miércoles, 19 de enero de 2011

PALABRAS VIVAS Y LENGUAS MUERTAS IX

JUSTICIA vs. INJUSTICIA, ARBITRARIEDAD
(Diké vs. Adikía, Hybris )
ÓSCAR LÓPEZ RAMÍREZ – Filósofo- Psicólogo


INTRODUCCIÓN
Al iniciar nuestro estudio sobre “Palabras vivas y lenguas muertas”, lo hicimos partiendo de la idea ya reconocida, de que los griegos, romanos, y cristianos, modelaron lo que se ha llamado el “mundo clásico”, siendo -para bien o para mal- los educadores de la cultura occidental, durante más de veinte siglos. La expresión que dió forma a este mundo es la PAIDEIA, que comúnmente se ha traducido como Educación y Formación, aunque tiene un sentido más rico y profundo que los que el uso y abuso actuales le han dado. Los griegos declararon siempre la verdadera Paideia como la Paideia de los hombres libres. La comunidad en su verdadero sentido sólo puede existir para el bien y esa es la meta, es decir, el TELOS (fin) de todo lo demás.

Tal como lo señala Werner Jaegger a quien hemos seguido en este estudio, la Paideia fue el ideal que forjó al pueblo griego en su mejor momento, y fue la forma superior en la que encontraron su unidad las diversas manifestaciones del espíritu, no sólo la ciencia, la filosofía, sino formas particulares como la economía, la caza, etc. La Paideia se basa en la naturaleza cultivada por el Logos, la armonía entre los apetitos y la razón, y su abandono fue la causa de la decadencia de Atenas.

Pero a la Paidiea no se la comprende sin las ideas correlativas de POLIS (Ciudad-Estado) o ARETE (Virtud),etc. La “areté” es lo que mejor caracteriza al ser humano, su “bios”, su vida, su verdadera naturaleza, su EUDEMONÍA (felicidad). Cada ser se comprende según su areté, así la areté del cuchillo es cortar. Por la areté de valentía se reconoce al guerrero, por la nobleza al caballero y por sus actos de justicia al justo. Los humanos nos caracterizamos pues, según la areté que poseamos. La areté que compendia al individuo y la ciudad perfecta es según los griegos, el sentimiento de justicia. De ahí que la lucha por la verdadera paideia que se vivió en la Grecia clásica, es uno de los momentos más grandes de su historia y su decadencia, ruina, y su subsiguiente caída, ocurrieron cuando el pueblo se sustrajo de la función modeladora de la Paideia, la cual Tucídides equipara a un juicio de Dios.

De ahí que las obras de Platón, Aristóteles, Tucídides, hacen el elogio del justo su máximo tema,
igual que en la del mundo hebreo es encomiado el justo frente al injusto. Como decía Job, “la justicia era mi vestido; el derecho, mi manto y mi turbante” (Job, 29,14). El concepto platónico de lo justo implica que la justicia existe tanto en el alma del hombre como en el conjunto del Estado, está por encima de todas las normas humanas, y se remonta a su origen en el alma misma, en su naturaleza más íntima.

Es natural que el tema de la justicia y la injusticia haya inquietado a los humanos desde siempre, y la pregunta más acuciante es, en un mundo en que el fuerte se impone sobre el débil, ¿es posible que exista la justicia? Basta una mirada a la historia para encontrar cómo la injusticia y arbitrariedad, son lo más común, y así, individuos e imperios poderosos se han impuesto casi siempre por la fuerza sobre otros individuos o pueblos más débiles que ellos. Así, cuando en la antigüedad hablamos de Asiria, Persia, la misma Grecia, Roma, o en nuestra época España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, o de individuos como Jerjes, Darío, Alejandro, Nerón, Calígula, Hitler, Stalin, hablamos de su dominio despótico y tirámico.

Todos ellos han ejercido el poder tomado arbitrariamente en nombre de una comunidad o un grupo y han impuesto a su antojo sus intereses y criterios ante comunidadades abusando en parte de la ignorancia o el amedrentamiento de las mayorías. Antes era la violencia física o ideológica, hoy los modernos medios masivos de comunicación, han refinado su dominio sobre gran parte de los habitantes del planeta, imponiendo sus criterios que son los de los poderosos.

LA JUSTICIA EN LA POLIS GRIEGA
En la Polis griega, la voluntad de justicia se convirtió en
una fuerza educadora, análoga al valor caballeresco del guerrero. Su cumplimiento era obra del ciudadano perfecto, y por eso Platón determinó que “en la justicia está comprendida toda la areté” (República, 433b). Esta idea fue seguida luego por Aristóteles en su Etica a Nicómaco, y por el mismo cristianismo. Con ella el Estado introduce el orden donde antes había arbitrariedad. Y por ello según Jaegger, “representa el estadio más importante en el camino desde el ideal aristocrático hasta el ideal filosófico”.

En el cumplimiento de la ley, halló el pueblo griego la herencia de las normas jurídicas y morales, su forma más general y permanente. El legislador fue situado junto al poeta como el cúlmen humano en Platón, Aristóteles, y en la misma Biblia cristiana se alabó al gobernante justo y se consideró nefasto un gobernante injusto, pues sus decisiones tienen que ver con la comunidad y no sólo con individuos aislados. La ley era para los filósofos el alma de la Polis. “El pueblo debe luchar por su ley como por sus murallas” (Heráclito).

Con la ley se forja el hombre una nueva y estrecha cadena que mantiene unidas las fuerzas y los impulsos divergentes logrando centralizarlos como ningún orden social lo haría. El Estado se experimenta objetivamente en la ley, introduce todas sus normas donde antes sólo había arbitrariedad.

En Grecia cuando se quiso expresar el dominio arbitrario del poderoso sobre el débil, la palabra más utilizada fue la de “hybris”, que tiene un sentido múltiple, sea injusticia, orgullo, soberbia, autocomplacencia, arbitrariedad, en suma, todo aquello que está alejado de la justicia. Así, según Homero, Aquiles fue castigado con la hybris y por su ofensa a los dioses, con la muerte de su entrañanble amigo Patroclo, y Medea por dar muerte a sus hijos. La conciencia que existía en Grecia y Roma, era que la acumulación de gran parte de los poderes en un individuo es una fuente de Hybris, y por eso limitaban los períodos de los gobernantes.

La alta estimación del derecho por los poetas y filósofos, es parte de esta estima desde el siglo VIII al V. Comienza con Hesíodo, Solón, y la misma nobleza, pero al surgir “los nuevos ricos” que cometían abusos, llevó a la promulgación de leyes escritas, y así del Nomos, que proviene de una tradición oral, se pasa a la Diké que se convierte con Hesíodo en un derecho para todos, ricos y pobres.

En las obras de Homero se halla el primer elogio de la justicia, y los dioses son sus guardianes; su reinado no sería divino si no condujera al triunfo del derecho. Este es el postulado que domina a La Odisea. En La Ilíada, Zeus promueve terribles tempestades en el cielo cuando los hombres conculcan la justicia en la tierra. Homero designa el derecho con el nombre de Themis, y por eso en la Ilíada se dice que “Zeus daba a los reyes el cetro y Themis, que es el compendio de los valores caballerescos, y su significado es el de ley.

Hesíodo a su vez, en su obra “Los trabajos y los días”, señaló que la creciente desventura de los humanos se debía al progreso de la hybris y la irreflexión, la desaparición del temor de los dioses, la guerra y la violencia. Era lo que él llamaba la “Edad de hierro” en la que dominaban los malhechores, al contrario de la “Edad de oro” en que dominaban los hombres justos, como ocurrió según él, al comienzo de los tiempos. Por eso es llamado el poeta del derecho en Grecia, pues poseía una fe inquebranteble en la protección del derecho por los dioses; la idea del derecho es para él la raíz de la cual va a surgir una nueva sociedad, y para ello creó una figura divina llamada DIKÉ, dada por Zeus, y que consiste en dar a cada cual lo debido, y sirve para cuando hybris –acción contraria al derecho- perjudica a alguien. Luego se creó el término DIKAIOSINE, el término abstracto de justicia que juzga las transgresiones como el adulterio, asesinato, el hurto, y surgió de la progresiva intensificación del sentimiento del derecho; ella se convirtió en la Areté (virtud) por excelencia, y era la obediencia a las leyes del Estado, así como la “virtud cristiana” era la obediencia a los mandamientos.

La palabra Dikaiosine (justicia) tiene varios significados, en el lenguaje común el más destacado es el de justicia distributiva, el cual se emplea en su sentido ético como “honestidad” o en el sentido forense que implica una relación, cuando una persona tiene que responder en el juicio que otro pronuncia, y ante el cual se declara justo y es reconocido como tal. “Justo” es quien ha sido declarado libre en un proceso, es el derecho por el que una persona quiere que le sea reconocida como su derecho, y exige justicia.

El Estado jurídico helénico presupone una larga evolución; Jonia fue el país del más intenso movimiento intelectual y crítico de Grecia, y el papel del Estado fue liberar las fuerzas individuales aún en el campo político. En la ley halló el pueblo griego la herencia de las normas jurídicas morales, su forma más general y permanente. El legislador es para Platón y Aristóteles junto al poeta el cúlmen de lo humano.

Hybris, concebida originariamente en oposición a Diké, al ampliarse se extiende a la pleonexia que es la ofensa a los dioses. Heráclito eleva mediante su nomos divino, la ley, a la categoría de una religión cósmica, y funda en la norma del mundo, como norma de vida del hombre. Los poderosos siguen a sus apetitos, en especial la libido imperandi (gusto por el poder) más que a la razón (frónesis). La desintegración en el alma del gobernante es la que sella la ruina de su poder.

La pleonexia es para Platón lo mismo que para Isócrates, la raíz de todos los males; por eso los más aptos para gobernar, son los que obedecen a la verdadera ley, es decir, a la idea del “bien”, o sea de Dios, que es la medida de todas las cosas.

La Eudemonía (felicidad), es la verdadera perfección de la naturaleza humana y su más genuino valor, o sea, poseer un buen Démon (buen dios). Así, la Areté es el valor interior que según Aristóteles hace dichoso al hombre. Por eso la vida humana (Bios), en cuanto se distingue cualitativamente de los otros hombres, está plasmada por un determinado Ethos (conducta fija de vida), fue plasmada por Platón y aceptada por el mismo cristianismo al hablar de la vida de los santos y creyentes como seres felices.

Aristóteles coloca junto a la vida filosófica la vida activa y así distingue la Sofía de la Frónesis. La misión fundamental del Estado es moral y educadora y su última meta es llegar a la interioridad del alma, el último refugio de la voluntad normativa del hombre de la Polis griega, que había sabido plasmar la ciudad-estado pero que ya no encontraba patria alguna en el mundo. Por eso dice Aristóteles, “el hombre perfecto y el ciudadano perfecto sólo son idénticos entre sí en el Estado perfecto” (Política III, 4).

Platón distingue tres tipos humanos: El primero, dominado por un monstruo de muchas cabezas de numerosas bestias, es el hombre como ser instintivo. El segundo, está dominado por el león y es el hombre temperamental con sentimientos de cólera, de valentía, de entusiasmo. El tercero, es el dominado por el espíritu, es el hombre dentro del hombre.

Quien alaba la injusticia da alas a la bestia salvaje y multifascética que hay en nosotros, por eso el principio sobre el que descansa la tiranía es la injusticia, y se caracteriza por el máximo de carencia de libertad, y surge de una vida instintiva animal en el alma del hombre. El tirano no conoce la verdadera libertad ni la verdadera amistad. Vive lleno de recelos y es desgraciado, porque en su interior se ha roto el órden natural; además carece del verdadero poder, pues no puede realizar el bien y es por eso el mayor esclavo y se ve reducido a la soledad y está maniatado en sus movimientos, y es por ello la personificación del hombre desdichado.

La fundamentación del hombre sobre la base del “estado dentro de él mismo”, se operó al llegar a su apogeo la cultura griega, al llegar al convencimiento de que en este mundo es imposible cumplir este ideal. La responsabilidad moral del hombre es la premisa de toda acción educativa. Por eso, Sócrates opuso la filosofía de la educación a la del poder, bajo el criterio de la Paideia cifrada en la KALOKAGATÍA (belleza y bondad) del justo.

El pensamiento griego sobre el Estado condujo en última instancia a la creación de la idea occidental de la libre personalidad humana, la cual no se basa en ningún estatuto de los hombres, sino directamente en el conocimiento de la norma suprema, la fundación del “estado en nosotros” con la vista puesta en Dios, esta fue la meta de la República de Platón.Toda educación es una preparación para un estado superior del alma en su forma pura; si el alma no puede ser destruída por su propia enfermedad, la maldad, nada puede destruirla.

Los más aptos para gobernar son los que obedecen a la verdadera ley, es decir, a la ideal del “Bien”, o sea de Dios que es la medida de todas las cosas. La dicha de todos y no sólo de unos pocos es la misión del verdadero Estado, y esto depende de que cada uno cumpla lo mejor su función específica, pues cada vida tiene un contenido, un fin (Telos) y sus límites.

Toda la estructura del Estado descansa sobre la verdadera educación, la cual si se logra, lleva a la verdadera justicia, por eso los gobernantes deben ser sabios, de donde tomó Platón la idea de que los filósofos deberían gobernar.

Si nos situamos en nuestro mundo actual, nada hay más pervertido que la justicia, y la situación es más grave que en la antigüedad, pues en pleno siglo XXI, en plena civilización, aún existen estados e imperios que ejercen su dominio arbitrario sobre los pueblos débiles, sea con leyes económicas injustas, o por las armas o invasiones, o cuando las grandes multinacionales sobornan y derrocan gobiernos legítimamente constituídos en aras de sus intereses particulares en especial en nuestros países, en que gobiernos corruptos obedecen los criterios de poderes mundiales a costa de sus gobernados nacionales. Además hoy existen técnicas cada vez más sofisticadas para manipular la conciencia de millones de habitantes del planeta, cuando no es que se apela a la tortura física y psíquica para lograr sus fines.

Por eso, cada vez se reconoce que no hay tarea más urgente que el de un nuevo órden mundial que establezca como principio el reconocimiento de los derechos humanos, la igualdad de los derechos del hombre y la mujer, y el respeto al derecho penal internacional, igualmente el derecho a oponer resistencia a la autoridad ilegítima, a la pena de muerte, pues como dice Kant, la más grande y repetida forma de miseria a que están expuestos los seres humanos consiste en la injusticia, más bien que la desgracia. La verdadera justicia radica en la idea de que hay que dar a cada uno lo suyo, fundamento en el cual se basa toda justa ordenación sobre la tierra, y la injusticia es cuando a alguien le es retenido o quitado lo que es suyo por otro congénere. A este derecho lo llamaron los antiguos el suum cuique, y que hoy es patrimonio de toda la humanidad. Por eso, como dice Santo Tomás, “la justicia es el modo de conducta según el cual un hombre, movido por una voluntad constante e inalterable, da a cada cual su derecho”.

A esto está ligado el problema del poder, estar en pocas manos o en grandes corporaciones, que con su poder corruptor son más difícil poner en cintura por los gobiernos de los pueblos más débiles. De ahí la necesidad de que los ciudadanos y la opinión pública superen su impotencia y pasividad. Los problemas del planeta hoy son globales, y su solución es global y nos corresponde formar ciudadanos conscientes de sus deberes y derechos, que contrarresten el dominio casi omnímodo de las gandes multinacionales y de los grupos paralelos que se han impuesto en el nuestro y en los demás países débiles.

LA JUSTICIA EN LA BIBLIA
Ningún libro como la Biblia está centrado en torno a la idea de justicia , tanto que se equipara con la idea misma de salvación, idea central en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Aquí estamos en un mundo distinto al griego. Un pueblo que se sintió elegido por Dios y para el cual el cumplimiento de le ley que él estableció era lo prioritario. Los mandamientos no eran como se ha creido, “leyes abstractas”, sino un don que Dios le dio para su salvación.

Era como anota Gerard Von Rad, “un campo de energias saludables para el hombre” (Teología del Antiguo Testamento). Así que era Dios el que daba la justicia como un dón suyo. Por eso el culto se inciaba con cánticos que declaraban su lealtad a la ley de Yaveh, y que era su alegría. En el Nuevo Testamento, Cristo el Ungido de Dios se sintió guardian y garante de la justicia, y por eso afirmó que cumplir su misión era su alimento.

Israel no se consideraba relacionado con un mundo de valores ideales, sino con una actividad divina. Por eso su interés es proclamar las acciones que le ocurrían como pruebas concretas de la acción de Dios desde el paso del mar Rojo, hasta la toma de Jericó.

Pero aquí la justicia no es tomada abstractamente, sino en un sentido relacional. El pueblo hebreo era un pueblo que pensaba concretamente y no en forma abstracta como los griegos. Por eso la justicia está centrada en las relaciones de los hombre con Dios y los humanos entre sí. Así, la justicia era para ellos, el valor supremo de la vida, sobre el cual descansa toda vida cuando está en órden (G. von Rad). Así, la justicia es un concepto de relación entre dos y no entre un objeto sometido a un juicio de valor y una idea. Cada relación lleva su propia ley, siendo la primera, la establecida con Dios, y por eso para el israelita era justo quien satisfacía las relaciones específicas que le imponen dicha relación, siendo la alabanza la forma suprema de expresar dicha relación. Dios al establecer una Alianza, puso al hombre ante una situación difícil, pero no imposible: cumplir la Alianza, y el pueblo como se vio en la historia pocas veces la cumplió. Dios sin embargo nunca se echó atrás, y le dio nuevas oportunidades de renovar la alianza. Este es el sentido del Antiguo Testamento, las múltiples alianzas de Dios con su pueblo a pesar de las mil veces que el pueblo decepcionó ante su Dios. Pues para El prevalecía la misericordia sobre la justicia misma.

Uno de los fenómenos más prodigiosos del Antiguo Testamento fue la aparición de los profetas, en especial, el caso de Isaías, quien supera a todos los demás por “la amplitud magnífica de su mundo de ideas”. Su obra abarca diversos géneros, desde el oráculo hasta el himno, y le tocó presenciar la catástrofe de Jerusalén del año 701. Como Amós, fue un portavoz del derecho
divino, criticando enérgicamente todas laas formas de violación del derecho. En especial para el judío era la forma como un gobernante administraba justicia, sabía cuáles eran sus intenciones respecto a Dios, pues para ellos el derecho divino era un don salvífico. De ahí las invectivas de los profetas contra toda clase de violación de justicia, en especial contra el pobre, la viuda, el huérfano y el extranjero. Los famosos ¡ay! se repiten en todos los profetas, y luego en Cristo, lo que le dío un sentido especial al sentimiento de justicia y a la violación de la misma. Así, hallamos uno muy famoso: ¡ay de los que dictan leyes injustas y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas y robar a los huérfanos! (Is 10, 1). Así, los más dramáticos y fuertes ayes, son los dirigidos a los gobernantes y a los que violan la justicia.

En el libro del Génesis, cuando Dios creó al hombre, lo instaló en un jardín lleno de toda especie de árboles frutales, con la única advertencia de no poder comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque ello significaba querer ser como Dios, es decir, romper los límites que sostienen el mundo y la vida. Sin embargo, el hombre desobedeció, en un acto de soberbia (Hybris), acto que se ha repetido hoy con la técnica que ha querido llegar a las fuentes mismas del vivir, y como Fausto, pretende abrogarse derechos que no le corresponden; esos son los temores que asedian a muchos con los nuevos desarrollos tecnológicos.

En la Biblia, los judíos piadosos buscaban una justicia proveniente de la ley, y creían que se podía cumplir toda la ley. San Pablo, un judío converso los convenció de esa uilusión, y para él, la justicia es independiente de la ley, pues la muerte de Cristo ha justificado ya al creyente, y le es imputada al hombre ya en el presente, siempre que él crea. Por eso dice: “habiendo pues recibido por la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios”. Además, señala que “aunque el cuerpo haya muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Los gnósticos ven en la justicia una “fuerza” divina que invade al iniciado y que expulsa las fuerzas demoníacas que han gobernado hasta ese momento en el hombre. Ningún hombre puede conseguir la “justificación por medio de las obras de la ley”, por la sencilla razón de que no puede cumplirlas. Así, el camino de las obras de la ley y el de la gracia y de la fe son contrapuestos, se excluyen mutuamente, y son hasta declarados malditos los que no practican todos los preceptos escritos en el libro de la ley.

Para el cristiano el sentido de la Dikaiosine se basa en que ha sido revelada por la salvación de Cristo, y el hombre se convierte en una nueva criatura, pues “lo viejo ya ha pasado” y con Cristo comienza una nueva era. Los judíos se gloriaban en la ley y esto era según San Pablo una postura pecaminosa, pues sólo queda frente a Dios la actitud de fe como la de Abraham que no fue justificado por las obras sino por la fe, la cual se adquiere sin esfuerzo alguno, y es una gracia, un regalo de Dios, mientras que la ley produce la ira. Así pues, la “justificación por la fe” designa el contenido del Evangelio. Claro que según otras interpretaciones la fe debe estar respaldada por las obras y por eso dice el apóstol Santiago: “de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras”. Lo que indica que ambas se complementan.

En nuestros días en que impera el capitalismo más despiadado y sus desafueros, es decir, su hybris, afecta no sólo el mundo humano y social, sino también el ecosistema, una verdadera hybris a la que la naturaleza responde con catástrofes, que es su Némesis, su venganza a tan despiadad explotación. De ahí la necesidad que la voz de los defensores de los desposeídos, desempleados, desamparados y defensores del planeta, sea oída, y su respuesta es sentirnos solidarios no sólo con el hombre, sino con la misma naturaleza que reclama de nuestros cuidados. Es una gran paradoja que la cultura occidental que ha logrado crear los más asombrosos adelantos técnicos, se encuentre moralmente en un estado casi salvaje por la carencia de justicia.

En el caso de nuestro país, nos preciamos de poseer una democracia, pero ésta es puramente formal, pues está dominado por grupos corruptos, y la dominan el crimen, el secuestro y la desaparición de personas. La violencia que afecta a tantos compatriotas por grupos al margen de la ley, y aún del mismo gobierno, debe ser atendida mirando el ejemplo de Grecia, al saber cómo ella a pesar de poseer la Paideia, fracasó cuando la ley fue despreciada por sus gobernantes, y el pueblo mismo, y de ahí que si quremos ser felices, no hay mayor valor que el respeto por la justicia, el derecho y las leyes. Y esto depende tanto de gobernantes como de gobernados.

jueves, 6 de enero de 2011

CAPITALISMO, CONSUMO Y DESEMPLEO

ÓSCAR LÓPEZ RAMÍREZ - Filósofo - Psicólogo

1-CAPITALISMO Y MODERNIDAD

En el capitalismo, el deseo de tener no sólo se ha convertido en algo central sino que está asumiendo una dimensión casi totalitaria. Hasta en las relaciones personales “las personas se ven transformadas en cosas; sus relaciones mutuas asumen el carácter de propiedad” (Erich Fromm: Tener o Ser).

Vivimos a nivel planetario y nacional, transformaciones cada vez más radicales, ha crecido el poder de consumo, especialmente en las clases medias y altas, y así, la riqueza generada por los avances económicos y tecnológicos ha aumentado, pero sin equidad. La “globalización” ha permitido cumplir sueños antes no imaginados, comprar productos extranjeros de Norteamérica, Europa, la China, los vinos chilenos y los dulces y confituras de toda clase; pero igualmente sólo las clases altas y medias disfrutan de ello.

Los logros de la modernidad, nos permiten cumplir sueños milenarios, y para ello cada día aparecen aparatos cada vez más sofisticados; en la cocina, el rústico fogón de leña, de petróleo o de carbón, fueron sustituidos por el fogón y el horno eléctrico, de gas o el microondas; en los hogares, la nevera, la lavadora eléctrica, la licuadora, suplen la ajetreada vida diaria, y como ayuda para quienes trabajan fuera de sus casas. El equipo de sonido, el televisor, el DVD, el walkman, el Ipod, son el complemento necesario para divertirnos e instruirnos. El computador, el MP3, MP4, hacen parte del equipo corriente en especial de los jóvenes, quienes no conciben ya sus vidas sin ellos, y les permiten vivir en esa “otra realidad”, la virtual, distinta a la cada vez más asfixiante vida cotidiana.

Hemos pasado de las herramientas y máquinas simples, a objetos integrados en sistemas. Como anota Baudrillard, “los objetos se han vuelto hoy más complejos que los comportamientos del hombre relativos a estos objetos. Hoy día son los actores de un proceso global en el que el hombre no es más que el personaje o el espectador” (BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los objetos. Siglo veintiuno Editores. Bogotá. 1984).

Cada vez pues, dependemos más de dichos objetos, y somos menos autónomos, nuestros actos más simples están más ligados a ellos, y se está levantando una generación de tecno-dependientes, no sólo en lo complejo, sino en cosas relativamente simples como sumar cifras simples, consultar palabras, llevando consigo a una pereza mental y falta de creatividad, y no muy lejos, a la imbecilidad, aunque se manejen poderosos aparatos electrónicos.

Estos avances presentan la otra cara oscura, nos muestran sólo una parte de la realidad. A este “banquete de la civilización” como decía Pedro Henríquez Ureña, no son invitados todos, y son más los excluidos que los que disfrutan de sus logros. Para los sectores deprimidos de la población, la situación no ha cambiado. Al contrario, paradójicamente son más pobres. Como señalan las estadísticas, el acceso a los bienes de consumo, la salud o la educación es cada vez más precario.

Nuestros países, como tantos otros del Tercer Mundo, dejaron de ser autosuficientes, entrando en el gran ciclo del mercado mundial. Ha sido en los últimos años donde este proceso ha sido mayor en especial a partir de la llamada Globalización, que ha integrado todo el planeta en su esfera, en especial en el aspecto económico. A ello van vinculados los avances increíbles de los medios de comunicación, pues hemos pasado en poco tiempo de la radio y la televisión, al Internet, que ha llevado a transformaciones cada vez más aceleradas. La tónica dominante es una gran movilidad en todos los campos, en la forma de pensar y sentir, en la sexualidad, en los gustos y deseos, y las conductas en general.

En las sociedades premodernas los deseos eran reprimidos o controlados. Los tabúes, los mitos y los ritos, han sido mecanismos institucionales que han buscado proteger a la comunidad contra las violencias que en caso extremo, pueden llevar a su disolución. Entre los hombres de esta época el más alto ideal era la “salvación del alma” individual, y lo demás ha sido secundario. Los hombres viven en determinados oficios y clases, equivalentes, a los cuales pertenece hasta su muerte. Esto lo describió Santo Tomás y corresponde a una vida orgánica que busca seguridad.

Según Girard, “en las sociedades arcaicas, las tramas de lo prohibido y los comportamientos que esas tramas definen, llevan a cabo oficialmente la distribución de los objetos disponibles entre los miembros de esa cultura”.

Esta tranquilidad se convierte en desasosiego al pasar la sociedad de un estado estático a uno dinámico, y es obra del espíritu capitalista que aún impera en nuestros días, y de ser algo “antinatural”, se convierte en algo natural y necesario, y compulsivo, que domina nuestro ser por entero y rige la historia del mundo. Siempre se ha comprado poseído, disfrutado, gastado y, sin embargo, no se “consumía”.

Italia fue la cuna de estos cambios, también allí, en el XV, y sobre todo el XVI, la aritmética se expandió hacia los países del Norte. Se inventaron además las fracciones decimales, y el invento de la imprenta en Alemania facilitó el cálculo comercial. Se extiende también la contabilidad, y Holanda se convierte en el país modelo, pues hasta las mujeres son educadas en la contabilidad.

Fue en las ciudades italianas donde por primera vez se manifestó el espíritu burgués, en la Toscana, y concretamente en Florencia, había en el siglo XIV un afán febril de lucro, y por eso Burckhardt habla de un “talento innato de los florentinos para someter toda la existencia a una evaluación numérica”. Pero este espíritu se opacó, debido a una feudalización o hispanización de la vida. La concepción católica y jerárquica del mundo llevó a los españoles a disfrutar de la vida alegremente sin esfuerzo y la laboriosidad les era ajena. En Florencia, según Sombart a finales del siglo XIV, por vez primera encontramos al perfecto “burgués”, y es una figura especial con una peculiar conformación psíquica, y no designa una clase social sino cierto tipo de persona. El más típico burgués del Quattrocento es L. B. Alberti, quien escribió libros que antecedieron a los de Defoe y B. Franklin. Como anota igualmente Sombart, un determinado espíritu “domina” en una época cuando se le da una gran difusión; “predomina” si determina las acciones económicas de la mayoría de los sujetos económicos. El espíritu capitalista se forma de dos elementos: espíritu de empresa que es una síntesis de codicia, espíritu aventurero, afán descubridor. El espíritu burgués se compone de prudencia reflexiva, circunspección calculadora, ponderación racional y espíritu de orden y economía” (SOMBART, El burgués).

Pero desde comienzos del siglo XVIII en Francia, Inglaterra y Holanda, comenzó una patológica obsesión por el dinero, y la codicia que era vista como un defecto, y aún hasta un pecado, se convirtió como anota Fromm en una “estructura de carácter”, es decir, un comportamiento alabado por todos, llegando a convertirse en la primera característica del hombre moderno.

Así desde que los pueblos germano-eslavo-célticos comenzaron a dominar la historia, luego del opacamiento de España, Italia y Portugal, la mentalidad económica ha experimentado un cambio fundamental originando el espíritu capitalista que hoy domina el planeta.

Pero este proceso no ha sido rápido ni sencillo, y al ingenuo campesino, al zapatero, ni al comerciante, se les ocurría pensar que con su trabajo podrían conseguir riqueza y tesoros. Alberti, uno de los primeros capitalistas italianos, indicaba como fuentes de ganancia, a parte del comercio en gran escala: la búsqueda de tesoros, la caza de herencia, la clientela, la usura, el arrendamiento. Otros factores son la violencia, la magia, el ingenio (que consistía en vender proyectos a los monarcas), la alquimia.

Lo que ocurre actualmente es que, “El reconocimiento que antes se daba en el plano militar, religioso o nacionalista, ahora se desencadena en el plano económico. Los príncipes que en otras épocas intentaban derrotarse entre sí arriesgando sus vidas en sangrientos combates, ahora arriesgan su capital instaurando imperios industriales” (F. FUKUYAMA).

2-DEL CONSUMO AL CONSUMISMO

Se puede concebir el consumo como una modalidad característica de nuestra civilización industrial, pues ya no es ese modo pasivo de absorción y de apropiación, sino que es un modo activo de relación (no sólo con los objetos, sino con la colectividad del mundo), un modo de actividad sistemática y de respuesta global en el cual se funda todo nuestro sistema cultural.

El consumo se define como una práctica idealista total, sistemática; por esto, el consumo no tiene límites, “presupone una ética, una disposición alimentada por el imaginario colectivo” (Buenaventura dos Santos). Y es alimentada por la publicidad que en nuestros días “es una fuente permanente de ejemplaridad, de estilos de vida. Es una actividad de manipulación sistemática de signos, los objetos toman su coherencia en una relación abstracta y sistemática con todos los demás objetos-signo. Entonces se “personalizan”, forman parte de la serie, son consumidos, nunca en su materialidad, sino en su diferencia. El apogeo de esta mentalidad lo hallamos en Benjamín Franklin, quien acuñó la frase: “el tiempo es dinero”, mentalidad que se extenderá poco a poco y se formará lo que se llama la “honestidad burguesa” que consiste no sólo en ser virtuoso sino también en aparentarlo, pero por razones comerciales, pues toda conducta moral “eleva el crédito”.

En palabras más simples, dice Marx en El Capital: “la riqueza de las sociedades en las cuales predomina el modo de producción capitalista se presenta como una enorme acumulación de “mercancías”. En la sociedad del capital, la mercancía no es una “cosa trivial y obvia”, sino “embrolladísima, llena de sutileza metafísica” y de caprichos teológicos.

Las mercancías adquieren un carácter “místico”, y es lo que llamó Marx el “fetiche de la mercancía”, es decir, que adquiere un carácter misterioso e infinito, de modo que los que no consiguen comprar un producto costoso y no superan esa mística, se sienten menos, inferiores, culpables, sin dignidad, y reaccionan a veces en forma violenta rompiendo el tabú de la propiedad privada y las leyes del mercado. Contra ellos la sociedad, es decir, los integrados en el mercado, se sienten con el derecho de emplear toda forma de violencia legal o ilegal contra ellos.

El proyecto mismo de vivir, fragmentado, decepcionado, significado, se reanuda y se aniquila en los objetos sucesivos. “Moderar” el consumo o pretender establecer una red de necesidades capaz de normalizarlo, es propio de un moralismo ingenuo o absurdo.

“El pensamiento económico neoclásico y el neoliberal presuponen que el ser humano no tiene necesidades sino únicamente gustos. De acuerdo con éste enfoque, el hombre no manifiesta la exigencia de la satisfacción de las necesidades de alimentación, ropa, etc., sino únicamente sus gustos o preferencias que p. Ej. le permiten preferir la carne al pescado, el algodón a la fibra sintética, etc.”. HINKERLAMMERT, Franz. Crítica de la razón utópica. Ediciones Paulinas. Sao Paulo.1986.

Para Celso Furtado, es fundamental que abandonemos las ilusiones de una “modernidad que nos condena a un mimetismo cultural esterilizante” y que huyamos de la obsesión de reproducir el perfil de los que se autodenominan desarrollados “y que asumamos nuestra propia identidad. No es fácil superar ese deseo mimético de consumo o mejor del de apropiación. Que está en el centro mismo de la modernidad”.

La estructura básica del deseo mimético consiste en que yo deseo un objeto, no tanto por el objeto en sí, sino por el hecho de que otro lo desea. Se crea así una rivalidad entre los dos individuos que desean el mismo objeto. Esto es la competencia, la cual es para la economía liberal impulsora del progreso. Y como siempre habrá novedades que sean objetos de deseo, la escasez siempre en relación a los deseos. Será un hecho fundamental. Y la violencia que de ellos se deriva llegará a ser presente.

En las sociedades modernas con el mito del progreso, los deseos miméticos en vez de ser reprimidos son incentivados, y se imaginan que su malestar y sus desgracias provienen de las trabas que los tabúes religiosos y las prohibiciones culturales imponen a sus deseos, y piensan que derribadas estas barreras se podría expandir el deseo y alcanzar sus frutos (JUN MO, Sung. Deseo, mercado y religión. Editorial SAL TERRAE. Bilbao. 1999).

Así, el individuo “frustrado”, el pobre en la sociedad capitalista, internaliza el sentimiento de culpa por su fracaso, y percibe su situación como fruto de su culpabilidad, y no como el resultado necesario de un modelo de desarrollo adoptado. Aquí entra el proceso de “secularización” que no es la eliminación de lo sagrado, sino un desplazamiento de la esfera religiosa hacia otros ámbitos, principalmente el económico.

El mayor desafío actual, es desenmascarar este mecanismo, y esto sólo es posible por medio de mecanismos democráticos y nuevos pactos sociales, y se establezcan nuevas políticas económicas y leyes que delimiten las satisfacciones de los deseos de consumo de bienes de lujo.

El deseo mimético de apropiación no puede ser eliminado sino limitado o atenuado por medio de otro deseo mimético, en que interesen más el ser humano que los objetos. A la vez, para que la lógica del “tener” sea relativizada por la lógica del ser.

La sociedad capitalista sólo acepta los deseos que el mismo mercado crea como un estímulo, entonces él es el criterio que distingue entre deseos aceptables y no aceptables, y entre las violencias que pueden ser aceptadas como benéficas, y las que deben ser combatidas. Los que están excluidos del mercado no se beneficiarán del crecimiento económico si éste se basa únicamente en la lógica del mercado. Sólo el principio solidario restablecerá las relaciones humanas, en las que “ser” es más importante que tener.

3-DESEMPLEO ESTRUCTURAL Y EXCLUSIÓN

Desde que se inició el capitalismo ha existido desempleo, pues es una de sus leyes, pero éste era coyuntural, y había fases de prosperidad en las que el desempleo descendía. Pero hoy las cosas son distintas. El desempleo actual es “estructural” porque no es una situación coyuntural, fruto de una recesión económica que vaya a superarse o a atenuarse con el crecimiento económico. Por el contrario, las grandes empresas siguen aumentando sus ganancias y contemplan cómo sus acciones se revalorizan, precisamente porque están despidiendo personal.

Este tipo de desempleo es fruto del actual modelo de globalización de la economía, de la revolución tecnológica y de la financiarización de la riqueza. Según Peter Drucker, en la economía mundial “la producción ha dejado de estar “conectada” al empleo; y son los movimientos de capital, y no el comercio (tanto de bienes como de servicios), los que se han convertido en la fuerza impulsora de la economía mundial”.

En las sociedades premodernas el ser humano trabajaba para vivir, en las capitalistas se ha pasado a vivir para acumular riquezas.

El sistema financiero que debería estar al servicio del sistema productivo, ha cobrado una dimensión mayor, más importante y en gran parte desconectada de la producción. La riqueza financiera es en gran parte ficticia, ya no está compuesta de bienes tangibles, sino en las pantallas de los ordenadores.

El deseo ilimitado de las riquezas produce dos efectos no intencionales pero muy graves. El primero es la amenaza del sistema ecológico, y el segundo la grave crisis social que lleva a la pobreza y la violencia, al consumo y el tráfico de drogas, termina acabando con el principio clásico del “buen vivir” el cual es “vivir en comunidad”, pues la vida sólo se puede conservar y reproducir dentro de los límites concretos de la comunidad y el medio ambiente…

“La concentración de las empresas se ha convertido en el principal motor de la acumulación del capital, si bien esto ha sido una constante en la historia del capitalismo y a su vez una condición de su supervivencia como modo de dominio de clase, jamás había conocido un ritmo tan acelerado.

Desde la mitad de los año 70`s, la acumulación de capital se realiza por medio de anexiones de empresas, rescates y fusiones. Fusiones y alianzas de sociedades contribuyen a la edificación de un complejo económico totalitario. “Liberalización”, “privatización”, “desregulación”, “sistema de libre comercio internacional”, son algunos de los tantos argumentos racionales esgrimidos para justificar esta evolución. En este movimiento de concentración, los grandes bancos de inversión, los fondos mutualistas y los fondos de pensión juegan un papel preponderante.

Los reagrupamientos de empresas o fusiones se han ido multiplicando en todos los países del mundo. Las grandes transnacionales han puesto el ojo en gran parte del mercado mundial, en especial en sectores claves, y así, en los países avanzados se han centrado en los equipamientos eléctricos, electrónicos y de software, o en la industria aeroespacial, estimulado no sólo por sus propios gobiernos, sino también por las enormes subversiones y privilegios fiscales que les brindan los países que los acoge.

El costo de estas operaciones es ante todo en términos de reducción drástica de empleos, o reducción de salarios, y así, en todos los sectores de la producción, los salarios reales han caído por el impacto del cierre de fábricas y de la deslocalización de las empresas. Sin embargo, las transnacionales escapan a la crisis que ocasiona cientos de millones de víctimas. La revista Fortune hace un elogio de la 500 empresas mayores del mundo diciendo que “ellas han roto las fronteras para alcanzar nuevos mercados… entre más es el número de países, mayores son los logros”. Desde el comienzo de los 80`s estas empresas han conocido una expansión ininterrumpida a través de fusiones y rescates de empresas.

Además, la mundialización de los mercados y la internacionalización de los negocios, le han abierto a criminalidad financiera, capacidad de desarrollo ilimitado, gracias a que hay vacíos jurídicos que no los limitan, pues donde todo está permitido nada está sancionado. (Periódico LE MONDE DIPLOMATIQUE).

“Dos tendencias parecen caracterizar las mutaciones de la economía mundial: la explosión del capital especulativo y el aumento correlativo de la precariedad del empleo. La especulación financiera se traduce por la multiplicación del número de fusiones industriales y de los “golpes” de la Bolsa que transforman la oferta de trabajo: los empleos estables y relativamente bien pagados son reemplazados por empleos inestables y generalmente mal remunerados”.

“Desde 1969 los trabajadores de tiempo parcial han ido aumentando y los “pobres que trabajan” y parados ha crecido enormemente. A partir de los años 60`s el capital disponible para las fusiones a provocado un aumento del número de empleados sub-pagados. Desde fines de los años 80`s el crecimiento del número de trabajadores de bajo salario sigue aumentando, y las empresas de gran capital están licenciando a gran escala”.

“Las fusiones, las adquisiciones de nuevas empresas al aumentar, tienen influencia profunda sobre el mercado laboral. Así, el crecimiento del endeudamiento impide que los dueños de las empresas tengan un mayor margen de maniobra”.

“Desde hace algún tiempo se ha ido creando una fuerza laboral competente que ejerce una presión a la baja sobre los salarios, y así el nexo entre especulación bursátil y la caída del número de empleos bien remunerados se ha vuelto cada vez más visible. Sin embargo, paradójicamente, los grandes ejecutivos de las empresas se han aumentado sus salarios, tal como se observó escandalosamente en la pasada crisis en los Estados Unidos”.

“Además, a muchos empleados despedidos, se les reengancha con remuneraciones inferiores a las que tenían antes, contribuyendo a lo que se ha llamado, los trabajadores pobres, es decir, que “uno se vuelve pobre trabajando”.

“La volatilidad creciente del capital especulativo exige una fuerza de trabajo cada vez más móvil, susceptible de cambiar de lugar y de actividad, y a adaptarse a las fluctuaciones de los cambios salariales, y así, lo que el capital gana en movilidad el trabajador lo pierde en seguridad”.

Colombia se destaca por ser el país de mayor desempleo en América Latina, y en los tres últimos años la economía aumentó un 2%, aumentando el desempleo, especialmente el juvenil y el calificado, se ha desatado así la informalidad, aunque las cifras la ocultan, o con los empleos temporales, mal pagados, siendo Bogotá la ciudad donde más se presenta éste proceso; como señalan las estadísticas entre enero y noviembre del 2010, el subempleo objetivo creció 20% en el país, y 50% en Bogotá, Como anota Alejandro Gaviria, “los negocios informales se benefician de la concentración urbana” y por eso llega a la conclusión paradójica y triste de que Bogotá es una ciudad donde en teoría poca gente quiere vivir pero donde en la práctica, cada vez más y más gente tiene que vivir”.

Como anota Eduardo Sarmiento, las perspectivas externas e internas no son propicias y el panorama parece más sombrío con el actual modelo de desarrollo. Los gobiernos atados a las políticas neoliberales sólo cumples las normas de los organismos internacionales, y no se atreven a buscar fórmulas imaginativas y propias, para lograr que la población, en especial la juvenil, logre acceder a un futuro menos oscuro del que se presenta actualmente. En resúmen, este es el drama de los países del Sur, frente al poder omnímodo del llamado "Norte", o sea, los llamados países desarrollados.