PALABRAS LATINAS - HOMO HOMINIS HOMO
-El hombre es hombre para el hombre-
OSCAR LÓPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO
-El hombre es hombre para el hombre-
OSCAR LÓPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO
Breve ha sido la estancia humana en nuestro planeta: dos millones de años llevamos aquí nos dice la ciencia, y en ese lapso de tiempo, hemos modificado el paisaje azul y verde, en especial en el último tramo -50 años-, transformando radicalmente la naturaleza, desecando océanos, mares y ríos, poblando regiones inhóspitas, talando árboles, aprovechando desde los minerales más simples hasta los más complejos, para realizar no sólo prodigios con ellos, desde minicomponentes hasta mega-estructuras, sino depredando la naturaleza produciendo miles de objetos convertidos en desecho. Así, hemos creado obras magistrales como El Tal Mahal, La Capilla Sixtina, también producimos engendros como Auschwitz y los múltiples Gulags, que son el infierno en la tierra. Tanto es nuestro poder, que podríamos eliminar toda forma viva. Así, éste ser tan aparentemente frágil, ha podido liberar el átomo, viajar por el Espacio, recorrer el mundo, y dominar el indómito paisaje. Pero aún se pregunta por sí mismo, pues no sabe quién es.
“Muchos son los misterios; pero nada más misterioso que el hombre. El cruza la extensión del espumoso Ponto, en alas del noto proceloso y lo surca oculto entre las que braman en su derredor, y a la más venerada de las diosas la Tierra, a la incorruptible, a la infatigable, la va fatigando con el ir y el venir de los arados, año tras año, trabajando, con la raza caballar . ¡Inexhausto en recursos !. Sin recursos no le sorprende azar alguno” (Sófocles-Antígona).
¿Quiénes somos? Son múltiples las respuestas, desde los mitos, la religión, la filosofía y la ciencia; somos multitud de promesas y posibilidades incumplidas. Como seres biológicos, somos una especie limitada, y sólo a partir de la cultura, logramos realizarnos; así, somos multitud de promesas y posibilidades: cada niño al nacer realiza algunas pocas y frustra una ingente variedad de ellas. Somos híbridos que para lograr realizarnos, debemos responder a las imperiosas exigencias materiales, sin descuidar el débil y susurrante murmullo del espíritu.
El ser humano es un ser contradictorio, complejo y ambivalente. Es multiforme, de ahí la diversidad de culturas con lenguajes, costumbres, creencias y hábitos diferentes. Somos seres sociales, y por ello, “toda sociedad para poder sobrevivir, crea imágenes o representaciones globales” a través de las cuales “se da una identidad, percibe sus divisiones, legitima su poder o elabora modelos formadores” (Castoriades). En suma, “la vida toda del hombre, no es otra cosa que el proceso de darse nacimiento a sí mismo” (Fromm), proceso nada fácil, y por lo cual, debemos vencer muchas resistencias, tanto las de nuestro elemento biológico como social y cultural.
Además, no podemos tomarnos sólo en nuestro elemento empírico, sino que existe en nosotros una parte ideal, que nos impele siempre hacia adelante. Por eso, somos aún seres incompletos.
La ciencia de nuestros días nos ha enseñado que no nos conocemos en la simple introspección, sino en nuestro obrar, y nuestras realizaciones dicen más de nosotros que los miles de discursos que lanzamos. Hay una abismal distancia entre lo que decimos ser y lo que somos realmente. En suma, todas las respuestas confluyen en una sola: somos desconocidos para nosotros mismos.
Por eso, ser humano es existir “con” los demás; estamos entrelazados unos a otros más fuertemente de lo que pensamos, estamos atados a éste hermoso universo y a todo el proceso evolutivo que en nosotros ha tomado conciencia. Hemos ido construyendo paso a paso un proceso, primero de hominización, es el homo faber, que forjó herramientas para superar sus limitaciones naturales, sacando provecho de ellas, y poder sobrevivir. Más lento y tortuoso ha sido el proceso de humanización, con avances y retrocesos, regresiones y fracasos.
La pensadora alemana Annah Harendt, resume en tres las actividades fundamentales de nuestra humanización: Labor, Trabajo y Acción. Por la primera, el hombre satisface sus necesidades básicas como comer, beber, vestirse y dormir. El Trabajo, nos permite producir objetos duraderos, las obras de la técnica, que hacen nuestra vida más placentera. La Acción, nos hace específicamente humanos, y crea nuestra pluralidad humana y nuestras relaciones. Desafortunadamente, la gran mayoría de los humanos no han logrado cumplir las tres condiciones, sino que han estado atados a las dos primeras; sólo el recto equilibrio de las tres nos hace humanos.
HOMO HOMINIS HOMO. A primera vista, este apotegma de la tradición clásica, parece tautológica, pues ¿no es acaso una verdad simple que somos humanos no sólo para nosotros mismos, sino para los demás? Sin embargo, los humanos en la vida corriente y cada vez más, nos tratamos unos a otros como cosas, es decir, como medios y no, como lo pide el imperativo categórico y la regla de oro: trata a los demás como fines y no como medios.
Con Aristóteles sabemos que el fin de la ética, que regula lo que debemos ser, es el “buen vivir”, pero implica que contemos con los demás, pues no se vive bien aisladamente, sino que requiere de la vida en comunidad, pues como dice el mismo filósofo, el que vive aislado es “un ángel o una bestia”. A partir de la sociedad burguesa que surgió en Europa desde los siglos XVII y XVIII, y se ha extendido hoy a todo el mundo, se nos ha hecho creer que el hombre se hace a sí mismo en solitario, ocultando lo que nos debemos unos a otros. De ahí que haya sido considerado el filósofo inglés del siglo XVII, Hobbes, el expositor de su ideología: “Homo hominis lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre”, creando la jaula competitiva que es el mundo actual y en la cual está atrapada hoy gran parte de la humanidad.
Ella se ha aprovechado de los logros técnicos y sociales, y los ha confiscado en beneficio de su clase o grupo, sometiendo a los demás grupos, clases y naciones. Con ello logró una expansión que ha llevado no sólo a someter la “Naturaleza”, sino a convertir a los humanos en esclavos y los ha reducido a la condición de “cosas”, borrando toda huella de humanidad y espiritualidad. Las diversas colonizaciones han sido la puesta en práctica de ese sofisma, llevando a tres partes de la humanidad a su dominio, llevando al planeta entero al riesgo de su aniquilación en aras de sus fines egoístas y depredadores.
Los humanos del siglo XXI, estamos dominados por una ideología que se impuso en Europa y luego en el planeta entero de que somos seres aislados, se nos ha separado de la naturaleza y de nuestros congéneres, lo que ha llevado a la soledad más pavorosa, con su secuela de violencia y enfermedades de toda especie. Además se ha creado la aberrante idea de creer que cada cual puede bastarse a sí mismo, lo mismo que la paradójica situación del llamado “gregarismo individual” (Annah Harendt).
Esa ideología creó el “hombre masa” de nuestros días, manipulado por poderes anónimos, llámese burocracia, empresa, grupos de poder, sometido dócilmente a todo tipo de vejaciones, es el Totalitarismo en el que el ser humano no sólo es una “cosa”, sino que es un ser “ superfluo”, es decir, que ya no cuenta como humano. De ahí el culto al Fuhrer, al “Gran Hermano”, del que cree depender para vivir, despojándose de su bien más preciado: la libertad de pensar y de actuar. El Totalitarismo como anota Arendt, es la incapacidad para pensar por sí mismo y poseer convicciones propias, que es a lo único que le teme el Totalitarismo, y por eso persigue a quienes tienen convicciones propias. Es decir, sólo “el hombre es hombre para el hombre”. La condición humana, es la libre comunicación de proyectos por parte de individuos en un espacio público donde el poder se divide entre iguales. Pero es la natalidad, lo propio del hombre, la capacidad para empezar algo nuevo, para añadir algo propio al mundo y aquí ningún totalitarismo puede soportar esto.
Los Medios Masivos de Comunicación, dominados por las grandes corporaciones económicas, cumplen un papel en esto, encerrando, en especial a los jóvenes, en esta maraña, en que paradójicamente, aunque se sientan más “interconectados”, están cada vez más incomunicados, o sea que es más fácil contactarse, con los que están más lejos, que con los que están a nuestro lado. Con esto se están generando diversas enfermedades de tipo psicológico y espiritual. Además, s ha creado la sensación de vivir sometidos a un poderoso engranaje que se presenta como omnipotente, cuando en verdad sin nuestro asentimiento, podrían hacer muy poco. No vivimos el fin de la historia, sino más bien, buscamos afanosamente salir ir de la prehistoria, es la llamada Edad del Hierro planetario: nuestras potencialidades no han sido aún expresadas totalmente. Existen en nosotros “conexiones, comunicaciones, resonancias, empatías, telepatías, visiones que se han diversificado bajo el nombre de fenómenos paranormales, de los que no sabemos aún su veracidad” (Morin). No sólo esto, aún hay mucho de oscuro en la comprensión del ser humano, sino que el misterio se crece a medida que avanzamos en su conocimiento. Así, el conocimiento de nuestro cerebro en su organización de millones de neuronas, nos indica que es aún poco lo que sabemos de nuestras cualidades, propiedades y virtualidades.
El diagrama de nuestra vida se forma de “tres “líneas sinuosas perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser, y lo que fue” (M.Yourcenar). Ellas nos defines, y por eso además de todos el ser humano es para sí mismo un “homo absconditus”, no sabe aún lo que le espera, pero se nos ha dado la dura tarea de definir qué queremos ser. En nosotros coexisten libertad y necesidad, bien y mal, y según impere una u otra, así será nuestra vida individual y social, infierno o paraíso. Como anota el filósofo argentino, Francisco Romero, “el hombre es padre de sus obras, pero también hijo de ellas”. Todo es posible: una nueva barbarie, o también un nuevo renacer.
¿Quiénes somos? Son múltiples las respuestas, desde los mitos, la religión, la filosofía y la ciencia; somos multitud de promesas y posibilidades incumplidas. Como seres biológicos, somos una especie limitada, y sólo a partir de la cultura, logramos realizarnos; así, somos multitud de promesas y posibilidades: cada niño al nacer realiza algunas pocas y frustra una ingente variedad de ellas. Somos híbridos que para lograr realizarnos, debemos responder a las imperiosas exigencias materiales, sin descuidar el débil y susurrante murmullo del espíritu.
El ser humano es un ser contradictorio, complejo y ambivalente. Es multiforme, de ahí la diversidad de culturas con lenguajes, costumbres, creencias y hábitos diferentes. Somos seres sociales, y por ello, “toda sociedad para poder sobrevivir, crea imágenes o representaciones globales” a través de las cuales “se da una identidad, percibe sus divisiones, legitima su poder o elabora modelos formadores” (Castoriades). En suma, “la vida toda del hombre, no es otra cosa que el proceso de darse nacimiento a sí mismo” (Fromm), proceso nada fácil, y por lo cual, debemos vencer muchas resistencias, tanto las de nuestro elemento biológico como social y cultural.
Además, no podemos tomarnos sólo en nuestro elemento empírico, sino que existe en nosotros una parte ideal, que nos impele siempre hacia adelante. Por eso, somos aún seres incompletos.
La ciencia de nuestros días nos ha enseñado que no nos conocemos en la simple introspección, sino en nuestro obrar, y nuestras realizaciones dicen más de nosotros que los miles de discursos que lanzamos. Hay una abismal distancia entre lo que decimos ser y lo que somos realmente. En suma, todas las respuestas confluyen en una sola: somos desconocidos para nosotros mismos.
Por eso, ser humano es existir “con” los demás; estamos entrelazados unos a otros más fuertemente de lo que pensamos, estamos atados a éste hermoso universo y a todo el proceso evolutivo que en nosotros ha tomado conciencia. Hemos ido construyendo paso a paso un proceso, primero de hominización, es el homo faber, que forjó herramientas para superar sus limitaciones naturales, sacando provecho de ellas, y poder sobrevivir. Más lento y tortuoso ha sido el proceso de humanización, con avances y retrocesos, regresiones y fracasos.
La pensadora alemana Annah Harendt, resume en tres las actividades fundamentales de nuestra humanización: Labor, Trabajo y Acción. Por la primera, el hombre satisface sus necesidades básicas como comer, beber, vestirse y dormir. El Trabajo, nos permite producir objetos duraderos, las obras de la técnica, que hacen nuestra vida más placentera. La Acción, nos hace específicamente humanos, y crea nuestra pluralidad humana y nuestras relaciones. Desafortunadamente, la gran mayoría de los humanos no han logrado cumplir las tres condiciones, sino que han estado atados a las dos primeras; sólo el recto equilibrio de las tres nos hace humanos.
HOMO HOMINIS HOMO. A primera vista, este apotegma de la tradición clásica, parece tautológica, pues ¿no es acaso una verdad simple que somos humanos no sólo para nosotros mismos, sino para los demás? Sin embargo, los humanos en la vida corriente y cada vez más, nos tratamos unos a otros como cosas, es decir, como medios y no, como lo pide el imperativo categórico y la regla de oro: trata a los demás como fines y no como medios.
Con Aristóteles sabemos que el fin de la ética, que regula lo que debemos ser, es el “buen vivir”, pero implica que contemos con los demás, pues no se vive bien aisladamente, sino que requiere de la vida en comunidad, pues como dice el mismo filósofo, el que vive aislado es “un ángel o una bestia”. A partir de la sociedad burguesa que surgió en Europa desde los siglos XVII y XVIII, y se ha extendido hoy a todo el mundo, se nos ha hecho creer que el hombre se hace a sí mismo en solitario, ocultando lo que nos debemos unos a otros. De ahí que haya sido considerado el filósofo inglés del siglo XVII, Hobbes, el expositor de su ideología: “Homo hominis lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre”, creando la jaula competitiva que es el mundo actual y en la cual está atrapada hoy gran parte de la humanidad.
Ella se ha aprovechado de los logros técnicos y sociales, y los ha confiscado en beneficio de su clase o grupo, sometiendo a los demás grupos, clases y naciones. Con ello logró una expansión que ha llevado no sólo a someter la “Naturaleza”, sino a convertir a los humanos en esclavos y los ha reducido a la condición de “cosas”, borrando toda huella de humanidad y espiritualidad. Las diversas colonizaciones han sido la puesta en práctica de ese sofisma, llevando a tres partes de la humanidad a su dominio, llevando al planeta entero al riesgo de su aniquilación en aras de sus fines egoístas y depredadores.
Los humanos del siglo XXI, estamos dominados por una ideología que se impuso en Europa y luego en el planeta entero de que somos seres aislados, se nos ha separado de la naturaleza y de nuestros congéneres, lo que ha llevado a la soledad más pavorosa, con su secuela de violencia y enfermedades de toda especie. Además se ha creado la aberrante idea de creer que cada cual puede bastarse a sí mismo, lo mismo que la paradójica situación del llamado “gregarismo individual” (Annah Harendt).
Esa ideología creó el “hombre masa” de nuestros días, manipulado por poderes anónimos, llámese burocracia, empresa, grupos de poder, sometido dócilmente a todo tipo de vejaciones, es el Totalitarismo en el que el ser humano no sólo es una “cosa”, sino que es un ser “ superfluo”, es decir, que ya no cuenta como humano. De ahí el culto al Fuhrer, al “Gran Hermano”, del que cree depender para vivir, despojándose de su bien más preciado: la libertad de pensar y de actuar. El Totalitarismo como anota Arendt, es la incapacidad para pensar por sí mismo y poseer convicciones propias, que es a lo único que le teme el Totalitarismo, y por eso persigue a quienes tienen convicciones propias. Es decir, sólo “el hombre es hombre para el hombre”. La condición humana, es la libre comunicación de proyectos por parte de individuos en un espacio público donde el poder se divide entre iguales. Pero es la natalidad, lo propio del hombre, la capacidad para empezar algo nuevo, para añadir algo propio al mundo y aquí ningún totalitarismo puede soportar esto.
Los Medios Masivos de Comunicación, dominados por las grandes corporaciones económicas, cumplen un papel en esto, encerrando, en especial a los jóvenes, en esta maraña, en que paradójicamente, aunque se sientan más “interconectados”, están cada vez más incomunicados, o sea que es más fácil contactarse, con los que están más lejos, que con los que están a nuestro lado. Con esto se están generando diversas enfermedades de tipo psicológico y espiritual. Además, s ha creado la sensación de vivir sometidos a un poderoso engranaje que se presenta como omnipotente, cuando en verdad sin nuestro asentimiento, podrían hacer muy poco. No vivimos el fin de la historia, sino más bien, buscamos afanosamente salir ir de la prehistoria, es la llamada Edad del Hierro planetario: nuestras potencialidades no han sido aún expresadas totalmente. Existen en nosotros “conexiones, comunicaciones, resonancias, empatías, telepatías, visiones que se han diversificado bajo el nombre de fenómenos paranormales, de los que no sabemos aún su veracidad” (Morin). No sólo esto, aún hay mucho de oscuro en la comprensión del ser humano, sino que el misterio se crece a medida que avanzamos en su conocimiento. Así, el conocimiento de nuestro cerebro en su organización de millones de neuronas, nos indica que es aún poco lo que sabemos de nuestras cualidades, propiedades y virtualidades.
El diagrama de nuestra vida se forma de “tres “líneas sinuosas perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser, y lo que fue” (M.Yourcenar). Ellas nos defines, y por eso además de todos el ser humano es para sí mismo un “homo absconditus”, no sabe aún lo que le espera, pero se nos ha dado la dura tarea de definir qué queremos ser. En nosotros coexisten libertad y necesidad, bien y mal, y según impere una u otra, así será nuestra vida individual y social, infierno o paraíso. Como anota el filósofo argentino, Francisco Romero, “el hombre es padre de sus obras, pero también hijo de ellas”. Todo es posible: una nueva barbarie, o también un nuevo renacer.
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