ZOÉ, BÍOS, PSIKÉ
VIDA- VIDA HUMANA –ALMA, PSQUISMO
ÓSCAR LÓPEZ R. FILÓSOFO - PSICÓLOGO
Estos tres términos tienen infinidad de connotaciones y es difícil delimitarlos, sin embargo podemos decir que Zoé designa el fenómeno natural de la vida de todos los vivientes, desde el ser vivo más simple hasta el ser humano; Bíos es la vida humana considerada individualmente, a la que pone fin la muerte; es la vida en cuanto se la distingue de la vida de otros seres humanos; no es un simple proceso temporal, sino una unidad plástica y llena de sentido, es una forma consciente de vida.
También se ha empleado el término Zen (vivir), pero aplicado a la vida humana como en los estoicos y en el cristianismo. Por eso, el término Zoé ha sido utilizado por algunos como un concepto antropológico, significa la vida que pertenece esencialmente al hombre cuando tiene Psiké. Así, la vida sobrenatural es Zoé. Por eso el concepto de vida es polisémico en cuanto que, por una parte, la vitalidad significa ser el sujeto de sus propias acciones, que se hace a sí mismo su vida con sus posibilidades, y por eso puede ganarse o perderse. Así, vivir es un “conducirse, vivir de manera digna, vivir según el amor a lo humano”.
Así, si hay un ideal de vida cuya meta es el placer, la ganancia monetaria y el aplauso, existe también un Bíos filosófico basado en el conocimiento de la condición humana y de lo que constituye lo mejor para ella; y así la entendió Sócrates, quien le dio su real significación, y por eso fue el nuevo principio de vida que se basaba en la vida interior del hombre (W. Jaegger). Esto requiere un Techné (saber), cuyo conocimiento obliga al hombre, pues le permite una terapéutica tanto del cuerpo como del alma, y le sirve para llevar una conducta acertada. Así, el Bíos del filósofo es la base de toda cultura y el ideal de la persona humana. Aristóteles distingue, además de la vida filosófica o contemplativa, el Bios teorotikós, una vida activa, basada en la praxis humana.
Más adelante se comenzó a creer que hay en cada ser humano una realidad de orden divino, la cual ha preexistido al cuerpo y perdurará tras la muerte y la corrupción del cuerpo el cual era visto como una prisión o sepulcro del alma, y la misión del hombre era liberar su alma por medio de la purificación y de la contemplación.
La palabra Psiké está relacionada con la de Soma (Cuerpo), y designa el hombre como un todo compuesto de cuerpo y alma, aunque también es traducido como la fuerza de la vida natural. Sin embargo, muchas veces Psiké significa lo mismo que Neuma que significa también la persona. San Pablo también utiliza Psiké en un sentido devaluado, existe el hombre “psíquico”, que es limitado, corruptible, frente al hombre pneumático (espiritual, celestial). Así, hay un hombre psíquico que se opone al espíritu vivificante, y así la Psiké es aquí la fuerza puramente vital terrena en contraposición a la fuerza de la vida divina.
Tenemos que referirnos a la idea de alma, que aunque es un término ambiguo; hay en ella una unidad de supuestos, y así engloba algunas operaciones psíquicas como inteligencia, voluntad, sentimiento, y hasta las llamadas “facultades”.
Las representaciones más primitivas del alma son muy variadas, pero es concebida como un soplo, aliento, o hálito, que equivale a la respiración; esta idea es la más común y según E. B. Taylor, se halla en las principales corrientes de la filosofía universal. Así, en el hebreo es el Nefesh, en el sánscrito, es el Atman, en griego es el Pneuma, y en latín, el animus y el anima. Cuando falta tal aliento, el individuo muere. También es concebida como fuego, y al morir el individuo, este “fuego”, que es el “calor vital” se apaga. También se concibe como una sombra, que es captada principalmente durante el sueño. Platón señala que el orador tiene que influir sobre el alma; su verdadero arte no trata tanto sobre el aspecto formal del discurso como sobre la Psikagogia, y para ello debe conocer el alma humana en todas sus emociones y sus fuerzas. Hipócrates, el gran médico griego, y en su obra es tan común el uso de la palabra alma, Alcmeón, Empédocles e Hypón, fueron filósofos y médicos. Para Jaegger, la medicina griega fue la ciencia que logró establecer un método de comprensión de la naturaleza, al señalar que la parte sólo justifica en su inmersión a todo.
Los avances de la medicina con Hipócrates, llevó a que los médicos fueran considerados demiurgos, es decir, hombres consagrados a la actuación pública, a diferencia del lego o profano. Así, la medicina era un arte y se convierte en una verdadera Techné, interesada en determinar qué es lo que más le conviene al hombre, y esto lo hace a partir de una observación exacta y a una regulación de lo que puede comer y beber y de cómo debe vivir, para poder vivir mejor. Platón seguirá el ejemplo de la medicina en su estudio del ser humano, pues es consciente de que la techné consiste en conocer lo que le sirve al hombre porque conoce su naturaleza, tanto en su salud como en su enfermedad, y así toma a la medicina y no a las matemáticas como normativa para su vida.
Platón combina las tres virtudes físicas de la salud, la fuerza y la belleza con las virtudes del alma, la piedad, la valentía, la moderación y la justicia, en una unidad armónica, y así, para los médicos y los gimnastas griegos, la cultura física es también algo espiritual, pues en síntesis, el ideal helénico de la cultura humana era el hombre sano. Algunos presocráticos concibieron como almas todos los “principios de las cosas” en cuanto “cosas vivientes”. Los atomistas concibieron el alma como compuesta de átomos, que era una materia muy sutil y fina. Según Platón, hay diversos tipos de alma –vegetativa, animal, humana- y cada una cumple una función. Así, en el ser humano, la función principal es la racional, aunque también tiene parte nutritiva, sensitiva, imaginativa y apetitiva.
Aristóteles habla del alma como principio de vida y como principio individual en cada ser humano, pero, las ideas platónicas que estaban en el cielo las trajo a la tierra, y así señaló que el alma es el “principio de la vida animal”; el cuerpo es la materia, y el alma cierta forma; por eso, el alma es la primera entelequia del cuerpo físico humano que posee la vida en potencia, pero que están unidas en una relación de potencia y acto. El alma es pues una sustancia, es el quid esencial del cuerpo. Así, si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma. El alma es pues la causa o fuente del cuerpo viviente (MORA, Ferrater. Diccionario de filosofía).
Para el cristianismo el alma es el aspecto espiritual de la persona y tiene una relación filial con Dios. Santo Tomás buscó tender un puente entre la idea del alma como subjetividad y como entelequia y señaló la unidad sustancial del hombre a partir del alma como forma unificadora.
Los autores modernos han distinguido, en especial, entre el alma y el espíritu. Mientras el alma es concebida como la sede de los afectos, el espíritu es concebido como sede de ciertos actos racionales. El alma es subjetividad, inmanencia, y el espíritu es objetividad y trascendencia.
Autores como G. Bachelard señalan que, “la palabra alma es una palabra inmortal, es una palabra del aliento”, y evocando algún autor señala que es una palabra olvidada o reprobada, pero que la poesía es un compromiso del alma. “La conciencia asociada al alma es más reposada, menos intencionada que la conciencia asociada a los fenómenos del espíritu y que para una imagen poética el alma dice su presencia”. Como señala Pierre Jean Jouve, “la poesía es una alma inaugurando una forma”, el alma es una potencia primera.
Retomando la división Jungiana entre animus y anima señala que una psicología completa debe señalar una distinción entre animus (parte masculina) y anima (parte femenina), pues el psiquismo humano es en su primitivismo, andrógino, es decir, que tiene una parte masculina y otra femenina, siendo una doble potencia, que en unos marca más su animus y en otros su anima, aunque se puede dar la síntesis de ambas.
Al animus pertenecen los proyectos y las preocupaciones que según él, son “dos maneras de no estar presente ante uno mismo”. Por su parte, “al anima pertenece la ensoñación que vive el presente de las imágenes felices, con una gran despreocupación y que es la esencia de lo femenino”. Señala también que es en el reino de las imágenes donde el anima tiene su mejor parte.
En suma, hay dos lecturas posibles: la lectura en animus y la lectura en anima. Así, en un libro de ideas predomina el animus en el que se requiere crítica y vigilancia, mientras que un libro de poesía es más propicio para el anima.
Resumiendo, las diversas posibilidades de ver al hombre, al yo, se hacen presentes en el empleo de los términos antropológicos: Soma, Psiké y Neuma. El hombre no está compuesto de dos o tres partes, y así, Psiké y Neuma no son dos órganos especiales, sino que el hombre es una unidad viviente que puede objetivarse a sí mismo, tener una relación consigo mismo (Soma), y que se halla proyectado hacia algo en querer y saber y le pertenecen esencialmente a él.
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