Como la vida en su pujanza está ordenada en vista a la reproducción, todos los vivientes estamos encadenados a la sexualidad: reproducirnos o no dejar descendencia. Pero, en los humanos el sexo se enlaza con el erotismo y el amor, que son como dice Octavio Paz, “la llama doble de la vida” y así, el sexo “levanta la llama roja del erotismo, el cual a su vez sostiene la llama azul del amor”.
Sexo, erotismo y amor son las tres fuerzas que debemos integrar como camino a la felicidad. El sexo es la fuerza primordial . El erotismo a su vez, es sexualidad socializada, suspende la finalidad de la función sexual, y esto gracias a la imaginación y la voluntad, y puede ser sublimada, de donde vienen el arte, la ciencia y el saber, la religión misma. Por eso, no es mera sexualidad animal, sino ceremonia, representación, invención y variación incesante. Cuando domina el deseo de posesión,estamos bajo el imperio del Eros, y cuando es entrega, donación, tenemos Agape, y así lo entendieron muy bien los antiguos. Por eso San Juán en su evangelio la mejor expresión que halla para definir a Dios, lo denomina "Agapós”, es decir, Amor. Ágape es un amor desinteresado y desprendido casi en su sentido absoluto, es un amor que se da y no se impone, no busca ganar la vida sino arriesgarla (Nygren).
Ágape constituye así, una especie de cualidad de la persona que determina una relación existencial. Los latinos y los griegos no hablaban tanto de sexo, lo que les interesaba era el amor, y la expresión eros no designaba el sexo, y para ello empleaban la palabra phylon que era un término zoológico.
Si la historia es como dicen los mitos, la caída en el tiempo , o como dice Joyce “es esa pesadilla de la que queremos despertar”; el amor es una apuesta contra el tiempo, es esa percepción instantánea del infinito, que sume todos los tiempos en uno sólo. Por él vislumbramos esa otra vida que todos anhelamos frente a la que nos ha tocado vivir y sufrir, y supera la separación y soledad. En todo amor hay tiempo para la dicha, como para el sufrimiento. Por eso lo define San Juán de la Cruz, como una “llaga regalada”, un “cautiverio suave”, una “herida deleitosa”.
Dutrante siglos se extendió una ruda persecución sobre el Eros, herencia de un platonismo y cristianismo desdencarnados; el mundo actual si bien, predica la libertad sexual, con sus exigencias consumistas, lo ha banalizado al punto de quitarle su fuerza liberadora. Siglos de dominio del "logos", privilegiados aún más desde el Renacimiento, en desmedro de Eros, llevaron a que Eros como fuerza volcánica reprimida se vengara, dejando tristes secuelas, como son las neurosis y las perveresiones, de las que Freud logró desentrañar su misterioso poder.
En nuestros días, Eros, ha sufrido una profunda transformación, y con los diversos destapes y liberaciones, y una familiaridad casi absorbente a través de los medios masivos, han desvirtuado su sentido y ha banalizado la relación amorosa "ad nauseam", aún para las mentes más amplias. Hemos pasado de las relaciones de amor duraderas a las simples encuentros furtivos, y así se confunde cualquier trato erótico con el amor. Una tarea actual urgente, es darle de nuevo su verdadero sentido y dimensión, integrándolo en nuestra vida diaria.
El mundo antiguo era muy rico para expresar el amor: como anota Joseph Pieper, el latín, que es
La palabra latina “affectio”, muestra un nuevo elemento del amor, y es el elemento de la “passio”, la pasión que se nos impone fatalmente cuando amamos. Así, al amar no somos sólo activos, sino que más bien el amor es algo que nos llega.
Según el mito griego Eros se enamoró de Psiké, un ser mortal y su hijo es Voluptas (el placer). En la Biblia también está expresado en muchas formas, y su forma más inspirada es el Cantar de los cantares. Platón en boca de Pausanias tipifica a Eros: “oscuridad por un lado, luz por el otro”. Para el mismo enamorado nada hay más contradictorio y maravilloso, y a pesar de la destructividad del Eros, los antiguos reconocen también su lado dulce y saludable. Para Platón, Eros cumple un papel pedagógico y filosófico y con Sócrates es esencial en el deseo de saber. Por eso le gustaba llamarse “erastés”, enamorado como su profesión filosófica. Para todos ellos, el mayor impulso filosófico es erótico, aunque nuestros profesores de filosofía se encargan de negar esta verdad.
El arte, el teatro, y la literatura nos han abierto el camino para su comprensión, desde el teatro griego, los trovadores medievales, y filósofos del Renacimiento, buscaran darnos la clave de su enorme fuerza. Con Shakespeare tenemos a Romeo y Julieta, que encarnan el amor romántico en su form más pura, o Antonio y Cleopatra, encarnan los conflictos del amor maduro, y Troilo y Crésida, el amor desengañado. También en sus sonetos, Shakespaeare canta el amor sublime y reprocha al amor desairado.
La ciencia actual, sea la antropología, con Malinowski y Margaret Mead, la sociología con Kinsey y Luhman, han abordado su naturaleza. Octavio Paz, Bataille, Buñuel y Hitchcock hallaron profundas analogías con el psicoanálisis. Artistas del siglo XX desafiaron las restricciones que la censura política, religiosa y económica impedían su desvelamiento. Ejemplos de ello fueron Joyce, Lawrence, Henry Miller, Thomas Mann Nabokob con su “Lolita” Warhiol, Passolini.
Al amor no le importan las diferencias sexuales; así, en los griegos, la relación normal era la de amor de hombre a hombre, pues la mujer no era suficientemente valorada ni digna de amar; pero ya a fines del siglo XI y comienzo del XII se inicia en Francia un nuevo modo de sentir del hombre frente a la mujer y consiste en que el hombre “se complace en considerar a la mujer como algo superior a él”, se establece así una relación de “señorío”, y la mujer es “señora” y el hombre es vasallo. Esta es una relación que implica distancia, la amada aparece en la lejanía y el trovador se queja de esa lejanía, el amor es visto “como delicioso dolor, como venturosa herida”. Y como anota Ortega, el amor cortés, no es un sentimiento que implica renuncia, sino más bien lo desea todo desde lejos.
Platón, en El Banquete señala cómo Eros requiere de muchas voces y una pluralidad de formas de expresión. Su teoría situará el eros biológicamente, definiendo el amor como la pena de la ansiedad y la bienaventuranza del deseo, es la demanda por el todo. O sea que amamos lo que no poseemos totalmente.
En Agustín, Eros como concupiscencia puede ser superado, y lo transforma en la divina “cáritas”, pero no pudo superar su maniqueísmo, marcando así con Pablo una idea del amor pecaminoso.
El tema erótico es perenne y Sakespeare lo compara con el sol “porque como el sol es diariamente nuevo y viejo, también el amor lo es”. La pasión erótica y su fracaso ha llevado a muchos a transmutarla por la pasión de conocer. ¿Qué relación hay entre ambas? Freud lo estudia en su ensayo sobre Leonardo da Vinci, cuya curiosidad sexual infantil fue enfocada en buscar e un objeto imaginario que compensara la ausencia de la madre, y es el modelo para la energía investigativa y creativa.
Una contribución a la investigación de la ética de las emociones, debe confrontar la ambivalencia y el exceso del amor erótico. Por eso como lo señaló Proust, el amor erótico yace en la raíz de todas las emociones y no puede ser removida sin removerlas a ellas. Proust en su “En busca del tiempo perdido”, nos muestra cómo la pérdida del amor puede ser redimido, pues la suya es la historia de una experiencia dirigida a una vocación. A pesar de la preocupación por si mismo, es decir, el narcisismo del narrador, la obra es una expresión del trabajo del poeta. La “Recherche” es un libro de pathos, de “este perpetuo error que se llama la vida”. El libro sería como el Paraíso de Dante, donde el narrador nos conduce paso a paso a través del Infierno y el Purgatorio. La creación de creaturas como Swann, Gilberta Saint Loup, Charlus, Madame Verdurin, muestran su riqueza. El amor en Proust es la penosa conciencia de un vacío o carencia en el yo, acompañada por una demanda de restauración de la totalidad, sensación que tiene sus raíces en la infancia del niño que ansiosamente anhelaba estar con su madre.
Proust, siguiendo a Platón, ve en eros su aspecto contemplativo, al igual que Plotino, los neoplatónicos y Spinoza. Spinoza sabe de la necesaria ambivalencia del amor, y señala que la cura a la vulnerabilidad de la pasión amorosa, es la pasión por comprender, es decir, que tiene un propósito intelectual y creativo que queda vinculado a ella. Según esto, podemos tratar a los seres sin ambivalencias ni deseos de revancha, sin una autocentrada parcialidad que hace del amor una amenaza en la vida social. La idea segun la cual la pasión erótica estimula el conocimiento es semejante a la descripción de Freud del impulso de conocer.
Foucault centró su atención en el carácter histórico contingente del fenómeno erótico y así específicamente en los poderes sociales y políticos que juegan en la constitución y comprensión de la experiencia sexual.
El cine, el mayor heredero de la narración de historias ha empleado el retrato de ambas imágenes de eros, la totalizante y la dividida agonísticamente. Unas imágenes proyectadas en una pantalla rodeadas de oscuridad, evocarían lo erótico, y para muchos esta oscuridad es una especie de zona erótica. Según Roland Barthes, la oscuridad del teatro crea un erotismo difuso, y define el moderno erotismo urbano.
Amar significa pues, interesarnos por alguien que mueve todas nuestras fibras, y hasta puede transformar nuestros comportamientos, desarrollando formas de conducta que pueden extrañarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Su característica principal es cierta atracción que alguien ejerce sobre nuestro yo y que es, como dice Ortega y Gasset, “como la llamada que el instinto hace al centro profundo de nuestra personalidad”. Además, no cualquier persona afecta nuestro yo, sino que el impulso erótico es selectivo, y depende de múltiples factores biológicos y culturales. Sin embargo, hay que diferenciar entre el impulso erótico, que tiene un número de objetos más amplio que el amor, el cual tiende al exclusivismo hacia un solo ser, en casos normales. Por eso el amor es ante todo una elección, como anota Ortega, y brota de nuestro centro personal, pues lo que lo decide son “las preferencias más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual”. De ahí su exclusivismo, y hasta su monotonía e insistencia.
Sin embargo, aunque se puede amar a varias personas en la vida, hay cierta constancia en las características de la persona amada. Esto confirma que en nuestra existencia podemos experimentar varias transformaciones, sin perder nuestra propia identidad, y que significa que entramos en una nueva etapa de nuestro carácter.
El Amor y caridad se relacionan en que las obras de caridad cristiana se llamaban en tiempos de Agustín, obras de la “pietas”, que dice relación a un matiz del amor que hoy no es considerado como natural. La palabra caridad, tan deformada hoy día, no fue en principio cristiana sino acuñada por Cicerón cuando habla por ejemplo de la “cáritas generuis huani”, y tiene que ver con algo que nos es querido, caro, o sea aquello por lo cual estamos dispuestos a pagar un alto precio, incluso el amor a Dios y tenía la más alta valoración.
Luego reafirma: al decir, “Te amo”, no hay otro referente que su proferición, es un performativo, es decir, no tiene sentido si no en el momento en que lo pronuncio, es por ello irreprimible e imprevisible.
Además, en la proferición de “te amo”, el deseo es gozado. El goce no se dice, pero habla y dice “te amo”. Esta palabra basta para poner en marcha todo un discurso jubilar. “Te amo” es activo, se afirma como fuerza contra otras fuerzas, que tratan de bloquearlo, de anularlo. Con Platón afirma que “se ama a la otra persona, no según sus cualidades, sino según su existencia en un movimiento místico; amo no lo que ella es, sino porque es”.
“Miro a la otra persona con una doble mirada, unas veces como objeto y otras como sujeto, y vacilo entre la tiranía y la oblación”.
En la relación “se construye en torno nuestro la mayor resonancia, y por ello es un espacio de sonoridad total. Todo lo que viene del exterior es una amenaza, lo que quiero es un pequeño cosmos habitado sólo por “nosotros dos””.
Señala también la gran paradoja:
“Encuentro en mi vida millones de cuerpos, de ellos puedo desear centenares, pero de esos centenares no amo sino uno. El otro o la otra de quien estoy enamorado(a) designa la especificidad de mi deseo. En efecto, han sido necesarias muchas cualidades, coincidencias sorprendentes y tal vez muchas búsquedas para encontrar la Imagen que entre mil conviene a mi deseo. He allí un gran enigma del que jamás sabré la clave: ¿por qué deseo a tal persona? ¿Por qué persiste en mí ese deseo? ¿Qué es lo que de él o ella deseo? (una silueta, una forma, un aire, o no es más que una sola parte de su cuerpo?)”.
En todos los casos de amor, su sentido es una aprobación, es decir, llamar “bueno” a ese alguien que amamos, y es la expresión de una voluntad, de un acuerdo, de una alabanaza. Por eso esta afirmación es un acto de voluntad, es una forma de expresar “yo quiero que existas”. Pero a la vez es también una tendencia, es decir, un deseo de futuro, con un sentido apetitivo, es según Santo Tomás: “amar lo que ya posee y alegrarse en ello”. Esto significa que el núcleo de todos los seres es el querer y la voluntad, que según San Agustín es la más poderosa y dominante fuerza del ser humano. Por eso para él el amor es el punto de arranque y el centro de la existencia. Allí decide cada uno lo que es.
Según Gabriel Marcel, “amar a una persona es decirle: tú no morirás”; y según Soloviev, la muerte es “incompatible con el verdadero amor”. ¿Qué ocurre con la persona amada?
Un elemento paradójico en el amor es que nuestra necesidad es la de un amor no merecido, y que sin embargo es la clase de amor que no deseamos, no queremos ser amados por lo que poseemos: belleza, bienes, simpatía, sino por quienes somos, sin motivo alguno. Por eso Platón considera que los amantes se avergüenzan cuando hacen algo deshonroso.
El amor se relaciona también con un querer el bien para la persona amada, pero paradójicamente
Todo esto hace parte de la moderna desconfianza frente a lo humano, pues “amar a alguien” es también creer en él, y son ambos expresión de una libertad, y de un respeto muy cercano al misterio.
Otra faceta del amor es el de los celos, que es un deseo apasionado de poseer a alguien para sí solo, en cuyo caso más dramático lo encarnó Otelo, quien asesinó a su amada Desdémona, imbuído por falsos celos inculcados por el cruel Yago. Como anota Pieper, estos son celos de alguien que amenaza nuestro amor. Se diferencia del que él llama celos por alguien, que es el sentimiento iracundo contra todo aquello que afecte a la persona amada, tal como se expresa el celo de Dios por su pueblo en los Salmos.
Otra dificultad en el amor es la que plantea Freud según la cual, “no todos los humanos son dignos de amar”, sin embargo esto es ir en contra de la incondicionalidad del amor legítimo, que no se interesa por las cualidades físicas o espirituales, sino ¿amaríamos a los indigentes o a nuestros enemigos?
La relación entre Eros y Ágape se ha visto como oposición, pero Eros no significa necesariamente el amor sexual, sino en su sentido más amplio, todo amor que exige o necesita la posesión de su objeto.
“En la tradición occidental existen dos imágenes aparentemente antitéticas de la relación amorosa, complementándose una a la otra o contradiciéndose ambas; una es la visión del amor, como una desbordante abundancia que viene de la fuente divina, de la existencia y la creación. Quien expresa mejor esto, es el místico alemán del siglo XIX Franza Von Baader, para quien la creación resulta del amor de Dios, el cual describe como “su absoluta abundancia en la abundancia””.
La mejor expresión del amor como ágape lo encontramos en Julieta, cuando expresa: "mi liberalidad es tan ilimitada como el mar, y profundo como éste mi amor. Cuanto más te entrego, más me queda, pues uno y otro son infinitos".