miércoles, 19 de enero de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS IX

JUSTICIA vs. INJUSTICIA, ARBITRARIEDAD
(Diké vs. Adikía, Hybris )
ÓSCAR LÓPEZ RAMÍREZ – Filósofo- Psicólogo


INTRODUCCIÓN
Al iniciar nuestro estudio sobre “Palabras vivas y lenguas muertas”, lo hicimos partiendo de la idea ya reconocida, de que los griegos, romanos, y cristianos, modelaron lo que se ha llamado el “mundo clásico”, siendo -para bien o para mal- los educadores de la cultura occidental, durante más de veinte siglos. La expresión que dió forma a este mundo es la PAIDEIA, que comúnmente se ha traducido como Educación y Formación, aunque tiene un sentido más rico y profundo que los que el uso y abuso actuales le han dado. Los griegos declararon siempre la verdadera Paideia como la Paideia de los hombres libres. La comunidad en su verdadero sentido sólo puede existir para el bien y esa es la meta, es decir, el TELOS (fin) de todo lo demás.

Tal como lo señala Werner Jaegger a quien hemos seguido en este estudio, la Paideia fue el ideal que forjó al pueblo griego en su mejor momento, y fue la forma superior en la que encontraron su unidad las diversas manifestaciones del espíritu, no sólo la ciencia, la filosofía, sino formas particulares como la economía, la caza, etc. La Paideia se basa en la naturaleza cultivada por el Logos, la armonía entre los apetitos y la razón, y su abandono fue la causa de la decadencia de Atenas.

Pero a la Paidiea no se la comprende sin las ideas correlativas de POLIS (Ciudad-Estado) o ARETE (Virtud),etc. La “areté” es lo que mejor caracteriza al ser humano, su “bios”, su vida, su verdadera naturaleza, su EUDEMONÍA (felicidad). Cada ser se comprende según su areté, así la areté del cuchillo es cortar. Por la areté de valentía se reconoce al guerrero, por la nobleza al caballero y por sus actos de justicia al justo. Los humanos nos caracterizamos pues, según la areté que poseamos. La areté que compendia al individuo y la ciudad perfecta es según los griegos, el sentimiento de justicia. De ahí que la lucha por la verdadera paideia que se vivió en la Grecia clásica, es uno de los momentos más grandes de su historia y su decadencia, ruina, y su subsiguiente caída, ocurrieron cuando el pueblo se sustrajo de la función modeladora de la Paideia, la cual Tucídides equipara a un juicio de Dios.

De ahí que las obras de Platón, Aristóteles, Tucídides, hacen el elogio del justo su máximo tema,
igual que en la del mundo hebreo es encomiado el justo frente al injusto. Como decía Job, “la justicia era mi vestido; el derecho, mi manto y mi turbante” (Job, 29,14). El concepto platónico de lo justo implica que la justicia existe tanto en el alma del hombre como en el conjunto del Estado, está por encima de todas las normas humanas, y se remonta a su origen en el alma misma, en su naturaleza más íntima.

Es natural que el tema de la justicia y la injusticia haya inquietado a los humanos desde siempre, y la pregunta más acuciante es, en un mundo en que el fuerte se impone sobre el débil, ¿es posible que exista la justicia? Basta una mirada a la historia para encontrar cómo la injusticia y arbitrariedad, son lo más común, y así, individuos e imperios poderosos se han impuesto casi siempre por la fuerza sobre otros individuos o pueblos más débiles que ellos. Así, cuando en la antigüedad hablamos de Asiria, Persia, la misma Grecia, Roma, o en nuestra época España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, o de individuos como Jerjes, Darío, Alejandro, Nerón, Calígula, Hitler, Stalin, hablamos de su dominio despótico y tirámico.

Todos ellos han ejercido el poder tomado arbitrariamente en nombre de una comunidad o un grupo y han impuesto a su antojo sus intereses y criterios ante comunidadades abusando en parte de la ignorancia o el amedrentamiento de las mayorías. Antes era la violencia física o ideológica, hoy los modernos medios masivos de comunicación, han refinado su dominio sobre gran parte de los habitantes del planeta, imponiendo sus criterios que son los de los poderosos.

LA JUSTICIA EN LA POLIS GRIEGA
En la Polis griega, la voluntad de justicia se convirtió en
una fuerza educadora, análoga al valor caballeresco del guerrero. Su cumplimiento era obra del ciudadano perfecto, y por eso Platón determinó que “en la justicia está comprendida toda la areté” (República, 433b). Esta idea fue seguida luego por Aristóteles en su Etica a Nicómaco, y por el mismo cristianismo. Con ella el Estado introduce el orden donde antes había arbitrariedad. Y por ello según Jaegger, “representa el estadio más importante en el camino desde el ideal aristocrático hasta el ideal filosófico”.

En el cumplimiento de la ley, halló el pueblo griego la herencia de las normas jurídicas y morales, su forma más general y permanente. El legislador fue situado junto al poeta como el cúlmen humano en Platón, Aristóteles, y en la misma Biblia cristiana se alabó al gobernante justo y se consideró nefasto un gobernante injusto, pues sus decisiones tienen que ver con la comunidad y no sólo con individuos aislados. La ley era para los filósofos el alma de la Polis. “El pueblo debe luchar por su ley como por sus murallas” (Heráclito).

Con la ley se forja el hombre una nueva y estrecha cadena que mantiene unidas las fuerzas y los impulsos divergentes logrando centralizarlos como ningún orden social lo haría. El Estado se experimenta objetivamente en la ley, introduce todas sus normas donde antes sólo había arbitrariedad.

En Grecia cuando se quiso expresar el dominio arbitrario del poderoso sobre el débil, la palabra más utilizada fue la de “hybris”, que tiene un sentido múltiple, sea injusticia, orgullo, soberbia, autocomplacencia, arbitrariedad, en suma, todo aquello que está alejado de la justicia. Así, según Homero, Aquiles fue castigado con la hybris y por su ofensa a los dioses, con la muerte de su entrañanble amigo Patroclo, y Medea por dar muerte a sus hijos. La conciencia que existía en Grecia y Roma, era que la acumulación de gran parte de los poderes en un individuo es una fuente de Hybris, y por eso limitaban los períodos de los gobernantes.

La alta estimación del derecho por los poetas y filósofos, es parte de esta estima desde el siglo VIII al V. Comienza con Hesíodo, Solón, y la misma nobleza, pero al surgir “los nuevos ricos” que cometían abusos, llevó a la promulgación de leyes escritas, y así del Nomos, que proviene de una tradición oral, se pasa a la Diké que se convierte con Hesíodo en un derecho para todos, ricos y pobres.

En las obras de Homero se halla el primer elogio de la justicia, y los dioses son sus guardianes; su reinado no sería divino si no condujera al triunfo del derecho. Este es el postulado que domina a La Odisea. En La Ilíada, Zeus promueve terribles tempestades en el cielo cuando los hombres conculcan la justicia en la tierra. Homero designa el derecho con el nombre de Themis, y por eso en la Ilíada se dice que “Zeus daba a los reyes el cetro y Themis, que es el compendio de los valores caballerescos, y su significado es el de ley.

Hesíodo a su vez, en su obra “Los trabajos y los días”, señaló que la creciente desventura de los humanos se debía al progreso de la hybris y la irreflexión, la desaparición del temor de los dioses, la guerra y la violencia. Era lo que él llamaba la “Edad de hierro” en la que dominaban los malhechores, al contrario de la “Edad de oro” en que dominaban los hombres justos, como ocurrió según él, al comienzo de los tiempos. Por eso es llamado el poeta del derecho en Grecia, pues poseía una fe inquebranteble en la protección del derecho por los dioses; la idea del derecho es para él la raíz de la cual va a surgir una nueva sociedad, y para ello creó una figura divina llamada DIKÉ, dada por Zeus, y que consiste en dar a cada cual lo debido, y sirve para cuando hybris –acción contraria al derecho- perjudica a alguien. Luego se creó el término DIKAIOSINE, el término abstracto de justicia que juzga las transgresiones como el adulterio, asesinato, el hurto, y surgió de la progresiva intensificación del sentimiento del derecho; ella se convirtió en la Areté (virtud) por excelencia, y era la obediencia a las leyes del Estado, así como la “virtud cristiana” era la obediencia a los mandamientos.

La palabra Dikaiosine (justicia) tiene varios significados, en el lenguaje común el más destacado es el de justicia distributiva, el cual se emplea en su sentido ético como “honestidad” o en el sentido forense que implica una relación, cuando una persona tiene que responder en el juicio que otro pronuncia, y ante el cual se declara justo y es reconocido como tal. “Justo” es quien ha sido declarado libre en un proceso, es el derecho por el que una persona quiere que le sea reconocida como su derecho, y exige justicia.

El Estado jurídico helénico presupone una larga evolución; Jonia fue el país del más intenso movimiento intelectual y crítico de Grecia, y el papel del Estado fue liberar las fuerzas individuales aún en el campo político. En la ley halló el pueblo griego la herencia de las normas jurídicas morales, su forma más general y permanente. El legislador es para Platón y Aristóteles junto al poeta el cúlmen de lo humano.

Hybris, concebida originariamente en oposición a Diké, al ampliarse se extiende a la pleonexia que es la ofensa a los dioses. Heráclito eleva mediante su nomos divino, la ley, a la categoría de una religión cósmica, y funda en la norma del mundo, como norma de vida del hombre. Los poderosos siguen a sus apetitos, en especial la libido imperandi (gusto por el poder) más que a la razón (frónesis). La desintegración en el alma del gobernante es la que sella la ruina de su poder.

La pleonexia es para Platón lo mismo que para Isócrates, la raíz de todos los males; por eso los más aptos para gobernar, son los que obedecen a la verdadera ley, es decir, a la idea del “bien”, o sea de Dios, que es la medida de todas las cosas.

La Eudemonía (felicidad), es la verdadera perfección de la naturaleza humana y su más genuino valor, o sea, poseer un buen Démon (buen dios). Así, la Areté es el valor interior que según Aristóteles hace dichoso al hombre. Por eso la vida humana (Bios), en cuanto se distingue cualitativamente de los otros hombres, está plasmada por un determinado Ethos (conducta fija de vida), fue plasmada por Platón y aceptada por el mismo cristianismo al hablar de la vida de los santos y creyentes como seres felices.

Aristóteles coloca junto a la vida filosófica la vida activa y así distingue la Sofía de la Frónesis. La misión fundamental del Estado es moral y educadora y su última meta es llegar a la interioridad del alma, el último refugio de la voluntad normativa del hombre de la Polis griega, que había sabido plasmar la ciudad-estado pero que ya no encontraba patria alguna en el mundo. Por eso dice Aristóteles, “el hombre perfecto y el ciudadano perfecto sólo son idénticos entre sí en el Estado perfecto” (Política III, 4).

Platón distingue tres tipos humanos: El primero, dominado por un monstruo de muchas cabezas de numerosas bestias, es el hombre como ser instintivo. El segundo, está dominado por el león y es el hombre temperamental con sentimientos de cólera, de valentía, de entusiasmo. El tercero, es el dominado por el espíritu, es el hombre dentro del hombre.

Quien alaba la injusticia da alas a la bestia salvaje y multifascética que hay en nosotros, por eso el principio sobre el que descansa la tiranía es la injusticia, y se caracteriza por el máximo de carencia de libertad, y surge de una vida instintiva animal en el alma del hombre. El tirano no conoce la verdadera libertad ni la verdadera amistad. Vive lleno de recelos y es desgraciado, porque en su interior se ha roto el órden natural; además carece del verdadero poder, pues no puede realizar el bien y es por eso el mayor esclavo y se ve reducido a la soledad y está maniatado en sus movimientos, y es por ello la personificación del hombre desdichado.

La fundamentación del hombre sobre la base del “estado dentro de él mismo”, se operó al llegar a su apogeo la cultura griega, al llegar al convencimiento de que en este mundo es imposible cumplir este ideal. La responsabilidad moral del hombre es la premisa de toda acción educativa. Por eso, Sócrates opuso la filosofía de la educación a la del poder, bajo el criterio de la Paideia cifrada en la KALOKAGATÍA (belleza y bondad) del justo.

El pensamiento griego sobre el Estado condujo en última instancia a la creación de la idea occidental de la libre personalidad humana, la cual no se basa en ningún estatuto de los hombres, sino directamente en el conocimiento de la norma suprema, la fundación del “estado en nosotros” con la vista puesta en Dios, esta fue la meta de la República de Platón.Toda educación es una preparación para un estado superior del alma en su forma pura; si el alma no puede ser destruída por su propia enfermedad, la maldad, nada puede destruirla.

Los más aptos para gobernar son los que obedecen a la verdadera ley, es decir, a la ideal del “Bien”, o sea de Dios que es la medida de todas las cosas. La dicha de todos y no sólo de unos pocos es la misión del verdadero Estado, y esto depende de que cada uno cumpla lo mejor su función específica, pues cada vida tiene un contenido, un fin (Telos) y sus límites.

Toda la estructura del Estado descansa sobre la verdadera educación, la cual si se logra, lleva a la verdadera justicia, por eso los gobernantes deben ser sabios, de donde tomó Platón la idea de que los filósofos deberían gobernar.

Si nos situamos en nuestro mundo actual, nada hay más pervertido que la justicia, y la situación es más grave que en la antigüedad, pues en pleno siglo XXI, en plena civilización, aún existen estados e imperios que ejercen su dominio arbitrario sobre los pueblos débiles, sea con leyes económicas injustas, o por las armas o invasiones, o cuando las grandes multinacionales sobornan y derrocan gobiernos legítimamente constituídos en aras de sus intereses particulares en especial en nuestros países, en que gobiernos corruptos obedecen los criterios de poderes mundiales a costa de sus gobernados nacionales. Además hoy existen técnicas cada vez más sofisticadas para manipular la conciencia de millones de habitantes del planeta, cuando no es que se apela a la tortura física y psíquica para lograr sus fines.

Por eso, cada vez se reconoce que no hay tarea más urgente que el de un nuevo órden mundial que establezca como principio el reconocimiento de los derechos humanos, la igualdad de los derechos del hombre y la mujer, y el respeto al derecho penal internacional, igualmente el derecho a oponer resistencia a la autoridad ilegítima, a la pena de muerte, pues como dice Kant, la más grande y repetida forma de miseria a que están expuestos los seres humanos consiste en la injusticia, más bien que la desgracia. La verdadera justicia radica en la idea de que hay que dar a cada uno lo suyo, fundamento en el cual se basa toda justa ordenación sobre la tierra, y la injusticia es cuando a alguien le es retenido o quitado lo que es suyo por otro congénere. A este derecho lo llamaron los antiguos el suum cuique, y que hoy es patrimonio de toda la humanidad. Por eso, como dice Santo Tomás, “la justicia es el modo de conducta según el cual un hombre, movido por una voluntad constante e inalterable, da a cada cual su derecho”.

A esto está ligado el problema del poder, estar en pocas manos o en grandes corporaciones, que con su poder corruptor son más difícil poner en cintura por los gobiernos de los pueblos más débiles. De ahí la necesidad de que los ciudadanos y la opinión pública superen su impotencia y pasividad. Los problemas del planeta hoy son globales, y su solución es global y nos corresponde formar ciudadanos conscientes de sus deberes y derechos, que contrarresten el dominio casi omnímodo de las gandes multinacionales y de los grupos paralelos que se han impuesto en el nuestro y en los demás países débiles.

LA JUSTICIA EN LA BIBLIA
Ningún libro como la Biblia está centrado en torno a la idea de justicia , tanto que se equipara con la idea misma de salvación, idea central en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Aquí estamos en un mundo distinto al griego. Un pueblo que se sintió elegido por Dios y para el cual el cumplimiento de le ley que él estableció era lo prioritario. Los mandamientos no eran como se ha creido, “leyes abstractas”, sino un don que Dios le dio para su salvación.

Era como anota Gerard Von Rad, “un campo de energias saludables para el hombre” (Teología del Antiguo Testamento). Así que era Dios el que daba la justicia como un dón suyo. Por eso el culto se inciaba con cánticos que declaraban su lealtad a la ley de Yaveh, y que era su alegría. En el Nuevo Testamento, Cristo el Ungido de Dios se sintió guardian y garante de la justicia, y por eso afirmó que cumplir su misión era su alimento.

Israel no se consideraba relacionado con un mundo de valores ideales, sino con una actividad divina. Por eso su interés es proclamar las acciones que le ocurrían como pruebas concretas de la acción de Dios desde el paso del mar Rojo, hasta la toma de Jericó.

Pero aquí la justicia no es tomada abstractamente, sino en un sentido relacional. El pueblo hebreo era un pueblo que pensaba concretamente y no en forma abstracta como los griegos. Por eso la justicia está centrada en las relaciones de los hombre con Dios y los humanos entre sí. Así, la justicia era para ellos, el valor supremo de la vida, sobre el cual descansa toda vida cuando está en órden (G. von Rad). Así, la justicia es un concepto de relación entre dos y no entre un objeto sometido a un juicio de valor y una idea. Cada relación lleva su propia ley, siendo la primera, la establecida con Dios, y por eso para el israelita era justo quien satisfacía las relaciones específicas que le imponen dicha relación, siendo la alabanza la forma suprema de expresar dicha relación. Dios al establecer una Alianza, puso al hombre ante una situación difícil, pero no imposible: cumplir la Alianza, y el pueblo como se vio en la historia pocas veces la cumplió. Dios sin embargo nunca se echó atrás, y le dio nuevas oportunidades de renovar la alianza. Este es el sentido del Antiguo Testamento, las múltiples alianzas de Dios con su pueblo a pesar de las mil veces que el pueblo decepcionó ante su Dios. Pues para El prevalecía la misericordia sobre la justicia misma.

Uno de los fenómenos más prodigiosos del Antiguo Testamento fue la aparición de los profetas, en especial, el caso de Isaías, quien supera a todos los demás por “la amplitud magnífica de su mundo de ideas”. Su obra abarca diversos géneros, desde el oráculo hasta el himno, y le tocó presenciar la catástrofe de Jerusalén del año 701. Como Amós, fue un portavoz del derecho
divino, criticando enérgicamente todas laas formas de violación del derecho. En especial para el judío era la forma como un gobernante administraba justicia, sabía cuáles eran sus intenciones respecto a Dios, pues para ellos el derecho divino era un don salvífico. De ahí las invectivas de los profetas contra toda clase de violación de justicia, en especial contra el pobre, la viuda, el huérfano y el extranjero. Los famosos ¡ay! se repiten en todos los profetas, y luego en Cristo, lo que le dío un sentido especial al sentimiento de justicia y a la violación de la misma. Así, hallamos uno muy famoso: ¡ay de los que dictan leyes injustas y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas y robar a los huérfanos! (Is 10, 1). Así, los más dramáticos y fuertes ayes, son los dirigidos a los gobernantes y a los que violan la justicia.

En el libro del Génesis, cuando Dios creó al hombre, lo instaló en un jardín lleno de toda especie de árboles frutales, con la única advertencia de no poder comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque ello significaba querer ser como Dios, es decir, romper los límites que sostienen el mundo y la vida. Sin embargo, el hombre desobedeció, en un acto de soberbia (Hybris), acto que se ha repetido hoy con la técnica que ha querido llegar a las fuentes mismas del vivir, y como Fausto, pretende abrogarse derechos que no le corresponden; esos son los temores que asedian a muchos con los nuevos desarrollos tecnológicos.

En la Biblia, los judíos piadosos buscaban una justicia proveniente de la ley, y creían que se podía cumplir toda la ley. San Pablo, un judío converso los convenció de esa uilusión, y para él, la justicia es independiente de la ley, pues la muerte de Cristo ha justificado ya al creyente, y le es imputada al hombre ya en el presente, siempre que él crea. Por eso dice: “habiendo pues recibido por la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios”. Además, señala que “aunque el cuerpo haya muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Los gnósticos ven en la justicia una “fuerza” divina que invade al iniciado y que expulsa las fuerzas demoníacas que han gobernado hasta ese momento en el hombre. Ningún hombre puede conseguir la “justificación por medio de las obras de la ley”, por la sencilla razón de que no puede cumplirlas. Así, el camino de las obras de la ley y el de la gracia y de la fe son contrapuestos, se excluyen mutuamente, y son hasta declarados malditos los que no practican todos los preceptos escritos en el libro de la ley.

Para el cristiano el sentido de la Dikaiosine se basa en que ha sido revelada por la salvación de Cristo, y el hombre se convierte en una nueva criatura, pues “lo viejo ya ha pasado” y con Cristo comienza una nueva era. Los judíos se gloriaban en la ley y esto era según San Pablo una postura pecaminosa, pues sólo queda frente a Dios la actitud de fe como la de Abraham que no fue justificado por las obras sino por la fe, la cual se adquiere sin esfuerzo alguno, y es una gracia, un regalo de Dios, mientras que la ley produce la ira. Así pues, la “justificación por la fe” designa el contenido del Evangelio. Claro que según otras interpretaciones la fe debe estar respaldada por las obras y por eso dice el apóstol Santiago: “de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras”. Lo que indica que ambas se complementan.

En nuestros días en que impera el capitalismo más despiadado y sus desafueros, es decir, su hybris, afecta no sólo el mundo humano y social, sino también el ecosistema, una verdadera hybris a la que la naturaleza responde con catástrofes, que es su Némesis, su venganza a tan despiadad explotación. De ahí la necesidad que la voz de los defensores de los desposeídos, desempleados, desamparados y defensores del planeta, sea oída, y su respuesta es sentirnos solidarios no sólo con el hombre, sino con la misma naturaleza que reclama de nuestros cuidados. Es una gran paradoja que la cultura occidental que ha logrado crear los más asombrosos adelantos técnicos, se encuentre moralmente en un estado casi salvaje por la carencia de justicia.

En el caso de nuestro país, nos preciamos de poseer una democracia, pero ésta es puramente formal, pues está dominado por grupos corruptos, y la dominan el crimen, el secuestro y la desaparición de personas. La violencia que afecta a tantos compatriotas por grupos al margen de la ley, y aún del mismo gobierno, debe ser atendida mirando el ejemplo de Grecia, al saber cómo ella a pesar de poseer la Paideia, fracasó cuando la ley fue despreciada por sus gobernantes, y el pueblo mismo, y de ahí que si quremos ser felices, no hay mayor valor que el respeto por la justicia, el derecho y las leyes. Y esto depende tanto de gobernantes como de gobernados.

1 comentario:

Rodolfo Plata dijo...

El cristianismo se inició como un movimiento laico. La Epístola apócrifa de los Hechos de Felipe, expone al cristianismo como continuación de la educación en los valores que persigue alcanzar la paideía griega: “he venido a Atenas a fin de revelarles la paideia de Cristo”. Promovida por los sabios alejandrinos que fueron los primeros en percatarse del movimiento secular cristiano cuando unos griegos se entrevistaron con Cristo (Jn XII, 20 al 24). Posteriormente enviaron al medico Lucas a dar testimonio escrito de los portentos, vida, ejemplo y enseñanza de Cristo, a fin de fe-datar en la persona de Cristo, que es cierta la teoría de la trascendencia humana formulada por Aristóteles al abordar el problema del alma truncada que sostiene que el hombre puede trascender a sus propias limitaciones si practica metódicamente las virtudes opuestas a sus defectos hasta alcanzar la supra humanidad. A partir de entonces, los pueblos helénicos tomando a Cristo como ejemplo de lo que es la trascendencia humana, lo siguieron no como Dios, sino como hombre, a fin de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta que pretende la paideía griega; por ello lucharon por helenizar el cristianismo a fin de estructurar la fe conforme a la razón. Lo cual propició el choque entre culturas ante la oposición radical e intransigente de los príncipes de la sinagoga tendente a evitar que se helenizara el cristianismo para mantenerlo sujeto a la Sinagoga. San Pablo fue un caballo de Troya enviado por el Sanhedrín para infiltrar el movimiento cristiano y judaizarlo. Desde entonces el talón de Aquiles de la doctrina de la Iglesia ha sido el profetismo judío y el fideísmo bíblico. Separando la fe de la razón __cuya unión inseparable, Cristo había revelado metafóricamente al ciego de nacimiento (Jn IX, 39)__ Provocando en los pueblos cristianos la estulticia generalizada y la entronización del oscurantismo, al olvidar las raíces helenistas de nuestra cultura; lo cual ha convertido las Iglesias en sinagogas, los sacerdotes en rabinos, los cristianos en siervos del gobierno mundial judío, y el judeo cristianismo en religión chatarra. Así el movimiento cristiano dejó de ser laico y dejó de perseguir los fines últimos de la educación en la paideía; y por ello, no hemos alcanzado la sociedad perfecta ni la trascendencia humana. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD