Las mitologías de los pueblos primitivos, nos describen el universo en una lucha crucial entre dos fuerzas antagónicas, las de un principio ordenador que rige el universo, y las de unas fuerzas desconocidas que tienden a desintegrarlo. Los griegos a esa fuerza primera le dieron el nombre de Cosmos, una idea filosófica que designa originariamente el recto orden del estado y de toda comunidad. Los pitagóricos introdujeron el término Kosmos, su significado original era la naturaleza estructurada o proceso de todos los dominios de la existencia, desde la materia hasta las matemáticas, o hasta dios, no meramente el universo físico (Wilber).
El punto de partida de estos filósofos fue el problema del origen, la physis, que tenía un sentido metafísico y que trataba tanto del problema del origen, como lo que se deriva de él (los seres). Su gran aporte es el modo como resolvieron este problema, mediante el pensamiento teórico y que implicó a toda Grecia, y así, para Anaximandro el universo está construido mediante rigurosas proporciones matemáticas, que tienen una aplicación universal, y por eso el mundo se revela como un Cosmos, o sea una comunidad de las cosas sometidas al orden y a la justicia (Diké). Esta idea significó un cambio radical frente a la mitología y la religión, pues planteaba una nueva idea de la divinidad, que superaba el miedo a la fugacidad y destrucción que se vivió en la época.
Era un conocimiento que buscaba superar los límites de lo dado en la apariencia sensorial, y la comprensión de lo que se deriva de aquél origen y existe actualmente (ta onta) mediante la investigación empírica (historia). Esto era algo fundamentalmente nuevo, pues llevó a someter al pensamiento teórico causal el reino de los mitos relativos al nacimiento del mundo, surgiendo así la filosofía científica que como anota Jaegger, es la gran hazaña histórica de Grecia.
Señalaban que en la naturaleza del ser dominaba un principio que llamaba isonomía (en griego ἰσονομία, “igualdad ante la ley”), para oponerla al de pleonexia (arbitrariedad), y reflejaba, “la nueva experiencia política de la ley del derecho” que estaban viviendo y que era la fuente auténtica de toda creencia relativa al sentido del mundo. Esto implicaba que el estado incluía al hombre, dándole una nueva existencia de Bíos polítikós, al lado de su vida privada, lo que lleva a distinguir en él lo que es propio (idíon) y lo común (koinón). Así, el ser humano no es puramente “idiota”, sino también “político”, con lo cual se pone en relación de ayuda con los demás en la vida de la polis.
En las doctrina de Hesíodo y Empédocles existen dos fuerzas que unen y separan, el amor y el odio, siendo ésta una cosmogonía que influirá aún en Platón y Aristóteles. Así pues, se dio una progresiva racionalización del mito que llega hasta el alma en Sócrates y Platón. Y con la aparición del yo racional aparece el concepto de verdad que tiene una validez universal.
En las sociedades tradicionales existe un rígido sistema de regulaciones por medio de ritos y liturgias puestas al servicio del orden; pero allí el desorden es percibido como inherente al orden de la vida. En las sociedades modernas la relación entre orden y desorden es precaria, pues el acelerado ritmo del diario vivir, presenta desafíos y presiones y una inestabilidad de saberes, códigos y valores que llevan a la incertidumbre, en especial entre los jóvenes. Por eso señala Georges Balandier, que puede llevar a una época de “contagio entrópico, de implosiones y explosiones sociales en cadena y locura desastrosas”.
Hoy día, el problema cosmológico se nos presenta en una forma paradojal: conocemos la estructura y el devenir del universo, y sin embargo, una gran perplejidad nos abruma; las leyes que creíamos absolutas, sólo son válidas para un universo reversible, en otros universos existen otras leyes. Además, nuestra concepción del mundo está ligada a unos imaginarios, es decir a nuestras estructuras mentales, y de ese universo absoluto que nos legaron Newton, Kepler y Galileo, un universo de orden impecable, equilibrado, que hace 2500 años postuló Parménides la idea de un cosmos estático, helado, apoyado en el principio de identidad, e impuso la concepción dinámica de Heráclito (quizá por motivos políticos), que apoyaba el devenir y la contradicción en el seno de todo lo real. Así, postuló un proceso cósmico y humano en términos de Orden inmóvil que operaba en la naturaleza, la sociedad, y el universo mismo, se impusieron así las ideas de determinismo, estabilidad, regularidad, anulando las de inestabilidad, novedad y desequilibrio.
La nueva física que plantea una inestabilidad dinámica asociada a la idea de “caos”, pero no es en el sentido vulgar sino como anota I. Prigogine, y lo incorpora en las leyes de la naturaleza, pero ligado a la idea de probabilidad e irreversibilidad. Es una física del no equilibrio, que sustituye la anterior y estrecha idea de cosmos material, y es muy semejante a la vieja idea de Physis de los jonios; llegamos a “la imagen de un mundo sin imagen”, pero la idea del Big-Bang, como anota Morin, escamotea su verdadera realidad. Mas cerca está René Thom con su idea de “catástrofe” que lleva a la idea de cambio/ruptura, muestra un universo envuelto en un torbellino de fuego que se congela, se desmigaja para luego milagrosamente volverse a formar.
Para Hubble, el cosmos es universo singular y único en su génesis, su evolución, sus leyes. El universo produce sus leyes a partir de su propia singularidad, y como anota Morin, lleva a la idea de evento que había sido borrado por la física clásica.
Hoy sabemos que el universo tuvo una génesis, y empezó cuando en un clima de temperatura elevada, se dilató una nube de fotones. A partir de ahí surgieron las primeras partículas: electrones, neutrinos, neutrones, protones. Al rebajar la temperatura se dieron las primeras nucleosíntesis y se formaron núcleos de deuterio, helio e hidrógeno. Así, la génesis es una cosmogénesis, que se asocia a una morfogénesis y a una termogénesis, y así, todo es como dijera Heráclito, “metamorfosis de fuego”, de los millones de máquinas de fuego surgieron los soles.
“La consideración del “caos” lleva así a una nueva coherencia, a una ciencia que no sólo habla de leyes, sino también de sucesos, que no está condenada a negar la emergencia de lo nuevo, y por consiguiente su propia actividad creadora. El caos es siempre consecuencia de inestabilidades y la mayoría de los sistemas físicos son inestables. Igual las ciencias humanas se mueven por la noción de incertidumbre.
Siendo el tiempo nuestra dimensión existencial fundamental, la paradoja del tiempo a partir de las ideas de inestabilidad y caos. El caos se expresa en la physis y el cosmos por medio de la tétrada desorden/interacción, encuentro/orden /desorden y es el principio inmanente de las transformaciones, organizaciones y desorganizaciones completa lo que faltaba en la física anterior. La relatividad y las nuevas teorías físicas nos muestran un universo en expansión, que en últimas nos es desconocido.
Toda creación está unida a una ruptura de formas o catástrofe, en una cascada de eventos sin fin, en los que el orden, la organización, se ligan al desorden, el desequilibrio e inestabilidad, y deben todas ellas pensarse juntas. Muere así la antigua idea de orden, que lo explicaba todo. El cosmos se organiza al desintegrarse, en un despliegue térmico, único que explica la aparición de las estrellas y los átomos pesados, surge una nube ardiente de fotones, se dilata y se enfría. Galaxias, soles, estrellas, se forman dividiéndose y formándose de nuevo. Las estrellas son así máquinas en las que se consuma la fabricación de la materia, producen los átomos pesados de los que surgen los planetas entre ellas el nuestro, por la conjunción de carbón, oxígeno y nitrógeno que se forjaron la hoguera de las estrellas.
Así, la cosmogénesis es una termogénesis, el universo nace con el calor que comporta desorden, turbulencias. Agitaciones y de enfriamientos (E. Morin).
ORDEN Y DESORDEN
El desorden es el compañero del orden, y no hay uno solo, sino muchos órdenes y desórdenes, es decir, que el universo está creándose aún. El orden no apareció solo, aislado, sino que surgió al mismo tiempo que el desorden, en la catástrofe térmica y en las condiciones singulares del proceso constitutivo del universo. El orden expulsó de las ciencias la idea de juego, gasto, singularidad, incertidumbre. El desorden las hace resurgir, y de ahí que sea la fuente del pensamiento complejo. Así pues, orden y desorden no son absolutos, sustanciales, sino relativos y relacionales, y su relación es complementaria, concurrente y antagonista, y por eso se necesitan, se combaten y se contradicen. Nacieron juntos en el Ante-comienzo que hizo surgir todo renaciendo sin cesar en una indistinción llamada caos.
El Orden, palabra maestra de la ciencia clásica, ha reinado desde el átomo a la Vía Láctea. El universo auto-subsistente se auto-sustenta a perpetuidad. El desorden estuvo excluido de la ciencia durante milenios, el desorden era algo limitado y parcial… Había así un orden físico, uno biológico, un orden social. Con la idea de evolución y de la Historia el orden racional quedaron consagrados.
Pero con la termodinámica todo esto quedó destruido, al descubrir que la energía era una unidad indestructible, pero de acuerdo con el segundo principio esta energía de degrada, pues la energía calorífica no puede reconvertirse totalmente y todo trabajo, al liberar calor contribuye a la degradación. Y el calor es la energía propia de los movimientos desordenados de las moléculas, así todo incremento de entropía es un incremento de desorden interno y lleva a una degradación irreversible es el seno de los sistemas físicos cerrados. Así el desorden y la desorganización se identifican con la mayor probabilidad física para un sistema cerrado. Pero la evolución física, biológica, antropológica desmiente este principio entrópico.
En 1900 el desorden se hizo matriz microfísica del quantum de energía (Max Planck) y se desplegó en el subsuelo de la materia; así las partículas al no ser objetos elementales identificables y medibles, se disocian, se vuelven indeterminantes para la mirada del observador. En onda y partícula y se convierte de elemento estable en evento aleatorio.
Así el desorden está presente en el microtejido de todas las cosas, soles y planetas, sistemas abiertos o cerrados, cosas inanimadas o seres vivos. Pero ya no es un desorden de degradación ni de desorganización. Es un desorden constitucional que forma parte d la physis de todo ser físico. Forma parte del orden y de la organización, pero no es ni lo uno ni lo otro.
En 1923 se descubre que el universo se desplaza que su extensión corresponde a una expansión y que esta es una dispersión que es quizás de orden explosivo. El cosmos nace, gira, se descompone, ya no es algo estable ordenado el desorden es un desorden de génesis, de creación.
Desde ahora el desorden no es un parásito del orden, y de desecho de lo real, sino parte de su tejido. Ya no es un desorden de degradación ni de desorganización, sino que forma parte de la Physis, “un desorden que en lugar de degradar, hace existir”.
Según E. Morin, el bucle tetralógico Orden-Desorden-Interacción-Organización, está en el comienzo de la Physis, que emerge a través de los juegos cosmológicos, y que “es el principio inmanente de las transformaciones, organizaciones y desorganizaciones que faltaba a la física”. “En el origen y en el fundamento del ser solar, está el bucle, es decir, el todo retroactivo, productor y organizador de sí” (E. Morin). La idea de bucle es una idea dinámica de circuito y de rotación, como la que se da en la relación individuo-especie-sociedad, o como en los seres vivos cuya forma es la de un multiproceso que se organiza a partir de múltiples y diversos bucles. La idea de bucle significa que en los seres vivos y humanos se da un juego circular y no simplemente lineal, tal como ocurre en el movimiento del aire, las hormonas, la circulación de la sangre, cada uno de ellos regenera al otro y contribuye en el desarrollo del organismo, todo esto gracias al poder de recursividad propio de los seres vivos. Los ciclos y cadenas físicas, químicas y biológicas, al igual que los procesos de Materia/Energía, Vida/Muerte, en su constante movimiento, constituyen el “gran pluribucle” que constituye la ecoorganización misma.
Por eso no existe sólo una evolución, sino también involuciones y regresiones, un muro se antepone entre nosotros y su fondo más íntimo. Más allá de todo éste cosmos conocido existe un proto-cosmos desconocido que se oculta a nuestra mirada, igual ocurre cine k ser humano, entre más lo estudiamos, menos lo conocemos. Y es porque el problema de ambos es el mismo. Y la ciencia en su arrogancia ha debido reconocer las verdades cabalísticas y religiosas.
En el universo existe un doble juego: un progreso en la organización y en el orden, asociado a un mismo tiempo a un proceso ininterrumpido de degradación y de dispersión. Por eso, no sólo existe progreso sino también, regresiones, involuciones, catástrofes.
CAOS Y COSMOS
Nuestra primera percepción de la realidad, sea en el infante o en el adulto, es caótica. Así, cuando llegamos a un sitio nuevo, su aparición nos deslumbra de tal forma que no alcanzamos a darle una forma concreta; también los psicólogos señalan cómo el niño se forma una impresión de los objetos como gestalts (figuras) incompletas; y así, el rostro de su madre y de quienes le rodean es más un caos de impresiones que otra cosa: la idea de un orden viene después. Por eso lo más inicial es el caos, que corregido se convierte en orden. Los mitos fueron la primera respuesta a la inquietud del hombre sobre este mundo, y la magia fue la única forma posible de tratar con el azar, ese “dios tremendo que no tiene cara”.
Desde hace unos años ha nacido una ciencia nueva, la Caología, que se encarga de estudiar el desorden, la turbulencia, la desorganización, y hasta lo inesperado. El primer autor que se atrevió a hablar del caos fue Henri Poincaré. Sus temas de estudio no son sólo temas elevados, sino que lo cotidiano es objeto de indagación, y como dice G. Balandier, “para ella, la trivialidad se transforma en misterio”, así por ejemplo, se interesa por el grifo que gotea, el agua de una cascada, el humo del cigarrillo, las nubes; todos estos elementos se caracterizan por ser desordenados o informes, y aún más, fenómenos como el infarto, las crisis epilépticas, el desempleo, han merecido también su atención, pues en vez de ser confusos son tratados como “atraídos por ciertos estados”. Detrás de todo esto se haya la incertidumbre, y su estudio promete muchos logros, pero también cierto dogmatismo al desconocer el papel del orden del viejo cosmos que inauguraron los griegos.
En la física clásica, si bien se introdujo el tema del tiempo, no se distinguía entre pasado y futuro, y esto se debía a que partía de la idea de Dios, y hoy sabemos que ambos tienen papeles distintos en la física, la química, la biología y las ciencias humanas. Tampoco permitía entender la idea de “flecha del tiempo”. Por eso como dice Prigogine, el tiempo es una “paradoja”, y está ligado a las ideas de inestabilidad y caos y a la de los paradigmas evolutivos a partir de la idea de irreversibilidad. La física clásica se basaba en el estudio de la gravitación y del electromagnetismo, y hoy se dan otras formas de interacción, y hasta su unificación. Prigogine plantea además la idea de que la reaparición de la paradoja del tiempo que rompía los fenómenos simétricos, se debe a dos descubrimientos: el primero, las estructuras disipativas, como por ejemplo, la óptica de los rayos láser y la ciudad, que revela el papel creador de los fenómenos irreversibles y de la flecha del tiempo, que contrastan con las estructuras de equilibrio que son estructuras muertas”. Mientras que una ciudad está llena de individuos que establecen relaciones entre ellos y con su medio, suprimidas éstas la ciudad muere como ha ocurrido tantas veces. Estos fenómenos ocurren porque hay un movimiento desordenado incesante, que al recibir flujos de materia y energía, flujos de calor, y químicas.
El segundo descubrimiento es la formación de estructuras estacionarias de no equilibrio que habían sido predichas por Turing. Aquí se plantea el problema de la trayectoria, que puede ser analizada por descripción estadística, y para pasar a las nociones de caos, inestabilidad y probabilidad. Así, la irreversibilidad es una propiedad fundamental, la inestabilidad presente a escala microscópica. Y así el caos, es una descripción probabilística y realista, más cercana que las anteriores. En los sistemas inestables el tiempo entra de manera continua.
El caos nos lleva a unas representaciones estadísticas irreductibles que según Prigogine, es la definición misma del caos y se puede extender a los sistemas cuánticos, “cuya evolución no puede expresarse en términos de función de onda que obedecen a la ecuación de Schrödinger, sino que requieren una definición nueva en términos de probabilidades” (Prigogine).
H. Poincaré se plantea el problema de la resonancias y las divergencias de la mecánica clásica, pues desde antes se sabía que en el sistema planetario habían resonancias que llevaban a divergencias. Hoy podemos eliminar las divergencias y hacer que el problema sea convergente, lo que resuelve el problema de la irreversibilidad, y las divergencias eran un ideal de la física clásica que buscaba soluciones simétricas en la dirección del tiempo. Las divergencias de Poincaré marcan la barrera entre sistemas dinámicos reversibles y los sistemas disipativos de simetría temporal rota. Eliminar las divergencias de Poincaré es un paso esencial en la resolución de la paradoja del tiempo.
“En las ciencias naturales el ideal era alcanzar la certidumbre, asociada a una descripción determinista”, mientras que las ciencias humanas están dominadas por la noción de incertidumbre; en ambas culturas el manejo del tiempo es distinto; así, el tiempo cósmico es uniforme, por ejemplo, durante cinco minutos, mientras que en el tiempo musical hay aceleraciones, disminuciones de la velocidad, anticipación de temas, etc. Igual, no es lo mismo el tiempo en una persona tranquila que en una que está a la expectativa de algo como empleo, amor, etc. Por eso, el tiempo es nuestra dimensión existencial fundamental, y en él nos apoyamos todos, y es la base de la creatividad de los artistas, filósofos y científicos.
Caos es un concepto claro y sustancial y lleva a la indistinción y a la lucha, vuelve así el viejo Pólemos de Heráclito a instalarse en nuestro mundo. Y como lo dice Thom, “nuestros modelos atribuyen toda morfogénesis a un conflicto, a una lucha entre dos o varios desordenes o varios atractores”. Así, ¿cómo entender la relación Caos- Logos, que según un autor “habla el lenguaje del delirio”.
En suma, el caos está subyacente como infraestructura de nuestra Physis y es la transformación de este caos en organización.
Igualmente los soles manifiestan la inseparabilidad de caos y cosmos, y es una máquina que produce átomos pesados, es decir, organización compleja. Con la física de las partículas, o sea, el estudio de las partículas elementales, sabemos que los átomos y los soles “son los dos núcleos duros sobre los que se asienta lo real”. El átomo es un verdadero “hervidero subatómico de electrones, protones, fotones” (René Thom).
De ahí la necesidad de reconciliar un pensamiento que vincule el orden con la estabilidad, a una concepción que rechaza lo irracional y lo imaginario, a fin de realizar a toda costa una sociedad de la razón.
La idea de Cosmos se ha enriquecido hoy con las ayudas tecnológicas, que nos permiten conocer estrellas lejanas, lo más profundo de nuestro planeta y de nuestro cuerpo, pero paradójicamente nuestra estrechez mental y el culto a la tecnología nos impiden ver ese planeta “azul y blando que vieron los astronautas desde el espacio”. De ahí la necesidad de un giro mental o como dice Chopra, una “crisis de percepción” que lleve a superar la visión analítica y fragmentada de la realidad que hemos vivido durante los últimos siglos y que se ha incrementado con el consumismo depredador capitalista.
No nos debemos solo a nosotros (antropocentrismo), sino a las rocas, los ríos, plantas, animales y al mismo cielo estrellado, como hablan los indios americanos, y lo refleja la Filosofía perenne de todos los pueblos. Es ese saber que no es dominio sino consciencia, saber compartido de todos los individuos. Podemos recordar la imagen de la música del siglo XVII en la que el concierto era un grupo de músicos buscando esa forma armónica, y no unos instrumentos en lucha con otros, como se da hoy día, esa armonía infinita que rige en todo el universo. (Las siete leyes del Caos).
La teoría del caos nos dice que nuestras intervenciones en la naturaleza por obra del hombre, tienen límites y que la naturaleza es como los árboles en los que su red de rizos retro-alimentadores es muy fuerte, pero pueden también colapsar si se abusa de ellos.
En el convulsionado mundo en que vivimos, esa visión totalitaria, es la que ha llevado a que muchos, en especial los jóvenes duden que haya un orden y hasta un sentido de este universo, cuando la verdad es lo contrario. Debemos recuperar esa visión de un universo bio-amigable y no de una lucha de unos contra los demás.
1 comentario:
¿Existe realmente el caos? ¿O simplemente el caos es un orden aun no descifrado?. De ser así ¿se puede descifrar?. Pienso que en una parte si y en otra no. En la que no, es porque siempre nos faltarán datos,son demasiados datos a tener en cuenta y muchos no los conocemos. Nuestras capacidades son bastante limitadas también y, además, tenemos pocos años de vida para desarrollarlas en comparación con la Eternidad.Poco podemos saber pues. Es una lucha demasiado desigual.
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