martes, 27 de octubre de 2009

EL HOMBRE, CREADOR DE MITOS

Oscar López Ramírez

El mito es el fundamento de la vida, el esquema inmemorial, la fórmula piadosa en que fluye la vida cuando ésta se reproduce sus rasgos fuera del inconsciente”-THOMAS MANN


Los mitos universales del Edén, de la caída, o el del diluvio, o los griegos de Edipo, Prometeo y Dionisio, o los americanos , o el moderno del “buen salvaje”, han sido creados desde tiempos inmemoriales para explicar no sólo el origen del universo, sino para dar cuenta de nuestro existir, y explicar la compleja trama en que nos hallamos envueltos.

Los movimientos ecológicos hoy nos proponen nuevos mitos, así la hipótesis de GAIA, (diosa griega de la Tierra, “la de ancho seno, eterno e inquebrantable sostén de todas las cosas, según Hesiodo), es un buen motivo para ver la tierra no como una máquina según el modelo actual, sino como un organismo viviente, auto-regulado que hay que cuidar.

El recurso mítico nos permite el conocimiento del ser humano tanto normal, como patológico, ha servido de apoyo a la psiquiatría y al psicoanálisis; sin su aporte,Freud no hubiera desentrañado el famoso complejo de Edipo. Frente al empobrecido racionalismo, y la opaca vida de la sociedad consumista y tecnocrática, los mitos nos abren un amplio campo de conocimiento sobre el hombre y el universo.

Los humanos somos creadores de mitos, seres mitopoiéticos,( del griego poiesis, creación ), y las mitologías nos revelan la identidad del alma humana. En efecto,”salvo la diferencia de nombres, los personajes fabulosos son idénticos, movidos por las mismas pasiones y los mismos instintos, investidos de atributos semejantes, aun cuando circunstancias de ambiente y de raza impriman variedad a sus fisonomías”. (Joseph Campbell).Utnapishtin y Noé, Osiris y Quetzacoatl, Hermes y Mercurio, el Zeus griego y el Manitú americano, el Walhalla escandinavo o el Olimpo helénico, son algunos de sus ejemplos más notables; en suma, no se trata de creer literalmente en ellos, sino de darles una interpretación existencial.

Aunque vivimos en la “era de la ciencia”, nuestra época se nutre -a pesar suyo-, de mitos, y así como durante siglos se dijo que somos animales racionales, con igual derecho podemos decir que el hombre es un animal mítico, o sea, que los necesita para poder vivir. Así, sin los mitos del "progreso" o de la "revolución ", no se hubieran dado ni las modernas revoluciones, ni las transformaciones que desde el siglo XVIII , a nivel socio-político, económico, religioso y cultural han conmocionado el planeta.

El mito es una forma narrativa de carácter específicamente arcaico y que habla del “érase una vez,” o de “aquellos viejos tiempos”. Malinowski ve en el mito, una expresión simbólica, una forma de conocimiento primitivo que intenta explicar la realidad experimental. Para Eliade el mito es un “modelo ejemplar “no sólo del orden del mundo, sino en especial de todos los ritos y de todas las actividades esenciales del hombre. “El mito es una derivación del culto, y expresa lo que una vez ocurrió fundamentalmente y aún sigue ocurriendo: el acontecimiento de salvación.
Para el primitivo, “el hecho acaecido antaño se presenta vívidamente como un acontecimiento real que comporta en sí mismo toda la esencia comunicada en el pasado”. El mito habla de lo arquetípico y de lo que es válido en cualquier época. Una forma mítica resulta inconcebible sin una referencia a un ritual, pues gracias a éste, la vida presente se proyecta a los “modelos ejemplares” de los tiempos primitivos”.

"El universo mítico es el universo propio de la repetición; en él , la creación es concebida como un drama, la victoria de los dioses sobre las potencias del "comienzo" es la conversión del caos en cosmos". Eliade. Pero como la victoria no está segura , hay necesidad de la repetición del acto creador a través de los ritos, las fiestas, lo que impide que se vuelva al caos.

La distinción entre el mito y otras formas narrativas arcaicas, especialmente las fábulas y las leyendas, constituyó un elemento importante para la consecución de un concepto preciso y específico del mito. Para los románticos el mito es una revelación del tiempo primitivo; se distingue del cuento y la leyenda por el hecho de que su objeto se basa en el “comienzo” de la historia y de la vida humana, y su fuerza sigue influyendo y manifestándose en ella. El cuento no se refiere a una época primitiva, sino a un marco atemporal de los deseos y los temores. La leyenda como el mito es considerada como un hecho real”.

Los mitos pues, no son cosa del pasado sino que forman parte de la ideología básica de todos los pueblos, y “hasta las naciones más modernas y progresistas tienen un núcleo de historias o ideas que cumplen una función similar a la de las viejas mitologías tribales.”Sin ellos no podemos vivir, y son tan necesarios como la comida y la bebida . De ahí la actualidad de los estudios sobre ellos y ni el más craso racionalismo ha podido soslayar.

Todo nuestro entramado cultural es mitológico, y esto es obra de la mas maravillosa de las funciones humanas, la “función fantástica” (Gilbert Durand), la cual está en el orígen de toda creación humana, y se revela como una marca originaria del Espíritu”. Así, no sólo participa en la elaboración de la conciencia teórica sino que es un auxiliar de la acción, aún más, anota, “toda cultura inculcada por la educación es un conjunto de estructuras fantásticas”.


Para Durand, el mito es el pedestal antropológico sobre el que se levanta la significación histórica. La historia es según él la “deriva del mito”, y el historiador se aplica a mostrar cómo el ser humano ha dispuesto sus comportamientos innatos específicos a los avatares de las situaciones geográficas, climáticas, demográficas o tecnológicas, pero debe ir precedido por el estudio de las concordancias y constantes. (Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas de lo imaginario”)


Además, señala que la comprensión de los fenómenos humanos se da a partir de los conjuntos imaginarios que constituyen las “grandes imágenes” y su narración mítica es obra del mitoanálisis, el cual consiste en la separación de las redes “de imágenes en un estilo o discurso, y su cristalización en gestos y figuras míticas”. Lo imaginario, viene a ser el conjunto de imágenes que constituye el capital pensado del Homo Sapiens, es el gran denominador fundamental donde se sitúan todos los procedimientos del pensamiento humano. El mito es pues, la matriz de la que han surgido las diferentes formas de lenguaje desde el religioso y las otras clases de lenguaje; todo discurso por racionalista y sofisticado que sea, emplea elementos míticos residuales. Pero si bien necesitamos los mitos, debemos repensarlos a la luz de los descubrimientos científicos y de los cambios históricos, pues vivimos una edad postmítica, y su resolución concierne al hombre que sin mitos no sería hombre.

VIRACOCHA - DIOS AMERICANO

El mito “constituye el discurso de la comprensión subjetiva, singular y concreta de un espíritu que se adhiere al mundo y lo siente desde el interior” (MORIN, Edgar. El Conocimiento del Conocimiento, Edit. Cátedra. Madrid,1994. Pág.173), constituye un relato que encadena una serie de símbolos ya imaginarios, ya históricos, o una mezcla de ambos. Los mitos no tratan sólo del orígen del mundo, sino de “todo lo que suscita la interrogación, la curiosidad, la necesidad, la aspiración”, y tienen que ver con la historia de una comunidad, de un pueblo, de una nación. Los mitos son “liberadores de energía, impulsores de la vida y agentes rectores de la misma” (G. Bachelard). El mito es la más universal de las facultades porque es el único que comprende la analogía universal, la semejanza fundamental que existe en todo el universo.

Como anota Levi Strauss, la riqueza del mito es frondosa, y conserva su plena actualidad, a pesar de los racionalistas, pues llena la brecha que no puede completar la razón, en especial, en relación al destino y la muerte. Macquarrie señala siete caracteres del mito:

1-Emplea un lenguaje dramático, es decir, es el lenguaje de la acción, sea de personas o seres sobrenaturales y fuerzas de la naturaleza concebidas de forma animada como se da en las mitologías primitivas y en los sueños, y a diferencia del lenguaje abstracto, se relaciona con situaciones concretas . tal como se puede dar en las novelas u obras de teatro, y sirve para interpretar campos amplios de la experiencia humana.

2-Su lenguaje es evocativo, es decir, comporta un aglomerado de asociaciones, así por ejemplo, el sol y el agua, a los que nosotros le damos un sentido puramente funcional, tienen una gran riqueza en la vida diaria de los pueblos, pues el sol no sólo servía para alumbrar, calentar, hacer crecer y regular el ritmo de la vida . De ahí su gran riqueza y posibilidad de interpretaciones.

3-Es inmediato, es decir, que todavía no ha pasado por el tamiz del pensamiento analítico, o sea, el hombre mítico no pregunta por su significado. El hombre primitivo vivía aún inmerso en sus mitos, “estaba en la mitad de su sueño y aún no se había despertado para reflexionar”. Ese despertar vendrá con los griegos y la filosofía, pero Platón sabrá integrar armoniosamente ambos discursos.

4-Viene luego su alogicidad, lo cual no significa que sea absurdo esto quiere decir que su lógica es distinta a la causal, y nos presenta los sucesos en un mundo de maravillas y milagros.


5-En él aparecen seres sobrenaturales y una serie de realidades numinosas, es decir, que van más allá del mundo físico y literal.


6-Las acciones de las que trata son en un tiempo y espacio remotos, sea al comienzo de los tiempos, o en un futuro remoto o al final de los tiempos.


7-La séptima y última característica es la relación con la comunidad, y aunque un mito puede ser producido por un individuo, “no llega a ser mito hasta que no ha sido adoptado por la comunidad, y tiene parte en la constitución de la identidad social de la comunidad en cuestión”. (MACQUARRIE, John. God-Talk. Edic. Sígueme. Salamanca,1976. Pág.215).

Mitología Nórdica

En conclusión, "el mito habla primeramente de la existencia humana, de la comprensión que tiene el hombre de si mismo y de su propio mundo”.Si quremos enriquecerla debemos re-mitificar , y no simplemente des-mitificarla. Así, en nuestra época estamos asistiendo al desmonte del mito del “héroe” masculino que afronta agresivamente el mundo, por aquel que se conquista a si mismo, su alma o su interior, asumiendo como anota Ortiz Osés, de manera paradójica el lado anti-heróico que tradicionalmente estaba en manos de las mujeres; se trata de superar el mito patriarcal y dualista que opone de manera drástica “el bien contra el mal, el arriba contra el abajo, la luz de la oscuridad, el cielo contra el infierno, lo diurno contra lo nocturno, lo celeste frente a lo terrestre, el héroe contra el dragón, o monstruo, Dios versus el diablo”.

Señala igualmente que sólo si afrontamos novedosamente estos dualismos,“co-implicando radicalmente los contrarios, o sea, relativizando su perversa lógica antihumana” quedarán vinculados en beneficio de un ser humano integral.

Dioses del Olimpo Griego

sábado, 10 de octubre de 2009

LA MEMORIA DE LOS MUERTOS Y LOS VENCIDOS: JUSTICIA Y REPARACIÓN

ÓSCAR LÓPEZ RAMÍREZ, Filósofo, Psicólogo

"Quiero encontrarme con mis desparecidos
... nacer de nuevo en la lealtad de sus abrazos
verme otra vez en sus miradas...
Quiero encontarme con mis ausentes
con mi pasado, con mi presagio de futuro
con los más próximos de mis prójimos
con los que usamos la misma ruta
y compartimos la sed y el hambre
¿dónde estarán mis desaparecidos?
le exijo al mundo de los extraños
que me los traigan
que yo los vea"
MARIO BENEDETTI

Dalí - La Persistencia de la memoria
Si el olvido es como se ha dicho, “una muerte anticipada”, ¿qué ocurre con los millones de víctimas de la historia, cuyo nombre no parece merecer ningún recuerdo? ¿Quién recoge el sufrimiento del Job humano a través de los milenios? Estas preguntas dejan indiferentes a quienes imbuidos de la idea de la historia como progreso, sólo se reconocen en los triunfadores, y ven el sufrimiento el costo obligado de ese progreso, y aún rinden culto a una filosofía evolucionista en cuyo nombre se aplasta a millones de seres humanos y se expolia la naturaleza.

Cuando el Job bíblico lanzaba sus imprecaciones, las hacía a un Dios en quien creía, pero sus hermanos de hoy parecen no tener quien les responda, pues la misma idea de Dios ha sido cuestionada por los que sufren el oprobio de los poderosos.

Ha sido una constante en la historia humana, que los vencedores, no sólo se apoderan del botín de los vencidos, sino que además, se apropian del derecho a contar- a su manera-, cómo lograron la conquista de los pueblos sometidos. Esa es la “historia oficial”, que busca perpetuarse como memoria única y definitiva para las generaciones futuras, impidiendo una historia escrita desde las víctimas.

En sentido estricto, no hay una, sino muchas “memorias”; las memorias son plurales, y entre los resquicios de la historia oficial, se filtra la “otra” historia” prohibida, tal como se dio en América con los relatos de los vencidos, que revelan sus sufrimientos y heroísmos ocultos. Esta otra memoria es una forma de resistencia frente al opresor, es otro estilo de hacer política, y, también de anticipar el futuro, y como anota Marcuse, hay recuerdos con contenido de fantasía.

Para los griegos, Mnemosine, la diosa de la Memoria, era la partera de las artes, de la evocación pura, de la creación plena y de la construcción absoluta. Durante mucho tiempo se asoció la memoria a una caja de archivos; esta es una ínfima parte de tan prodigioso proceso. “Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento, sin ella, no somos nada, nos dice en sus Memorias Luis Buñuel.

También se habla de “recuerdo” o de “memoria” indiferenciadamente; su distinción no es clara ni es unívoca; en la psicología académica, el recuerdo era reducido a una facultad psicológica, pero como anota Gadamer, hay que evitar dicha reducción, ya que ella es la característica de nuestra condición finita e histórica, y el tejido que liga nuestros procesos mentales.

San Agustín realizó un decisivo aporte al señalar que el recuerdo es una categoría Hermenéutica para interpretar la historia de la propia vida en la presencia de Dios, y que el alma gracias a la iluminación divina se conoce a sí misma y toma conciencia de su propia trayectoria vital.

La memoria es parte esencial no sólo del psiquismo, sino además de la vida en general. Tal como lo enseña la genética, hay una memoria “celular”; en los vegetales se da alguna mínima forma de ella, y en los animales es más elaborada, pero en el psiquismo humano nos permite relacionar el presente con lo inmediatamente anterior y hasta hechos lejanos, tal como le ocurrió a Proust con su famosa aromática que súbitamente le despertó recuerdos remotos de su infancia.

Y esto vale aún más para la vida social y de los pueblos: en ellos no existe aquello de “borrón y cuenta nueva”. La memoria colectiva es un proceso complejo en la formación del sujeto que está orientado en la construcción de su identidad colectiva, y está ordenada como un recurso simbólico para establecer la continuidad y autenticidad de una sociedad, sea real o ficticia”. (ZAMBRANO, Carlos Vladimir. Memoria colectiva y comunidad política. Centro de Publicaciones, Universidad Nacional de Colombia. 2006)

Además, gracias a ella ha sido posible que se cumpla una justicia en la historia. El caso más patente lo hallamos en la Argentina con las “Madres de Mayo” que mantuvieron vivo el recuerdo de sus hijos y esposos muertos por la dictadura. Lograron así, crear un espacio para la Memoria y un monumento a la Memoria,, permitiendo que se castigara además a sus victimarios.
EL PAIS DEL OLVIDO

En Colombia, es digno de resaltar el esfuerzo heroico de los familiares de los miles de muertos y desaparecidos de los últimos años, y su tenaz lucha, aún ante amenazas, por rescatar del olvido a sus muertos. En Trujillo (Valle) el “Museo de la Memoria”, mantiene vivo el recuerdo de los asesinados en la década de los 90.

Según J. B. Metz, el recuerdo y la narración son importantes en la toma de conciencia de los humanos que se experimentan y constituyen como sujetos, y no tienen por ello un carácter derrotista y resignado, sino peligroso, y además, el despertar de los recuerdos es definitivo en la formación de la identidad personal. Señala por ello que, “la destrucción del recuerdo se revela, en el plano histórico-social, como obstrucción sistemática de la identidad, del proceso de hacerse y mantenerse sujeto”. Al respecto señala cómo en los imperios colonialistas sistemáticamente se ha buscado destruir el recuerdo que traían consigo los esclavos, con lo cual se garantizaba su sometimiento.

Señala además, cómo un pueblo, raza o clase, se constituye como sujeto, cuando rompen “el hechizo de la conciencia histórica “oficial”, al desenmascararla como propaganda de los señores y los poderosos. Donde los sectores oprimidos, campesinos o indígenas han podido relatar sus padecimientos, eso les ha servido de factor de resistencia contra la amenaza de su identidad. Los vencedores al escribir la historia, no dejan ningún recuerdo para los vencidos y oprimidos”. Así pues, “el recuerdo se presenta siempre como categoría de búsqueda de la identidad histórica como categoría de liberación”. (METZ, J. B. “La fe, en la historia y la sociedad”. Ediciones Cristiandad. 1979. Pág. 83).

En nuestro país eso ha sido posible, venciendo la voluntad común de olvido frente a lo que nos sucede, que nos está llevando a vivir en una instantaneidad y perplejidad en que cada acto ominoso, es echado al olvido, o es sustituido por otro peor, generando esa impunidad que es nuestro mayor mal nacional. De ahí la tremenda injusticia con las víctimas y sus familias, que no pueden resarcirse del daño infringido.

Todo recuerdo expresa en si mismo una multiplicidad de olvidos, al igual, la multiplicidad de olvidos constituyen el recuerdo que positiva la memoria y la manifiesta colectivamente. “Es una estructura significante, y un dispositivo estructurante de identidad que genera hábitos, produce prácticas y esquemas de percepción y apreciación, es camino de la identidad colectiva, seas a través de las historias patrias, de gestas religiosas o de historia cultural, o de la defensa y promoción de la reconciliación y reparación ante procesos de violencia “ (Zambrano ).

Como anota Gonzalo Sánchez, los colombianos “valorábamos excesivamente nuestra capacidad para olvidar. Y eso nos llevó a la atrofia de la capacidad de resolver. Olvidábamos las guerras pero no las resolvíamos. Esta tradición olvidadiza de los conflictos era posible gracias a la visión dual de la guerra en la que solo veíamos combatientes. Pero el gran descubrimiento humanitario tras la Segunda Guerra y el Holocausto, es que en la guerra también (y sobre todo) hay víctimas. Si antes se legislaba para los guerreros, en las últimas décadas se legisla cada vez más para la protección de la población civil”.

Así pues, “en las últimas décadas, la memoria se ha democratizado, los subalternos se las disputan a sus depositarios tradiciones. En Colombia hemos pasado de un déficit estructural a una explosión de memorias, signo de dinamismo de nuestra sociedad. Y es más visible a nivel local y regional que nacional. Pues se le tiene miedo a nivel nacional a la memoria.”

Los judíos esclavos en Egipto, haggadah del siglo XVII

El filósofo alemán Walter Benjamin ha criticado la idea de la historia como un progreso indefinido; y dominada por la idea de tiempo cuantitativo medido por los relojes, “opone el tiempo de la memoria, el tiempo de la “rememoración orgánica”, que no es homogéneo, y tiene en cambio llenos y vacíos". Además, “asigna una cualidad teológica a la rememoración, capaz, a su entender, de “desclausurar” el sufrimiento aparentemente definitivo de las víctimas del pasado” (LOWY, Michael. “WALTER BENJAMIN: Aviso de incendio”. Fondo de cultura económica).

Su concepción del tiempo se apoya en la tradición mesiánica judía, que al igual que todas las culturas tradicionales conservan en sus calendarios y fiestas, la huella de la conciencia histórica del tiempo. Para él igual que para estos, la exigencia de una salvación no es mera restitución del pasado, sino también transformación activa del presente.

Benjamin es la extraña combinación de pensador y teólogo, su concepción de la historia ha sido calificada de pesimista, pues fue un crítico radical de la idea de progreso, el cual según él mismo, era “un tren” que tarde o temprano se tiene que descarrilar.

Como teólogo, fue un estudioso de la Cábala judía, con su concepción de la espera del Mesías trascendente. Pero como para Benjamin Dios está ausente, el único Mesías posible es colectivo, en especial, lo es la humanidad oprimida. Esto va de acuerdo con las concepciones de Marx, para el cual la redención es una autoredención de los hombres, los cuales hacen su propia historia, y así, la emancipación de los trabajadores, es obra de los trabajadores mismos. En Benjamin hay una dimensión teológica, y además para él, “no habrá redención para la generación presente si ésta hace poco caso de esa reivindicación de las víctimas de la historia”.

Señala por eso que la tarea de la rememoración consiste en la construcción de constelaciones que vinculen el presente y el pasado, los cuales son momentos arrancados a la continuidad histórica vacía”. Concluimos por ahora, con un texto del teólogo alemán Karl Rahner:

“Se ha de pensar en los pequeños, en los despreciados, en aquellos que, aparentemente sin importancia ninguna, mueren tempranamente, sucumbieron sin dejar un nombre para la ciega crueldad de la historia. No tanto en los faraones que- como se dice- levantaron las pirámides, sino en aquello que, bajo la tortura, acarrearon las piedras, hasta morir desconocidos; ni en aquello que la historia llama vencedores, sino en los desaparecidos, que, aunque fieles a su deber y a su conciencia, sucumbieron sin renombre para la historia, en aquellos que terminaron en los campos de concentración de un poder infernal; en aquellos que fueron atormentados hasta morirse, etc.”.

En suma, el recuerdo como recuerdo del sufrimiento es, como anota Metz, el hilo conductor de una concepción de la historia y de la sociedad, no desde los triunfadores, sino desde las víctimas, que en vez de negar la solidaridad con los muertos, ésta es la verdadera solidaridad, pues en todos ellos como en nosotros vibra, como anotara Bloch, ese anhelo de “aquella patria en la que nadie ha estado todavía”, pero a la que todos deseamos llegar desde lo más profundo de nuestro ser.
Para las miles de víctimas de nuestra violencia, no existe sólo una reparación moral, sino que debe hacerse en forma integral, es decir, devolverle lo que les ha sido arrebatado, sus tierras, que ha llevado al desplazamiento forzoso de millones de compatriotas, dejados a merced de la ayuda caritativa, o de la indiferencia y la desidia del poder oficial.

Magritte - La Memoria