sábado, 10 de octubre de 2009

LA MEMORIA DE LOS MUERTOS Y LOS VENCIDOS: JUSTICIA Y REPARACIÓN

ÓSCAR LÓPEZ RAMÍREZ, Filósofo, Psicólogo

"Quiero encontrarme con mis desparecidos
... nacer de nuevo en la lealtad de sus abrazos
verme otra vez en sus miradas...
Quiero encontarme con mis ausentes
con mi pasado, con mi presagio de futuro
con los más próximos de mis prójimos
con los que usamos la misma ruta
y compartimos la sed y el hambre
¿dónde estarán mis desaparecidos?
le exijo al mundo de los extraños
que me los traigan
que yo los vea"
MARIO BENEDETTI

Dalí - La Persistencia de la memoria
Si el olvido es como se ha dicho, “una muerte anticipada”, ¿qué ocurre con los millones de víctimas de la historia, cuyo nombre no parece merecer ningún recuerdo? ¿Quién recoge el sufrimiento del Job humano a través de los milenios? Estas preguntas dejan indiferentes a quienes imbuidos de la idea de la historia como progreso, sólo se reconocen en los triunfadores, y ven el sufrimiento el costo obligado de ese progreso, y aún rinden culto a una filosofía evolucionista en cuyo nombre se aplasta a millones de seres humanos y se expolia la naturaleza.

Cuando el Job bíblico lanzaba sus imprecaciones, las hacía a un Dios en quien creía, pero sus hermanos de hoy parecen no tener quien les responda, pues la misma idea de Dios ha sido cuestionada por los que sufren el oprobio de los poderosos.

Ha sido una constante en la historia humana, que los vencedores, no sólo se apoderan del botín de los vencidos, sino que además, se apropian del derecho a contar- a su manera-, cómo lograron la conquista de los pueblos sometidos. Esa es la “historia oficial”, que busca perpetuarse como memoria única y definitiva para las generaciones futuras, impidiendo una historia escrita desde las víctimas.

En sentido estricto, no hay una, sino muchas “memorias”; las memorias son plurales, y entre los resquicios de la historia oficial, se filtra la “otra” historia” prohibida, tal como se dio en América con los relatos de los vencidos, que revelan sus sufrimientos y heroísmos ocultos. Esta otra memoria es una forma de resistencia frente al opresor, es otro estilo de hacer política, y, también de anticipar el futuro, y como anota Marcuse, hay recuerdos con contenido de fantasía.

Para los griegos, Mnemosine, la diosa de la Memoria, era la partera de las artes, de la evocación pura, de la creación plena y de la construcción absoluta. Durante mucho tiempo se asoció la memoria a una caja de archivos; esta es una ínfima parte de tan prodigioso proceso. “Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento, sin ella, no somos nada, nos dice en sus Memorias Luis Buñuel.

También se habla de “recuerdo” o de “memoria” indiferenciadamente; su distinción no es clara ni es unívoca; en la psicología académica, el recuerdo era reducido a una facultad psicológica, pero como anota Gadamer, hay que evitar dicha reducción, ya que ella es la característica de nuestra condición finita e histórica, y el tejido que liga nuestros procesos mentales.

San Agustín realizó un decisivo aporte al señalar que el recuerdo es una categoría Hermenéutica para interpretar la historia de la propia vida en la presencia de Dios, y que el alma gracias a la iluminación divina se conoce a sí misma y toma conciencia de su propia trayectoria vital.

La memoria es parte esencial no sólo del psiquismo, sino además de la vida en general. Tal como lo enseña la genética, hay una memoria “celular”; en los vegetales se da alguna mínima forma de ella, y en los animales es más elaborada, pero en el psiquismo humano nos permite relacionar el presente con lo inmediatamente anterior y hasta hechos lejanos, tal como le ocurrió a Proust con su famosa aromática que súbitamente le despertó recuerdos remotos de su infancia.

Y esto vale aún más para la vida social y de los pueblos: en ellos no existe aquello de “borrón y cuenta nueva”. La memoria colectiva es un proceso complejo en la formación del sujeto que está orientado en la construcción de su identidad colectiva, y está ordenada como un recurso simbólico para establecer la continuidad y autenticidad de una sociedad, sea real o ficticia”. (ZAMBRANO, Carlos Vladimir. Memoria colectiva y comunidad política. Centro de Publicaciones, Universidad Nacional de Colombia. 2006)

Además, gracias a ella ha sido posible que se cumpla una justicia en la historia. El caso más patente lo hallamos en la Argentina con las “Madres de Mayo” que mantuvieron vivo el recuerdo de sus hijos y esposos muertos por la dictadura. Lograron así, crear un espacio para la Memoria y un monumento a la Memoria,, permitiendo que se castigara además a sus victimarios.
EL PAIS DEL OLVIDO

En Colombia, es digno de resaltar el esfuerzo heroico de los familiares de los miles de muertos y desaparecidos de los últimos años, y su tenaz lucha, aún ante amenazas, por rescatar del olvido a sus muertos. En Trujillo (Valle) el “Museo de la Memoria”, mantiene vivo el recuerdo de los asesinados en la década de los 90.

Según J. B. Metz, el recuerdo y la narración son importantes en la toma de conciencia de los humanos que se experimentan y constituyen como sujetos, y no tienen por ello un carácter derrotista y resignado, sino peligroso, y además, el despertar de los recuerdos es definitivo en la formación de la identidad personal. Señala por ello que, “la destrucción del recuerdo se revela, en el plano histórico-social, como obstrucción sistemática de la identidad, del proceso de hacerse y mantenerse sujeto”. Al respecto señala cómo en los imperios colonialistas sistemáticamente se ha buscado destruir el recuerdo que traían consigo los esclavos, con lo cual se garantizaba su sometimiento.

Señala además, cómo un pueblo, raza o clase, se constituye como sujeto, cuando rompen “el hechizo de la conciencia histórica “oficial”, al desenmascararla como propaganda de los señores y los poderosos. Donde los sectores oprimidos, campesinos o indígenas han podido relatar sus padecimientos, eso les ha servido de factor de resistencia contra la amenaza de su identidad. Los vencedores al escribir la historia, no dejan ningún recuerdo para los vencidos y oprimidos”. Así pues, “el recuerdo se presenta siempre como categoría de búsqueda de la identidad histórica como categoría de liberación”. (METZ, J. B. “La fe, en la historia y la sociedad”. Ediciones Cristiandad. 1979. Pág. 83).

En nuestro país eso ha sido posible, venciendo la voluntad común de olvido frente a lo que nos sucede, que nos está llevando a vivir en una instantaneidad y perplejidad en que cada acto ominoso, es echado al olvido, o es sustituido por otro peor, generando esa impunidad que es nuestro mayor mal nacional. De ahí la tremenda injusticia con las víctimas y sus familias, que no pueden resarcirse del daño infringido.

Todo recuerdo expresa en si mismo una multiplicidad de olvidos, al igual, la multiplicidad de olvidos constituyen el recuerdo que positiva la memoria y la manifiesta colectivamente. “Es una estructura significante, y un dispositivo estructurante de identidad que genera hábitos, produce prácticas y esquemas de percepción y apreciación, es camino de la identidad colectiva, seas a través de las historias patrias, de gestas religiosas o de historia cultural, o de la defensa y promoción de la reconciliación y reparación ante procesos de violencia “ (Zambrano ).

Como anota Gonzalo Sánchez, los colombianos “valorábamos excesivamente nuestra capacidad para olvidar. Y eso nos llevó a la atrofia de la capacidad de resolver. Olvidábamos las guerras pero no las resolvíamos. Esta tradición olvidadiza de los conflictos era posible gracias a la visión dual de la guerra en la que solo veíamos combatientes. Pero el gran descubrimiento humanitario tras la Segunda Guerra y el Holocausto, es que en la guerra también (y sobre todo) hay víctimas. Si antes se legislaba para los guerreros, en las últimas décadas se legisla cada vez más para la protección de la población civil”.

Así pues, “en las últimas décadas, la memoria se ha democratizado, los subalternos se las disputan a sus depositarios tradiciones. En Colombia hemos pasado de un déficit estructural a una explosión de memorias, signo de dinamismo de nuestra sociedad. Y es más visible a nivel local y regional que nacional. Pues se le tiene miedo a nivel nacional a la memoria.”

Los judíos esclavos en Egipto, haggadah del siglo XVII

El filósofo alemán Walter Benjamin ha criticado la idea de la historia como un progreso indefinido; y dominada por la idea de tiempo cuantitativo medido por los relojes, “opone el tiempo de la memoria, el tiempo de la “rememoración orgánica”, que no es homogéneo, y tiene en cambio llenos y vacíos". Además, “asigna una cualidad teológica a la rememoración, capaz, a su entender, de “desclausurar” el sufrimiento aparentemente definitivo de las víctimas del pasado” (LOWY, Michael. “WALTER BENJAMIN: Aviso de incendio”. Fondo de cultura económica).

Su concepción del tiempo se apoya en la tradición mesiánica judía, que al igual que todas las culturas tradicionales conservan en sus calendarios y fiestas, la huella de la conciencia histórica del tiempo. Para él igual que para estos, la exigencia de una salvación no es mera restitución del pasado, sino también transformación activa del presente.

Benjamin es la extraña combinación de pensador y teólogo, su concepción de la historia ha sido calificada de pesimista, pues fue un crítico radical de la idea de progreso, el cual según él mismo, era “un tren” que tarde o temprano se tiene que descarrilar.

Como teólogo, fue un estudioso de la Cábala judía, con su concepción de la espera del Mesías trascendente. Pero como para Benjamin Dios está ausente, el único Mesías posible es colectivo, en especial, lo es la humanidad oprimida. Esto va de acuerdo con las concepciones de Marx, para el cual la redención es una autoredención de los hombres, los cuales hacen su propia historia, y así, la emancipación de los trabajadores, es obra de los trabajadores mismos. En Benjamin hay una dimensión teológica, y además para él, “no habrá redención para la generación presente si ésta hace poco caso de esa reivindicación de las víctimas de la historia”.

Señala por eso que la tarea de la rememoración consiste en la construcción de constelaciones que vinculen el presente y el pasado, los cuales son momentos arrancados a la continuidad histórica vacía”. Concluimos por ahora, con un texto del teólogo alemán Karl Rahner:

“Se ha de pensar en los pequeños, en los despreciados, en aquellos que, aparentemente sin importancia ninguna, mueren tempranamente, sucumbieron sin dejar un nombre para la ciega crueldad de la historia. No tanto en los faraones que- como se dice- levantaron las pirámides, sino en aquello que, bajo la tortura, acarrearon las piedras, hasta morir desconocidos; ni en aquello que la historia llama vencedores, sino en los desaparecidos, que, aunque fieles a su deber y a su conciencia, sucumbieron sin renombre para la historia, en aquellos que terminaron en los campos de concentración de un poder infernal; en aquellos que fueron atormentados hasta morirse, etc.”.

En suma, el recuerdo como recuerdo del sufrimiento es, como anota Metz, el hilo conductor de una concepción de la historia y de la sociedad, no desde los triunfadores, sino desde las víctimas, que en vez de negar la solidaridad con los muertos, ésta es la verdadera solidaridad, pues en todos ellos como en nosotros vibra, como anotara Bloch, ese anhelo de “aquella patria en la que nadie ha estado todavía”, pero a la que todos deseamos llegar desde lo más profundo de nuestro ser.
Para las miles de víctimas de nuestra violencia, no existe sólo una reparación moral, sino que debe hacerse en forma integral, es decir, devolverle lo que les ha sido arrebatado, sus tierras, que ha llevado al desplazamiento forzoso de millones de compatriotas, dejados a merced de la ayuda caritativa, o de la indiferencia y la desidia del poder oficial.

Magritte - La Memoria

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ja,ja,ja!
Usted señor, se cree la vaca que más caga, perdón, que más sabe...
ja,ja,ja
Escriba algo con mayor criterio para ver si depronto se le cree algo.