de una patria propia y un mundo más humano y justo”.
Nuestra tarea es pues, “devolverle a la Utopía sus caracteres plenamente humanos y universales”. Y esto es también reconocer lo que otros han hecho antes. No podemos agotar nuestra vida en aras de querer vivir sólo en el presente, sino que debemos buscar nuestras raíces también en el pasado, pues no conocemos ningún otro pasado, que el que esta todavía vivo, y con el que aun no se han ajustado cuentas.
En suma esta página quiere hacer presencia en este mundo fascinante del universo virtual -esa maravillosa vitrina planetaria- que nos da la voz a millones de humanos, y que rompe las barreras de clase y de cultura. Se trata de traer las palabras, voces, sonidos y colores de esa América profunda, ligarla a este mundo actual, que busca anhelosamente un mundo nuevo para un hombre nuevo.
Pero, ¿tiene sentido, después de cinco siglos de haber ensayado en lo político, lo social y cultural, creernos “Nuevo Mundo”? Aparentemente no, y aún hoy para muchos la fórmula del cansado Salomón: “nihil novum sub sole” (nada nuevo bajo el sol) parece ser más real, que las posibilidades de una América distinta a la actual.
Entre nosotros no ha podido surgir lo realmente nuevo, como si se dio en Europa en los albores del Renacimiento, pues nuestras clases gobernantes se han dedicado a obedecer servilmente y a espaldas de sus pueblos, fórmulas impuestas desde las metrópolis y las multinacionales, apretando aún más el cerco colonialista que ha impedido el cumplimiento del sueño de una América propia.
Después de quinientos años desde la Conquista, y doscientos años de vida republicana, los pueblos americanos han sufrido una serie de frustraciones, y lo único real es nuestra dependencia, la carencia de políticas propias, y como secuela, el hambre, la falta de oportunidades, la exclusión, y muchas otras formas de violencia, y la falta de realización como pueblos e individuos.
La motivación al lanzar esta pagina es en primer lugar la necesidad de volver a soñar, la capacidad humana más maravillosa y extraña y el mayor signo de nuestra libertad. “Cuidado con tus sueños que de pronto se cumplen”, le decía Goethe a su amigo Eckerman. Necesitamos soñar, pero no con sueños evasivos que se dirigen hacia atrás, o los que se manipulan a través de los diversos medios de comunicación, sino en los sueños de algo nuevo para nuestros pueblos.
Como anota el filósofo alemán Ernst Bloch, de quien tendremos mucho que hablar, “lo nuevo exige la voluntad ligada a ese algo soñado”, pues “sólo el que aspira vive hacia el futuro”. Los conformistas y nihilistas no sueñan, o si lo hacen es con el sueño evasor lanzado hacia el pasado en el que “todo fue mejor”.
Por eso, nos acogemos a todos aquellos que desde muchas vertientes, le dan aún un campo a la esperanza. Como anota Bloch, “en el mundo y en la historia no están agotadas todas las posibilidades del cambio y del hacerse mejor”. (Principio Esperanza, p. 302)
El nuestro, es un sueño “hacia delante”, que recoge los anhelos no cumplidos de todos los humanos, pues según Bloch, ese sueño paradójicamente, no ha sido objeto de reflexión, no ha encontrado el concepto que le es adecuado”.
Este sueño necesita una lucecita, y esa es la esperanza. El nihilismo nunca ha construido nada nuevo, el miedo la desesperanza es lo insostenible y lo insoportable. Además, se ha vivido de esperanzas fraudulentas y de ahí la desconfianza frente a ella, pero la esperanza auténtica es la única que le quita al miedo su aguijón.
Es propio de los humanos vivir no sólo en el aquí y el ahora; somos impulsados hacia delante, hacia ese posible que libera a lo real agobiante, ese “principio de realidad” según Marcuse, que ha querido cercenar todos nuestros sueños. El contenido del acto de la esperanza es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto, la imagen de un mundo sin alienaciones, sin miserias.
Parece hoy ridículo hablar de esperanza, cuando toda una filosofía del éxito e individualista, ha convertido al planeta en una “ratonera competitiva”, con su secuela de ausencia de futuro en los jóvenes y una vida sin sentido para los mayores. Pero frente a esta filosofías que nos encierran en lo inmediato, postulamos que “otro mundo es posible”, y no el de la alienación en que el hombre es aplastado por su propias creaciones, aunque no por ellas, sino por los humanos que están tras ellas. Como plantea Bloch, el ser del mundo y del hombre, son los de una “materia posible en espera de realización, pues el mundo se da como lo aún no acontecido y el hombre como lo aún no consciente”.
En su obra “El Principio Esperanza”, señala Bloch, que sólo el humano construye utópicamente y esto porque nuestra existencia no es cerrada sino abierta y por eso “hay mucho todavía no concluso en el mundo”. Y esto vale aún más para Latinoamérica y todos los pueblos colonizados Europa y Norteamérica.
¿Qué permite que aún haya esperanza?, responde Bloch, por el surgimiento de lo nuevo, NOVUM. Lo Nuevo, surge cuando se piensa en algo que hasta ahora no había sido pensado.
El sentido de la esperanza radica en que si bien “lo querido realmente por el hombre no se ha logrado en ninguna parte, tampoco ha fracasado en ningún sitio”, y su razón es lo “bueno nuevo” que va mas allá de los sueños de los humanos de las distintas épocas. Con nuestro poder de ensoñación, diseñamos situaciones nuevas y una vida distinta a la que nos agobia
La esperanza nace ante la revelación de lo nuevo. Pues en ese mismo momento comienza el sufrimiento y la insatisfacción de todo lo viejo. Esto lo hemos vivido en América, pero no hemos hallado aún las condiciones para cumplir nuestros sueños.
Desde la antigüedad hasta hoy, se ha soñado en lo nuevo. América fue soñada antes de ser descubierta, dice Alfonso Reyes. En América, Martí, Pedro Henríquez Ureña, Octavio Paz, Borges, García Márquez, igual que poetas, músicos que hacen parte de nuestro pueblo, que en sus manifestaciones anónimas han abierto camino a ese mundo nuevo.
En nuestro continente ha sido el escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien ha dado voz a ese anhelo, ala señalar que si América quiere sobresalir en el mundo tienen que ser “la patria de la justicia universal”. Pero el interés por lo nuevo no es el afán esnobista que estimula el consumismo depredador. Al contrario, lo nuevo exige la voluntad dirigida a ese algo soñado concretamente, una patria de justicia universal. Como lo indicara nuestro gran Henríquez Ureña, América es históricamente Utopía, y su realización es dar nacimiento al hombre universal americano, un hombre abierto a “todos los vientos del espíritu”, pero no situado en el aire sino que “será de su tierra”. Como lo señala él mismo, América fue descubierta como epopeya de un mundo mejor.
En suma, los humanos queremos ser nosotros mismos aquí y ahora, o mejor. Lo que el ser humano “quiere es la plenitud de su vida, sin aplazamiento ni lejanía”. Esto vale aún más para todos los latinoamericanos que sea en nuestra tierra o desperdigados por todo el mundo, sentimos el ansia de una patria propia y un mundo más humano y justo”.
Nuestra tarea es pues, “devolverle a la Utopía sus caracteres plenamente humanos y universales”. Y esto es también reconocer lo que otros han hecho antes. No podemos agotar nuestra vida en aras de querer vivir sólo en el presente, sino que debemos buscar nuestras raíces también en el pasado, pues no conocemos ningún otro pasado, que el que esta todavía vivo, y con el que aun no se han ajustado cuentas.
En suma esta página quiere hacer presencia en este mundo fascinante del universo virtual -esa maravillosa vitrina planetaria- que nos da la voz a millones de humanos, y que rompe las barreras de clase y de cultura. Se trata de traer las palabras, voces, sonidos y colores de esa América profunda, ligarla a este mundo actual, que busca anhelosamente un mundo nuevo para un hombre nuevo.
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