viernes, 20 de mayo de 2011

DERECHOS DEL HOMBRE vs. DERECHOS DE LA NATURALEZA II


ÓSCAR LÓPEZ R. - FILÓSOFO-PSICÓLOGO


3- La Naturaleza y la sociedad tecno-industrial
4- La reinvención de la Naturaleza y el retorno de Gaia


3-LA NATURALEZA Y LA SOCIEDAD TECNO-INDUSTRIAL
La civilización, se nos dice, empezó cuando el hombre comenzó a actuar sobre la naturaleza; la agricultura sustituyó al pastoreo, por eso en el relato bíblico, Caín, agricultor, ávido de tierras mató a Abel, el pastor. Durante milenios los cambios fueron relativamente pocos, por el bajo desarrollo de la técnica para influir sobre la naturaleza, pero la tecnología actual, con la sobreexplotación de la tierra, y la sobre-producción que ha llevado al consumismo, y el aumento de bióxido de carbono, en especial en los países desarrollados, ha alterado radicalmente la estructura de la atmósfera, océanos y mares.

La teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico, según la cual la Tierra gira alrededor del sol, y no al
contrario como se dijo durante milenios, desarrolló una nueva visión del mundo basada en la ciencia natural, sustituyendo la concepción tradicional, según la cual, el hombre era el centro del universo; éste se convirtió en algo infinito y unitario, continuo y organizado, una máquina regida por leyes naturales, distintas a la idea divina que predominó hasta entonces.

Pero discutidos la idea del arbitrio de Dios y del derecho del hombre sobre la Tierra, al contrario de disminuir la confianza en sí mismo en el ser humano, permitió desarrollar un sentimiento de orgullo hasta entonces desconocido, al saber que podía calcular sus leyes y vencer la Naturaleza, hasta llegar a una visión inmanentista del mundo que fue también panteísta, desarrollada a partir del Renacimiento, y según Dilthey, “es obra de la revolución espiritual que sigue al siglo XIII y llena casi tres siglos”.

Los siglos XVII y XVIII fueron períodos turbulentos al producirse las revoluciones política, económica y religiosa; en Inglaterra el capitalismo, llevó al individualismo económico, en Francia la Revolución Francesa- con su proclamación de los Derechos del hombre-, y en Alemania, la Reforma protestante preconizó el libre examen de los textos bíblicos. Estos logros permitieron el desarrollo de una nueva conciencia que al extenderse al planeta entero, le permitió al hombre llegar a su “mayoría de edad”, dándole a éste una conciencia de la autonomía frente a la naturaleza y la misma divinidad.

Pero el hombre occidental europeo, quiso confiscar esos derechos para unas minorías. Hoy, esa conciencia se ha extendido por todo el planeta y en especial, los grupos marginados al tomar conciencia de su dignidad, reclaman un trato humano para donde no les sea pisoteada su condición de sujetos libres y de derechos.

Fue en Inglaterra a partir de 1760, cuando empieza la inversión de capitales en medios de producción, que llevará a la nueva concentración de riquezas, dando origen a la era capitalista. El cálculo, el principio de oportunidad, y la sistematización, que se iniciaron en Italia, de modo incipiente en el siglo XV, toma ahora forma predominante, y como anota Hauser, la victoria de este principio es la esencia de la Revolución Industrial. El principio de Laissez Faire -dejar hacer-, se impone por primera vez como ideal del liberalismo económico; de ahí toma forma la idea de libre competencia e iniciativa individual que rechaza la intromisión del Estado en el desarrollo de la economía.

LA ERA DE LA MAQUINA
Según Mumford, entre los siglos X y XVIII, ocurrió un cambio paulatino en Europa, y fue la entrada de las máquinas, un salto de las sencillas herramientas como el hacha, -la herramienta primitiva de la humanidad-, el hilado y el tejido de telas, a las grandes máquinas, el cual no ocurrió de una vez, sino por etapas progresivas hasta llegar al capitalismo. Según él, primero hubo una fase eotécnica o artesanal relacionada con la agricultura, cuyos elementos básicos fueron el agua y la madera. Luego, la paleotécnica, que es un complejo en el que intervienen el carbón y el hierro; y por último la neotécnica, con la electricidad y la aleación química (MUMFORD, Lewis. Técnica y civilización. Alianza editorial, 2006).

La máquina tomó forma por primera vez en la civilización moderna a partir de la medida del tiempo; esto ocurrió en los monasterios europeos con su interés en el orden y el poder, e inició el largo camino hacia una vida más organizada luego del derrumbamiento del Imperio romano; esto fue obra de la comunidad benedictina fundada por San Benito, que llegó a reunir hasta 40 mil hombres, y para organizarlos utilizó el reloj mecánico con el que pudo sincronizar las conductas de sus subordinados. Por eso, el reloj y no la máquina de vapor, es según Mumford, la máquina clave de la moderna Edad Industrial.

Pero es en Inglaterra donde por primera vez se inaugura la era de las máquinas, con fábricas completamente mecanizadas, con una estricta división del trabajo y un ritmo de producción que irá aumentándose sin cesar hasta nuestros días. Surgen las ciudades modernas, en las cuales se concentran miles de trabajadores, apiñados en cuartos incómodos y barracones, con jornadas extenuantes. Se erige a su vez una nueva clase capitalista, formada por patrones que requiere de trabajadores de todas las edades: hombres, mujeres y niños, sanos, dementes, etc.; una clase media formada por medianos comerciantes e industriales y un proletariado industrial, que abarca tanto artesanos como campesinos desarraigados.

“Las ciudades semejan grandes campos de trabajo o cárceles, son incómodas, sucias, insalubres y odiosas por encima de todo lo imaginable”. Esta radiografía semeja a la que hizo Engels en su famosa obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, y que refleja la situación que imperó en Inglaterra en los siglos XVIII y XIX, para luego extenderse por todo el mundo.

En síntesis, con el desarrollo del capitalismo, entramos en una fase nueva que predomina hoy día, no sólo en cuanto a nuestras ideas sobre la naturaleza y el hombre, sino que con las máquinas cada vez más sofisticadas ha logrado un dominio de la naturaleza y de la capacidad física y mental humana, casi total, puestos al servicio del capital.

Como reacción a esta situación agobiante, se inició en pensadores y artistas de los siglos XVII y XVIII, el deseo de una vida más simple, espontánea, y una actitud a favor de la vida, y una huída al campo, libre de las miserias de las cortes y las ciudades. “Volvamos a la Naturaleza”: este es el lema que predicó J. J. Rousseau, fue una revuelta contra el racionalismo y la desigualdad social, siendo la expresión de gran parte de las personas sensibles de su época, y una crítica a la feroz dominación del capitalismo. Surge con esto el naturalismo que se va a imponer con la literatura y el arte. El romanticismo inglés fue la reacción contra la revolución industrial que llevó a un nuevo entusiasmo por la Naturaleza.

El siglo XX entrará en una fase nueva con el desarrollo de tecnologías más complejas. Como anota Leonardo Boff, “El cambio de naturaleza en la actividad tecnológica mediante la robotización y la informatización, han producido una inmensa riqueza de la cual se han apropiado en forma desigual, las grandes corporaciones transnacionales y mundiales que han ahondado aún más el abismo entre ricos y pobres, con una pésima distribución, y se ha retrocedido en las relaciones de solidaridad a niveles conocidos sólo en tiempos de barbarie. Se crea así una doble humanidad: una opulenta, la de los ricos en los países centrales, y los periféricos” (BOFF. Leonardo. Nueva Era: “la civilización planetaria”. Editorial Verbo Divino, 1995).

Con el dominio del capitalismo en el planeta entero, y el desarrollo de las nuevas tecnologías, luego de la caída del bloque soviético y sus satélites, entramos en la llamada “Globalización”, en especial de tipo económico, que favorece en especial a las grandes potencias, explotando sin piedad todos los recursos naturales e hipotecando el futuro de las próximas generaciones.

EL SUPERMERCADO PLANETARIO
Al llegar al siglo XXI, vemos al planeta convertido en un
inmenso supermercado, en el que se expolia a la naturaleza, y el ser humano es reducido a la condición de consumidor, situación que se refleja en el uso desaforado de los recursos, lo que ha llevado a la destrucción del medio ambiente.

Esto fue posible, gracias al mito forjador de la sociedad moderna, el tecno-económico del progreso, con el cual, la tierra ha sido transformada por diferentes actividades, con intensidad y consecuencias diferentes. Así, según informes del 2001, y que hoy, según el informe de Al Gore, son superiores, del 10 al 15 % de la Tierra, está ocupado por cultivos en surco, o por industrias, y el 6 al 8 % ha sido convertido en pastizales. Se calcula que la proporción de la tierra explotada y degradada por el hombre es del 39 al 50 %, lo que es una proporción y una cifra inmensas. Un primer efecto es la pérdida de biodiversidad. Para entender este problema debemos integrar las causas sociales, económicas y culturales, con evaluaciones científicas de los aspectos biofísicos, biológicos y mecánicos. El trabajo interdisciplinario es el recurso más sólido para predecir el curso de los eventos y para alcanzar alguna esperanza de afectar, positivamente, las consecuencias. (MOJICA, Tobías. La tierra es apaleada. ICFES, Bogotá, 2001).

Igualmente, se han dado alteraciones antropogénicas de los ecosistemas marinos, deteriorando los humedales, los manglares, con la desaparición de especies vegetales y animales. En especial, las industrias pesqueras se han especializado en pescar predadores primarios, lo que lleva al aumento de las poblaciones no predadoras. Todo esto ha sido obra de los países llamados desarrollados, pues los países atrasados desarrollan actividades pesqueras artesanales y en parte sostenibles. Los botes pesqueros de los países ricos, en su afán de rapiña, completan el daño de los hábitats.

Como anota Mojica, el aumento del CO2 representa la señal más clara y documentada de la alteración de la atmósfera. Las concentraciones de CO2 permanecieron más o menos estables hasta alrededor de 1800, y han aumentado en los últimos años debido a la quema de combustibles fósiles, la cual ha crecido dramáticamente por el aumento de la polución a causa de las industrias y el exceso de automotores, y éste es el factor más importante del efecto invernadero.

También el agua se ve alterada, y así, ha aumentado el flujo de más de 2/3 de los ríos y mares por causa de la acción humana tan desmedida. La contaminación de los mares ha llevado a la muerte de peces y de otros recursos biológicos. Igualmente la desviación de ríos para plantas hidroeléctricas e irrigación de cultivos ha alterado los ecosistemas de agua dulce.


La producción de químicos orgánicos sintéticos, si bien ha traído amplios beneficios, muchos de estos compuestos son tóxicos y algunos peligrosos como el insecticida DDT que se han acumulado en organismos a través de las cadenas alimenticias, han devastado poblaciones de predadores (en especial águilas y halcones). También se han mezclado las floras y faunas, que habían estado separadas geológicamente, y se han transportado especies, o sea, ha habido una invasión biológica, y así, las especies invasoras han destruido las especies nativas. Si bien la invasión biológica es un proceso natural, la actividad humana ha elevado su rata o proporción en diversos órdenes de magnitud. El tráfico de organismos es masivo y global, y con él han aparecido nuevas enfermedades infecciosas en las diferentes poblaciones. Por eso se ha dicho que las invasiones son la segunda causa de extinciones después de la transformación de las tierras. Así, la introducción de peces exóticos puede alterar radicalmente la existencia de otros peces, y de insectos que se alimentan de zooplancton, los cuales a su vez se alimentan de algas, las que permiten determinar la calidad y el uso humano de las aguas. Además, se han extinguido gran cantidad de especies de poblaciones localmente adaptadas y de su material genético, disminuyendo la adaptabilidad de las especies y de los ecosistemas.

Pero uno de los cambios más peligrosos y de consecuencias imprevisibles es la manipulación genética como también la clonación, que han llevado a crear especies aberrantes, como la de animales gigantescos, en especial ratas y otras especies.

“Las modificaciones ecológicas, nunca han sido tan grandes, tan numerosas, tan rápidas y tan diversas. Los habitantes de los países desarrollados consumen más energía que los otros congéneres del planeta, y es la que está contaminando y deteriorando el planeta, de modo que el problema principal es el desbalance en los estilos de vida. Así, un ciudadano de un país desarrollado consume energía mil veces más que un ciudadano tercermundista, y la pregunta es, ¿será por ello mejor su calidad de vida?; sin embargo, las estadísticas no son absolutas en este sentido” (id, Mojica).

Con el desarrollo tecno-industrial, el hombre se creyó dueño de la naturaleza y con derecho a dominarlo todo, de ahí el sentimiento de separación que es la gran enfermedad de nuestro tiempo, las ciudades están pobladas de muchedumbres desarraigadas y encuentran en el consumo, la calma pasajera de sus problemas como la soledad y la depresión, y el aumento de las enfermedades físicas y mentales, cuyo único paliativo son el consumo de medicinas producidas por las multinacionales; se vive así en un círculo vicioso: la misma sociedad que causa el problema busca remediarlo con las medicinas que en parte la han causado y que ella misma produce.

Además, los conceptos de “libre empresa” y “libre competencia”, que se afianzaron con el neoliberalismo, quieren hacernos olvidar que en la sociedad capitalista tales libertades son imposibles, pues no todos tienen iguales oportunidades y ventajas, como se ve hoy día con el aumento de los monopolios y la mayor concentración de riquezas en pocos individuos y naciones, generando una pobreza y exclusión cada vez más generalizada.

Las multinacionales y grandes corporaciones, lo mismo que las mafias, han reemplazado en este mundo global a los gobiernos, e imponen una ideología consumista y depredadora que van en contravía del desarrollo y promoción humanos. Así por ejemplo, el derecho al trabajo se convirtió en un privilegio y hoy, el cada vez más creciente desempleo del personal calificado, ha llevado a afirmar que la era del trabajo ha terminado, pues en gran parte las máquinas reemplazan la labor humana, la cuál es considerada injustamente de inútil. Esto está generando frustración y malestar en los millones de jóvenes que después de realizar grandes esfuerzos para capacitarse profesionalmente, no encuentran oportunidades ni condiciones para desempeñarse en el mundo laboral.

Además, el desarrollo de la automatización y de la producción en serie, no sólo ha llevado a la deshumanización del trabajo, sino a la fabricación de productos innecesarios, y los países poderosos se han centrado en la fabricación de armas que venden a los países más desprotegidos, fomentando la guerra. Son millones las personas que trabajan en asuntos que nada tienen que ver con sus vidas, y así, gran parte de lo que se produce como lo que se consume, es irracional. El mismo ocio que debería servir para compensar el esfuerzo por un trabajo agobiante, se ha convertido en lo que Marcuse llama el “ocio represivo”, que los medios de comunicación saben utilizar, estimulando la violencia, la dependencia sexual, o la nueva religión de masas en lo que han convertido el deporte, y en el cual se manejan astronómicas cifras que sólo le sirven a unos pocos.

Por eso no es razonable el optimismo con que los humanos del siglo XIX, y parte del XX, soñaban con un mundo que gracias al progreso científico-técnico, traería paz y felicidad. Las guerras europeas del 14 y del 39, con sus millones de muertos, el Holocausto y los campos de concentración rusos, y sus desenlaces a nivel planetario, nos señalan lo contrario; una especie de fatalismo y resignación se extiende por el planeta entero. El mito progresista ha fracasado, y con ello, se han opacado las utopías, quedando aparentemente una sola, la del “mercado”, en la que satisface las necesidades el que tiene con qué, los demás, la gran mayoría, quedan excluidos.

4- LA REINVENCION DE LA NATURALEZA Y EL RETORNO DE GAIA
Estamos viviendo una época de “toma de conciencia” planetaria respecto a nuestra imagen de la naturaleza y de nosotros mismos: el deterioro ambiental es el reflejo de un malestar interno en el hombre, y una autocrítica planetaria se está dando a todos los niveles. Cada vez asumimos que durante más de cuatro siglos, se pensó la Naturaleza en términos puramente materiales, como simple proveedora de materia prima. La estúpida idea de creernos “reyes” y “amos” de la naturaleza, es reemplazada por una más real, la de ser viajeros en una aventura que involucra a todos los vivientes, y en el que la Naturaleza es nuestra guía, y nosotros los que debemos seguirla y a su vez orientarla.

Es un principio dialéctico que cada problema obliga a buscar su salida, así hallamos alternativas; lo primera es desarrollar como anota Leonardo Boff -teólogo y ecologista brasileño-, una ética planetaria. “Tres son los problemas que suscitan la urgencia de una ética mundial: la crisis social, la crisis del sistema de trabajo y la crisis ecológica, todas ellas de dimensión planetaria”.

Al entrar en una nueva etapa de mercados globales y procesos productivos automatizados, vamos inexorablemente hacia una economía sin trabajo, en la que los principales afectados son jóvenes calificados del mundo entero. De allí que al emplear los nuevos medios como Internet, Facebook, Twitter, etc., están generando transformaciones como las de Medio Oriente, España. Los gobiernos deberán atender el clamor de millones de desempleados y de quienes claman por una mayor justicia social; de lo contrario, ellos buscarán salidas violentas a su situación desesperada.

Frente a la economía de mercado, se abre camino una economía social que se centra en las relaciones humanas, en los sentimientos de intimidad, compañerismo, lazos fraternales y responsabilidad social. Se impone el desarrollo de formas imaginativas para transferir las crecientes ganancias, de modo que no sigan quedando en unas pocas manos, sino que haya una mejor distribución de las riquezas que supere las actuales inequidades, en especial en los países tercermundistas.

Así, frente al creciente desempleo debido a la maquinización creciente que desplaza cada vez más la mano de obra, se requieren medidas que brinden posibilidades laborales, por ejemplo, disminuir la sobre-explotación de los actuales trabajadores y empleados, emplear gran parte de la fuerza y la inteligencia humana en servicios sociales básicos, ayudas culturales, y que la idea de voluntariado no debe ser sólo asistencialista, sino que debe ser bien remunerada. Estas medidas parecen utópicas, pero deben tenerse en cuenta para una salida de la actual crisis.

Se trata de lograr que hagamos del nuestro un planeta sustentable para el ser humano y los demás seres vivos. El nuevo código que debemos elaborar, debe tener en cuenta no sólo los Derechos del hombre, sino también los de la Naturaleza, que para muchos parece algo exótico y sin fundamento, pero cuando la Naturaleza se ha ensañado en múltiples formas, empezamos a comprender que los desastres naturales son la respuesta al mal manejo que el hombre ha hecho de su poder frente a ella.

LA HIPÓTESIS GAIA
Debemos a J. E. Lovelock la recuperación de los estudios sobre nuestro planeta, al señalar cómo éste es la suma de los seres vivos y de las partes del entorno situadas bajo su influencia, incluyendo al hombre
como parte o socio de una entidad muy democrática, con una edad de más de tres mil millones de años y que puede superar la segunda ley de la entropía. Esto implica que en los agrupamientos moleculares altamente improbables, existe la vida. El término Gaia hace referencia a la mitología griega que la concebía como la Madre Tierra, y que según Hesíodo es “la de ancho seno, eterno e inquebrantable sostén de todas las cosas. En Gaia es posible extraer energía a partir de unos pocos elementos, el carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el nitrógeno, el fósforo y el azufre, y se interrelacionan en un número casi infinito de combinaciones. Lo fundamental en esto es que, así como los castillos de arena no son consecuencia accidental de fenómenos como el viento o las olas, tampoco lo son los cambios químicos experimentados por la composición de la corteza terrestre que hacen posible la combustión. Allí donde se dan situaciones de desequilibrio, como ocurre con el oxígeno y metano en el aire o con los árboles, se vislumbra algo de tamaño planetario capaz de mantener inalterada una distribución molecular altamente improbable.

Como anota Lovelock, “la vida de este planeta es una entidad recia, robusta y adaptable; nosotros no somos sino una pequeña parte de ella. Su fracción más esencial está constituida probablemente por el conjunto de criaturas que habitan los lechos de las plataformas continentales y que pueblan el suelo inmediatamente bajo la superficie. Los animales y las plantas de gran tamaño son relativamente irrelevantes; resultan quizás comparables a ese grupo de elegantes vendedores y modelos glamorosas que se encargan de presentar un producto pueden ser deseables pero no esenciales. Son los esforzados trabajadores microbianos del suelo y los lechos marinos los que mantienen las cosas en marcha, y la opacidad de sus respectivo s medios los pone a salvo de la más intensa radiación ultravioleta” (LOVELOCK, J. E. GAIA, una nueva visión de la vida sobre la tierra. Ediciones Orbis. Argentina, 1986).

De acuerdo con lo anterior, en el caso de radiaciones nucleares, o la explosión de una estrella que afectara a la Tierra, serían la especie humana y los animales grandes los más afectados, mientras que la mayor parte de la vida unicelular quedaría indemne, tal como ha ocurrido con las explosiones nucleares con los arrecifes coralinos.

La propiedad más importante de Gaia es su “tendencia a optimizar las condiciones de la totalidad de la vida terrestre”. Según esto, la vida seguirá adelante, a pesar de los obstáculos que se le presenten. La segunda propiedad es que en Gaia hay órganos vitales, situados en su centro, y órganos prescindibles situados en la periferia. Según esta propiedad, lo que se le haga a la Tierra depende del lugar desde donde se le afecte. Así, los órganos vitales del cuerpo de Gaia no están en la superficie terrestre, sino en los estuarios, los pantanos y los fangos de las plataformas continentales. La tercera propiedad es que las respuestas que desencadenan los cambios se producen según las reglas de la cibernética, y tiene que ver con las posibilidades regulatorias asociadas a diferentes constantes de tiempo y distintas capacidades funcionales. Como sistema homeostático, Gaia tiende a corregir los cambios en los flujos energéticos, y por eso puede perdurar más allá de lo previsto.

El punto de partida de la hipótesis Gaia, fue la contemplación de la Tierra desde el espacio, que permitió poseer por vez primera una visión del conjunto del planeta, y que incluye a nuestra especie y su tecnología como parte necesaria del proceso natural. Como anota Lovelock, “un factor esencial de nuestras relaciones –recíprocas y con el resto del mundo-, es nuestra capacidad de responder adecuadamente en el momento oportuno”.

Para nuestro bien y el de todas las especies, esperamos no se tarde para emprender el camino correcto.

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