sábado, 10 de abril de 2010

PSICOLOGÍA DRAMÁTICA

CUERPO - HISTORIA E IDENTIDAD
Oscar López R. -Psicólogo - Filósofo

Si la vida humana es como hemos dicho, drama, éste se plasma primero en nuestro cuerpo, y es por ello la “llama que primero debemos alimentar” (E. Bloch); el hambre y el deseo sexual son nuestras necesidaddes más apremiantes. El recién nacido debe recibir en primer lugar alimentación, si quiere sobrevivir, de ahí el efecto devastador de las carencias de alimento en la infancia. El cuerpo con sus necesidades, sus deseos, su energía y emociones, las convierte en dimensiones de la experiencia, son así, necesidades humanas y no sólo animales.

Para el psicoanálisis, la esencia última de nuestros deseos y de nuestro ser, es el goce de la vida activa de todo el cuerpo humano: el placer de tocar, ver, la actividad muscular e incluso la pasión del dolor. Por eso dijo Blake que “la energía es la única vida y es del cuerpo”. “La energía es el goce eterno”. Por el cuerpo sabemos de los otros, y así es “símbolo e instrumento de la comunicación… el canal de una afectividad que no se deja neutralizar en los rituales de intercambio social”.YÁÑEZ, Carlos. “El Yo y el otro que no soy Yo”. Revista NOVUM. No. 25. I Sem 2002

La ciencia y filosofía racionalistas de los siglos XVIII al XX, a partir de Descartes, pensaban en el ser humano como un sujeto puramente pensante,solitario y abstracto; hoy sabemos, que además de pensantes, somos seres afectivos y volitivos, y como seres corporales, estamos originariamente ligados al mundo; nuestro cuerpo es “el primer vehículo de contacto con el mundo, y como tal, una unidad interiormente sentida por alguien que es un Yo” (Merleau Ponty).

Como ser sensitivo, el niño en el seno materno se excita ante los mas tenues estímulos. Nuestro sentir es obra de nuestro cuerpo “el sentido de los sentidos”, y no sólo con la nariz, la boca, los oídos. “Percibir, oír, saborear, tocar, oler, son formas de sentir el mundo” (Gurmendez), pero nos damos cuenta de las cosas del mundo, porque previamente nos percibimos nosotros mismos, auto-percepción que, apoyada en el tacto, que es la base de la sensibilidad cinestésica y corporal, tarea que continúa la visión. La percepción “nos pone en contacto con presencias palpables que nos sacuden inmediatamente”. Así, el tacto, el gusto, el oído, el olfato y el gusto me permiten conocer el mundo y conocerme a mi mismo.

Freud y Blake, afirmaron que la esencia última de nuestro ser permanece en nuestro inconsciente secretamente fiel al principio del placer. Señala Norman O. Brown, que durante dos mil años o más, el hombre ha sido sometido a un sistemático esfuerzo por convertirlo en un animal ascético, y sin embargo sigue siendo el animal que busca el placer secretamente indómito en su inconciente y por ello neurótico. Indómito, porque ya probó del árbol de la vida y nunca lo olvida. “Los niños no distinguen entre sus almas y sus cuerpos, son el propio ideal de sí mismos. La infancia permanece como una meta indestructible del hombre, ¿por qué?, porque la realidad es que los niños juegan, y el juego debe ser el esquema del trabajo y de la vida” (Eros y Tánatos).

Entre el cuerpo y el mundo no hay separación, sino “una línea contingente y reversible”, y el mundo lo sugiere Merleau Ponty es algo que nos atraviesa.Según esto, nuestra identidad humana está fundamentada en el cuerpo, al nacer y encarnarnos nos abrimos a un campo de experiencias personales. “El cuerpo delimita mi espacio y mi diferencia”. No estoy frente a mi cuerpo, ni en mi cuerpo: “soy mi cuerpo”

Esto lo ha expresado muy directamente Durrell:

“A través del olfato, el gusto y el tacto, nos percibimos unos a otros, inflamamos mutuamente nuestras mentes; la información transmitida por los olores del cuerpo tras el orgasmo, la respiración, el sabor de la lengua, a través de ellos “conocemos” en una forma muy primitiva” (Durrell). O sea que nos conocemos físicamente unos a otros por nuestros movimientos, timbre de voz, antes de conocernos intelectualmente, y desde niño, podíamos sentir una atmósfera, o la intuición que ya adultos hemos perdido.

Este es un retorno al cuerpo que durante asiglos estuvo olvidado y despreciado.Como anota Yáñez, este retorno establece una nueva investigación de la identidad. “El cuerpo aparece en la ambivalencia de lo que somos y se expresa, en unos casos, como resistencia (el caso del movimiento feminista) y, en otros, como objeto de consumo que valora el gozo, estableciendo nuevas identidades de corte hedonista”.
Así, la sexualidad se acepta como forma de comunicación; igualmente las emociones han sido tomadas en su aspecto real positivo, y no sólo negativo como antaño. “Miedo y alegría, ternura y pena, no son sólo ideas, sino lágrimas, respiro, calor, frío, temblor”.

Nuestra vida real no es pues sólo biografía social, o un mundo de cultura e ideas, sino, sobre todo y desde la fecundación, la historia de un cuerpo, con sus alegrías y sufrimientos, y todo lo que en él deja huella. La experiencia (psicológica y racionalizada) del cuerpo pasa por determinantes de orden cultural; la vivencia del cuerpo no es igual en diferentes sociedades, durante siglo se hizo lo imposible por velarlo, y aún en culturas orientales se le oculta, y hoy se le expone en formas a veces artística, y otras impúdicamente.

“El principal hilo conductor que permite orientarse en el laberinto de la vida es el cuerpo… pero también es el teatro de operaciones donde pugnan las opuestas pasiones que se disputan nuestra identidad” . Además, en todas las culturas, la identidad humana está condicionada por lo que le sucede al cuerpo del niño: ahí comienza todo. “Toda identidad es una construcción simbólica que se hace en relación con un referente étnico, nacional, de género”, así nuestra historia cultural está codificada en nuestros cuerpos, y a medida que desciframos lo uno, desciframos también lo otro”.

Según Balint, hay una falla básica, una grieta, un sismo, producidos en nuestra niñez al fallarnos la persona básica en nuestras demandas y necesidades. Por eso, para John Fowles: “todos nuestros actos están parcialmente concebidos para llenar o para marcar el vacío que sentimos en el fondo”. De ahí las satisfacciones secundarias que son un intento para encontrar sustitutos a la satisfacción primaria de totalidad, que de alguna manera perdimos y que dejó una gran laguna. Dicho proceso es llamado “Nemo” (ninguno), que es como un anti-ego, un estado de ser nadie.”nadie quiere ser un don nadie”. Morris Berman,” Eros y Pathos).

Como señala Ferenczi, “Nos desvivimos para que otros nos amen. Todos buscamos ser amados”, ésto surge de dicho vacío. Con el éxito buscamos que nos quieran y por lo general logramos lo contrario. Exito, carrera, reputación, dinero, son las formas más claras de satisfacciones secundarias; otras pueden ser: religión, deporte, patriotismo, guerra. Este es un problema tanto de civilización como individual. Por eso, Carácter y Cultura van de la mano como dice Reich, El “nemo “ha sido estudiado muy poco por la psicología. La unidad preconciente con el entorno es la simbiosis; la unidad niño-mundo es según el psicoanálisis, un supuesto básico de nuestra existencia originada en los primeros días o en la matriz. El LSD, las técnicas de trabajo corporal y la meditación, buscan recuperar esa memoria corporal y la felicidad rota con el nacimiento. La experiencia de diferenciación, Uno Mismo y Lo Otro, es el crecimiento de uno Mismo a través de otras personas por un proceso reflectante. Así, el rostro de la madre, es el primer espejo para el niño, y es crucial en el desarrollo del Sí Mismo. “No hay Uno Mismo sin otro” (Laing).

La alienación involucra un cambio de Sí Mismo a Otro, de lo kinestésico a lo visual, de lo interior auténtico a lo social, del Si Mismo verdadero al Si Mismo falso. El shock surge al constatar que soy Otro para Otros, y con ello aparece el nemo. Vamos desde la “sociabilidad sincrética” ( Wallon), o sea, la confusión entre nosotros mismos y el Otro, a la aparición de una distancia vivida que ahora nos divide. O sea que para entrar a lo social, debemos renunciar a nuestra forma básica en favor de la social. Esto es una mutilación, que explica la ira y la barbarie que estalla en las guerras.

La ansiedad de crear un significado a nivel psicológico, como sustituto de la unicidad somática, es donde finalmente se hace la historia, y ésto a partir de los datos cotidianos de nuestra vida. El capitalismo se apoya en la ansiedad centrada alrededor del “nemo” para generar ventas y flujos de dinero en el mercado. Sin embargo, nunca se ha discutido que este es un hecho somático, y así durante mucho tiempo, el cuerpo no fue tenido en cuenta en los tratados de economía.

Si el nacimiento físico nos lanza al mundo, la afirmación “yo soy yo”, nos hace nacer a la imagen del cuerpo. La conciencia de Uno Mismo, es la constatación de nuestro cuerpo como una entidad separada, y marca el nacimiento de la identidad como un ser en el mundo y también de la alienación del mundo.

La imagen corporal se extiende más allá de los límites físicos de la piel, generando una especie de campo somático móvil, es además, es altamente plástica, pero inseparable de la interacción social, se extiende más allá de las fronteras del cuerpo, e incluye la voz, la respiración, la sangre, el pelo, etc, y es función de reflectación, tanto visual como afectiva.

Otro juego interminable, basado en la falla básica, es ver el mundo en blanco y negro: bien vs. mal, macho vs. hembra, conciente vs. inconciente, sagrado vs. secular. Dado que el mundo es gris, los acontecimientos están mezclándose unos a otros, y las energías son movilizadas para evitar la invasión del Otro.

Surgió así un desajuste, y así, el ¨ajuste¨ entre nosotros y nuestro primer entorno, que quedó desarticulado, y así las relaciones entre Uno Mismo y el Otro quedaron perturbadas. Esa sensación de oquedad, quedó plasmada en los tejidos de nuestro cuerpo a un nivel primario y ya no se erradicará. El alcohol, las drogas, el sexo, nos llevan a recrear un estado de conciencia inconclusa, de satisfacción primaria de unidad con el medio ambiente. Los alimentos, el amor, el éxtasis religioso, compartidos, sirven para producir igual efecto, y hacen que el “nemo” se aleje por algún tiempo. El contacto con el no-vacío, arraigado en nuestro cuerpo, busca desesperadamente esa experiencia.

Los niños están naturalmente absorbidos en ellos mismos y en sus propios cuerpos: se aman si mismos. Su orientación según el psicoanálisis es narcisista, ya que están inmunes ante los grandes problemas de la vida, pueden extraer placer de sus cuerpos como no lo pueden hacer los adultos (N. O. Brown. Eros y Tánatos).

Wallon, descubrió que la relación del niño con la imagen especular es de “sociabilidad”, es decir, el niño mira su reflejo en el espejo como a una especie de compañero de juego, lo que ocurre a los primeros seis meses. Según ésto, el niño no es amorfo ni pasivo, sino que es una criatura curiosa y exploradora, nacida para un diálogo perceptivo-motriz-afectivo con la madre o quien actúe como tal.

La prolongación de la infancia y el retraso de la pubertad, dan a la sexualidad infantil oportunidad de madurar, y el cuidado de los padres lo protegen del principio de realidad. Bajo esas condiciones, la sexualidad infantil llega a un florecimiento que no tiene paralelo en otras especies de animales. En el hombre, la sexualidad infantil es reprimida y nunca se desarrolla. La represión distingue al hombre de los demás animales. En el animal humano, el niño inmortal está frustrado, aún en el acto sexual por la tiranía de la organización genital.

Lo kinestésico es anterior a lo visual, y da origen a la función arcaica opuesta a la separación. La sociedad separa lo psíquico y lo somático por medio de tabúes que buscamos romper.

Existe inicialmente para todos nosotros, un estado de pre-comunicación en el que nuestras intenciones se mueven a través del cuerpo de otros y viceversa. La experiencia del éxtasis es de absoluta kinestesia, todo está vivo, estremecido, englobado, es una experiencia cognitiva, un saber. La esquizofrenia es una situación considerada como totalmente visual: la persona se siente transparente a los demás, un ser enteramente confiscado por la mirada del Otro.

El objeto transicional, que no es parte del cuerpo del niño, pero tampoco identificado como realidad externa, tiene una cualidad afectiva para el niño. Así, el osito de peluche, , o el perro, u otros animales. En el adulto lo son el sexo, el alcohol, la droga, el arte y la ciencia.

En nuestra vida diaria, la linea entre Sí Mismo y el Otro, se negocia constantemente. En algún sentido, estamos confiscados, y ésto se desarrolla en torno a la falla básica. “Yo estoy apresado por mi imagen espacial” (Lacan). La imagen de uno mismo posibilita el autoconocimiento. El fenómeno del espejo es algo enigmático, pavoroso, por eso, la inquietud frente a fotografías que rompemos o pisamos.

Lacan dice que la estructura ontológica de la vida humana es paranoide, o sea, que el Sí Mismo puede ser siempre invadido por el Otro. Intentamos curar la falla básica, identificándonos con una imagen visual de nosotros mismos. Para Lacan, el ego está arraigado en el reino de lo imaginario, el mundo de las imágenes, de los espejos. Pues nuestra relación fundamental con el mundo es de conexión, el estadio del espejo nos hace caer en la creencia de que el Otro es algo que debe ser temido. El tacto engloba el vínculo libidinal.

En la sociedad moderna, nuestra vida está dirigida al futuro: sería feliz si... seré feliz cuando. En la Edad Media, la espontaneidad era mayor. Si Mismo y Otro, estaban mucho más mezclados que ahora, no estaban tan confiscados. Los bebés de la cultura Yequana del Brasil, que son sostenidos en brazos las 24 horas del día durante sus dos primeros años de vida, crecen sin sentido del vacío.Así pues, la confiscación no es un atributo biológico, sino mas bien culturtal. Ellos no necesitan para ser felices, poseer bienes materiales, sino que lo son, aún en medio de sus carencias materiales.