sábado, 26 de febrero de 2011

CAOS Y COSMOS, ORDEN Y DESORDEN

ÓSCAR LÓPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO

Lo mas incomprensible del universo es que sea comprensible” Einstein.

Las mitologías de los pueblos primitivos, nos describen el universo en una lucha crucial entre dos fuerzas antagónicas, las de un principio ordenador que rige el universo, y las de unas fuerzas desconocidas que tienden a desintegrarlo. Los griegos a esa fuerza primera le dieron el nombre de Cosmos, una idea filosófica que designa originariamente el recto orden del estado y de toda comunidad. Los pitagóricos introdujeron el término Kosmos, su significado original era la naturaleza estructurada o proceso de todos los dominios de la existencia, desde la materia hasta las matemáticas, o hasta dios, no meramente el universo físico (Wilber).

El punto de partida de estos filósofos fue el problema del origen, la physis, que tenía un sentido metafísico y que trataba tanto del problema del origen, como lo que se deriva de él (los seres). Su gran aporte es el modo como resolvieron este problema, mediante el pensamiento teórico y que implicó a toda Grecia, y así, para Anaximandro el universo está construido mediante rigurosas proporciones matemáticas, que tienen una aplicación universal, y por eso el mundo se revela como un Cosmos, o sea una comunidad de las cosas sometidas al orden y a la justicia (Diké). Esta idea significó un cambio radical frente a la mitología y la religión, pues planteaba una nueva idea de la divinidad, que superaba el miedo a la fugacidad y destrucción que se vivió en la época.

Era un conocimiento que buscaba superar los límites de lo dado en la apariencia sensorial, y la comprensión de lo que se deriva de aquél origen y existe actualmente (ta onta) mediante la investigación empírica (historia). Esto era algo fundamentalmente nuevo, pues llevó a someter al pensamiento teórico causal el reino de los mitos relativos al nacimiento del mundo, surgiendo así la filosofía científica que como anota Jaegger, es la gran hazaña histórica de Grecia.

Señalaban que en la naturaleza del ser dominaba un principio que llamaba isonomía (en griego ἰσονομία, “igualdad ante la ley”), para oponerla al de pleonexia (arbitrariedad), y reflejaba, “la nueva experiencia política de la ley del derecho” que estaban viviendo y que era la fuente auténtica de toda creencia relativa al sentido del mundo. Esto implicaba que el estado incluía al hombre, dándole una nueva existencia de Bíos polítikós, al lado de su vida privada, lo que lleva a distinguir en él lo que es propio (idíon) y lo común (koinón). Así, el ser humano no es puramente “idiota”, sino también “político”, con lo cual se pone en relación de ayuda con los demás en la vida de la polis.

En las doctrina de Hesíodo y Empédocles existen dos fuerzas que unen y separan, el amor y el odio, siendo ésta una cosmogonía que influirá aún en Platón y Aristóteles. Así pues, se dio una progresiva racionalización del mito que llega hasta el alma en Sócrates y Platón. Y con la aparición del yo racional aparece el concepto de verdad que tiene una validez universal.

En las sociedades tradicionales existe un rígido sistema de regulaciones por medio de ritos y liturgias puestas al servicio del orden; pero allí el desorden es percibido como inherente al orden de la vida. En las sociedades modernas la relación entre orden y desorden es precaria, pues el acelerado ritmo del diario vivir, presenta desafíos y presiones y una inestabilidad de saberes, códigos y valores que llevan a la incertidumbre, en especial entre los jóvenes. Por eso señala Georges Balandier, que puede llevar a una época de “contagio entrópico, de implosiones y explosiones sociales en cadena y locura desastrosas”.

Hoy día, el problema cosmológico se nos presenta en una forma paradojal: conocemos la estructura y el devenir del universo, y sin embargo, una gran perplejidad nos abruma; las leyes que creíamos absolutas, sólo son válidas para un universo reversible, en otros universos existen otras leyes. Además, nuestra concepción del mundo está ligada a unos imaginarios, es decir a nuestras estructuras mentales, y de ese universo absoluto que nos legaron Newton, Kepler y Galileo, un universo de orden impecable, equilibrado, que hace 2500 años postuló Parménides la idea de un cosmos estático, helado, apoyado en el principio de identidad, e impuso la concepción dinámica de Heráclito (quizá por motivos políticos), que apoyaba el devenir y la contradicción en el seno de todo lo real. Así, postuló un proceso cósmico y humano en términos de Orden inmóvil que operaba en la naturaleza, la sociedad, y el universo mismo, se impusieron así las ideas de determinismo, estabilidad, regularidad, anulando las de inestabilidad, novedad y desequilibrio.

La nueva física que plantea una inestabilidad dinámica asociada a la idea de “caos”, pero no es en el sentido vulgar sino como anota I. Prigogine, y lo incorpora en las leyes de la naturaleza, pero ligado a la idea de probabilidad e irreversibilidad. Es una física del no equilibrio, que sustituye la anterior y estrecha idea de cosmos material, y es muy semejante a la vieja idea de Physis de los jonios; llegamos a “la imagen de un mundo sin imagen”, pero la idea del Big-Bang, como anota Morin, escamotea su verdadera realidad. Mas cerca está René Thom con su idea de “catástrofe” que lleva a la idea de cambio/ruptura, muestra un universo envuelto en un torbellino de fuego que se congela, se desmigaja para luego milagrosamente volverse a formar.

Para Hubble, el cosmos es universo singular y único en su génesis, su
evolución, sus leyes. El universo produce sus leyes a partir de su propia singularidad, y como anota Morin, lleva a la idea de evento que había sido borrado por la física clásica.

Hoy sabemos que el universo tuvo una génesis, y empezó cuando en un clima de temperatura elevada, se dilató una nube de fotones. A partir de ahí surgieron las primeras partículas: electrones, neutrinos, neutrones, protones. Al rebajar la temperatura se dieron las primeras nucleosíntesis y se formaron núcleos de deuterio, helio e hidrógeno. Así, la génesis es una cosmogénesis, que se asocia a una morfogénesis y a una termogénesis, y así, todo es como dijera Heráclito, “metamorfosis de fuego”, de los millones de máquinas de fuego surgieron los soles.

“La consideración del “caos” lleva así a una nueva coherencia, a una ciencia que no sólo habla de leyes, sino también de sucesos, que no está condenada a negar la emergencia de lo nuevo, y por consiguiente su propia actividad creadora. El caos es siempre consecuencia de inestabilidades y la mayoría de los sistemas físicos son inestables. Igual las ciencias humanas se mueven por la noción de incertidumbre.

Siendo el tiempo nuestra dimensión existencial fundamental, la paradoja del tiempo a partir de las ideas de inestabilidad y caos. El caos se expresa en la physis y el cosmos por medio de la tétrada desorden/interacción, encuentro/orden /desorden y es el principio inmanente de las transformaciones, organizaciones y desorganizaciones completa lo que faltaba en la física anterior. La relatividad y las nuevas teorías físicas nos muestran un universo en expansión, que en últimas nos es desconocido.
Toda creación está unida a una ruptura de formas o catástrofe, en una cascada de eventos sin fin, en los que el orden, la organización, se ligan al desorden, el desequilibrio e inestabilidad, y deben todas ellas pensarse juntas. Muere así la antigua idea de orden, que lo explicaba todo. El cosmos se organiza al desintegrarse, en un despliegue térmico, único que explica la aparición de las estrellas y los átomos pesados, surge una nube ardiente de fotones, se dilata y se enfría. Galaxias, soles, estrellas, se forman dividiéndose y formándose de nuevo. Las estrellas son así máquinas en las que se consuma la fabricación de la materia, producen los átomos pesados de los que surgen los planetas entre ellas el nuestro, por la conjunción de carbón, oxígeno y nitrógeno que se forjaron la hoguera de las estrellas.

Así, la cosmogénesis es una termogénesis, el universo nace con el calor que comporta desorden, turbulencias. Agitaciones y de enfriamientos (E. Morin).

ORDEN Y DESORDEN
El desorden es el compañero del orden, y no hay uno solo, sino muchos órdenes y desórdenes, es decir, que el universo está creándose aún. El orden no apareció solo, aislado, sino que surgió al mismo tiempo que el desorden, en la catástrofe térmica y en las condiciones singulares del proceso constitutivo del universo. El orden expulsó de las ciencias la idea de juego, gasto, singularidad, incertidumbre. El desorden las hace resurgir, y de ahí que sea la fuente del pensamiento complejo. Así pues, orden y desorden no son absolutos, sustanciales, sino relativos y relacionales, y su relación es complementaria, concurrente y antagonista, y por eso se necesitan, se combaten y se contradicen. Nacieron juntos en el Ante-comienzo que hizo surgir todo renaciendo sin cesar en una indistinción llamada caos.

El Orden, palabra maestra de la ciencia clásica, ha reinado desde el átomo a la Vía Láctea. El universo auto-subsistente se auto-sustenta a perpetuidad. El desorden estuvo excluido de la ciencia durante milenios, el desorden era algo limitado y parcial… Había así un orden físico, uno biológico, un orden social. Con la idea de evolución y de la Historia el orden racional quedaron consagrados.

Pero con la termodinámica todo esto quedó destruido, al descubrir que la energía era una unidad indestructible, pero de acuerdo con el segundo principio esta energía de degrada, pues la energía calorífica no puede reconvertirse totalmente y todo trabajo, al liberar calor contribuye a la degradación. Y el calor es la energía propia de los movimientos desordenados de las moléculas, así todo incremento de entropía es un incremento de desorden interno y lleva a una degradación irreversible es el seno de los sistemas físicos cerrados. Así el desorden y la desorganización se identifican con la mayor probabilidad física para un sistema cerrado. Pero la evolución física, biológica, antropológica desmiente este principio entrópico.

En 1900 el desorden se hizo matriz microfísica del quantum de energía (Max Planck) y se desplegó en el subsuelo de la materia; así las partículas al no ser objetos elementales identificables y medibles, se disocian, se vuelven indeterminantes para la mirada del observador. En onda y partícula y se convierte de elemento estable en evento aleatorio.

Así el desorden está presente en el microtejido de todas las cosas, soles y planetas, sistemas abiertos o cerrados, cosas inanimadas o seres vivos. Pero ya no es un desorden de degradación ni de desorganización. Es un desorden constitucional que forma parte d la physis de todo ser físico. Forma parte del orden y de la organización, pero no es ni lo uno ni lo otro.

En 1923 se descubre que el universo se desplaza que su extensión corresponde a una expansión y que esta es una dispersión que es quizás de orden explosivo. El cosmos nace, gira, se descompone, ya no es algo estable ordenado el desorden es un desorden de génesis, de creación.

Desde ahora el desorden no es un parásito del orden, y de desecho de lo real, sino parte de su tejido. Ya no es un desorden de degradación ni de desorganización, sino que forma parte de la Physis, “un desorden que en lugar de degradar, hace existir”.

Según E. Morin, el bucle tetralógico Orden-Desorden-Interacción-Organización, está en el comienzo de la Physis, que emerge a través de los juegos cosmológicos, y que “es el principio inmanente de las transformaciones, organizaciones y desorganizaciones que faltaba a la física”. “En el origen y en el fundamento del ser solar, está el bucle, es decir, el todo retroactivo, productor y organizador de sí” (E. Morin). La idea de bucle es una idea dinámica de circuito y de rotación, como la que se da en la relación individuo-especie-sociedad, o como en los seres vivos cuya forma es la de un multiproceso que se organiza a partir de múltiples y diversos bucles. La idea de bucle significa que en los seres vivos y humanos se da un juego circular y no simplemente lineal, tal como ocurre en el movimiento del aire, las hormonas, la circulación de la sangre, cada uno de ellos regenera al otro y contribuye en el desarrollo del organismo, todo esto gracias al poder de recursividad propio de los seres vivos. Los ciclos y cadenas físicas, químicas y biológicas, al igual que los procesos de Materia/Energía, Vida/Muerte, en su constante movimiento, constituyen el “gran pluribucle” que constituye la ecoorganización misma.

Por eso no existe sólo una evolución, sino también involuciones y regresiones, un muro se antepone entre nosotros y su fondo más íntimo. Más allá de todo éste cosmos conocido existe un proto-cosmos desconocido que se oculta a nuestra mirada, igual ocurre cine k ser humano, entre más lo estudiamos, menos lo conocemos. Y es porque el problema de ambos es el mismo. Y la ciencia en su arrogancia ha debido reconocer las verdades cabalísticas y religiosas.

En el universo existe un doble juego: un progreso en la organización y en el orden, asociado a un mismo tiempo a un proceso ininterrumpido de degradación y de dispersión. Por eso, no sólo existe progreso sino también, regresiones, involuciones, catástrofes.

CAOS Y COSMOS

Nuestra primera percepción de la realidad, sea en el infante o en el adulto, es caótica. Así, cuando llegamos a un sitio nuevo, su aparición nos deslumbra de tal forma que no alcanzamos a darle una forma concreta; también los psicólogos señalan cómo el niño se forma una impresión de los objetos como gestalts (figuras) incompletas; y así, el rostro de su madre y de quienes le rodean es más un caos de impresiones que otra cosa: la idea de un orden viene después. Por eso lo más inicial es el caos, que corregido se convierte en orden. Los mitos fueron la primera respuesta a la inquietud del hombre sobre este mundo, y la magia fue la única forma posible de tratar con el azar, ese “dios tremendo que no tiene cara”.

Desde hace unos años ha nacido una ciencia nueva, la Caología, que se encarga de estudiar el desorden, la turbulencia, la desorganización, y hasta lo inesperado. El primer autor que se atrevió a hablar del caos fue Henri Poincaré. Sus temas de estudio no son sólo temas elevados, sino que lo cotidiano es objeto de indagación, y como dice G. Balandier, “para ella, la trivialidad se transforma en misterio”, así por ejemplo, se interesa por el grifo que gotea, el agua de una cascada, el humo del cigarrillo, las nubes; todos estos elementos se caracterizan por ser desordenados o informes, y aún más, fenómenos como el infarto, las crisis epilépticas, el desempleo, han merecido también su atención, pues en vez de ser confusos son tratados como “atraídos por ciertos estados”. Detrás de todo esto se haya la incertidumbre, y su estudio promete muchos logros, pero también cierto dogmatismo al desconocer el papel del orden del viejo cosmos que inauguraron los griegos.

En la física clásica, si bien se introdujo el tema del tiempo, no se distinguía entre pasado y futuro, y esto se debía a que partía de la idea de Dios, y hoy sabemos que ambos tienen papeles distintos en la física, la química, la biología y las ciencias humanas. Tampoco permitía entender la idea de “flecha del tiempo”. Por eso como dice Prigogine, el tiempo es una “paradoja”, y está ligado a las ideas de inestabilidad y caos y a la de los paradigmas evolutivos a partir de la idea de irreversibilidad. La física clásica se basaba en el estudio de la gravitación y del electromagnetismo, y hoy se dan otras formas de interacción, y hasta su unificación. Prigogine plantea además la idea de que la reaparición de la paradoja del tiempo que rompía los fenómenos simétricos, se debe a dos descubrimientos: el primero, las estructuras disipativas, como por ejemplo, la óptica de los rayos láser y la ciudad, que revela el papel creador de los fenómenos irreversibles y de la flecha del tiempo, que contrastan con las estructuras de equilibrio que son estructuras muertas”. Mientras que una ciudad está llena de individuos que establecen relaciones entre ellos y con su medio, suprimidas éstas la ciudad muere como ha ocurrido tantas veces. Estos fenómenos ocurren porque hay un movimiento desordenado incesante, que al recibir flujos de materia y energía, flujos de calor, y químicas.

El segundo descubrimiento es la formación de estructuras estacionarias de no equilibrio que habían sido predichas por Turing. Aquí se plantea el problema de la trayectoria, que puede ser analizada por descripción estadística, y para pasar a las nociones de caos, inestabilidad y probabilidad. Así, la irreversibilidad es una propiedad fundamental, la inestabilidad presente a escala microscópica. Y así el caos, es una descripción probabilística y realista, más cercana que las anteriores. En los sistemas inestables el tiempo entra de manera continua.

El caos nos lleva a unas representaciones estadísticas irreductibles que según Prigogine, es la definición misma del caos y se puede extender a los sistemas cuánticos, “cuya evolución no puede expresarse en términos de función de onda que obedecen a la ecuación de Schrödinger, sino que requieren una definición nueva en términos de probabilidades” (Prigogine).

H. Poincaré se plantea el problema de la resonancias y las divergencias de la mecánica clásica, pues desde antes se sabía que en el sistema planetario habían resonancias que llevaban a divergencias. Hoy podemos eliminar las divergencias y hacer que el problema sea convergente, lo que resuelve el problema de la irreversibilidad, y las divergencias eran un ideal de la física clásica que buscaba soluciones simétricas en la dirección del tiempo. Las divergencias de Poincaré marcan la barrera entre sistemas dinámicos reversibles y los sistemas disipativos de simetría temporal rota. Eliminar las divergencias de Poincaré es un paso esencial en la resolución de la paradoja del tiempo.

“En las ciencias naturales el ideal era alcanzar la certidumbre, asociada a una descripción determinista”, mientras que las ciencias humanas están dominadas por la noción de incertidumbre; en ambas culturas el manejo del tiempo es distinto; así, el tiempo cósmico es uniforme, por ejemplo, durante cinco minutos, mientras que en el tiempo musical hay aceleraciones, disminuciones de la velocidad, anticipación de temas, etc. Igual, no es lo mismo el tiempo en una persona tranquila que en una que está a la expectativa de algo como empleo, amor, etc. Por eso, el tiempo es nuestra dimensión existencial fundamental, y en él nos apoyamos todos, y es la base de la creatividad de los artistas, filósofos y científicos.

Caos es un concepto claro y sustancial y lleva a la indistinción y a la lucha, vuelve así el viejo Pólemos de Heráclito a instalarse en nuestro mundo. Y como lo dice Thom, “nuestros modelos atribuyen toda morfogénesis a un conflicto, a una lucha entre dos o varios desordenes o varios atractores”. Así, ¿cómo entender la relación Caos- Logos, que según un autor “habla el lenguaje del delirio”.

En suma, el caos está subyacente como infraestructura de nuestra Physis y es la transformación de este caos en organización.

Igualmente los soles manifiestan la inseparabilidad de caos y cosmos, y es una máquina que produce átomos pesados, es decir, organización compleja. Con la física de las partículas, o sea, el estudio de las partículas elementales, sabemos que los átomos y los soles “son los dos núcleos duros sobre los que se asienta lo real”. El átomo es un verdadero “hervidero subatómico de electrones, protones, fotones” (René Thom).

De ahí la necesidad de reconciliar un pensamiento que vincule el orden con la estabilidad, a una concepción que rechaza lo irracional y lo imaginario, a fin de realizar a toda costa una sociedad de la razón.

La idea de Cosmos se ha enriquecido hoy con las ayudas tecnológicas, que nos permiten conocer estrellas lejanas, lo más profundo de nuestro planeta y de nuestro cuerpo, pero paradójicamente nuestra estrechez mental y el culto a la tecnología nos impiden ver ese planeta “azul y blando que vieron los astronautas desde el espacio”. De ahí la necesidad de un giro mental o como dice Chopra, una “crisis de percepción” que lleve a superar la visión analítica y fragmentada de la realidad que hemos vivido durante los últimos siglos y que se ha incrementado con el consumismo depredador capitalista.

No nos debemos solo a nosotros (antropocentrismo), sino a las rocas, los ríos, plantas, animales y al mismo cielo estrellado, como hablan los indios americanos, y lo refleja la Filosofía perenne de todos los pueblos. Es ese saber que no es dominio sino consciencia, saber compartido de todos los individuos. Podemos recordar la imagen de la música del siglo XVII en la que el concierto era un grupo de músicos buscando esa forma armónica, y no unos instrumentos en lucha con otros, como se da hoy día, esa armonía infinita que rige en todo el universo. (Las siete leyes del Caos).

La teoría del caos nos dice que nuestras intervenciones en la naturaleza por obra del hombre, tienen límites y que la naturaleza es como los árboles en los que su red de rizos retro-alimentadores es muy fuerte, pero pueden también colapsar si se abusa de ellos.

En el convulsionado mundo en que vivimos, esa visión totalitaria, es la que ha llevado a que muchos, en especial los jóvenes duden que haya un orden y hasta un sentido de este universo, cuando la verdad es lo contrario. Debemos recuperar esa visión de un universo bio-amigable y no de una lucha de unos contra los demás.

jueves, 10 de febrero de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS XI

ZOÉ, BÍOS, PSIKÉ
VIDA- VIDA HUMANA –ALMA, PSQUISMO

ÓSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO - PSICÓLOGO

Estos tres términos tienen infinidad de connotaciones y es difícil delimitarlos, sin embargo podemos decir que Zoé designa el fenómeno natural de la vida de todos los vivientes, desde el ser vivo más simple hasta el ser humano; Bíos es la vida humana considerada individualmente, a la que pone fin la muerte; es la vida en cuanto se la distingue de la vida de otros seres humanos; no es un simple proceso temporal, sino una unidad plástica y llena de sentido, es una forma consciente de vida.

También se ha empleado el término Zen (vivir), pero aplicado a la vida humana como en los estoicos y en el cristianismo. Por eso, el término Zoé ha sido utilizado por algunos como un concepto antropológico, significa la vida que pertenece esencialmente al hombre cuando tiene Psiké. Así, la vida sobrenatural es Zoé. Por eso el concepto de vida es polisémico en cuanto que, por una parte, la vitalidad significa ser el sujeto de sus propias acciones, que se hace a sí mismo su vida con sus posibilidades, y por eso puede ganarse o perderse. Así, vivir es un “conducirse, vivir de manera digna, vivir según el amor a lo humano”.

Así, si hay un ideal de vida cuya meta es el placer, la ganancia monetaria y el aplauso, existe también un Bíos filosófico basado en el conocimiento de la condición humana y de lo que constituye lo mejor para ella; y así la entendió Sócrates, quien le dio su real significación, y por eso fue el nuevo principio de vida que se basaba en la vida interior del hombre (W. Jaegger). Esto requiere un Techné (saber), cuyo conocimiento obliga al hombre, pues le permite una terapéutica tanto del cuerpo como del alma, y le sirve para llevar una conducta acertada. Así, el Bíos del filósofo es la base de toda cultura y el ideal de la persona humana. Aristóteles distingue, además de la vida filosófica o contemplativa, el Bios teorotikós, una vida activa, basada en la praxis humana.

Más adelante se comenzó a creer que hay en cada ser humano una realidad de orden divino, la cual ha preexistido al cuerpo y perdurará tras la muerte y la corrupción del cuerpo el cual era visto como una prisión o sepulcro del alma, y la misión del hombre era liberar su alma por medio de la purificación y de la contemplación.

La palabra Psiké está relacionada con la de Soma (Cuerpo), y designa el hombre como un todo compuesto de cuerpo y alma, aunque también es traducido como la fuerza de la vida natural. Sin embargo, muchas veces Psiké significa lo mismo que Neuma que significa también la persona. San Pablo también utiliza Psiké en un sentido devaluado, existe el hombre “psíquico”, que es limitado, corruptible, frente al hombre pneumático (espiritual, celestial). Así, hay un hombre psíquico que se opone al espíritu vivificante, y así la Psiké es aquí la fuerza puramente vital terrena en contraposición a la fuerza de la vida divina.

Tenemos que referirnos a la idea de alma, que aunque es un término ambiguo; hay en ella una unidad de supuestos, y así engloba algunas operaciones psíquicas como inteligencia, voluntad, sentimiento, y hasta las llamadas “facultades”.

Las representaciones más primitivas del alma son muy variadas, pero es concebida como un soplo, aliento, o hálito, que equivale a la respiración; esta idea es la más común y según E. B. Taylor, se halla en las principales corrientes de la filosofía universal. Así, en el hebreo es el Nefesh, en el sánscrito, es el Atman, en griego es el Pneuma, y en latín, el animus y el anima. Cuando falta tal aliento, el individuo muere. También es concebida como fuego, y al morir el individuo, este “fuego”, que es el “calor vital” se apaga. También se concibe como una sombra, que es captada principalmente durante el sueño. Platón señala que el orador tiene que influir sobre el alma; su verdadero arte no trata tanto sobre el aspecto formal del discurso como sobre la Psikagogia, y para ello debe conocer el alma humana en todas sus emociones y sus fuerzas.

Hipócrates, el gran médico griego, y en su obra es tan común el uso de la palabra alma, Alcmeón, Empédocles e Hypón, fueron filósofos y médicos. Para Jaegger, la medicina griega fue la ciencia que logró establecer un método de comprensión de la naturaleza, al señalar que la parte sólo justifica en su inmersión a todo.

Los avances de la medicina con Hipócrates, llevó a que los médicos fueran considerados demiurgos, es decir, hombres consagrados a la actuación pública, a diferencia del lego o profano. Así, la medicina era un arte y se convierte en una verdadera Techné, interesada en determinar qué es lo que más le conviene al hombre, y esto lo hace a partir de una observación exacta y a una regulación de lo que puede comer y beber y de cómo debe vivir, para poder vivir mejor. Platón seguirá el ejemplo de la medicina en su estudio del ser humano, pues es consciente de que la techné consiste en conocer lo que le sirve al hombre porque conoce su naturaleza, tanto en su salud como en su enfermedad, y así toma a la medicina y no a las matemáticas como normativa para su vida.

Platón combina las tres virtudes físicas de la salud, la fuerza y la belleza con las virtudes del alma, la piedad, la valentía, la moderación y la justicia, en una unidad armónica, y así, para los médicos y los gimnastas griegos, la cultura física es también algo espiritual, pues en síntesis, el ideal helénico de la cultura humana era el hombre sano.
Algunos presocráticos concibieron como almas todos los “principios de las cosas” en cuanto “cosas vivientes”. Los atomistas concibieron el alma como compuesta de átomos, que era una materia muy sutil y fina. Según Platón, hay diversos tipos de alma –vegetativa, animal, humana- y cada una cumple una función. Así, en el ser humano, la función principal es la racional, aunque también tiene parte nutritiva, sensitiva, imaginativa y apetitiva.

Aristóteles habla del alma como principio de vida y como principio individual en cada ser humano, pero, las ideas platónicas que estaban en el cielo las trajo a la tierra, y así señaló que el alma es el “principio de la vida animal”; el cuerpo es la materia, y el alma cierta forma; por eso, el alma es la primera entelequia del cuerpo físico humano que posee la vida en potencia, pero que están unidas en una relación de potencia y acto. El alma es pues una sustancia, es el quid esencial del cuerpo. Así, si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma. El alma es pues la causa o fuente del cuerpo viviente (MORA, Ferrater. Diccionario de filosofía).

Para el cristianismo el alma es el aspecto espiritual de la persona y tiene una relación filial con Dios. Santo Tomás buscó tender un puente entre la idea del alma como subjetividad y como entelequia y señaló la unidad sustancial del hombre a partir del alma como forma unificadora.

Los autores modernos han distinguido, en especial, entre el alma y el espíritu. Mientras el alma es concebida como la sede de los afectos, el espíritu es concebido como sede de ciertos actos racionales. El alma es subjetividad, inmanencia, y el espíritu es objetividad y trascendencia.

Autores como G. Bachelard señalan que, “la palabra alma es una palabra inmortal, es una palabra del aliento”, y evocando algún autor señala que es una palabra olvidada o reprobada, pero que la poesía es un compromiso del alma. “La conciencia asociada al alma es más reposada, menos intencionada que la conciencia asociada a los fenómenos del espíritu y que para una imagen poética el alma dice su presencia”. Como señala Pierre Jean Jouve, “la poesía es una alma inaugurando una forma”, el alma es una potencia primera.


Retomando la división Jungiana entre animus y anima señala que una psicología completa debe señalar una distinción entre animus (parte masculina) y anima (parte femenina), pues el psiquismo humano es en su primitivismo, andrógino, es decir, que tiene una parte masculina y otra femenina, siendo una doble potencia, que en unos marca más su animus y en otros su anima, aunque se puede dar la síntesis de ambas.

Al animus pertenecen los proyectos y las preocupaciones que según él, son “dos maneras de no estar presente ante uno mismo”. Por su parte, “al anima pertenece la ensoñación que vive el presente de las imágenes felices, con una gran despreocupación y que es la esencia de lo femenino”. Señala también que es en el reino de las imágenes donde el anima tiene su mejor parte.


En suma, hay dos lecturas posibles: la lectura en animus y la lectura en anima. Así, en un libro de ideas predomina el animus en el que se requiere crítica y vigilancia, mientras que un libro de poesía es más propicio para el anima.


Resumiendo, las diversas posibilidades de ver al hombre, al yo, se hacen presentes en el empleo de los términos antropológicos: Soma, Psiké y Neuma. El hombre no está compuesto de dos o tres partes, y así, Psiké y Neuma no son dos órganos especiales, sino que el hombre es una unidad viviente que puede objetivarse a sí mismo, tener una relación consigo mismo (Soma), y que se halla proyectado hacia algo en querer y saber y le pertenecen esencialmente a él.

martes, 1 de febrero de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS X

TIEMPO Y OPORTUNIDAD
CRONOS Y KAIROS

ÓSCAR LOPEZ R. – FILÓSOFO - PSICÓLOGO

El universo según los científicos posee cuatro mil quinientos millones de años, y es un universo que por su propia ley, está abocado a perecer; según ésta ley, todo lo existente, orgánico e inorgánico, desde el más minúsculo ser hasta la más inmensa galaxia, tienen cierta duración, en síntesis, el universo entero es finito. Algunos seres duran menos que un parpadeo, otros unos minutos, horas, otros alargan más su vivir, en cientos, o miles de años, es decir, todo está abocado a perecer. El hombre vive “setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan” (Salmo 90,10). Esa es la ley más esencial de la dialéctica, como dice Hegel, “todo lo que nace debe morir”.

Si bien los demás seres no son conscientes de su muerte, a los humanos se nos ha dado el duro privilegio de saber que tenemos que morir, por eso todas las culturas han buscado exorcizar la muerte, inventando mitos en los que el universo aparece poblado de fuerzas y divinidades que obran unos a su favor y otros en su contra, y así en los hindúes el dios Shiva luego de crear el mundo, después de cierto período, lo destruyen, y éste vuelve a empezar.

La acción creadora está concebida así en el mito como un drama. Existe una lucha entre las fuerzas del “caos” y las de los dioses benefactores. La victoria de los dioses sobre las potencias confusas del “comienzo”, es la conversión del caos, en “cosmos”, (orden en griego) tal como nos lo cuenta Eliade. Pero la victoria no está segura, hay una repetición del acto creador que impide que vuelva al caos.

Los griegos también reflexionaron sobre el tiempo, y lo miraban igual que los otros pueblos, a partir de la idea de un “eterno retorno”, es decir, como una repetición de lo mismo. Precisamente utilizaron un par de términos, CRONOS Y KAIROS, para expresar la doble faz del tiempo, que en su riqueza y enigma se nos presentan. El uno, es esa totalidad ordenada, que expresa el tiempo cósmico, el de los relojes, y que marca ineluctablemente nuestras vidas desde nuestro primer pálpito hasta nuestro último suspiro. Tiene esa irreversibilidad fatal que marca todo lo que está bajo el dominio del Hado (fatalidad) que gobierna el mundo. Pero a los humanos se nos ha dado además el Kairós, es decir, el poder de revertir el tiempo a través de los ritos, las fiestas, de repasarlo y volver a empezar. Por ella somos seres excepcionales.

Para el mundo judío y cristiano, Dios creó el mundo de una vez para siempre hasta su consumación final, y lo creó para manifestar su gloria y es por ello creador y ordenador de los tiempos, y sólo El sabe cuando y cómo acabará, Este universo y tiempo, poseen una significación especial en su plan de salvación. Esta creación fue su primer acto salvífico del cual ha habido muchos. Así, el universo y el tiempo son otorgados a la libertad humana para que el hombre pueda realizarse, y de su decisión buena o mala toman un carácter positivo, o destructivo y lleno de maldad.

Luego de la teoría de Darwin y Russell, sabemos que hay una evolución en el mundo, una lenta y magnífica ascensión hacia la vida, la conciencia, el pensamiento, que en su dinamismo, cada ser en unión con los demás, debe alcanzar su propio fin, y como es un universo bio-amigable como dice Davis, está a favor de la vida.
En éste mundo evolutivo, el ser humano es el único viviente que posee una triple dimensión de cuerpo, alma, espíritu; así en él, por poseer espíritu y no sólo alma como los demás vivientes, el tiempo aparece plenamente en la conciencia, la cual es temporalizante, es decir, no está en el tiempo sino sobre él. El ser humano por poseer espíritu, domina y trasciende el tiempo. Por mi cuerpo, estoy en el tiempo, por mi espíritu el tiempo está en mi, porque el espíritu participa del Espíritu eterno.
Así, la conciencia tiene su propio tiempo, por eso puede medir el movimiento de la sucesión, y así nace un tiempo complejo que está desplegado en tres momentos: pasado, presente y futuro. Si bien vivimos en el presente, ésta se nutre del pasado y se proyecta en el futuro, y sólo ella puede revertir el futuro en pasado a través del presente. Es la duración estructurada según “momentos significativos”: muerte de la persona amada, una catástrofe un grado, matrimonio, o la guerra, que abren un tiempo y cierran otro. El tiempo es la medida del movimiento de los seres, de su realización y de su maduración y su fin. A través del orden irreversible, según el cual el futuro, el pasado y el presente se implican en el desarrollo de los seres, el tiempo es el don que se nos da a las criaturas a fin de poder realizarnos. De ahí que como dice Spinoza, todo ser quiere perdurar en su ser, ese duro deseo de durar.
La temporalidad es compleja, así existe el tiempo de los planetas, es el tiempo sideral, que dura millones de años, el tiempo biológico, el de nuestro cuerpo, el tiempo psicológico (el de la espera), y el sociológico. Por ser el hombre libre, utiliza el tiempo a partir de decisiones que le dan sentido a su vida, y por ello puede madurar, realizarse, liberarse, crear vínculos, relaciones, perdonar.

Como dice Husserl, la conciencia temporal se puede caracterizar fenomenológicamente como protensión, presentificación y retención; psicológicamente como espera, presencia, recuerdo; metafísicamente como posibilidad, actualización, realización.

El tiempo es ambivalente: por un lado es destructor, por otro realizador, pero es la libertad humana la que decide por uno u otro. A diferencia del remordimiento, el arrepentimiento, el perdón, son tareas liberadoras, el poder de intervenir sobre nuestro pasado, y liberarnos de su carga opresora. Es el sentido de la catarsis terapéutica que puede ocurrir libremente o mediada por terapeutas.

El tiempo constituye y se estructura siempre a partir del presente. En el presente aparece el futuro como mi propia posibilidad y mi futuro, como mi propia realización. De la presencia ansiada a la perdida, de la presencia esperada a la rememorada, pasando por la presencia actual y vivida, es el conjunto puesto por la conciencia que constituye el tiempo. Estamos siempre en el presente, jamás salimos de él. El presente es el lugar mismo de la existencia y a través de él se realiza el paso del futuro al pasado y se engendra el tiempo.

Como anota Ernst Bloch, "la conciencia utópica quiere ver el momento acabado de vivir en el que todo ente se nos da en su mismo ocultamiento. Ver a través de la proximidad más cercana es el telescopio más potente, el de la conciencia –utópica agudizada, esa inmediatez más inmediata en que se encuentra todavía el núcleo del sentirse y del existir, y en el que se halla a la vez todo el nudo de la incógnita de mundo”.

Como anota además, “la última voluntad es la de ser verdaderamente presente, de tal suerte que el momento vivido nos pertenezca y nosotros a él, que nada pueda decirle “no te vayas aún”. El hombre quiere al fin ser él mismo en el aquí y el ahora, quiere ser la plenitud de su vida sin aplazamiento ni lejanía. La voluntad utópica quiere lo meramente inmediato e intacto del encontrarse y el existir” (El Principio Esperanza).

El tiempo desde el cristianismo tiene una significación especial, es el tiempo de la salvación. La creación es el primer acto y comienzo de una serie de actividades salvíficas de Dios que aún se realizan.

El tiempo cósmico está envuelto en el tiempo salvífico medido por el pensamiento creador con vistas al tiempo de la salud que es su significación constitutiva y su finalidad inmanente.
El tiempo cósmico no es el único que existe como creen los materialistas, sino que por ser creado por la Palabra de Dios, es un tiempo de gracia.

“El tiempo pasado no es nunca totalmente pasado, y algunas veces está más cerca del pasado que del porvenir”.

Benjamin proporciona una noción de tiempo, de temporalidad inconclusa, “no sellada”, correlato de una memoria activa, activadora del pasado como reserva/semilla de futuro. Incitándonos a desplegar los tiempos contenidos, amarrados por la memoria oficial y atisbar el estallido de la continuidad temporal como pretendida totalidad de sentido: en especial, esa que sutura el pasado como “depositaria de los valores de la identidad nacional”. Frente a esa sutura, el ángelus novus desata el tiempo tornándolo reversible y destrabando las memorias, “sus nudos de temporalidades y discordia”.

“La lectura de Benjamin saca a flote la posmodernidad, entendida no como sucesividad de lo moderno –lo después de ella- sino todo lo contrario como combinatoria de tiempos y secuencias, anticipación de finales y salto de comienzos” (Nelly Richards).

Como desorganización/reorganización del tiempo, liberando a las narraciones de su sumisión al progreso y posibilitando nuevas, inéditas formas de relación con el pasado, o mejor con los pasados. Hace de la condición moderna no sólo algo ambivalente sino explosivo: el paso de lo destructivo a lo constructivo y viceversa (BARBERO, Jesús Martín. Temporalidad latinoamericana y análisis cultural).

“Tal vez la historia no tiene ni finalidades ni fin. El sentido de la historia somos nosotros que la hacemos, y que al hacerla nos deshacemos” (Octavio Paz).

“La concepción de la historia de Benjamin no es posmoderna, porque lejos de estar “más allá de todos los relatos” (si eso es posible) constituye una forma heterodoxa del relato de la emancipación inspirada en fuentes mesiánicas y marxistas, utiliza la nostalgia del pasado como método revolucionario de crítica del presente. Su pensamiento es una crítica moderna de la modernidad capitalista e industrial inspirada en referencias culturales históricas y precapitalistas”.
El mesianismo está a su juicio en el centro de la concepción romántica del tiempo y de la historia. Según él, la esencia histórica del romanticismo debe buscarse en el mesianismo.
La cultura tiene por finalidad la realización de nuevos valores. Todas las conquistas de la cultura son simbólicas; la vida nueva, el ser superior, vienen dados únicamente en imágenes, en figuras, en símbolos.
Toda cultura es cultura del espíritu y tiene un fundamento espiritual, es el producto de la actividad creadora del espíritu sobre los elementos de la naturaleza. Pero en ella se manifiestan factores que tienden a disolver sus fundamentos religiosos y espirituales, y a realizar su simbolismo, es el proceso de “Ilustración”. En esto consiste la trágica dialéctica de la cultura, la cual llegada a cierto estadio, pone en cuestión sus fundamentos y a minarlos. La voluntad desmesurada de poder tiende a transformar la cultura en civilización. La cultura se desinteresa de sus conquistas supremas; la civilización es esencialmente interesada. Las conquistas culturales quedan invalidadas ante el tribunal de la vida y se pone en evidencia el carácter no sagrado y no simbólico de la cultura.

La era de la civilización comenzó con la entrada triunfal de la máquina en la existencia humana, y hasta el mismo pensamiento se vuelve técnico, y toda actividad creadora se vuelve más técnica. Una vida espiritual superior no se puede dar sin una actitud ascética y una cierta resignación (Nicolás Berdiaef).

La cuestión fundamental, el supuesto básico de toda filosofía de la historia es la del tiempo y su naturaleza y el significado que se atribuye a la historia va ligado al que atribuimos al tiempo. ¿Tiene el tiempo un significado metafísico? ¿Está ligado a algo esencial que llega hasta lo más profundo del ser, o es simplemente una forma y condición del mundo fenoménico? ¿Está ligado el tiempo al ser auténtico o es sólo fenomenológico, es decir, exterior a la esencia más profunda del ser? Toda metafísica que vea en lo “histórico” algo esencial para la profundidad del ser, ha de admitir el significado ontológico del tiempo, es decir, que el tiempo guarda una relación esencial con la profundidad misma del ser.

“El tiempo es el lugar del crecimiento espiritual. Llegar a ser, devenir lo que se es, ser lo que se tiene –o mejor- tener lo que se es. Tal es el problema planteado a todos y cada uno de nosotros” (GUITTON, Jean. Justificación del tiempo).

El tiempo biológico no es más que figura del tiempo histórico, porque al carecer de sustancia, su alborada, su esplendor y su crepúsculo, no tienen otro oficio que simbolizar. En el orden animal, los individuos son servidores de la especie que los utiliza para mantener su forma. En el orden espiritual la palabra vida designa algo diferente de ese movimiento cerrado sobre sí mismo, y de esa oscuridad. La vida espiritual temporal es la conservación de la tendencia de lo que fue en lo que es. Pero como lo que será en definitiva es lo eterno, de lo cual lo porvenir no es más que una imagen, el tiempo debe ser concebido como preparación a una vida de tercer género.

El oficio supremo del tiempo es preparar para cada ser consciente órganos de visión y de vida que no pueden llegar a la perfección en la vida presente, pero que entrarán en acción tan pronto como les fuere propuesta una esfera propicia; así como los órganos de un embrión esperan, sin empleo durante la vida intrauterina, el esfuerzo, el espacio, la movilidad.

La realidad temporal que se expresa bajo los nombres de historia, memoria, recuerdos, pruebas, méritos, es como el tejido de esos órganos espirituales que permanecen sin ser usados en lo que llamamos vida.

La maduración temporal prosigue hasta el momento en que el espíritu se desprende del cuerpo viviente y del cuerpo social, doble materia a través de la cual tomó consciencia de sí en el cosmos.
El tiempo es una mezcla de un elemento intemporal y de un elemento de pura movilidad, la muerte, su sentido de metamorfosis y de paso. Basta poner la eternidad tras el tiempo, para conferirle a éste su valor real.

La vida humana no puede ser considerada como un simple medio, es verdaderamente un fin.
Consciencia y duración son tan unidas que queremos definirla una por la otra, el tiempo es como la forma de la existencia sensible e incluso de la espiritual; la eternidad es la forma del pensamiento. Los antiguos confundieron lo inteligible con lo eterno, pues la lógica confunde lo inteligible con él; la lógica pone inteligibilidad en lo contingente, singular e histórico.

La novela y la autobiografía nos regalan la ilusión de que podemos rescatar el tiempo. La memoria detiene el pasado y lo presenta todo a la vez, pero nunca puede reencontrar el pasado como fue. El recuerdo transfigura su materia, y cada uno es el artista y como el profeta de su pasado. Hay mucho de intemporal en el acto de la memoria.

El momento del comienzo de algo, por ejemplo la guerra, es más bien un desenlace. La voluntad es una constante elección. La sustancia del tiempo escapa a la sucesión. La ausencia religa a los seres que la comunidad separa.

El genio de la vida consiste en contaminar, la forma más común es la percepción del tiempo. El futuro es el lugar de la ilusión que nos disimula hasta la muerte; hasta en la agonía espera un nuevo momento. También hay mucho de ilusión en la percepción del pasado. Todo pasado es ya un pensamiento, en su percepción nos disciplina lo real al contrario del futuro. El tiempo es el lugar de una acción que compromete a la eternidad.

Gozar es otra forma de contaminación, es tratar de agotar el presente cargándolo de una densidad ficticia; no hay goce sin una avidez previa.

“Nunca logra la plenitud del ahora que pasa, siempre tiene que añadirle algo por esas pequeñas solicitaciones imperceptibles que nos mantienen siempre en vilo” (Leibnitz).

Un término para expresar el Kairós es el del Ahora, que es un estado de presencia en el cual la atención está centrada en el momento que se está viviendo y lo mantiene presente la conciencia, es decir, una alerta total, y es una espera sin tensión en que uno está presente con todo su Ser con cada célula de su cuerpo, y el pasado, el futuro y el yo parecen no estar, y sin embargo se está presente. En el Zen se utiliza la palabra satori (iluminación) para esta situación en que verdaderamente se ve y se oye. Son situaciones inesperadas que a veces se sienten cuando ya han pasado (TOLLE, Edgar. El poder del ahora).

Para lograr esto se debe luchar contra la ilusión del tiempo, pues al separar el tiempo de la mente, ésta se detiene y se supera la compulsión del vivir, de la memoria y de la anticipación. Entonces se aprende a observarse a sí mismo, sentir las reacciones que uno tiene, las emociones, y uno se vuelve autoobservador. Cuando se está en el ahora no existen problemas, y con ello se aleja el dolor y se siente una paz y una quietud.