miércoles, 30 de mayo de 2018

EL “CARPE DIEM” EN LA ALDEA GLOBAL

OSCAR LÒPEZ R. - FILOSOFO-PSICÒLOGO


Todos los sucesos, y mucho más a nivel humano, se nos presentan desde dos o más vertientes, pues no existe una causalidad simple, sino compleja. Así, el fenómeno de la Globalización tecno-económica, cuyo triunfo estamos viviendo, está formado por varios elementos superpuestos. La globalización actual, al tomar el mundo como horizonte e imponer la economía y las ideas del gran capital, las cuales no se han impuesto sin oposición. En principio se creyó que era un proceso de una sola vía, hoy sabemos que es el paso obligado de un sistema tecno-económico que comenzó con las invasiones europeas, una de ellas, la llegada de Colón a América, e impuso la mentalidad occidental y cristiana, y dio como respuesta en los nuevos países un proceso de oposición, que luego de más de quinientos años aún continúa.

El proceso colonizador permitió a Europa, gracias a la llegada del oro americano, potenciar el desarrollo del capitalismo, con su espíritu burgués, que se ha impuesto hoy en todo el mundo. Por eso, los centros simbólicos no son hoy ni las catedrales ni las universidades, sino los supermercados y los bancos. Hoy es burgués, no sólo el rico poseedor de dinero y bienes, sino la mentalidad general; los pobres aún con su pobreza a cuestas, son burgueses, pues ¿quién quiere ser pobre hoy? Ser burgués es ahora una filosofía y un estilo de vida planetarios, que anteponen el deseo de riqueza y la posesión de bienes a cualquier otra cosa. Es el triunfo del Tener sobre el Ser, del que hablara E. Fromm.

Esta mentalidad se originó a partir del siglo XV, primero en Italia con los primeros banqueros, luego la asumieron Inglaterra y Norteamérica; ahora es la forma dominante del pensar mundial. Es parte de una lógica expansiva que se impuso aún sin ser querida. Como lo plantearon Sombart y Marx, el burgués tiene que expandirse, y no quiere limitarse, porque esa es su lógica, y hace parte de la “hybris”, el deseo de dominio humano.

A ello se sumó la técnica que apoyada por el capital, han sido los elementos dinamizadores, al favorecer los logros materiales y técnicos que han creado un enorme complejo tecno-industrial, en especial el militar, con los cuales Europa en un principio y luego Estados Unidos, han logrado imponerse en todo el planeta; aún la China y la India, han desarrollado la técnica y la mentalidad occidentales, quebrando en parte su saber y cultura milenarios.

Pero el precio pagado por dichas conquistas, es cada vez más costoso: en un principio la explotación de los trabajadores; hoy es el consumismo y la miseria su compañera inseparable, el deterioro del planeta, con las secuelas: tsunamis, huracanes como el Katrina, etc. En el mundo individual y social, la exclusión, el marginamiento, la migración de millones de seres humanos hacia los países ricos en busca de oportunidades, el empleo precario y el desempleo generalizados, en especial de profesionales capacitados. A esto se agrega, que la aceleración compulsiva de los cambios, el desarraigo, enfermedades mentales y crisis sociales. En suma, vivimos un “individualismo asocial absoluto, tanto en la ideología oficial como en la privada” (Chiaramonte), los individuos buscan sólo su propia gratificación, cumpliéndose lo predicho por Marx sobre la erosión de las sociedades y religiones tradicionales, pues “ya no queda otro nexo de unión entre los hombres que el mero interés personal”.

Las políticas de los países poderosos, han sido diseñadas, no de acuerdo a principios justos, sino conforme a sus conveniencias e intereses, al hipotecado futuro planetario. Las necesidades básicas de las ¾ partes de los habitantes del planeta están sin resolver, la salud, la vivienda y el empleo son bienes cada vez más escasos o convertidos en negocios rentables, lo que ha dado lugar a la corrupción generalizada, y a una impunidad rampante que se burla de todo anhelo de justicia, Estados confiscados por las transnacionales o por mafias nacionales e internacionales.

Los que tienen el escaso privilegio del empleo son sobre-explotados y una inmensa multitud como reserva, medra por empleos aunque sean parciales, precarios o se reducen al subempleo y el rebusque, en especial de personal calificado, con diplomas que a la postre de nada les sirven.

En una situación tal, los sueños, esperanzas e ideales de la juventud actual, van en consonancia con el mundo que les ha tocado vivir, con la conciencia de su desintegración, semejante a un “espejo trizado” (Bruner), en el que las oportunidades son cada vez más esquivas. Vivimos en un “supermercado global”, en donde unos pocos individuos y naciones poseen gran parte de los recursos, y las diferencias en términos económicos a nivel individual, social e internacional se han ampliado, pero los gustos e ideas se han uniformizado; es por ello un mundo opaco, borroso, una verdadera “torre de Babel” en que se confunden razas, idiomas, un totum revoltum, reflejo del actual desorden mundial.

Es este mundo en donde los jóvenes sienten que su “carpe diem” es aprovechar el presente como su única realidad, y buscan disfrutarlo al máximo, con la oscura conciencia de un “no futuro”, y por eso viven con intensidad sus vidas, son en su gran mayoría “nativos digitales”, que dominan aparatos de toda especie, se mueven entre redes informativas, sexuales, políticas con nuevas solidaridades, en que lo lejano es privilegiado frente al entorno inmediato, de ahí esa sensación de distancia que emanan, de apatía, cinismo y desinterés por el mundo que los rodea, que los conecta con personas de todo mundo con diversidad de idiomas, pero distantes de una realidad inmediata que les es hostil, y con la amarga sensación de desorientación, en un mundo sin rumbo y que como anota Hosbawm, “no sólo no sabe adónde se dirige, sino adónde debe dirigirse”.

Además, la situación que vivimos es inédita, y las ideologías políticas son más cínicas, pues no se mueven por ideas sino por intereses; las religiones, o se han quedado atrás de los anhelos humanos o son manipuladas; lo dominante es la mentira generalizada a partir del “pensamiento único” impuesto por los dueños de los grandes mercados que se han apoderado de los medios masivos, la prensa, la televisión, y así la anti-utopía del mercado ha querido borrar las otras utopías, convirtiendo a los humanos en mansos y aburridos consumidores de unos bienes que ha agotado los recursos, en especial de los países del llamado “Tercer mundo”.

No se trata de añorar el pasado, pero sí de recordar que los logros alcanzados a nivel material no compensan las pérdidas. Como anota Geertz, “Cuánta sabiduría se ha perdido con el conocimiento y cuanto conocimiento con la información”, pero como anota él mismo, “no preguntemos qué es éste desorden, sino qué se está fermentando en él”.

La política que era la confrontación al menos aparente de ideas, se convirtió en un Show mediático, está cada vez más privatizada, hoy se mueve por enormes sumas de dinero, y el Estado es saqueado por sus ocupantes dejando en la ruina a sus países; los organismos internacionales y transnacionales obligan a los países pobres a aplicar recetas que van contra el interés de sus naciones y sus pueblos.

La relación público-privado se ha desfigurado, se vive una aparente libertad, pero en el fondo emplean formas, unas veces sutiles y otras brutales de represión, con asesinatos, desapariciones y crímenes de estado. Al cinismo en política, muchos responden con la apatía generalizada, pero eso conviene a los intereses de los grandes monopolios. Lo más problemático, es que con la ayuda de los medios se ha creado, en especial en los jóvenes, la sensación de que no hay alternativas posibles y que el mercado y el consumismo manipulados son los que pueden existir.

Sin embargo, gracias a sus contactos mediáticos, los jóvenes, están despertando, y exigen a sus gobiernos que se desliguen de los organismos internacionales que esquilman a sus países. Además, frente a la carencia de discursos orientadores, han creado microutopías, en especial solidaridades de tipo social, de género, ambiental, religiosa, para dar una salida a los problemas que los adultos les hemos dejado, principalmente el del planeta con niveles de contaminación que está en un “camino sin retorno”, pero a éste se agrega el de sus propias vidas, que a diferencia de las anteriores generaciones sienten mayor desconfianza frente a los adultos, quienes igualmente perplejos no parecen tener respuestas a sus preguntas.

Los movimientos de los Indignados, en Oriente y Europa con fuerza y tímidamente entre nosotros, son una brizna de esperanza frente a los aparentemente invencibles aparatos, que dejan la falsa sensación de poder, con las armas sofisticadas y aparatos de dominio, pero que son frágiles ante la voluntad de la opinión pública. Desde Egipto, Túnez, España y otras latitudes, surge de nuevo una juventud que se resiste a vivir indignamente, y desenmascaran los intereses de los grandes mercados. Lo único que no podemos perder, es la esperanza, no sólo como un principio, sino como un deber, pues paradójicamente, y con una frase un poco manida pero real, y citando a Walter Benjamin, “gracias a los sin esperanza (de hoy) tenemos la esperanza”.