Como anotan los historiadores, a partir del siglo XVIII, con las diversas revoluciones, se ha abierto un abismo de horror que en vez de menguar, parece ensancharse. Millones de muertos en dos guerras mundiales, y en campos de concentración, en guerras neo-coloniales, catástrofes climáticas, drogadicción, y falta de sentido de la vida, están poniendo en la balanza la humanidad entera.
Como señala Erich From, la experiencia básica del ser humano, es la alienación, que consiste en que “el hombre no se siente a sí mismo como portavoz activo de sus propias capacidades, sino como una “cosa” empobrecida”, que depende de poderes exteriores a él y en los que ha proyectado su sustancia vital”. Es una situación de desarmonía que produce sufrimiento, el absurdo y la muerte. Hoy, asistimos al mayor desafío por parte de las fuerzas deshumanizantes del capitalismo, que en nombre de una falsa libertad, lleva a la explotación de millones de personas y a la destrucción del planeta entero.
Por eso no hay un término más adecuado para expresar lo que es nuestra vida humana, que el de “drama”, que expresa “la tragicidad esencial de nuestra individualidad como algo insoportable”, (G Simmel). Lo trágico radica en que el hombre está llamado a realizarse a si mismo, pero múltiples obstáculos: miedos, prejuicios, intereses, se oponen a su cumplimiento.
Existe en nostros un instinto innato de representación, de exhibición de la máscara, de ahí el teatro, tal como se expresa en el término griego “persona” que en un principio significaba “máscara”. Y esta es una necesidad no sólo de antaño, sino de todos los tiempos, pues sentimos una honda diferencia entre lo que somos y lo que representamos, y el teatro nos permite elucidar tal situación.
El tema de una “psicología dramática”, o “existencial”, es el ser humano, el cual está llamado a tomar postura frente a la verdad, abrirse o cerrarse a ella. Es nuestra “opción fundamental”, y se basa en nuestra libertad, que le da sentido a la existencia, y que la hace distinta de un proceso puramente biológico. Ahí radica la “grandeza” y la “miseria” de nuestra condición tal como lo expresó Pascal. Pero también junto a lo trágico, como una forma derivada pero necesaria de descargar la tensión, hallamos lo cómico, con sus dos máscaras, la del humor y la del esperpento.
En la literatura y el arte en todas su formas, en especial en la novela y el teatro, captamos esta dramaticidad del vivir humano. Desde los trágicos griegos, Calderón, Cervantes, Shakespeare crearon esa inmensa galería de personajes ejemplares como Prometeo, Edipo, y los modernos Hamlet, Lear, Fausto, Don Quijote, Ulises Hamlet, Fausto, Don Quijote, Roquentin, que dan forma a nuestra situación angustia, culpa y muerte, pero también nuestra alegría y esperanza.
Tal como lo ha estudiado la psicología, en ella aparecen motivos y contramotivos, poderes y contrapoderes, que sólo la libertad es capaz de valorar y graduar, cuya tensión radica en la ambivalencia de nuestra situación. Que soy libre no me lo dice una prueba externa, sino que es una experiencia que no es conceptual, sino fáctica ,e incluye no sólo el hacer y el querer, sino el ser: podemos fracasar y ser culpables. Mi libertad no es una simple cualidad de mi hacer y mi querer, sino de mi ser.
Dicha libertad no es circunstancial, sino que depende de múltiples factores, desde la educación hasta el carácter propio de cada cual ,y que se va madurando desde niño; en nuestras acciones nos vamos educando y creamos un marco actitudinal que será nuestro sello propio. No hay que esperar a la edad madura o la vejez, para formar nuestra personalidad. Ella se forma desde temprano y va adquiriendo su sello propio, imprevisible pero con ciertas constantes.
Los griegos ya habían reflexionado sobre ello; los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides trataron “del destino con sus inevitabeles ascensos y descensos, peripecias y catástrofes” (Jaegger). Platón y Aristóteles a su vez, le dieron un marco filosofíco, planteando que el objetivo de nuestra decisión es siempre el bien y este está siempre graduado, y que proviene de una luz que en última instancia es divina.
Según él, el concepto de escena puede ser amplio o cinrcunscrito, así se puede hablar de “civilización occidental”, o “e´poca isableina”, “capìtalismo”, o “dia D”, o “en este viaje por tren”. Esta correspondencia entre el acto y la escena se denomina “relación escena-acto”.
Si como dice Ortega, “Yo soy yo y mi circunstancia”, en la medida en que los actos de los hombres han de interpretarse en función de las circunstancias que actúan, su comportamiento se ajusta a una “relación escena-acto”. Así, en las situaciones de crisis, la conducta de todas las personas afectadas revela de algun modo la influencia motivadora de la crisis.
Aunque expresiones tan prototípicamente dramáticas como “el mundo es un teatro”, son metafóricas, la situación resulta muy distinta cuando se la enfoca desde otro punto de vista. El drama se emplea aquí, no como una metáfora, sino como una forma fija que nos ayuda a descubrir cuáles son realmente las implicaciones de los términos “acto” y “persona”.
La naturaleza dramática de la Biblia está proclamada por el verbo (bara) de la frase inicial y que se refiere al acto creador de Dios, que se identifica con el principio de simbolicidad (“la Palabra”). La filosofía de Platón al hablar sobre el bien como motivación última y la pareja potencialidad-realidad, la descripción de lo activo y lo pasivo de Espinoza encajan en este esquema.
En los siglos XIX y XX, los filósofos vuelven de modo punzante a reflexionar sobre éste dilema. Asi, para Hegel,el drama constituye el la cumbre de todo arte, pues realiza la síntesis entre épica y lírica, señalando que Antígona era la cumbre del todo el teatro griego, e indica que “el honor de los grandes caracteres es el ser culpables”.
Nietszche iluminó el secreto de la tragedia, al indicar la duplicidad que existe entre Dionisios, el eternamente devorado por la muerte y a la vez regenerado de ella, y de Apolo, el principio de la bella apariencia, de la forma y la medida, que trata de imponer el orden sobre el caos. El conflicto, es el juego entre el instinto de la verdad o la veracidad, propia de la sabiduría dionisíaca, que descubre que el fondo del ser no es más que contradicción y sufrimiento .
Kierkegaard convirtió el concepto de decisión (opción, elección), de carácter ético y jurídico, en un concepto filosófico fundamental para caracterizar la existencia humana como una toma de postura radical frente a la propia existencia y al mundo.
Para Sartre, “El hombre es lo que se hace de si mismo”, expresión válida a pesar de los excesos en que cae el pensador francés. “Puedo pertenecer a un partido, escribir un libro, querer casarme: todo ello es pura manifestación de una elección fundamental”. Para Sartre este es el acto fundamental de la existencia y de la libertad, el que configura y da sentido a todas sus particularidades: la elección fundamental en la cual yo decido sobre mi ser, antecede a todos los actos de la voluntad.
El hombre está doblemente preformado para esta opción respecto a la realidad del mundo y del yo: por influencia del entorno y por disposiciones herditarias, pero también el hombre y su voluntad configuran su entorno, en cuanto que el hombre se presenta ante él como un sistema autónomo, puede romper con tradiciones, y proponerlo a otros, como ocurre con los exadictos al alcohol y a la droga.
Para Unamuno, la existencia presenta un doble código: el de la causalidad y la finalidad, la necesidad y la libertad. La tensión existencial todo\nada es inmanente a la conciencia finita, y se ha acentuado en el mundo moderno, ante las situaciones de opresión política, crisis económica y desorientación existencial a que han sido sometidas un cada vez más creciente número de personas, en especial, de los países sojuzgados del Tercer Mundo.
Frente al vacío último de la existencia, mientras para Nietszche sólo queda el arte; Kant, Fichte y Unamuno, sustentan un idealismo ético y poético. Pero la gran mayoría, manipulada por los medios masivos, no encuentra aún un camino. Nos corresponde a los Psicólogos plantear salidas que permitan una vida digna y más acorde con nuestra condición.
LA PSICOLOGIA, UN LARGO PASADO Y UNA CORTA HISTORIA
La Psicología se ha dicho que tiene un largo pasado y una corta historia. Su pasado, es el del hombre mismo y su necesidad de conocerse; su historia es la de los esfuerzos por forjar un saber con un estatuto propio en el campo de la ciencia. Es por eso, quizá la ciencia más antigua, durante milenios existió bajo el nombre de filosofía; también las religiones desarrollaron tal o cual especie de enseñanza psicológica y esto en parte porque el saber psicológico fue sospechoso, y tuvo que usar para sobrevivir, diferentes disfraces. En esa época existía también bajo la forma de Arte, Poesía, tragedia, escultura, danza, la Arquitectura, y las mismas catedrales góticas como lo refiere Ouspensky, fueron tratados de Psicología viva.
La Psicología como todas las ciencias, surgió de nuestras necesidades prácticas, pero a diferencia de las ciencias que hallaban su materia en el mundo exterior ,ella lo encuentra en las ideas, fantasías e imágenes que lo asalta en el diario vivir, o al experimentar en la noche, al no poder saber qué se habían hecho los personajes y sucesos que nos ocurren durante el sueño. Para ello, debió el hombre primitivo recurrir al brujo o chaman de la tribu; en la historia sabemos de la ayuda de magos y sacerdotes que hablaban en oráculos, signos, sueños, etc. Sabemos que esto ha sido común en muchos pueblos, así como hoy aún en la ciudad más moderna sobreviven lectores de cartas, adivinadores, brujos, al lado de psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas.
Los libros de psicología no se escribían antes como en nuestro tiempo en forma de textos a veces tediosos, atiborrados de cuadros gráficos y esquemas. Eran más bien relaciones espontáneas, y no estaban escritas en el formato actual argumentativo de hoy día, sino que eran más bien descripción de experiencias.
Según nos cuenta Ouspensky, la psicología hallaba su expresión en los Misterios tales como los de Egipto y Grecia, para luego tomar la forma de enseñanzas simbólicas por influjo de la religión, la astrología, la Alquimia, la Magia y entre las más modernas la Masonería, el Ocultismo y la Teosofía.
Como es bien sabido, todas las religiones desarrollaron enseñanzas psicológicas, acompañadas de ciertas prácticas, o bajo la forma de arte: poesía, tragedia, escultura, danza, arquitectura, transmitían conocimientos psicológicos. Los “misterios” egipcios y griegos exponían también psicología, y sobrevivieron en la astrología, la alquimia, la magia, el ocultismo y la teosofía. La Psicología es entre las ciencias, aquella que trata del estudio del individuo, rastrea lo singular que existe resta en cada cual, es una ciencia en “primera persona" (Politzer). En efecto, la psicología es la ciencia que en oposición a las demás, dirige la mirada sobre la vertiente de la subjetividad, y en especial, con la conciencia que cada cual tiene de sí mismo. Por eso, "todo lo que puede decirse sobre las experiencias que el hombre hace de su propia vida es Psicología", y responde al CONÓCETE A TI MISMO, principio de la sabiduría según los antiguos, que es el fin y motivo último de nuestro vivir y felicidad. Y que inauguró Sócrates cuando afirmaba, que no le interesaban “ni los árboles del bosque ni los asuntos de la ciudad tanto como el conocimiento de sí mismo”.
Pero como nuestra conciencia personal sólo puede ser alcanzada por el lenguaje, en especial como lo plantea Ricoeur, “es el relato, la trama narrativa, el medio privilegiado para esclarecer nuestra experiencia temporal”. Tanto el relato histórico que tiene la pretensión de la verdad, como el relato de ficción o la narración imaginativa, ambos géneros tienen como referente el carácter temporal de nuestra experiencia. Así pues, la narración se convierte en condición identificadora de nuestra existencia temporal, y el tiempo a su vez, adquiere significado antropológico, en la medida en que puede ser articulado en una narración.
Además, según él, tanto la historia como la narración ficticia obedecen a una única operación que dota a ambas de inteligibilidad y establece entre ellas una analogía esencial. Es en especial “la trama”, a través de la cual los acontecimientos singulares y diversos adquieren categoría de historia o narración. Así pues, nada puede ser considerado como acontecimiento si no es susceptible de “ser integrado en una trama”, o que es lo mismo, ser integrado en una historia. La trama confiere unidad e inteligibilidad al relato por medio de la “síntesis de lo heterogéneo”. La ficción no es sólo fantasía como se creía otrora, sino que hace referencia a algún suceso ocurrido o que va a ocurrir. La narración pues, apunta hacia modos excéntricos de la experiencia temporal, pero que no son ajenos a ella. Lo que nos dice Ricoeur es pues, que las narraciones ficticias pueden ser más ricas en informaciones sobre nuestra temporalidad que los mismos relatos históricos (Paul Ricoeur, Tiempo y narración).
Los humanos nos contamos historias, y a partir de las narraciones que mutuamente nos contamos, aprendemos a conocernos unos a otros. No es casual que los primeros libros de todos los pueblos sobre nuestros orígenes sean ante todo relatos, narraciones coloridas, llenas de imágenes. Además más que en los textos psicológicos, es en los relatos y novelas en donde identificamos mejor los problemas del hombre de nuestro tiempo. Desde Homero, los trágicos griegos, El Popul Vuh, y luego San Agustín, Cervantes, Joyce y su Ulyses, Kafka y El Castillo, Proust con “En busca del tiempo perdido”, nos ayudan a explicar lo que somos, mucho mejor que muchos textos de psicología, y por eso, el psicólogo debe siempre recurrir a ellos.
La narración tiende a la comunicación práctica de la experiencia acumulada, y el narrador y los oyentes se la incorporan liberándose a la experiencia relatada. La narración entraña abierta o tácitamente su utilidad: una moraleja, una indicación práctica, un refrán o una norma de vida. El narrador toma lo que cuenta de la experiencia propia o ajena, y lo convierte nuevamente en experiencia propia de los que escuchan su historia. (Walter Benjamín).
Los relatos son una determinada manera de concebir y organizar el tiempo. El psicoanálisis rescató este carácter narrativo como se da en la consulta psicológica, que es ante todo la relación de una biografía personal. En ella, cada narrador relata la historia de su vida, a un experto, Psicólog, Psiquiatra o Psicoanalista, cuya tarea es transformar las experiencias de aquél en "significaciones objetivas". El psiquismo humano ha sido comparado a un inmenso palimpsesto, como decía Freud, es semejante a una ciudad, en la que las viejas ruinas, subsisten junto a la ciudad nueva; igual en el psiquismo, las experiencias de la infancia, sepultadas ebn el inconsciente, se conservan y conviven con las nuevas. La idea de palimpsesto ha sido utilizada por muchos autores en especial Joyce la convirtió en motivo de su Ulysses.
Cada humano, a pesar de ser social, vive su vida de un modo absolutamente peculiar Por eso, en ninguna otra ciencia el recurso a la primera persona es tan importante como en la nuestra, y el psicólogo, “ha de poseer una agilidad más que acrobática para sumergirse en los hombres e imitar sus actitudes... y ha de poseer también en su alma, una originalidad poética que le permita extraer enseguida el total y la regla de aquello que el individuo presenta exclusivamente y de un modo fragmentario e irregular”.
Para Schachtel, “el problema central de la psicología es la metamorfosis del hombre desde el nacimiento hasta la edad adulta”. También se habla hoy de una ciencia de la experiencia interior, o ciencia de la “mente”, que parte del conocimiento que sólo no es accesible a nuestra conciencia una porción mínima de nuestra actividad mental. Este es un reconocimiento importante que lleva a la aceptación de gran parte de las ciencias, según la cual, parece existir un “orden” subyacente a nuestras acciones mentales concientes, siendo nuestra tarea, quitarnos las máscaras, para acceder a un conocimiento superior, al racional y analítico.
“La psicología nos invita a que, al ver una cosa, en lugar de atender a esta cosa presente ante nosotros, miremos nuestro ver. Habituados a hacer del cristal un tránsito y un medio a través de lo cual vemos lo demás, nos cuesta un poco trabajo hacer de él término y objeto de la visión. Pues algo así, sólo que en sentido más radical, pretende hacer la psicología. Tenemos pues que recobrar enérgicamente contra los hábitos milenarios impuestos por la urgente utilidad de las vidas espontáneas, y mantener nuestra atención vuelta al revés, enfocada hacia nuestro propio interior” (Ortega).
El panorama en el nuevo milenio para la Psicología, es muy diferente al que se observaba en los años 50`s, cuando imperaba el más craso reduccionismo, o en los 60`s, cuando las discusiones se centraban en torno al psicoanálisis la psicología piagetiana y el conductismo, se forjaron escuelas que parecían más fortines que posturas científicas. Se generó así un estéril dogmatuismo que ya hoy es superado, y se abre un amplio abanico de posibilidades, en el que hay para todos los gustos. El riesgo es precisamente, la falta de un cuerpo vertebral de conocimientos, lo quepodría llevar a una falta de identidad en la Psicología. No es raro que profesionales de diversa especie, ejerzan la función de psicólogos, con lo cual se ha caído en el descrédito de la profesión, y que charlatanes y brujos, con la ayuda de los cuarzos, y la bola de cristal, reemplacen la antigua sabiduría y el saber acumulado durante siglos.
El siglo XXI, nos muestra un mundo sin fronteras, las distancias se acortan y nuestro planeta se hace cada vez más pequeño. Igual en las ciencias, ya no existen los cotos cerrados que durante siglos impidieron su universalización y van saliendo de su concepción logo-céntrica occidental. Si la humanidad se reconoce como una sola, las ciencias, no se pueden encerrar en unos límites artificiales que desdicen de su vocación universal. Los sueños antiguos de un mundo abierto, un cosmos, una oikoumene es hoy una realidad, al menos en lo económico y comunicacional.
La Inter y Trans-disciplinariedad, y los aportes de la neurociencia, la cibernética, la inteligencia artificial, son nuevas propuestas. La situación actual, de un exagerado optimismo tecnológico, acompañado del más hondo pesimismo social, exigen de las ciencias, superar lo que llamaba Rabelais, una “ciencia sin consciencia”, causante de gran parte de los problemas actuales, y es necesario una ciencia integral, donde la información se una a la sabiduría.
Esto implica recoger los esfuerzos no sólo de la ciencia, sino también de la religión, el arte y la filosofía, sin las cuales el trabajo psicológico es unilateral o mutilado. De aquí la pertinencia de la pregunta de Nietzsche: “la ciencia como medio de estudiarse a sí mismo: conocéis ésto?”. La complejidad de los problemas actuales requieren de psicólogos que permitan satisfacer las urgentes necesidades que la actual sociedad ha generado. El Psicólogo actual deberá pòseer esa extraña combinación de sentido crítico, bagaje científico y sensibilidad espiritual .
“La psicología actual no se deja encerrar en ninguna doctrina, ni enclaustrar patios nacionalistas. Para comprender sus progresos y cambios”, anota Merani, requiere coordinar varias filosofías y diversas ciencias. “Ni el más primitivo de los humanos frente a la lluvia o la oscuridad, las conoce sin recibir el conocimiento dentro de un contexto de una elaboración aunque sea mágica o mítica” (Merani -Historia Crítica de la Psicología.) .
La tarea más urgente del hombre del nuevo milenio es la recuperación del problema del sentido de vivir, pues contrariamente o a lo que muchos creen, la duda y la pérdida del sentido no son enfermizas, si no que hacen parte de las tensiones de nuestra vida. Aún en las situaciones más desesperadas podemos encontrar alternativas.
Sólo los humanos nos planteamos el problema del sentido, y nos frustramos, enloquecemos o nos suicidamos si no lo encontramos. A diferencia de otras ciencias médicas, no tratamos con bacterias o tumores, sino con reacciones humanas y problemas psíquicos. Además, a diferencia de otras épocas en que las religiones garantizaban un sentido objetivo y universal, la gran prueba del hombre de hoy es que lo tiene que buscar en su propia conciencia, de lo contrario cae en el “vacío existencial” de que habla Frankl. Según él, así como no podemos descubrir la verdad, si no una serie de verdades, tampoco podemos descubrir el sentido, si no que en nuestras vidas hallamos multiplicidad de experiencias significativas. señalan que todo es contingente menos la capacidad de tomar la vida en nuestras manos aún en las situaciones más desesperadas. Y ésto porque los humanos, además de la dimensión física y psicológica, poseemos una tercera dimensión, la espiritual, que permite trascendernos, y para ello apelamos a una serie de valores aún en nuestra época, y a pesar del derrumbe de muchos valores, ante la pérdida del peso de las tradiciones nos vemos obligados a confiar en nuestra conciencia personal y en nuestra responsabilidad.
Pero esto no es posibe sin una nueva educación, que nos permita recuperar la capacidad para descubrir los sentidos, sea retomando lo válido de las tradiciones, los aportes de la ciencia y la filosofía actuales, y ésto requiere de seres libres que valoren su existencia como algo válido y digno y que cobre conciencia de su sitio en un mundo en expansión. Tal es la lección dejada por Buda, Sócrates, Cristo, que se enfrentaron a las presiones de su medio, y así superar el conformismo alienante de la actual estructura social, alimentada por los medios de comunicaciones y las nuevas formas de poder sugestivo que nos arrebatan lo más precioso: nuestra capacidad de decicisión, sin ella, somos robots, aun cuando utilicemos la más avanzada tecnología, ya no somos humanos.
En Latinoamérica, a partir del sentimiento de la Otredad, y de una ética de la alteridad, tienen un camino propio para darle cuerpo propio a la Psicología y a los humanos de nuestro tiempo, tan necesitadop de luz en medio de la actual oscuridad.